jueves, 25 de marzo de 2021

Señales.

En últimas fechas he realizado estudios antropológicos al observar, con ojos de la ciencia, esas fotos que todos mis contactos de Facebook colocan en sus muros, sobre sus festejos sin sana distancia, de las visitas a Los Amiales entre las cristalinas aguas, de reuniones familiares, en la mayoría de ellas existe la particularidad de que más de alguno está haciendo señales con los dedos de sus manos, como la nada agraciada práctica maligna y tan manoseada de los “cuernitos metálicos”, sí, ese símbolo del rock que los historiadores han atribuido a Ronnie James Dio. Por cierto, muchos heavies metaleros, de esos que les gustan Los Ángeles Azules, pero se ponen playeras de Black Sabbath, dicen que acomodar los dedos de la mano tipo cuernitos se denomina “Maloik” o mano cornuta, y que la sacrosanta -digo, no puede ser satánica, pues Dios la tiene en su Santa Gloria- agüelita de Dio utilizaba para espantar el mal de ojo o “Malocchio”, como tradicionalmente se dice en Italia, o sea, la corna, mio caro fratello.


Lo que sí es todo un fenómeno, es ver a la fresada o al vato que le gusta la música grupera haciendo los cuernitos metaleros en la foto, la neta eso es all-time LOW, todos ebrios, pero sintiéndose bien cabrones, ese es el power que da la mano cornuta, creo que por eso el buen Gene Simmons, sí el de KISS, quiso patentar la señal como propia, ¡así o más gandalla! Otra señal que nunca falta en las fotos, es más, hasta los abuelitos la ponen, claro, ellos fueron alguna vez hippietecas, me refiero a la rete choteada por Ringo Starr, Peace & Love, esa donde los dedos índice y medio hacen una especie de “V” u orejas a lo Bugs Bunny, y ahí tienen al amargado y ojete del primo poniendo sus dedos como si fuera el pariente más alivianado que hay, esa compañera de la oficina que a todos les echa tierra con el jefe, pero en la foto quiere verse bien pinche positiva.

La que pocos se atreven a hacer, a menos que estén bajo los efectos de ciertas sustancias ilícitas o encabronados, es aquella señal que los antiguos romanos llamaron “digitus impudicos”, es decir, dedo desvergonzado, indecente u ofensivo, en donde el dedo medio o del corazón – ¡la neta, a quién se le ocurrió llamarlo así! – es levantado, mientras los demás continúan empuñados, dicen expertos que esa señal emula la efigie del pene y los testículos, en pocas palabras, es una actitud machista y que en la primera década del dos mil, fue popularizada por la cándida Britney Spears, que en el 2002, al sentirse asediada por la prensa de nuestro país, opto por utilizarla, así es mi apreciado lector, La Britney Señal nació en México.

En los noventa, mucho antes del boom de las redes sociales, en las fotos de aquellos engomados y pegostiosos álbumes fotográficos existen imágenes de imberbes sobrados de kilos haciendo una “V” con los dedos anular y medio, como la de aquel rapero blanco que se hacía llamar Vanilla Ice, y que la verdad me sigue dando pena ajena cada vez que hojeo mi pinche álbum, prefiero los cuernitos a lo fresa -ya dejaron de ser metaleros de tanto que ellos los utilizan-, en donde el tipo pensó: “hay que salir como si estuviéramos echando desmadre, güé. Así, como le hacen los nacos, güé…” y… tiene sobradísima razón.

jueves, 18 de marzo de 2021

La dimensión desconocida.

El fin de semana pasado experimenté la sensación de protagonizar un capítulo de aquella serie de los ochenta llamada “La dimensión desconocida”, en donde se abordaban historias de fantasía, ciencia ficción, terror y uno que otro sueño pacheco de los guionistas. Creo que el vivido en este puente primaveral así lo fue, ya que sin ser primavera ni de celebración por el natalicio del Benemérito de las Américas, pues aún le faltaban rete hartos días para ello. Y luego nos quejamos del porqué las actuales generaciones únicamente ubiquen al vigésimo séptimo presidente de México por ser quien aparece en los actuales billetes de veinte y quinientos pesitos cuando se los preguntan en clase de historia.


