Crecí bajo el arte del marketing de cambiar la basura de los empaques de la comida chatarra por basura divertida como los Hielocos, álbumes para las estampitas, carritos del Bimbo entre otras cosas, mientras las morritas portaban donas para el cabello en las muñecas del brazo, gracias a Fey, cantante que un fin de semana se presentó en Siempre Domingo con apenas quince años y el siguiente domingo ya tenía treinta, pero le echaba ganas a su canción aquella de la mitad del cítrico; en esas fechas religiosamente mi jefa me mandaba a la fondita que a las siete de la noche ya tenía su foco de la calle encendido, la mesa larguísima con sus sillas de tijera y el mantel floreado de plástico.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 6 de agosto de 2020
Colima dividido
jueves, 30 de julio de 2020
La fuerza del débil.
A la memoria de Eva Iglesias Martínez, mi Cabecita de Algodón
En mi infancia disfrutaba mucho de ir con mi madre de compras al mercado, por un lado, estaba saborear el delicioso chocomilk, traerme una figura de Superman en plástico inflado y por otro, aprender las enseñanzas de la jefa que continuamente me sorprendía con sus actitudes educativas y moralistas, esa mañana de 1977, entre los puestos de verduras, la carnicería y los de mercería nos topamos con una mujer muy anciana, ataviada con un pequeño abrigo color beige, ya lustroso por el uso. Daba pequeños pasos, con la típica rigidez senil del tronco, de la cabeza y de las manos. Acercándose, me preguntó si quería comprar una protección de estambre, de esas que sirven para coger utensilios de la estufa sin quemarse. Un pinche chamaco de nueve años, sin centavos en los bolsillos, obviamente que dije que no me interesaba. Entonces la viejecita se retiró sin insistir y sin dirigirse a nadie más.
Como el Rey Baltasar, después de ver a la virgen María descalza y no tener la piedad de dejarle sus sandalias cuando se retiró del pesebre, me arrepentí de inmediato, porque comprendí que lo importante no era que yo tuviera necesidad de esa protección, sino que ella tuviera necesidad de venderlas a fin de poder ganar algo. Intercambié una mirada con mi madre, que la alcanzó enseguida y le preguntó a cuánto las vendía. “A veinte pesos la pieza, señora” -respondió- “las he tejido yo misma a mano”. “Tengo ochenta y nueve años…” No se diga más, le compró las cinco que lleva- le dijo mamá-. La ancianita miró a mi jefa con una sonrisa cansada y apenas marcada; agradeciendo parsimoniosamente, se alejó con sus pasos lentos y torpes.
Esta escena la he repasado y meditado en mi interior muchas veces. La anciana ya se había alejado: qué otra cosa, o quién, nos convenció para comprar no una, sino todas las que vendía, pues no me importó que esa mañana me quede sin chocomilk, y sin figura de plástico inflado, pues me sentía orgulloso de que mi madre me enseñó que la solidaridad y empatía son dos fuerzas enormes que emanan las personas necesitadas y honestas que se la rifan para conseguir unas cuantas monedas, como dice Alejandro Sanz: es la fuerza que te lleva, que te empuja y que te llena, que te arrastra y que te acerca a Dios, es la fuerza del corazón.
En mi infancia disfrutaba mucho de ir con mi madre de compras al mercado, por un lado, estaba saborear el delicioso chocomilk, traerme una figura de Superman en plástico inflado y por otro, aprender las enseñanzas de la jefa que continuamente me sorprendía con sus actitudes educativas y moralistas, esa mañana de 1977, entre los puestos de verduras, la carnicería y los de mercería nos topamos con una mujer muy anciana, ataviada con un pequeño abrigo color beige, ya lustroso por el uso. Daba pequeños pasos, con la típica rigidez senil del tronco, de la cabeza y de las manos. Acercándose, me preguntó si quería comprar una protección de estambre, de esas que sirven para coger utensilios de la estufa sin quemarse. Un pinche chamaco de nueve años, sin centavos en los bolsillos, obviamente que dije que no me interesaba. Entonces la viejecita se retiró sin insistir y sin dirigirse a nadie más.
