jueves, 16 de diciembre de 2021

Los remedios de la abuela.


Sin ser yerbera, ni haber estudiado botánica, mi abuela Ramona se la rifaba para aliviar males del cuerpo, basta saber que un refresco gaseoso llamado Aguilita -dicen que acá en Colima era el único lugar donde se elaboraba- con almidón, hacia tapón para la diarrea; después de desaparecer la empresa refresquera fue sustituido por un 7up; la mixtura de café con tres limones, se transformaban en Limonaté contra la indigestión estomacal; para las agruras y acidez, unas hojitas de hierbabuena o polvo de carbonato disuelto en jugo de limones, ¡ya se la saben!, este cítrico en nuestro país es remedio de todos los males y un aderezo que no puede faltar en las comidas; un té de gordolobo para la circulación venosa y contra las várices; hojas de naranjo para el insomnio y con tal de ahuyentar la tos y resfriado, una ducha con agua de hojas de Eucalipto, y, así, sin quitarse lo húmedo envolver cual tamal con una sábana para la evaporización.

Según mi memoria miope, me hicieron falta tres remedios básicos de la abuela, cogollo de guayabo cocidos en agua, es un infalible contra las crudas, y su hoja al natural frotada en los dientes los limpia y quita algunos problemas de encías, otro es el clavo de olor colocado en la muela que duele, mitiga el dolor, y ya para terminar, un ajo calentado en alcohol envuelto en algodón e introducido en la oreja quita las punzadas de los oídos.

Desafortunadamente ella ya no está entre nosotros, forma parte del aire, de la memoria, la que nunca daba receta, simplemente era pura automedicación, pero lo bien que te curaba esa rara aflicción, más, como siempre con su clásica risa burlona solía decir que “el dolor de muelas en el corazón, ese solo lo quita otra pareja, mejor de la que se te fue”.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Modestia aparte.

Los griegos llegaron a considerarla como una virtud que se vinculaba con la humildad, antagónica de la vanidad, el engreimiento, la soberbia y la ostentación, por tal razón la modestia es una cualidad que denota sencillez, moderación, incluso una de sus notables y loables características en las personas es no evidenciar una alta opinión de sí mismos, lo cual se traduce en que por mucho que tenga un ser humano, ya sean riquezas, habilidades, inteligencia, etcétera, de todos modos sigue siendo un humano tan común como los demás.

Es que somos muy dados a presumir nuestros logros, pertenencias y éxitos, pero carecemos de sensatez cuando alguien nos señala los errores que cometemos, ¿cómo evitar la presunción en una sociedad que la reconoce y valora? Para lograrlo, Confucio recomienda “que el hombre superior es modesto en el hablar, pero abundante en el obrar”.

Como todo en la vida, abusar de ser modesto también se vuelve patológico, ¡cuánta soberbia oculta la modestia! Esa mala humildad que aparentamos, o sea, la modestia es muy arriesgada cuando se vuelve un disfraz de la arrogancia, un orgullo modesto cual especie de estrategia que disimula el no aparentar la presunción de cualidades, más, si incidir en ellas, ¿si les queda bien claro por qué los talentosos e inteligentes individuos debemos ser modestos?

jueves, 2 de diciembre de 2021

Mi niñez sabe a salsa de molcajete.



La década de los setentas produjo muchos cambios en estilos y actitudes sociales, fue el boom de la música disco con Bee Gees, Boney M y ABBA, entre otros, durante esos años de camisetas en nailon, pantalones acampanados de terlenka, perdimos a Jim Morrison, Elvis Presley y a Jimi Hendrix, nacen aquellos templos del morbo, las discotecas, donde los jóvenes religiosamente acuden a bailar desenfrenados los fines de semana gracias a la fiebre de Travolta, en fin, un escuincle que iba a saber de las dictaduras, los avances de ciencia, el terrorismo y las nuevas religiones. Sí, un Payasito de la Tele absorbía mis recién incubadas neuronas, además, ni me gustaba ir a la escuela, motivo por el cual, mamá con el Silabario de San Miguel, un folletito de ocho hojas impreso en rústico papel revolución y, los cómics de Editorial Novaro, me enseñó a leer, las matemáticas llegaron gracias a esas calculadoras Maizoro.