Bueno, volviendo al fin de semana largo, gracias a la magia de los legisladores, así como la razón de porque me atrevo a afirmar que fue un episodio de “The Twilight Zone”- ¡wee, así se llama originalmente la serie! -, resulta que la mañana del sábado 13 de marzo en algunos medios de comunicación daban a conocer el enojo de varios turistas – sí, se lee extraña esta palabra, pues teníamos casi un año de no utilizarla -, al reportar que, en pleno puente vacacional, se estaban realizando trabajos de mantenimiento en la carretera Colima-Tecomán. ¡Un momento! ¿Qué no estamos en semáforo amarillo? Lo que significa continuar en confinamiento, entonces, ¿de dónde salen turistas y puente vacacional?

Resulta que ese sabadito era de otra dimensión, uno en donde el titipuchal de automovilistas renegaban por estar varados y no poder atascar las playas en ese extraño periodo feriado, pero que al final lo hicieron, pues las fotos del domingo 14 ilustraban a bañistas jugando en la playa sin cubrebocas y arrejuntados como si fuera un adelanto de la Semana Santa, ahora nada más hay que esperar la próxima ola de contagios, con esos ciudadanos que fueron buenos para quejarse, pero muy malos para cuidarse y cuidar a los de su alrededor. Ese mismo día, los aficionados al futbol regresarían al Estadio Akron gracias a la maravilla del marketing del llamado Clásico Nacional. ¡Ah!, pero eso sí, con orden y filtros de salud, la afición estaba lista para alentar con el “¡Goya, goya, cachún cachún ra, ra…!”

¿Qué ocasionó ese surrealista puente? No fue una retorcida idea de aquellos guionistas de la citada serie, simplemente al no haber ningún estado en semáforo rojo, se pensó que tomando las precauciones sanitarias y manejando con cautela, se la podían rifar, divertirse, volver a la normalidad por unas cuantas horas, así como aquellos 44 turistas argentinos que dieron positivo a Covid-19 al regresar de un viaje de graduación en Cancún, lo que ocasionó que el Ministerio de Salud Argentino ratificara su recomendación de evitar los viajes internacionales por motivos no esenciales, 3, 2, 1… muchos en este momento ronda por su cabecita: “¡dijeron internacionales, no en el interior del país amargado!”.

jueves, 11 de marzo de 2021

Cuanto peor, mejor para todos.

Estamos a punto de cumplir un año de que la inmensa minoría nos confinamos por temor a propagar el coronavirus, sí, no fuimos todos los que decidimos resguardarnos en casa, hubo un buen de personas que por escepticismo continuaron su vida normal, y es que aquí podemos creer en las limpias con albahaca de los martes y viernes de Hechiceros en los supermercados, que el recibo de la luz no incrementa si colocas un vaso lleno de agua sobre el medidor, en los productos para bajar de peso sin mover un dedo, en los fondos de inversión en línea que te hacen ganar millonadas, pero en la eficacia de un cubrebocas no, es más, ni en la existencia del virus SARS-CoV-2, pues las redes sociales señalan que todo es una conspiración del gobierno.

Ante ello, no sé si fue por designio de algún Dios o según las religiones budistas e hinduistas tal vez debido a ese karma que se genera a raíz del actuar de algunos individuos, que a partir del confinamiento comenzaron a presentarse sucesos extraordinarios y que gracias a la difusión imprecisa que le dan las redes sociales, se volvieron casi señales apocalípticas, la primera de ellas fue el 14 de mayo del 2020, cuando del Museo de las Momias de Guanajuato 22 momias desaparecieron de la noche a la mañana sin dejar rastro, ¿regresaron a los tres metros bajo tierra reglamentaria para confinarse? ¿Fue un aviso del más allá, para que comprendiéramos los del muy acá lo grave de la situación? La verdad es que se las habían llevado a darles mantenimiento. En ese mismo mes, nos enteramos a través de diferentes cuentas de Facebook que, en plena emergencia sanitaria, en algunos hospitales se les sustraía el líquido sinovial a los pacientes para ponerlos al mejor postor en el tianguis de restos humanos, de nuevo cundió el pánico entre la población y muchos atribuyeron las muertes por Covid-19 a este negocio, en conclusión, todo era puro cuento.