Como el Rey Baltasar, después de ver a la virgen María descalza y no tener la piedad de dejarle sus sandalias cuando se retiró del pesebre, me arrepentí de inmediato, porque comprendí que lo importante no era que yo tuviera necesidad de esa protección, sino que ella tuviera necesidad de venderlas a fin de poder ganar algo. Intercambié una mirada con mi madre, que la alcanzó enseguida y le preguntó a cuánto las vendía. “A veinte pesos la pieza, señora” -respondió- “las he tejido yo misma a mano”. “Tengo ochenta y nueve años…” No se diga más, le compró las cinco que lleva- le dijo mamá-. La ancianita miró a mi jefa con una sonrisa cansada y apenas marcada; agradeciendo parsimoniosamente, se alejó con sus pasos lentos y torpes.
Esta escena la he repasado y meditado en mi interior muchas veces. La anciana ya se había alejado: qué otra cosa, o quién, nos convenció para comprar no una, sino todas las que vendía, pues no me importó que esa mañana me quede sin chocomilk, y sin figura de plástico inflado, pues me sentía orgulloso de que mi madre me enseñó que la solidaridad y empatía son dos fuerzas enormes que emanan las personas necesitadas y honestas que se la rifan para conseguir unas cuantas monedas, como dice Alejandro Sanz: es la fuerza que te lleva, que te empuja y que te llena, que te arrastra y que te acerca a Dios, es la fuerza del corazón.
jueves, 23 de julio de 2020
Y vivieron felices para siempre.
Durante mi infancia y la neta tengo que aceptarlo, también en mi adolescencia, como parte de la educación de todo mexicano que recibí, están los Libros de Texto Gratuitos de la SEP -vulgarmente conocidos como “Los Libros”, porque de verdad, ni los profesores los llamaban por su título original-, y Las Telenovelas, donde se aprenden las ensortijadas formas de amor que pueden existir, los riesgos de ser ambicioso, las diversas maneras de odiar y los modelos de humillación que podemos resistir, además de ser fuente de inspiración para esos nombres rimbombantes como Ivana Daniela, César Augusto, María Fernanda, Gustavo Adolfo, entre otros que cuando mamá te gritaba molesta, lo hacía con cierto sentido dramático acentuando las vocales que dan pánico.
En esos culebrones que inevitablemente los adultos incitan a los niños a ver a través del televisor, fue como la educación formal recibió su parte complementaria mediante la señal de ciertas empresas mexicanas de medios de comunicación, así la chaviza en los recreos sin saber exactamente la profesión de Fernanda alias La Colorina se intrigaban por saber quién de los tres jóvenes en realidad era su hijo, se tragaron el cuento de que Verónica Castro era una chiquilla en Rosa Salvaje, sí, los mismo que en el horario estelar se tapaban la cara con los cojines del mueble de la sala cuando a Diana Salazar se le ponían los ojos como El Místico -ahora conocido como Caristico-, los cuales eran señal de que ella utilizaría sus terroríficos superpoderes, ¡ay no manches! Si ya antes Enrique de Martino (Ernesto Alonso) en “El maleficio” y Doña Macabra (Amparo Rivelles) lo habían hecho, no tendría por qué alterarse tu sistema nerviotorio.
Regresando a los Libros de Texto Gratuito, me intriga saber, si alguien fue capaz de cargar en su mochila con el enorme tomo del Atlas, digo, por las telenovelas tenemos claro que la máxima enseñanza que recibimos fue que la vida inicia con el nacimiento, y termina en el matrimonio, no sin antes haber vivido culebrones tales como los divorcios, pleitos por herencias, aprender a defenderse de las cuñadas Dulcina y Cándida o meter a la cárcel a quien te hizo sufrir, con tal de vivir felices para siempre.
En esos culebrones que inevitablemente los adultos incitan a los niños a ver a través del televisor, fue como la educación formal recibió su parte complementaria mediante la señal de ciertas empresas mexicanas de medios de comunicación, así la chaviza en los recreos sin saber exactamente la profesión de Fernanda alias La Colorina se intrigaban por saber quién de los tres jóvenes en realidad era su hijo, se tragaron el cuento de que Verónica Castro era una chiquilla en Rosa Salvaje, sí, los mismo que en el horario estelar se tapaban la cara con los cojines del mueble de la sala cuando a Diana Salazar se le ponían los ojos como El Místico -ahora conocido como Caristico-, los cuales eran señal de que ella utilizaría sus terroríficos superpoderes, ¡ay no manches! Si ya antes Enrique de Martino (Ernesto Alonso) en “El maleficio” y Doña Macabra (Amparo Rivelles) lo habían hecho, no tendría por qué alterarse tu sistema nerviotorio.
