jueves, 27 de marzo de 2025

Entre la incertidumbre y la nostalgia.



He llegado a la edad laboral en que experimento esa especie de ocaso que imagino sienten las y los ancianos cuando sus conocidos se van extinguiendo, resulta que la mayoría de mis compañeros de empleo con los que era fácil identificarme a través de la charla divertida y chacotera ya se han jubilado, y los que ahora son mis actuales colegas, debido a la pinche brecha generacional, muchas de las veces como que se asustan de algunas de mis expresiones o actitudes, por ejemplo, las canciones que escucho como analgesia a las horas nalga “godín”, para ellos es música “oldies”, al hacer alusión a películas de Bruce Lee o Sean Connery, programas de televisión de la talla de The Joy of Painting de Bob Ross y la serie de Magnum, me miran como fenómeno de circo, es más, esto último para usted único lector, tal vez le parezca anticuado, pues ya es incorrecto exhibir en los pocos circos que quedan fenómenos, es más, es todo un fenómeno que existan los circos. 

¿A qué voy con todo este choro? Es simplemente para abordar lo que más me preocupa en últimas fechas. La jubilación. Sí, ya sé, parece algo lejano, pero es que en nuestro país es un tema complicado en el que, para retirarte del campo laboral con una remuneración periódica, se deben de cumplir ciertos requisitos de edad, tiempo de trabajo y aportes… ¡Es como si jugaras al Monopoly, pero en lugar de dados, utilizaras semanas cotizadas! Y el monto de la pensión… ¡Eso es todo un misterio! Depende del tiempo que hayas trabajado. Así que, si quieres una buena pensión, mejor no te jubiles demasiado pronto.

Ahora da la sensación de que el retiro se empieza a convertir en un juego de ruleta. Si quieres jubilarte con alguno de los sistemas de seguridad social, necesitas 1,250 semanas cotizadas a los 60 años, pero si tienes prisa por jugar al dominó con tus excolegas en el jardín, puedes hacerlo a los 55 con solo 500 semanas, pero no creo que te alcancen los centavos para comer frijoles diarios, ¡con lo caro que esta el kilo! Y si no estás seguro de qué hacer, siempre puedes esperar a los 65 y pedir la jubilación por vejez. Es como si te dijeran: “¡Tienes que trabajar mucho, pero no te preocupes, te daremos una pensión… si es que te queda algo de vida para disfrutarla!”. Y todo esto bajo un sistema de seguridad social, que es como el árbitro del juego. ¡Qué divertido es ser adulto y tener que planificar el retiro como si fuera un reality show!

Además, imagino que los políticos calculan sus cuentas igual de mal que la pensión de la abuela. ¿Cómo explicar que, después de trabajar toda una vida, la jubilación sea un lujo para pocos? ¡Por favor, que alguien influyente con el Creador me entregue un certificado de supervivencia para llegar a los 65!

jueves, 13 de marzo de 2025

La vida de un adulto.



A los 16 años, añoraba realizar el Servicio Militar Nacional, para obtener la media cartilla y poder ingresar a un titipuchal de sitios que los adultos entraban y salían como Juan por su casa -no voy a escribir los nombres de esos lugares, puede que alguno de mis escasos lectores se ofenda-; a los 25 años, ya quería tener la barba cerrada o que se me viera mínimo como de 4 días al estilo Indiana Jones. Hoy que tengo menos folículos en la mollera, me sale cabello en donde menos quiero, además, algunas partes del organismo se han vuelto independientes de mi cerebro, es por esto y otros detalles que he llegado a una conclusión: ser adulto es como jugar a un videojuego sin instrucciones. Te tiran al agua y esperan que nades. Y si no sabes nadar, bueno… eso es otro tema.

