jueves, 29 de mayo de 2025

Conditio sine qua non.


Una típica mañana de fin de semana, reviso el WhatsApp de la colonia y encuentro un mensaje en el que uno de mis vecinos, visiblemente sorprendido, narra cómo, al disponerse a limpiar la humedad matutina de su coche, descubre que la calavera izquierda está destrozada; incluso el impacto dañó parte de la fascia trasera. Junto a las piezas averiadas, encontró pegado un post-it con el nombre y número de teléfono de la persona responsable del accidente.

Aún dudoso, mi vecino nos consulta si sería prudente llamar al número, pues circula en redes sociales una modalidad de extorsión cuyo proceder es muy similar al suceso que acaba de experimentar. Las opiniones en el chat se convierten en una auténtica Torre de Babel. Imagino que, presionado por el impacto en su cartera, finalmente decidió hacer la llamada, y para su total satisfacción, fue atendido por una persona que le aseguró hacerse responsable de cubrir todos los desperfectos, siempre y cuando se le presentara la factura de los gastos realizados.

Este proceder me recordó aquella locución sustantiva que los primeros cristianos empleaban y que luego adoptaron filósofos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino: Conditio Sine Qua Non. Esta expresión se utiliza para referirse a aquello que no es posible sin una condición determinada; es decir, aquello sin lo cual algo no se hará o se considerará como no hecho. Implica renunciar a cambiar las circunstancias y conformarse con lo que sucede, asumiendo la responsabilidad de las acciones y sus consecuencias, sin intentar modificar la situación. Es una actitud pasiva que, para los prejuiciosos, puede parecer derrotista y conducir a la victimización.

El filósofo Friedrich Nietzsche interpreta este concepto de manera hermosa, afirmando que cada ser humano tiene la posibilidad, si así lo decide y trabaja arduamente, de superar la heteronomía e inmadurez para caminar hacia una auténtica autonomía ética. Para implementar esta forma de pensar, es necesario analizar la causa de origen de la situación y valorar hasta dónde somos responsables de ella, con el fin de establecer una crítica informada y ser capaces de superar el nihilismo pasivo, así como el resentimiento al que frecuentemente sucumbimos cuando sentimos inconformidad ante la moral a la que estamos sometidos.

Animado por esta reflexión, me atreví a escribir en el grupo y sugerirle a mi vecino que le preguntara al honesto individuo: ¿quién es su Dios?, ¿cuál es la religión que profesa? y, por supuesto, si sus padres podrían ofrecernos un curso intensivo sobre cómo educar a hijas e hijos así.

jueves, 22 de mayo de 2025

¡Feliz Día del Estudiante!



Cada vez que ingreso a un aula de cualquier escuela, mi memoria miope pone a realizar su función a la nariz de chile relleno que tengo, tratando de volver a oler ese aroma de mis tiempos a viruta de lápiz, cuadernos hinchados de tanto sudor, libros de páginas llenas de lamparones y a gis – para los que no saben que escribí, hago referencia a la barra cilíndrica de yeso o greda con la cual se comunicaban los temas escolares a través de la escritura sobre un pizarrón –, pero ya no huele a eso, ahora es una mixtura entre limpiador diluible versátil y plantas de ornato, pues con el uso de los gadgets electrónicos algunas de las cosas antes mencionadas han dejado de existir. Pero eso sí, gracias a la confianza en la educación formal de parte de la humanidad, seguimos conservando estudiantes que llenen esas aulas, con su algarabía, ansiedades y estrés.