Regresando a los Libros de Texto Gratuito, me intriga saber, si alguien fue capaz de cargar en su mochila con el enorme tomo del Atlas, digo, por las telenovelas tenemos claro que la máxima enseñanza que recibimos fue que la vida inicia con el nacimiento, y termina en el matrimonio, no sin antes haber vivido culebrones tales como los divorcios, pleitos por herencias, aprender a defenderse de las cuñadas Dulcina y Cándida o meter a la cárcel a quien te hizo sufrir, con tal de vivir felices para siempre.
jueves, 16 de julio de 2020
Diario de la cuarentena 13.
Recaída
Estamos como cuando el paciente no sigue las indicaciones del médico y vuelve a ponerse enfermo, es decir, por los tesoneros incrédulos retornamos al confinamiento, orillados ante las escandalosas estadísticas de muertos, y los hospitales a tope de contagiados, ahora hacemos del gel antibacterial una especie de Coppertone que nos proteja en todo el cuerpo del ojete virus de la duda, espero que hayamos aprendido que el cubrebocas debe proteger también la nariz y que no es hamaca de la papada.
Regresamos a los memes que divierten un rato, pero después se vuelven aburridos por lo repetitivos y predecibles. Ya no hay series nuevas que ver en Netflix ni en Amazon Prime, pues te las has chutado todas, al grado de que los ojos se te enrojecieron cual pacheco; debemos de tener preparado nuestro sistema nervioso ante esta recaída, si con Stephen King aprendimos a adaptarnos al terror y con Aurelio Baldor al horror, no debiéramos entrar en pánico ahora, y saturar los supermercados comprando nuevamente el titipuchal de rollos, así como la dotación de TVNotas para leer las piernas y nalgas de las actrices que salen en la portada, literatura que nos hace evadir la realidad, la cual se empieza disfrutar en la sala y por una casualidad hermosa del destino termina en el baño.
Amigo lector, ayúdame a convencer a las personas de que este virus es real y no se trata de una pinche teoría de la conspiración, además, si ya te hartaron las cancioncitas tipo Chabelo de cómo lavarte las manos, no las oigas, pero por piedad lávatelas constantemente, ponte cubrebocas, déjate crecer nuevamente la papada, no vayas a esa pachanga, olvídate de la chorcha en familia, recuerda que lo mejor y lo peor queda en ella, además existe la posibilidad de que por ahí algún pariente no siguió las normas de higiene y ya valieron sorbete, por eso, cuídate a ti mismo y nos cuidas a todos.
Estamos como cuando el paciente no sigue las indicaciones del médico y vuelve a ponerse enfermo, es decir, por los tesoneros incrédulos retornamos al confinamiento, orillados ante las escandalosas estadísticas de muertos, y los hospitales a tope de contagiados, ahora hacemos del gel antibacterial una especie de Coppertone que nos proteja en todo el cuerpo del ojete virus de la duda, espero que hayamos aprendido que el cubrebocas debe proteger también la nariz y que no es hamaca de la papada.
Regresamos a los memes que divierten un rato, pero después se vuelven aburridos por lo repetitivos y predecibles. Ya no hay series nuevas que ver en Netflix ni en Amazon Prime, pues te las has chutado todas, al grado de que los ojos se te enrojecieron cual pacheco; debemos de tener preparado nuestro sistema nervioso ante esta recaída, si con Stephen King aprendimos a adaptarnos al terror y con Aurelio Baldor al horror, no debiéramos entrar en pánico ahora, y saturar los supermercados comprando nuevamente el titipuchal de rollos, así como la dotación de TVNotas para leer las piernas y nalgas de las actrices que salen en la portada, literatura que nos hace evadir la realidad, la cual se empieza disfrutar en la sala y por una casualidad hermosa del destino termina en el baño.