En Twitter y YouTube, usuarios preguntaban por los individuos que en lugar de divertirse con El Serpientes y Escaleras o La Lotería, se pusieron a matar el tiempo jugando Jumanji, liberando unos avispones que literalmente decapitan en el aire a abejas domésticas, y en ese fatídico mayo del 2020, estaban causando terror en Washington, de nuevo la gente empezó a afirmar que ya habían inmigrado a nuestro país, imagino que las vieron en la aduana arreglando su papeleo, luego alguien escribió: “qué estúpido sería sobrevivir a una pandemia y morir por una avispa asesina”. Para colmo el 22 de julio en San Pedro Garza García, en el estado de Nuevo León, los osos negros invaden territorio urbanizado, lamen las parrillas donde se hace el barbecue y chapotean en las albercas de las casas nice e incluso abrazan a una que otra dama que se les cruza, se viraliza que “la naturaleza vuelve a ganar lugar”.


El 17 de agosto, vecinos de la ciudad de Delicias Chihuahua, reportan al 911 que sobre sus colonias vuela insistentemente El Hombre Polilla, un ser mitad humano con particularidades demoníacas y que en el único video -por cierto bien pinche borroso- que subieron al feis se asemeja a una combinación entre el Dementor que sale en la película de Harry Potter y un dragón de Juego de Tronos, esa calurosa noche, los habitantes durmieron – ¡bueno, los que lograron conciliar el sueño! – con las ventanas y puertas bien cerradas, para al día siguiente despertar con la novedad de que el video era falso. Llegandito el 2021, en el mes del amor, el Centro Nacional de Control de Energía informó que el día 16 a partir de las 6 de la tarde, se llevarían a cabo cortes de carga rotativos y aleatorios en algunos estados del país, además que estos cortes continuarían hasta las 11 de la noche. Como siempre las redes sociales tergiversaron la información como si los cortes fuesen de las seis de la tarde hasta las once de la noche, o sea, varias horas continuas sin luz, obviamente, que las veladoras, lámparas de baterías y uno que otro quinqué se agotaron de los supermercados y changarros, al grado de que ni yo alcance, entonces me tuve que valer de mi veladora a San Cipriano.

Ahora, desde el sábado 6 de marzo de 2021, que recibí la noticia por el WhatsApp del Día Cero, cuando por cinco días continuos no vamos a contar con agua, he ido llenando cacharros, la lavadora, cubetas y Tuppers del preciado líquido, además de comprar a granel perfume Siete Machos y pachulí con tal de no oler a humano en esas fechas. Un tambo de plástico con capacidad de 200 litros, hoy se cotiza desde $500 hasta $1800, una cubeta de 20 pesitos ahora cuesta 40, lo más patético es que debido al pánico ya se están agotando. Es una pena que cuando las instituciones de servicios públicos difunden información lo hagan a cuentagotas, mientras quienes disfrutan en fomentar el miedo y la ansiedad en la población hacen su agosto, lo ideal sería brindar una explicación de cómo serán los cortes del suministro de agua, qué colonias se verán afectadas, si serán continuos o intermitentes; la verdad, a veces creo que animar el pinche amarillismo de las redes sociales es un placer que va de cuanto peor, mejor para todos.

viernes, 5 de marzo de 2021

¡Ay qué tiempos señor don Simón!