¿Sabes qué es lo más curioso de ser estudiante? Que pagas por aprender cosas que luego olvidas… ¡Pero te acuerdas de todo lo que no deberías haber hecho durante los años de escuela! Es que los sistemas educativos son como un videojuego: pasas de nivel, pero nunca sabes para qué te servirá lo que has aprendido. Lo digo con la experiencia que da el fracaso, existieron tantos temas que mis profesoras y profesores se esmeraron tanto, la verdad, ¡muchas gracias! Digo, un cabezota como yo fue difícil en que aprendiera algo que luego no le encontraría utilidad en la vida real, como la raíz cuadrada. He ido al mercado y nunca me han pedido sacar una raíz cuadrada para poder pagar. Y el bullying debido a mi sobrepeso, que antes ni así se llamaba, me refiero al bullying, lo viví en las aulas, efectivamente, la vida de estudiante puede ser dura, pero el Mundo es mucho más grande que el aula o la escuela en sí, y afuera de la escuela te pueden suceder cosas terribles.

Alumna y alumno, disfruta la estancia en la escuela; ser estudiante es como ser los atletas de la vida académica. Corren maratones de exámenes, saltan obstáculos de tareas y, a veces, hasta logran dormir sin soñar con fórmulas matemáticas. Así que, en este Día del Estudiante, quiero decirles a todos esos jóvenes valientes que, aunque no siempre lo parezca, están construyendo el futuro… o al menos, están construyendo un buen currículum. Y definitivamente, las aulas ya no huelen como antes.

jueves, 8 de mayo de 2025

El Día de la Madre.



¡El Día de la Madre! Esa jornada en la que todos nos volvemos poetas, cocineros y, sobre todo, unos ingratos de campeonato. Porque tú ves a tu madre el resto del año y, bueno, la quieres, sí, pero el segundo sábado de mayo… ¡la quieres más que al wifi! Ese día la casa huele a perfume de caché, a flores de semáforo y a desayuno en lujoso y campirano restaurante, en el que, por vez primera, así literal, te vale madre el lado derecho del menú.

Yo siempre he pensado que el Día de la Madre es como la selectividad de los hijos: te juzgan por todo lo que has hecho en el año. Que si no la llamaste, que si te olvidaste de su cumpleaños, que si el año pasado le regalaste una plancha… ¡Una plancha! Eso es como regalarle a tu padre una corbata de lunares amarillos, hombre, por favor.

Y luego están los regalos. Tú vas a la tienda y preguntas: “¿Qué le regalo a mi madre?” Y la dependienta, que, seguro que es madre, te mira con esa cara de “a ver si aciertas, pendejo”. Al final sales con una crema antiarrugas y un ramo de flores, y piensas: “¡Ya está, lo he logrado!” Pero tu madre lo abre y dice: “¿Crema antiarrugas? ¿Me estás llamando vieja?” Y tú: “No, mamá, es para que sigas igual de joven… que hace 20 años”.

Pero lo mejor es la comida familiar. Ahí se juntan todos: el cuñado que trae vino del bueno “para que lo pruebe la suegra, y conozca sus refinados gustos”, la abuela que dice que en sus tiempos no había Día de la Madre porque todos los días eran suyos, y tú, que te apuntas a fregar los platos para quedar bien, pero con el pinche miedo a que con el jabón se te resbale uno y termines descompletando la vajilla suiza.

En fin, que el Día de la Madre es ese día en el que todos intentamos devolverle un poquito de todo lo que nos ha dado… y aun así nos quedamos cortos. Porque madre no hay más que una, pero paciencia para aguantarnos… ¡tienen para regalar! Por cierto, ¡muchas felicidades mamá, ahora que te encuentras en mi corazón.

jueves, 10 de abril de 2025

¡Más de 50 años de monografías escolares en México!