Amigo lector, ayúdame a convencer a las personas de que este virus es real y no se trata de una pinche teoría de la conspiración, además, si ya te hartaron las cancioncitas tipo Chabelo de cómo lavarte las manos, no las oigas, pero por piedad lávatelas constantemente, ponte cubrebocas, déjate crecer nuevamente la papada, no vayas a esa pachanga, olvídate de la chorcha en familia, recuerda que lo mejor y lo peor queda en ella, además existe la posibilidad de que por ahí algún pariente no siguió las normas de higiene y ya valieron sorbete, por eso, cuídate a ti mismo y nos cuidas a todos.
jueves, 9 de julio de 2020
Diario de la cuarentena 12.
Dos bandos
Así como en la lucha libre existen técnicos y rudos, al igual que esa dualidad que en el taoísmo representa la existencia de dos fuerzas opuestas pero complementarias que son esenciales en el universo, las opiniones en esta pandemia se oponen y complementan, pues como en la lucha libre, sin la existencia de cualquiera de los dos bandos, el pancracio sería del bostezo, y es que a veces de tanto analizar la diversidad de opiniones sobre la existencia del coronavirus en el Siglo XXI, hasta resulta atractivo, educativo y divertido.
Existen individuos que se preocupan por seguir al pie de la letra las indicaciones propuestas en materia de higiene y prevención del Covid-19, es decir, utilizan cubrebocas, limpian sus manos con agua y jabón constantemente, desinfectan frutas, verduras y alimentos, su mejor aliado es el gel antebacterial, ponen tapetes a la entrada de sus hogares con bastante cloro, entre otras; mientras otro grupo de personas con tal de no preocuparse y para evitar estresarse instalan en su cerebro la idea de que todo eso es parte de una teoría de la conspiración -¡no manches, como guión de Stanley Kubrick!-, por lo tanto, continúan con su vida normal, se incomodan con las autoridades cuando cierran espacios públicos, reniegan de las normas de salubridad en los supermercados y lo peor rivalizan con quienes creen en la existencia del virus.
Como es sabido por el colectivo nacional, todos, absolutamente todos, debemos escoger un bando, es decir, acá te chingan o te mandan a la congeladora si eres neutral, por eso lo tengo bien clarito, eres fifí o chairo, eres del América o de las Chivas, eres católico o protestante, o sea, en Mexicalpán de las Tunas, si no pienso igual que tú, ya se toma como un agravio y entonces, estoy en contra, ¿desde cuándo todos los Mexinacos debemos pensar igual? Por eso, yo me declaro de los que, sí creen en el Coronavirus y ni me arrepiento, como dijera el Groucho Marx: “No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo”.
Así como en la lucha libre existen técnicos y rudos, al igual que esa dualidad que en el taoísmo representa la existencia de dos fuerzas opuestas pero complementarias que son esenciales en el universo, las opiniones en esta pandemia se oponen y complementan, pues como en la lucha libre, sin la existencia de cualquiera de los dos bandos, el pancracio sería del bostezo, y es que a veces de tanto analizar la diversidad de opiniones sobre la existencia del coronavirus en el Siglo XXI, hasta resulta atractivo, educativo y divertido.
Existen individuos que se preocupan por seguir al pie de la letra las indicaciones propuestas en materia de higiene y prevención del Covid-19, es decir, utilizan cubrebocas, limpian sus manos con agua y jabón constantemente, desinfectan frutas, verduras y alimentos, su mejor aliado es el gel antebacterial, ponen tapetes a la entrada de sus hogares con bastante cloro, entre otras; mientras otro grupo de personas con tal de no preocuparse y para evitar estresarse instalan en su cerebro la idea de que todo eso es parte de una teoría de la conspiración -¡no manches, como guión de Stanley Kubrick!-, por lo tanto, continúan con su vida normal, se incomodan con las autoridades cuando cierran espacios públicos, reniegan de las normas de salubridad en los supermercados y lo peor rivalizan con quienes creen en la existencia del virus.