Hace unos días Jorge Alejandro Ochoa Grajales colocó en su muro de Facebook, un trozo de El Bachiller, una publicación que editaba hace veintipico de años la Dirección General de Educación Media Superior y Terminal -sí, antes nuestra Alma Máter contaba con carreras terminales en el nivel medio superior-, inmediatamente despertó ese sentimiento que mixtura tristeza con placer y afecto, que nos alimenta el ego, haciéndonos anhelar por un momento aquellos tiempos felices del pasado, en donde un grupo de entusiastas personas que no se preocupaban si trabajaban demasiado o quien hacía menos, pues se dedicaban a lo que les gustaba, razón por la cual compartían la única computadora para consultar el reciente comercializado Internet por hora y veinte minutos cada uno, en una oficina que no contaba ni con vestíbulo ni con el incómodo sillón en piel sintética -¡qué bueno!-, eso sí, como en la serie de Ally McBeal, había un solo baño para todos, con clave de ingreso para no agarrar a nadie como El Tigre de Santa Julia.

Entre lápices sin punta, fotocopiadora con escasez de tóner, un montón de clips, borradores de esos que te engañan con la tranza de borrar la tinta, calendarios escolares viejos – ¿por qué diablos no los tiraban? -, Muchísimas cajas con papeles acomodadas a espaldas de los escritorios como un muro tipo The Wall de Roger Waters en aquel Berlín 90 y solo un personal de servicios generales compartido con tres oficinas.

Hoy que el Home Office es parte de nuestra “Nueva Normalidad, sale Jorge con esa nostalgia de boletín, pos… a uno se le pone el ojito de Rémi de la emoción, y le inundan los recuerdos como al abuelito de Heidi, entre esos flashback, me acuerdo que el único privado de esa oficina era el del director, de ahí en más, todos hacíamos circunferencia de escritorios en el espacio general, lo cual evitaba que hubiera malentendidos, si discutíamos por algún motivo, inmediatamente nos disculpábamos, pues de nada servía guardar rencores si nos íbamos a estar viendo la cara todo el tiempo, tampoco contaba con cocineta, entonces a la hora del almuerzo ya se imaginarán la combinación de olores, las verduras al vapor al destapar el Tupper, la humeante torta de taco de doña Bacteria -jajaja, ¡no marches, y su lista de deudores, eran la neta! En ella podías leer nombres de algunas secretarias y hasta de uno que otro funcionario-, los tacos tuxpeños al estilo Colima y las tostadas de cuerito que venden enfrente del ingreso por Contabilidad, únicos, que saciaban el apetito de gurmé​s refinados como los nuestros.

En esa oficina nunca hubo lucha Godínez contra el aburrimiento, pues mientras unos pensaban en el diseño de una modalidad semiescolarizada, otros en conjunto con el entrañable Rogelio Salazar, La Eminencia para la raza, estructuraban una Escuela para Padres en donde los progenitores aprendieran con sus retoños las asignaturas que cursaban en el bachillerato, algunos reproducían con esténcil, exámenes de concurso, indicativos de calidad y de admisión, mientras, unos más planeaban cursos disciplinares, didácticos y pedagógicos que reforzarán al titipuchal de profesores que cada día se la rifaban por hacer llegar los contenidos programáticos a sus discípulos, en fin, yo siempre consideré a esa oficina La Casa de las Ideas, pues todos aportábamos algo que contribuyera a mejorar ese sándwich que era la educación media superior en los noventas.


jueves, 25 de febrero de 2021

El bien y el mal.

