“Una imagen vale más que mil palabras”, adagio que en diversos idiomas afirma que un retrato representa argumentos tan válidos que hasta pudieran ser moralizadores, como es el caso de los memes, que la mayoría de usuarios difundimos como especie de “¡Te lo dije!”, entonces reflexiono y caigo en la cuenta de que ahora la imagen además de valer mil palabras, porque la neta, ya ni hablamos, menos aún escuchamos, por estar embrutecidos mirando a la cajita idiota del celular, ha ocasionado que un meme valga más de mil palabras, y lo que es peor, cuando quien lo reenvía siente representados sus ideales –¡uy, con que poco pinole les da tos! – a través de él.
Así es como nacen los memes de la venta del avión, del arribo del coronavirus a nuestro país, de los que me han hecho mis estudiantes en las fotos que tomaron sin mi consentimiento cuando les impartía clases y que pusieron en mi cara maquillaje del Joker, construyendo cadenas con eslabones llenos de prejuicios, que indudablemente quien los ve, además de la guasa, los llega a creer e incluso hay quienes los consideran informativos, pues saben bien que su realización está fomentada por una inconformidad.
Hoy somos menos equidistantes que años atrás, pues ahora con esa efervescencia de ir buscando memes de lo que nos alimentan de supuesta información las redes sociales, caemos en la torpeza de encontrarnos con alguien que piensa igual que uno, publicando una foto con cierto mensaje lleno de sarcasmo -tan satanizado en las aulas gracias al ejercicio de la docencia-, que yo nunca me atrevería a hacer, entonces caemos en la cuenta que esa persona es igual que uno, por eso lo enviamos a nuestros contactos como ideas propias, es decir, en pleno siglo XXI continuamos viviendo de ideas ajenas, o sea, somos vividos por otros que pululan en el 4G, llegando idealizar que nuestros pensamientos generan acciones contestatarias como la del meme.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 30 de enero de 2020
jueves, 23 de enero de 2020
¡Ah! Cómo hemos cambiado
Con el paso del tiempo evolucionamos, para algunos es positivo, otros quisiéramos que algunas cosas no se hubiesen modificado, estoy consciente de que cuando terminen de leer esto –¡bueno, si es que lo leen!–, a más de alguno cambiará la percepción positiva o negativa que tenía de quien firma lo que escribe. Empiezo con los popotes, antes en las loncherías disfrutabas de ese rico chocomil –si wee, sin la K– absorbiéndolo hasta encontrar el león en el fondo del vaso y sin el riesgo de que te pintara bigote, hoy, el rugido del felino se extinguió, dejándote como factura un mostacho que con la servilleta tendrás que borrar y si los quitaron para no dañar el ambiente, pues tanta servilleta, ¡adiós árboles!
Antes, si andabas por la calle al toparte con un supermercado recordabas que te faltaba aceite, pasta dental y jitomate, inmediatamente le llegabas, realizabas tu surtido, saliendo con las bolsas que la tienda proporcionaba, ¡ahora no! Pues si no llevas bolsa ecológica, ni con la ayuda de El Pulpo Manotas te los podrás traer. En mis tiempos de mocedad salía de casa, me pasaba horas incomunicado sin necesidad del celular, además de que nadie me estuviera molestando, en la actualidad si no salgo con el teléfono o me doy cuenta de que solo le queda una rayita de carga entro en crisis de nervios.
Aquel medio bolillo con nata y azúcar era buenísimo en el almuerzo, luego tus abuelitos al regresar del kínder te premiaban con una copita de rompope por la estrellita que la miss colocó en la frente, cenabas media docena de churros con chocolate en agua sin remordimiento, en la actualidad el mostro de la báscula y el espectro del glucómetro hacen que te lo piense dos veces. Antes era común que tu jefecita escuchara las jocosas charlas que entablabas con tus cuates por el otro teléfono, podías hablar sin ofender a ningún colectivo, inventabas datos asegurando que eran la neta y escribir artículos como éste sin que nadie lo googleara para comprobar que son un embuste, ¡ah! Cómo hemos cambiado.
Antes, si andabas por la calle al toparte con un supermercado recordabas que te faltaba aceite, pasta dental y jitomate, inmediatamente le llegabas, realizabas tu surtido, saliendo con las bolsas que la tienda proporcionaba, ¡ahora no! Pues si no llevas bolsa ecológica, ni con la ayuda de El Pulpo Manotas te los podrás traer. En mis tiempos de mocedad salía de casa, me pasaba horas incomunicado sin necesidad del celular, además de que nadie me estuviera molestando, en la actualidad si no salgo con el teléfono o me doy cuenta de que solo le queda una rayita de carga entro en crisis de nervios.