Como es sabido por el colectivo nacional, todos, absolutamente todos, debemos escoger un bando, es decir, acá te chingan o te mandan a la congeladora si eres neutral, por eso lo tengo bien clarito, eres fifí o chairo, eres del América o de las Chivas, eres católico o protestante, o sea, en Mexicalpán de las Tunas, si no pienso igual que tú, ya se toma como un agravio y entonces, estoy en contra, ¿desde cuándo todos los Mexinacos debemos pensar igual? Por eso, yo me declaro de los que, sí creen en el Coronavirus y ni me arrepiento, como dijera el Groucho Marx: “No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo”.
jueves, 2 de julio de 2020
Diario de la cuarentena 11.
Desde mi ventana
Ahora con el hartazgo y aburrimiento del confinamiento, es común que algunas personas lleguen a pensar que sus conocidos al ser tan higiénicos en sus casas, no se corre riesgo de contagio, por lo tanto, es motivo – ¡ándale sí! Pamplinas, es puro pretexto- para visitarlos, lo cual implica dejar de lado las extremadas recomendaciones de salubridad, bajar la guardia confiados en que en ese hogar no hay coronavirus.
Doña Lola, es una de esas personas que decide visitar a su comadre Isabel, después del saludo de lejecitos, la taza de café con su respectiva concha, sentadas en la sala intercambian novedades sobre la charla monotemática de los últimos tres meses. Con tal de variar el diálogo, Chabelita se queja con ella de lo cochinita y cuachalota que era su vecina. “Mira bien desde aquí, por la ventana de mi cocina para que te des cuenta lo sucio que trae a sus chiquillos, y de su casa ni hablar. Es una desgracia tener que vivir en semejante vecindario, ¡habráse visto tal barbaridad! Observa qué tan percudida está la ropa del tendedero en el patio, hasta con lamparones, ¡ya ni la amuela!”
La comadre Dolores se acercó a la ventana, miró hacia fuera y dijo: “A mí me parece que esa ropa y los escuincles están perfectamente limpios. ¡Los que sí se encuentran de la tiznada de puercos y rete hartos de manchas son los cristales de tus ventanas!”
Uta, saber historias como esta me baja diez peldaños en mi optimismo, ya no me la creo que después de esto conoceremos un mundo mejor, ni que esto nos va a hacer excelentes individuos, pienso que es una estrategia de marketing eso de: “unidos seremos más fuertes”, ¡vamos, si continuamos fomentando odio! Ahí están los niveles de violencia verbal y acoso en las redes sociales. Qué pena, ahora que existe una Nueva Normalidad, continuamos igual e incluso cada vez más crispados, lo más saludable es empezar a limpiar los cristales desde mi ventana.
Ahora con el hartazgo y aburrimiento del confinamiento, es común que algunas personas lleguen a pensar que sus conocidos al ser tan higiénicos en sus casas, no se corre riesgo de contagio, por lo tanto, es motivo – ¡ándale sí! Pamplinas, es puro pretexto- para visitarlos, lo cual implica dejar de lado las extremadas recomendaciones de salubridad, bajar la guardia confiados en que en ese hogar no hay coronavirus.
Doña Lola, es una de esas personas que decide visitar a su comadre Isabel, después del saludo de lejecitos, la taza de café con su respectiva concha, sentadas en la sala intercambian novedades sobre la charla monotemática de los últimos tres meses. Con tal de variar el diálogo, Chabelita se queja con ella de lo cochinita y cuachalota que era su vecina. “Mira bien desde aquí, por la ventana de mi cocina para que te des cuenta lo sucio que trae a sus chiquillos, y de su casa ni hablar. Es una desgracia tener que vivir en semejante vecindario, ¡habráse visto tal barbaridad! Observa qué tan percudida está la ropa del tendedero en el patio, hasta con lamparones, ¡ya ni la amuela!”
La comadre Dolores se acercó a la ventana, miró hacia fuera y dijo: “A mí me parece que esa ropa y los escuincles están perfectamente limpios. ¡Los que sí se encuentran de la tiznada de puercos y rete hartos de manchas son los cristales de tus ventanas!”
Uta, saber historias como esta me baja diez peldaños en mi optimismo, ya no me la creo que después de esto conoceremos un mundo mejor, ni que esto nos va a hacer excelentes individuos, pienso que es una estrategia de marketing eso de: “unidos seremos más fuertes”, ¡vamos, si continuamos fomentando odio! Ahí están los niveles de violencia verbal y acoso en las redes sociales. Qué pena, ahora que existe una Nueva Normalidad, continuamos igual e incluso cada vez más crispados, lo más saludable es empezar a limpiar los cristales desde mi ventana.
jueves, 25 de junio de 2020
Diario de la cuarentena 10
¡Tengo miedo!