Pero en serio, ¿quién inventó esta cosa de ser adulto? ¿Quién dijo? Vamos a hacer que la gente se despierte todos los días a las 6 de la mañana -bueno, si es que antes la ganas de hacer pis no te pusieron en alerta-, para estar puntual a las 7 a trabajar, que pagues impuestos y en las pocas horas de ocio se desparrame en un sofá a ver Netflix sin terminar ningún capítulo porque ya te quedaste dormido. ¿Eso es vida?

Y no me digas que es para conseguir la estabilidad. La estabilidad es solo una palabra bonita para decir aburrimiento. Quiero emociones, quiero aventuras, quiero… bueno, quiero poder dormir hasta las 12 del mediodía sin que nadie me juzgue o exista algún compromiso doméstico que cumplir.

Pero no, la vida de un adulto funcional o no es así. Así que, si alguien necesita, estaré aquí, tratando de sobrevivir en este juego sin instrucciones. ¡Y si alguien encuentra el manual, por favor, compártalo!

jueves, 6 de marzo de 2025

Galimatías, no son las tías de Galia.


¡Vamos a hablar de idiomas! En la Edad Media, los ingleses que en aquellos tiempos les conocían como sajones, ¡hablaban francés! Sí, parece que los normandos les dijeron: “¡Hablemos un poco de inglés, pero con acento normando, por favor!” Y así, con el tiempo, se fue modificando hasta que ahora nuestros paisanos del norte intentan hablarlo sin que les salga un galimatías.

Y en España, ¡qué historia! Los reyes hablaban catalán-valenciano-mallorquín, como Carlos V, que no sabía decir “hola” en castellano. ¡Cómo lo iba a hablar, si era el idioma de los plebeyos y de los que no tenían título nobiliario! Pero nosotros tenemos suerte, nuestro español es fonético, ¡o sea, que si sabes cómo se escribe, sabes cómo se pronuncia! Bueno, casi siempre… Porque hay palabras que nos hacen trabucar la lengua, como mi abuela, que decía “juída” en lugar de “huida”. ¡Era un español antiguo, pero con sabor!

Y luego está la palabra que no quiero decir, la de la enfermedad que afecta la memoria… ¡Alzheimer! Pero yo, por miedo a regarla ante mis discípulos, pos, prefiero decir “El alemán”, ¡y suena hasta racista! Así que, si no sabes pronunciar el apellido de la presidenta Sheinbaum, no te preocupes, ¡tú no eres el único! ¡Ay, qué español más divertido tenemos!

jueves, 20 de febrero de 2025

¿Quién educa al pedagogo?


¡Ah, el pedagogo! Esa figura casi mítica que, armada con teorías educativas y un optimismo a prueba de bombas, se dedica a moldear las mentes del futuro. Pero, ¿quién ilumina el camino de estos guías de la enseñanza? ¿Quién les baja de la nube de ideas abstractas y les enfrenta a la cruda realidad de las aulas?

Podríamos pensar que son los libros, esos ladrillos llenos de sesudos análisis sobre teorías tan perfectas que no tienen aplicación en la realidad y las últimas tendencias en metodologías educativas. Pero, seamos sinceros, ¿cuántos pedagogos recuerdan algo de Comenio, Piaget, Montessori, Rousseau después de aprobar la asignatura? ¿O aplican realmente las teorías de Reggio Emilia en un aula con 50 adolescentes y recursos limitados?

No, amigos. La verdadera escuela del pedagogo es la vida misma. Es el diplomado intensivo que te da la experiencia, las y los estudiantes gritando, los padres quejándose y la burocracia asfixiante. Es el día a día en el que te das cuenta de que la teoría es muy bonita, pero la práctica es un campo de batalla donde sobreviven los más resilientes.

Y, por supuesto, no podemos olvidar a los verdaderos héroes anónimos de esta historia: el alumnado. Esos seres que, con su espontaneidad y falta de filtro, te desmontan cualquier esquema preconcebido. Te enseñan que cada uno es un mundo, que no hay fórmulas mágicas y que, a veces, la mejor lección es aprender a escuchar.