“Eva nada te pasa si pruebas del fruto del árbol del bien y del mal”, dijo la serpiente, ella lo probó y se dio cuenta de la sabiduría que había obtenido, inmediatamente se lo ofreció a Adán, entonces El Creador, decepcionado de ellos y temiendo que ambos comieran del árbol de la vida y se convirtieran en eternos, los expulsó del Paraíso bajo el castigo de la muerte. “¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano?” respondió el primogénito Caín, cuando Dios le preguntó por el paradero de Abel, al cerciorarse de que mentía, pues sabía que este lo había matado debido a un arranque de celos y envidia. Como castigo de tal acción, lo condenó a vagar por la tierra. “Soy malo porque soy desgraciado”, le balbuceo la criatura a Víctor Frankenstein, y cómo no iba a estarlo un individuo creado a partir de retazos humanos a quien lo atormentaba la soledad y se autodenomina malo porque nunca había sido respetado, así como también se le ha pretendido cazar como a una bestia por el simple hecho de ser diferente a los demás, ¿quiénes son entonces los monstruos, él o sus hostigadores?


La maldad existe entonces, para que el bien tenga un valor supremo, como lo hemos aprendido a través de las infinitas historias que leímos, que nos las platicaron los abuelitos o las habremos escuchado por ahí. Así como valoramos la importancia de fomentar la bondad, también sabemos cómo hacer daño, y, a veces como que disfrutamos haciéndolo, para después justificarnos con la típica frase de El Chavo del Ocho: “¿Lo hice sin querer queriendo…?” créemelo nadie se va a aprovechar de tu nobleza como le sucedía al Chapulín Colorado, es simplemente que te arrepentirás de lo que hiciste mal, tendrás un sentimiento de súper culpabilidad con remordimiento de conciencia, sí, esa que te formaron con las moralejas de las historias que te contaron o escuchaste por ahí, bueno, siempre y cuando pertenezcas a los de mi generación.

De esa generación que con The Beatles uno aprendió, además, de sus canciones, que estar forrado de billetes lleva a evadirse de la realidad, si, en mi época existía el concepto de realidad virtual, pues equivalía a tener un titipuchal de feria, y no saber cuánto costaba un pound cake -panqué, para la raza de acá-. Mientras a uno como clasemediero, siempre debíamos de tener los pies sobre la tierra y valorar ese domingo que tus jefes con miles de sacrificios te daban, que cuando mucho te alcanzaba para la entrada al cine, pero sin palomitas ni chesco, o sea, como Peter Pan, te imaginabas que las comías por el simple olor que percibías en la sala.

Así como aquel viejo fantasma del caserón inglés de Canterville, que ya ni asusta en este mundo moderno, donde los quitamanchas de cloro limpian sus lamparones de sangre en las cortinas, además de que le fueron engrasadas sus cadenas y las bisagras de las puertas para evitar los molestos rechinidos, y que pasó de ser una pesadilla para la gente a que las personas fueran su propia pesadilla, en la actualidad he llegado a pensar qué es el bien y el mal para las actuales generaciones, ¡si tú lo sabes, no dudes en explicármelo!

jueves, 18 de febrero de 2021

¡Tengo ganas de estar bien!

A veces me preguntó si hubo gente que el 31 de diciembre del 2020 se planteó propósitos de año nuevo, los que han sido lectores de esto a lo que yo llamo artículos, saben de sobra que a mí ni me laten esos asuntos de fijarte metas que a las primeras de cambio se te olvidan o las mandas a la tiznada, por hueva, desmotivación o simplemente ya ni te importan. Y es que desde el arranque del 2021 no sabíamos ni que pex debido a la pinche incertidumbre, eso sí, por mi desamueblado cerebro ha habitado la idea -así como alucine de cigarro que causa risa- de qué haré cuando ya no exista el virus, digo, sí ni vacunados vamos a dejar de lado los hábitos de higiene y el cubrebocas, cómo será cuando ya no haya indicios del bicho, ¿extrañaremos nuestras casas con las series de Netflix y Disney plus? ¿Seguiremos horrorizándonos con el primer estornudo o ataque de tos que oigamos en la calle? ¿Dejaremos de ver al prójimo como una amenaza publica?