Hace unos días, visitando la papelería que se ubica por mi barrio -digo, yo sí soy de barrio, no de fraccionamiento ni de cotos fufurufus-, escuché a un chavito preguntarle a la dependienta por la monografía de Vicente Ramón Guerrero Saldaña, conocido por la raza de educación básica como Vicente Guerrero, y cuando se lo entregó, aluciné, ahí estaba El Caudillo de la Independencia, con la misma imagen de mi época estudiantil, con vista de frente y perfil 3 cuartos, su clásico uniforme militar en azul con pechera roja con bordados fitomorfos dorados y botonadura dorada, los puños en fondo rojo bordados fitomorfos, charreteras doradas, fajilla azul, cinturón negro, ¡woooow! Se nota que el tiempo le hizo los mandados, a diferencia de a quien escribe este artículo.7

¡Más de 50 años de monografías escolares en México! ¿Y qué hemos aprendido? Que nuestros estudiantes siguen copiando y pegando de Wikipedia, pero ahora con mejor letra. Estas monografías, que en su momento fueron revolucionarias, hoy son como esos abuelos que te cuentan cómo era la vida antes de Internet: interesante, pero un poco desfasado. Aunque, claro, no podemos negar que fueron un primer paso para que los alumnos dejaran de escribir en piedra. Esas monografías eran el “Google de la época”, y es que, antes de la era digital, las y los estudiantes tenían que “peregrinar” de papelería en papelería para encontrar la información que ahora se obtiene en segundos. Las ilustraciones de las monografías eran el equivalente a los “memes” educativos de su tiempo, combinando información con imágenes que, aunque simples, eran efectivas para cumplir los caprichos académicos de la tirana guía de estudio del lacayo docente.

¿El siguiente paso? Quizás enseñarles a usar Google sin caer en el copy-paste compulsivo. ¡Eso sí sería un avance educativo! Lo que vale la pena reconocer y aunque les duela a los tecnófilos, las monografías, a pesar de su antigüedad, siguen siendo un símbolo de la resistencia del material físico frente a la avalancha digital.

jueves, 3 de abril de 2025

La aventura del mercado.



Cuenta el mito que deambulaba el filósofo por el típico mercado atascado de vendutas con sus cachivaches, montones de huaraches, el regateo de los clientes con los comerciantes, que enmudecieron al escuchar esa mítica frase que quienes hacemos la mimesis de lector de libros filosóficos acuñamos y atesoramos: “¡Cuántas cosas venden aquí que yo no necesito!”

Si, usté, después de leer esta frase, recuerda toda esa ropa en el closet o los utensilios de la cocina que hasta en el horno de la estufa se resguardan, no me culpe, es el efecto del filósofo, cuyo nombre omitiré para no cometer un error.

Pero, eso sí, ¡vaya que ir al mercado es como una aventura! Nada más que en lugar de dragones, te encuentras con fruteros que te miran como si fueras un espía intentando descubrir el secreto del tomate perfecto, encontrar la madurez del aguacate —¡Óigame, no lo magulle tanto que le va a causar un hematoma! —. Y luego, los vendedores de marisco, que te hablan de las delicias del pescado fresco como si estuvieran vendiendo el Santo Grial.

Pero, ¿sabes qué es lo mejor? Cuando te dicen que la lechuga es “orgánica” y tú te preguntas si antes era inorgánica, como si hubiera sido elaborada en una fábrica de ensaladas. ¡Es un espectáculo, te lo digo! Y al final, sales con una bolsa llena de verduras y la sensación de que has conquistado el mundo… o al menos, el mercado.

jueves, 27 de marzo de 2025

Entre la incertidumbre y la nostalgia.



He llegado a la edad laboral en que experimento esa especie de ocaso que imagino sienten las y los ancianos cuando sus conocidos se van extinguiendo, resulta que la mayoría de mis compañeros de empleo con los que era fácil identificarme a través de la charla divertida y chacotera ya se han jubilado, y los que ahora son mis actuales colegas, debido a la pinche brecha generacional, muchas de las veces como que se asustan de algunas de mis expresiones o actitudes, por ejemplo, las canciones que escucho como analgesia a las horas nalga “godín”, para ellos es música “oldies”, al hacer alusión a películas de Bruce Lee o Sean Connery, programas de televisión de la talla de The Joy of Painting de Bob Ross y la serie de Magnum, me miran como fenómeno de circo, es más, esto último para usted único lector, tal vez le parezca anticuado, pues ya es incorrecto exhibir en los pocos circos que quedan fenómenos, es más, es todo un fenómeno que existan los circos. 