En 1975, tenía siete años, mi abuela Ramona y mi madre, de lunes a viernes se levantaban antes de las siete de la mañana a lavar pirámides de ropa de nuestros vecinos de La Colonia Magisterial, antes de empezar se sentaban a la mesa con mantel de plástico floreado a  tomarse un café bien cargadito y a punto de ebullición en la olla de barro, acompañados con sus respectivas conchas, cuernitos o espejitos, mientras a mí me hacían chocolate Rey Amargo en agua, sí, en esa misma mesa que los sábados se utilizaba para colocar la ollotota de pozole cocido a la leña que la abuela vendía a partir de las 6:30 de la tarde, esa mesa, que en aquella foto sepia de antaño se observa descansar los restos de uno de mis hermanos neonatos rodeado de rosas del patio y muchas veladoras.

Lo mejor de aquellas mañanas venía a las once, después de haber lavado un titipuchal, una vez que nos habíamos escuchado las radionovelas de KalimanPorfirio Cadena “El ojo de vidrio” y la de Julián Gallardo “El Redentor” por la RCN, se sintonizaba en el radio de transistores la XEDS Radio Juventud, que amenizaban con rolas de Leo Dan, Roberto Jordán, Mónica Ygual, muchos más, y era precisamente cuando la abuela, esa mujer que era medio canija con los demás, pero a mí me quería un chingo. No consentía a nadie, pero yo le decía: “Abuela, aviéntate una salisita, ¿no?”. Con sus manos roladas agarraba el molcajete, jitomates –al natural, sin azar–, chiles verdes y sal, echándole fuerza con la piedra, quedaba algo exquisito, que lo único que le complementaba era unas tortillas calentadas en el fogón y el centavo de moronas de queso seco que compraba en la tienda de la esquina. Ese es el sabor más chido que tengo de la infancia, y la imagen imborrable ese ritual de mi abuela Ramona que nunca faltaba después de haber lavado, el cual consistía en una Coca-Cola con un Sedalmerck, cuando le tomaba al chesco, ella me decía: “¡Hijo, esto es saludable!»

jueves, 25 de noviembre de 2021

El muerto viviente.



Cuando supe de la existencia de estos espeluznantes seres dentro del bestiario fílmico, fue en una de El Santo, en cuya trama, El Enmascarado de Plata para rifársela tiene que viajar a la isla de Haití, con tal de rescatar a dos científicos mexicanos –¡momento, estimado lector! Desde esas épocas ya contábamos con individuos consagrados a las ciencias, es más, Paco y Pepe de Los Supersabios, se dedican a ello desde 1936–, que habían desaparecido bajo tenebrosas circunstancias, y como ustedes saben, tanto en esa isla como en Brasil, la santería, así como el culto a deidades africanas tiene su origen en el vudú, donde se cree que a través de la magia se logra la posesión de los espíritus y revivir a los muertos, que se conocen como zombies.

En otra cinta se pone de manifiesto el fenómeno zombi, nada más que esta vez Blue Demon y el Houdini región cuatro, Zovek, se agarran a trompadas con un grupo de muertos vivientes que, como aquel video de Thriller, abandonan las tumbas del cementerio en busca de asesinar a los vivos, por cierto aún no se les ocurría la loca idea de volverlos caníbales como hoy gracias a la serie de The Walking Dead, los conocemos.

Ahora que se aproxima mi cumpleaños número 53, y que indudablemente voy ingresando al primer semestre de hacerme mayor, ¡uy, qué pinches asignaturas me esperan! Pues me doy cuenta de que conforme pasan los años, paulatinamente uno se va transformando en zombie, gracias a esa mala alimentación –¡qué rica sabe la comida que deja transparente las servilletas de papel!–, fumar como chacuaco, echarte las chelitas bien elodias hasta ponerte mostro en fiestas o por puro gusto, el tiempo nalga que invertimos en las oficinas, lo mismo que viendo televisión y en mi triste situación escuchando música, lo cual provoca que se nos desconchinfle el corazón, los pulmones, el hígado, páncreas, modifique la glicemia, mientras que la ciática y el ácido úrico nos hacen caminar arrastrando los pies como las citadas criaturas del celuloide, si a ello le agregamos las reumas, ansiedad, colesterol alto y la obesidad, ¡híjole, esto pinta rete gacho! Pues sin estar conscientes de ello, día a día vamos muriendo.