Aquel medio bolillo con nata y azúcar era buenísimo en el almuerzo, luego tus abuelitos al regresar del kínder te premiaban con una copita de rompope por la estrellita que la miss colocó en la frente, cenabas media docena de churros con chocolate en agua sin remordimiento, en la actualidad el mostro de la báscula y el espectro del glucómetro hacen que te lo piense dos veces. Antes era común que tu jefecita escuchara las jocosas charlas que entablabas con tus cuates por el otro teléfono, podías hablar sin ofender a ningún colectivo, inventabas datos asegurando que eran la neta y escribir artículos como éste sin que nadie lo googleara para comprobar que son un embuste, ¡ah! Cómo hemos cambiado.
jueves, 16 de enero de 2020
Palabritas
Cierto sábado pozolero, sí, porque en nuestra ciudad además de ruidosa, es tradición que el séptimo día de la semana -es más, si eres de los que van al gym, el instructor te recomienda que los fines de semana comas de tocho, ¡claro, así tiene clientes cautivos!–, le entremos sin remordimiento al caldo elaborado a base de granos de maíz y reteharta trompa, cuero, pata y espinazo de cerdo. Esta vez, cuando llegué con mi ollita, la señora que lo vende, con mirada triste dijo: “¡ay, niñito! Fíjate que se nos acabó bien pronto, una disculpa”. ¡Chale! La neta, no me agüitó el no haber alcanzado, sino, esa pinche retórica tan ridícula de intentar suavizar sentencias que consideramos fuertes para quien las recibe.
Es por eso por lo que nacen frases en diminutivo, llenas de servilismo involuntario, así como amansa bestias, tienen su eclosión “por favorcito”, “permisito”, “ahoritita”, “en un momentito”, “señito”, entre otras, producto de nuestros sentimientos de culpabilidad que ya se han convertido en costumbre, pues nos hemos desarrollado en un ambiente donde se fomenta que los responsables de lo que sucede en nuestro entorno somos nosotros por ser la especie superior a las demás.
Esto no significa que estoy en contra de la amabilidad, pues siempre es positivo y además ayuda a generar climas de bienestar entre las personas, pero no lo es cuando se sobrepasan los límites, hasta volverse tóxica, al grado de que se utiliza como un disfraz de lo que en realidad el interlocutor quiere decir, además, lo pior es que quien recibe el mensaje se da cuenta de la verdadera intención, ¡eso sí carbura!
Es por eso por lo que nacen frases en diminutivo, llenas de servilismo involuntario, así como amansa bestias, tienen su eclosión “por favorcito”, “permisito”, “ahoritita”, “en un momentito”, “señito”, entre otras, producto de nuestros sentimientos de culpabilidad que ya se han convertido en costumbre, pues nos hemos desarrollado en un ambiente donde se fomenta que los responsables de lo que sucede en nuestro entorno somos nosotros por ser la especie superior a las demás.
Esto no significa que estoy en contra de la amabilidad, pues siempre es positivo y además ayuda a generar climas de bienestar entre las personas, pero no lo es cuando se sobrepasan los límites, hasta volverse tóxica, al grado de que se utiliza como un disfraz de lo que en realidad el interlocutor quiere decir, además, lo pior es que quien recibe el mensaje se da cuenta de la verdadera intención, ¡eso sí carbura!
jueves, 9 de enero de 2020
Íconos colimotes
En la adolescencia aprendí a convivir con ciertos personajes de la fauna de aquella floreciente Ciudad de las Palmeras, sujetos que a pesar de invadir la privacidad de los peatones, se fueron arraigando a la cultura y, por qué no, al folklor de una población que se movía en bicicleta -que curiosamente portaban placas con matrícula de tránsito- por las empedradas calles que aún no alcanzaban bautismo de avenidas como las actuales, en las que uno se persigna cada vez que sales con tal de obtener la tolerancia extrema al ruido y que ningún simio al volante te apalcuache.
Un domingo no podía faltar entre los puestos de fayuca del tianguis “Pancho Villa”, ese clarinazo de trompeta de José María Zamora González Don Chema, pa´la raza-, con su carretón de tejuino, bebida étnica que además de quitar el calorón entre los comercios de baratijas y chucherías, según Don Chema era medicinal, pues curaba el Sida y lo… (Debido al lenguaje políticamente correcto, no me es posible redactar lo que rima, ¡ay disculpen!). Dicharachero como ninguno, que se ofuscaba cuando alguno le criticaba a su adorado Rebaño Sagrado o que pidieran fiado en son de guasa, pero el néctar de maíz con su limón y bien helado era una delicia, ¡Mmmm!