Dicen que el tiempo que llevamos de confinamiento ya no es cuarentena, lo políticamente correcto es llamarle noventena, pero la realidad es que sin semáforo epidemiológico o con el color en que se encuentre, en algún momento nos corresponderá reanudar actividades en la tan mentada Nueva Normalidad -¡pinche nombrecito, me surra! – que desconocemos, lo cual para algunos nos representa pánico, ñáñaras en el occipucio, miedo a salir a la calle, encontrarse con los compañeros de trabajo y saludarlos de lejecitos, mover los objetos de la oficina con telequinesis, ¡wee, no me quiero imaginar ir al baño de la escuela! ¿Tendré que recurrir a la estrategia de mi infancia? Es decir, de “aguilita”, ¡guácalas!
Sentir miedo es un claro uso del mecanismo de defensa de todo ser humano, pero la neta, uno pensaba que con el virus AH1N1 del 2009, habíamos adquirido los hábitos de higiene, tal parece que no, y lo que es peor, con el Covid-19 que es más fácil de contagiarse, hay personas que se creen inmunes o que los miembros de su familia tienen un titipuchal de anticuerpos y les vale madres acatar las reglas propuestas por las autoridades de salud, es más, hasta se encabronan de que en los supermercados no los dejen pasar sin cubrebocas ni chilpayates, súmenle que esa clase de individuos cuando lo miran a uno con careta, guantes y gel antibacterial de bolsillo, los muy ojetes se burlan al grado de humillarte -¡no manches, eso es racismos o no! -, haciéndome sentir como el Emoji que parece chocolate Hershey’s Kisses y que según mi sobrina no lo es.
Ahora sí que está de la tiznada, pues al salir a la calle además del temor a quedar infectado, hay que estar al pendiente de la gente que no respeta las condiciones de higiene y soportar la guasa que hacen de uno, esto sí que no es miedo irracional, es real, creo que este “quitahipos” 2020, bien que se merece una sanción por pasado de lanza.
Dicen que el tiempo que llevamos de confinamiento ya no es cuarentena, lo políticamente correcto es llamarle noventena, pero la realidad es que sin semáforo epidemiológico o con el color en que se encuentre, en algún momento nos corresponderá reanudar actividades en la tan mentada Nueva Normalidad -¡pinche nombrecito, me surra! – que desconocemos, lo cual para algunos nos representa pánico, ñáñaras en el occipucio, miedo a salir a la calle, encontrarse con los compañeros de trabajo y saludarlos de lejecitos, mover los objetos de la oficina con telequinesis, ¡wee, no me quiero imaginar ir al baño de la escuela! ¿Tendré que recurrir a la estrategia de mi infancia? Es decir, de “aguilita”, ¡guácalas!
Sentir miedo es un claro uso del mecanismo de defensa de todo ser humano, pero la neta, uno pensaba que con el virus AH1N1 del 2009, habíamos adquirido los hábitos de higiene, tal parece que no, y lo que es peor, con el Covid-19 que es más fácil de contagiarse, hay personas que se creen inmunes o que los miembros de su familia tienen un titipuchal de anticuerpos y les vale madres acatar las reglas propuestas por las autoridades de salud, es más, hasta se encabronan de que en los supermercados no los dejen pasar sin cubrebocas ni chilpayates, súmenle que esa clase de individuos cuando lo miran a uno con careta, guantes y gel antibacterial de bolsillo, los muy ojetes se burlan al grado de humillarte -¡no manches, eso es racismos o no! -, haciéndome sentir como el Emoji que parece chocolate Hershey’s Kisses y que según mi sobrina no lo es.
Ahora sí que está de la tiznada, pues al salir a la calle además del temor a quedar infectado, hay que estar al pendiente de la gente que no respeta las condiciones de higiene y soportar la guasa que hacen de uno, esto sí que no es miedo irracional, es real, creo que este “quitahipos” 2020, bien que se merece una sanción por pasado de lanza.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)