Entonces, sin que nadie nos aislé, solitos nos apartamos del bullicio, las desveladas –que ya ni las aguantamos por cierto–, pues para un humano cuya red social siempre ha sido la calle, y no como ahora que se cae Facebook e Instagram y ya es el fin del mundo, alejarse del contacto de los demás, lo deja desarticulado de su entorno, cuyo consuelo es seguir esas modernas fotonovelas que son las selfies de cualquier red social y ver la vida de otros a través de Netflix, en fin, qué más puede pedir un muerto viviente a quien cada día le aceleran su cronometro.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Nacidos para segundear.








En los espacios laborales donde no existe un organigrama cuya forma gráfica describa su estructura organizativa, en ocasiones se generan un sinfín de confusiones que no permiten identificar las funciones y relaciones jerárquicas de los empleados, ello indudablemente genera una cutre situación, si entre los subalternos del jefe existen aquellos que mediante salmearías, adulaciones y regalos, se vuelven sus “segundones” –olvidándose de quien cuerda te da, ahorcado te quiere ver–, es decir, tal distinción naquever con un título peyorativo, pues no es nada fácil andar a sol y sombra afianzando a otro para que piense que toooodoooo lo que dice y hace es la neta del planeta, pero ojo, ellos bien saben que a cambio de toda esa lambisconería, jamás recibirán migajas, pues siempre estará acechando por sus desamuebladas cabecitas, lograr el inalcanzable primer puesto.

Un segundón no es una actitud nada deleznable, es en realidad una actitud dura y sacrificada que se desarrolla a la sombra de una figura importante dentro de la escala laboral, pero que goza de los privilegios de poder disponer de sus colegas como si este fuera el mandamás, lo que los aparta del anonimato, pues se vuelvan incluso hasta más importantes y respetables que el mismísimo jefe. Como lo dicta la sabiduría de los “Memes”, detrás un adulador, siempre habrá un incompetente, por lo tanto, al sentirse con potestad sobre los demás, intenta por cualquier medio limitar el crecimiento de sus compañeros a quienes ya no considera sus iguales, los hace ver como sí su chamba no rinde y que desperdician la jornada laboral en otras cosas.

La situación en la oficina se torna muy tensa cuando cambian de jefe, y al segundón ni lo nombraron como él esperaba, lo peor es que a partir de esa nueva administración, le quedan dos opciones:

a) Iniciar de nuevo con el Frutsi y la torta, las lambisconerías, adulaciones y servilismos

b) Volverse el adversario de su nuevo patrón y sus respectivos segundones.

La segunda opción únicamente los hace pensar con las tripas y no con el cerebro. Por lo tanto, para evitar la proliferación de esta nociva fauna, ¡por piedad, elaboren organigramas! Así, cada empleado entenderá la jerarquía dentro de los departamentos, quiénes son sus subordinados, además de saber sus respectivas funciones, y lo más importante, que alguien concientice al patrón de que la culpa no es del indio, sino del que lo hace compadre.

jueves, 11 de noviembre de 2021

Arqueólogo de canciones.

Creo que nuestro estado es el único que por estar a la “vanguardia” –voy a llamarle de esa forma a todos aquellos que se creen modernos por el simple hecho de tener un teléfono celular de última generación–, se empeña en desaparecer de forma física esa curva cerrada cuyos puntos equidistan en el centro llamada circunferencia y que en un disco compacto lograba su máximo esplendor al ofrecer en un círculo varios tracks o canciones que uno disfrutaba escuchándolas mientras pasaban infinitas horas nalga; en estos tiempos modernos, quienes dicen disfrutar de la música, para mí son melómanos del villamelón que están haciendo que los colimenses vivamos la extinción de este formato, presumiendo que tienen chorrocientas mil canciones en una memoria USB o que en su enorme bocina marca Patito las escuchan en línea.