Así que, la próxima vez que veas a un pedagogo, no lo mires con condescendencia. Recuerda que detrás de esa fachada de experto en educación se esconde un superviviente que ha aprendido más de los errores que de los aciertos. Un tipo que, a pesar de todo, sigue creyendo en el poder de la educación para transformar el mundo. O al menos, para mantener a raya a un grupo de jóvenes hiperactivos durante una hora.

jueves, 6 de febrero de 2025

La filosofía en el aula.



Me siento responsable porque lo que voy a escribir, y además porque supuestamente antes de redactarlo lo estoy pensando, pero lo más apropiado es que justifique que lo aquí expuesto es producto de mis inseguridades y de nadie más, pues resulta que este martes inicie como hace varios semestres a impartir la asignatura de Filosofía en bachillerato, y como cada vez que la imparto, me llega la preocupación de que muchos estudiantes consideran que la filosofía no tiene relevancia práctica en sus vidas, prefiriendo materias que aborden temas más contemporáneos y aplicables a su realidad, aunado a ello, llegan a la asignatura sin una base adecuada, lo que dificulta su comprensión de conceptos abstractos y complejos.

Considerando que la generación actual está inmersa en una cultura visual que prioriza imágenes sobre argumentos lógicos, lo que tal vez reduzca algo de su capacidad para involucrarse en el pensamiento crítico y la reflexión filosófica. Aunado a eso, si estamos conscientes de que al leer mensajes de WhatsApp o ver una película con subtítulos, no significa que el alumnado tenga habilidades avanzadas de lectura y análisis que esta asignatura exige, se complica aún más su aprendizaje. Otra situación es que muchos de los jóvenes tienen la idea de que al cursarla exista la posibilidad de centrar los “aprendizajes” -sí, weee, entre comillas, pues esto es educación de pericos- en la memorización de datos y biografías de filósofos, en lugar de fomentar el debate crítico y la participación activa de los estudiantes.

La proliferación de tecnologías digitales ha cambiado la forma en que las y los estudiantes interactúan con el conocimiento, favoreciendo formatos más superficiales en lugar del análisis profundo requerido por esta asignatura. Y para colmo hemos intentado bajo la idea de fortalecer el proceso enseñanza-aprendizaje ofrecer una educación cómoda, donde la escuela se convierte en un entretenimiento y la profesión docente en animadores culturales que divierte al alumnado, quienes se desconectan de los temas filosóficos, pues suelen tener expectativas poco realistas sobre lo que en ella aprenderán, llevándolos a considerarla como una disciplina secundaria o irrelevante.

Me invade la ansiedad traicionera al conjugarla con las expectativas de querer inculcarles que la filosofía es el antídoto contra la fatalidad. Sí, esa fatalidad causada por la herencia intelectual visceral del patriarca ignorante a sus vástagos, razón por la cual es preciso decirles que el paso decisivo para empezar un proceso de emancipación intelectual es darse cuenta uno mismo de que existe una obligación moral en obtener conocimientos y la filosofía hace saltar estas barreras por los aires. La filosofía es lo más subversivo que hay.

jueves, 30 de enero de 2025

La herencia de una pandemia.


Estamos conscientes de que desigualdades hay en todas partes, y la educación no queda exenta, el año pasado nos sentimos bien orgullosos de que nuestra Alma Máter se encuentre entre las mejores universidades del país, que nuestros estudiantes del nivel medio superior resultaran ganadores en concursos nacionales. Historias que motivan e inspiran a quienes estudian y laboran en esta institución. Pero… no debemos olvidar que durante la pandemia nos dimos cuenta de que existían familias que contaban con computadora y otras que tuvieron que ir a comprarlas de segunda mano a las casas de empeño, sacarlas en abonos en alguna vampiresa tienda departamental con sus inquisidores intereses moratorios, también nos enteramos que hay jóvenes que contaban con internet en casa y otros que recurrían a las plazas, centros comerciales o de plano se colgaban del
 Wi-Fi del vecino, y lo más triste, que haya familias con un celular para todos, mientras en otras, hasta la mascota tiene. ¡Son abismos que aún existen!