En algunos de esos sueños guajiros, me veo saboreando un tejuino bien sudado de lo helado, con un chingo de limón, sentado en la banca del Jardín de San Pancho o un yogurt de piña con apio y sus galletas Moña de los que venden en La Casa del Yogurt, sin miedo a que se te acerque alguien o se siente en la banca de enfrente, ¡qué chido! Sin ñáñaras ni distancia de por medio, la neta, bien rifado sería eso. Salir a la calle, con un titipuchal de ganas de estar bien, sentarte en alguna jardinera de la plaza o en la circunferencia de la fuente a sentir la brisa del agua que salpica al lado de mi pareja, volver a tomarle de la mano y robarle un beso en plena vía pública sin el estupor de recibir la excomunión social.

Así como lo dice el pibe de Alejandro Lerner, “tengo ganas de viajar en primera al corazón”, de que encuentres un lugar en estas letras, pero, sobre todo, quiero verlos sonreír de nuevo, sin el cubrebocas que oculta nuestras expresiones, y si eres de los que se propuso nuevas metas para este año, no las tires, sácalas del bote de la basura del olvido y desarruga los papelitos, vuélvelas a leer, pues aún te queda tiempo para ir tachando las que ya cumpliste sin darte cuenta, además de prepárate para las que aun te faltan.

jueves, 11 de febrero de 2021

Odio, luego existo.

Bien se puede estar acabando el mundo y ni eso nos hace cambiar, ya lo dijo Fobia en su canción Hipnotízame, “puedo cambiar mi vida, más no puedo cambiarme a mí”, y es que ya tuvimos una primera cuarentena, muchos con optimismo se atrevieron a asegurar que después de ello íbamos a ser mejor, una mejor especie, pero no fue así, continuamos fanfarroneando, hablando mal del que no está, lambisconeando, seguimos siendo hipócritas, haciendo transas, compitiendo con ventaja y poniendo por delante nuestros intereses particulares en lugar de conseguir la igualdad. Hemos vivido momentos donde nuestras emociones estaban a flor de piel, y creo que en más de una ocasión nos arrepentimos, pero fue momentáneo, es comprensible, pues hemos estado bajo presión en los últimos diez meses, estamos tensos, con niveles altos de un odio que se integró a nuestra rutina como algo normal a consecuencia de nuestro enfado por el confinamiento y el no saber si algún día volverá la añorada normalidad.

Todo lo anterior hace bajar un peldaño nuestro optimismo cuando teníamos la expectativa de que iríamos hacia un mundo mejor, que esto nos iba a cambiar de manera positiva, que nuestra convivencia humana se estrecharía, así como aquel sueño pacheco de los jipis en los setenta, y a medida que transcurren los días te das cuenta de que ese odio que siempre lees en las redes sociales, ahora ya lo aplican en la vida real. Se supone que estamos en tiempos de paz, pero el nivel de acoso en cualquier red social es exagerado. Deprime darte cuenta de que para seguir siendo sociable tienes que definirte por un bando, es decir, o estas a favor o en contra de quien piense distinto a uno, incluso, esto que ahorita has leído puedes que estés de acuerdo o no, pero es tu punto de vista, para qué tiznado quieres convencerme de pensar igual que tú o de situarme en un bando o en otro con la misma opinión que estoy externando. Es más honorable ese individuo que respeta tu forma de expresarte sin el ánimo de imponer sus ideales o de encasillarte en un bando.


Es lamentable encontrarte con personas que se irritan de lo que sea, explotan de odio ante cualquier situación, incluso a veces tengo la impresión de que se suman a arremeter contra alguien en las redes sociales a manera de diversión o como un entretenimiento más para pasar el rato, creo que se divierten chingando a alguien de forma anónima, o sea, como quien tira la piedra y esconde la mano, pero saben que, no hay como vivir nuestra vida real, respetando las ideas de otros, en estos momentos alguno en su cabecita estará pensando, no marches pinche Marcial se está poniendo bien mojigato, antes eras más valemadrista, a lo que responderé con otro fragmento de la citada canción de Fobia: “ y puedo ser sincero sin dejar de mentir”.