Al comprar un disco, en lo personal vivo un ritual, de entrada, mirar la portada, existen algunas icónicas, gracias a los excelentes diseñadores. Dato que tal vez no sabes si tu medio de oír canciones son plataformas de música en streaming o compras USBs, abrir el celofán de la envoltura, sacar el librito o booklet, leer los créditos de los autores, seguir la letra de las canciones mientras lo oyes. Pasar 45 minutos o más de una hora del ocio en mundos infinitos, pues hay canciones que abren mis pensamientos a lugares inverosímiles, historias o situaciones oníricas, viajes interestelares del cuarto donde me siento a escucharlos; para mí, la música es un elemento liberador las veces que mi realidad está muy jodida una canción me eleva, cambia el estado de ánimo.


La profundidad y calidez del sonido del Disco Compacto, casete o vinilo –bueno, sin dejar de lado el clásico ruidito entre una canción y otra cuando este ya tiene sus años, así como la deformación del audio en el momento en que la aguja de la tornamesa se acumuló el polvo–, son soplos de armonías y jubilo. Quien firma lo que escribe prefiere la música en físico, ya sea en vinilo, CD o casete. La verdad nunca me he animado a comprar música en plataformas, pues tengo la idea de que estoy comprando unos y ceros, prefiero el fetichismo de poseer un objeto, además, en streaming debido a los contratos con las compañías disqueras de la noche a la mañana desaparecerán tus rolas predilectas, es decir, hoy puedes tener la discografía completa de Kiss, y al día siguiente no.

Es una pena que las generaciones actuales no sepan de fidelidad, oyen sus canciones comprimidas y de mala calidad de audio, convirtiéndose en bocineros que solo aturden, y llegan a creer que Bohemian Rhapsody es de Robbie Williams o que Angels es una canción original de Yuridia. Por eso prefiero ser un arqueólogo de canciones, que se informa de la fuente directa de un disco compacto, uno gramofónico, así como de un casette.

jueves, 4 de noviembre de 2021

Espectro del humorismo blando.

En estos días a uno le llegan sensibilidades del más allá que lo ponen bien acá, y es que entre tanto recuerdo de aquellos momentos que compartimos con los que ya se fueron de este mundo, pero que viven en cada cachito de la lacrimosa nostalgia, ahora que he cambiado los chiclosos Coronado por caramelos de omeprazol, así como las riquísimas tabletas en colores de ibuprofeno y en lugar de estrenar un huachinango Casio o Swatch, mi vida se llena de orgullo con ese tensiómetro digital que me dirá cómo anda de marchito mi corazón, y es que como dijera el maestro Jaime López en la introducción de la rola del Testamento del genial Rigo Tovar: “ora loco que presiento que me muero poco a poco, ya de ruco y agüitado me salió lo preocupón, chance en una de esas se desconchinfla el corazón”.

Hijos de La Malinche y de Hernán Cortés, que les puede decir un tipo que durante la infancia su bagaje cultural fue enriquecido por las letras del KalimanLa Familia Burrón y Memín Pinguin, ese mismo que cada 1 y 2 de noviembre, despuesito de venir de El Campo Santo, a deshoras del anochecer con los cuates de la esquina, unas varitas de madera eran nuestros médiums para entablar comunicación con los espíritus chocarreros. Nunca nos atrevimos, entre las tinieblas de la noche, a ponernos frente a un espejo con veladora en la mano, pues nos daba ñáñaras ver nuestro reflejo de cómo íbamos a quedar de muertos, es más, ni con 52 años de edad me aviento a hacerlo. 

Mientras sean peras o sean manzanas, que por cierto en estas épocas extraño los perones, uno continuará ignorando lo que el frío eterno de la Calaca nos deparará. El inframundo estará pior que aquí, espero que allá no salgan con la mamarrachada de pedirte una identificación para saber quién eres, pos acá nos tienen atiborrados con la del INE, la CURP, un RFC, el acta de nacimiento, la Cartilla del Servicio Militar y la Fe de bautismo, ah, y además del comprobante de vacunación, ¡híjole y si te pusiste la Sputnik V! ¿No te la hará de tos San Pedro? A fin de cuentas, en el muy acá de nuestro México, lindo y qué Rigo, todos los días son Día de Muertos, pues uno a diario se encuentra ciertos espectros del humorismo blando.