¡Ahhh, pero eso sí! En las escuelas bien preocupados de que se utilizara de forma ética la IA -algo así como que no queremos que nos vean la cara-, sin antes enseñarles a nuestros discípulos las ventajas de su uso académico, mientras ellos la han aprendido a utilizar como algo banal. A estas alturas del siglo XXI, quienes ejercemos la docencia hemos aprendido a raíz de una pandemia, la diversificación de las técnicas de enseñanza, que existen centenares de materiales educativos gratuitos en línea con flexibilidad de horarios y espacio, el montón de libros digitales para enriquecer su formación, ¿y se los hemos compartidos? No, pues queremos continuar siendo los que saben, pues muy pendejamente, creemos que así tenemos la supremacía en el aula.

Estamos a días de iniciar un nuevo semestre, junto a nuestra computadora portátil y el montón de aburridas diapositivas en PowerPoint atiborradas de texto que en ella se incluye, nada más nos queda universalizar el acceso del alumnado a todas las herramientas que pululan en el ciberespacio, y concientizarnos de que las actuales generaciones son intolerantes a las llamadas de atención, sin una explicación previa. Si no olvidamos esto, lo más probable es que logremos hacer que este semestre sea igual o mucho mejor que el anterior.

jueves, 23 de enero de 2025

¡Viva la tristeza!



En esta semana de acuerdo a la tradición gringa ocurrió el Blue Monday (el lunes más triste o deprimente del año), según cálculos de Cliff Arnall, exprofesor del Centro de Aprendizaje de Lifelong, adjunto a la Universidad de Cardiff, en su ecuación conjuga: tiempo consumido en actividades de divertimento, tiempo consumido en relajación, tiempo consumido durmiendo, tiempo de viaje, dividido entre retrasos en las actividades cotidianas, es igual a tiempo gastado en un periodo de estrés, tiempo demorado en preparar un equipaje y el tiempo consumido en la preparación general.

Esta fecha se pone de manifiesto el tercer lunes de enero, debido a que las personas extrañan la alegría de la Navidad y su glamur, conjugado con lo frustrante que resulta no cumplir los propósitos de año nuevo, sumado a las deudas acumuladas en la inversión de comprar tantos regalos que sus familiares ni necesitaban, agréguenle que muchos a estas alturas ya nos acabamos el aguinaldo y la primera quincena de enero, pues como que resulta falto de motivación, y para colmo las próximas vacaciones son hasta…

Y para acentuar la tristeza, en tierras colimenses que con que el termómetro baje de 30 grados, pues nos da frío, entonces uno como que se agüita. Más, no hay porque sentirnos mal, la tristeza es muy importante y necesaria para el cuerpo, entonces, ¿dónde quedó toda esa sabiduría que nos fue inculcada a través de la industria Pixar con la película Intensamente (Inside Out)? Digo, si a los mexicanos este mismo estudio cinematográfico, nos arraigó la tradición de El Día de Muertos con la cinta Coco, que no nos haga pensar que llorar ayuda a tranquilizarnos y sentirnos más relajados.

Pero los guionistas de Intensamente no andan tan perdidos, pues de acuerdo con la ciencia, al terminar de llorar, nuestro cerebro expide endorfinas, que es un neurotransmisor que tranquiliza al organismo, imagino que por eso Agustín Lara, nuestro compositor más conocido por sus canciones llenas de tristeza y melancolía, inspiración de los intensos amoríos que tuvo, escribió: “Mi novia, es la tristeza, mi canto, lamento de amor”, irradiando el sufrimiento motivado por esas musas, que además de amarlo, lo odiaron también. Entonces, escaso y apreciado lector, que un tiznado día que se inventaron los vecinos del norte, con su parafernalia en redes sociales, no lo desanime.