¿A qué voy con todo este choro? Es simplemente para abordar lo que más me preocupa en últimas fechas. La jubilación. Sí, ya sé, parece algo lejano, pero es que en nuestro país es un tema complicado en el que, para retirarte del campo laboral con una remuneración periódica, se deben de cumplir ciertos requisitos de edad, tiempo de trabajo y aportes… ¡Es como si jugaras al Monopoly, pero en lugar de dados, utilizaras semanas cotizadas! Y el monto de la pensión… ¡Eso es todo un misterio! Depende del tiempo que hayas trabajado. Así que, si quieres una buena pensión, mejor no te jubiles demasiado pronto.

Ahora da la sensación de que el retiro se empieza a convertir en un juego de ruleta. Si quieres jubilarte con alguno de los sistemas de seguridad social, necesitas 1,250 semanas cotizadas a los 60 años, pero si tienes prisa por jugar al dominó con tus excolegas en el jardín, puedes hacerlo a los 55 con solo 500 semanas, pero no creo que te alcancen los centavos para comer frijoles diarios, ¡con lo caro que esta el kilo! Y si no estás seguro de qué hacer, siempre puedes esperar a los 65 y pedir la jubilación por vejez. Es como si te dijeran: “¡Tienes que trabajar mucho, pero no te preocupes, te daremos una pensión… si es que te queda algo de vida para disfrutarla!”. Y todo esto bajo un sistema de seguridad social, que es como el árbitro del juego. ¡Qué divertido es ser adulto y tener que planificar el retiro como si fuera un reality show!

Además, imagino que los políticos calculan sus cuentas igual de mal que la pensión de la abuela. ¿Cómo explicar que, después de trabajar toda una vida, la jubilación sea un lujo para pocos? ¡Por favor, que alguien influyente con el Creador me entregue un certificado de supervivencia para llegar a los 65!

jueves, 13 de marzo de 2025

La vida de un adulto.



A los 16 años, añoraba realizar el Servicio Militar Nacional, para obtener la media cartilla y poder ingresar a un titipuchal de sitios que los adultos entraban y salían como Juan por su casa -no voy a escribir los nombres de esos lugares, puede que alguno de mis escasos lectores se ofenda-; a los 25 años, ya quería tener la barba cerrada o que se me viera mínimo como de 4 días al estilo Indiana Jones. Hoy que tengo menos folículos en la mollera, me sale cabello en donde menos quiero, además, algunas partes del organismo se han vuelto independientes de mi cerebro, es por esto y otros detalles que he llegado a una conclusión: ser adulto es como jugar a un videojuego sin instrucciones. Te tiran al agua y esperan que nades. Y si no sabes nadar, bueno… eso es otro tema.

Pero en serio, ¿quién inventó esta cosa de ser adulto? ¿Quién dijo? Vamos a hacer que la gente se despierte todos los días a las 6 de la mañana -bueno, si es que antes la ganas de hacer pis no te pusieron en alerta-, para estar puntual a las 7 a trabajar, que pagues impuestos y en las pocas horas de ocio se desparrame en un sofá a ver Netflix sin terminar ningún capítulo porque ya te quedaste dormido. ¿Eso es vida?

Y no me digas que es para conseguir la estabilidad. La estabilidad es solo una palabra bonita para decir aburrimiento. Quiero emociones, quiero aventuras, quiero… bueno, quiero poder dormir hasta las 12 del mediodía sin que nadie me juzgue o exista algún compromiso doméstico que cumplir.

Pero no, la vida de un adulto funcional o no es así. Así que, si alguien necesita, estaré aquí, tratando de sobrevivir en este juego sin instrucciones. ¡Y si alguien encuentra el manual, por favor, compártalo!