Religiosamente de lunes a viernes, antes de entrar a la secundaria nocturna para trabajadores, ahí al ladito de la Corona Morfin, estaba Baldo -al que en su chante le llamaban Baldomero Larios Cuevas-, con su tuba, que además de deliciosa, gracias a la savia de las palmas, poseía propiedades que quitaban lo “nanguito” a los tesoneros jumentos, individuo de platina cabellera que la chamacada sacaba de sus casillas cuando le decían que la bebida ofertada era agua de Kool-Aid. Otro personaje típico en la barriada era Don Roberto Arias De la Cruz, quien empujaba la nostalgia al paladar con sus exquisitas nieves de limón, mamey o coco y cual flautista de Hamelín seguían los infantes con tal de probar una bola, cumpliendo de manera textual su famoso eslogan: ¡Lloren niños, lloren niños!
Lo confieso que en algún momento experimenté cierta empatía e incluso ahora que ya no están, es más, ni tianguis por la calle Centenario hay, extraño no encontrármelos, pero en el empedrado de mis recuerdos siguen rifándosela para llevar el pan nuestro de cada día a sus hogares.
Un domingo no podía faltar entre los puestos de fayuca del tianguis “Pancho Villa”, ese clarinazo de trompeta de José María Zamora González Don Chema, pa´la raza-, con su carretón de tejuino, bebida étnica que además de quitar el calorón entre los comercios de baratijas y chucherías, según Don Chema era medicinal, pues curaba el Sida y lo… (Debido al lenguaje políticamente correcto, no me es posible redactar lo que rima, ¡ay disculpen!). Dicharachero como ninguno, que se ofuscaba cuando alguno le criticaba a su adorado Rebaño Sagrado o que pidieran fiado en son de guasa, pero el néctar de maíz con su limón y bien helado era una delicia, ¡Mmmm!
Religiosamente de lunes a viernes, antes de entrar a la secundaria nocturna para trabajadores, ahí al ladito de la Corona Morfin, estaba Baldo -al que en su chante le llamaban Baldomero Larios Cuevas-, con su tuba, que además de deliciosa, gracias a la savia de las palmas, poseía propiedades que quitaban lo “nanguito” a los tesoneros jumentos, individuo de platina cabellera que la chamacada sacaba de sus casillas cuando le decían que la bebida ofertada era agua de Kool-Aid. Otro personaje típico en la barriada era Don Roberto Arias De la Cruz, quien empujaba la nostalgia al paladar con sus exquisitas nieves de limón, mamey o coco y cual flautista de Hamelín seguían los infantes con tal de probar una bola, cumpliendo de manera textual su famoso eslogan: ¡Lloren niños, lloren niños!
Lo confieso que en algún momento experimenté cierta empatía e incluso ahora que ya no están, es más, ni tianguis por la calle Centenario hay, extraño no encontrármelos, pero en el empedrado de mis recuerdos siguen rifándosela para llevar el pan nuestro de cada día a sus hogares.
miércoles, 11 de diciembre de 2019
Vísperas y consecuencias
Los seres humanos nos caracterizamos en tratar de hacer una precuela de nuestros actos cuando pensamos planear para el futuro, motivados tal vez por el miedo a lo desconocido que es pensar en lo que mañana acontecerá, por lo tanto, nos la rifamos en escenificar acontecimientos, por ejemplo, festejos decembrinos que planeamos desde noviembre, los rituales de fin de año pa´que nos vaya chingón el que viene, lecturas del tarot para saber si vamos a casarnos y con quién, analizar trailer de películas antes de que se estrenen, es decir, la expectativa siempre supera a la realidad.
Pinche manía de hacer alarde de los acontecimientos antes de que sucedan, pues ya que pasan los ignoramos, es más, creo una vez que acontecen como que hay decepción, melancolía y hasta tristeza, me atrevo a decir que se pierden los ánimos, algo así como si la realidad no fuera cierta, ¡malditas especulaciones!
Somos tan dramáticos, si se te pierde el alambrito del pan Bimbo, si los pistaches te salen cerrados, si las palomitas no se hacen en su totalidad en el micro y si te rompió la liga de las tostadas Aguilar, es por culpa del Karma, ¡ay! Ya ni la amuelas y mejor ponte a vivir el presente.
Pinche manía de hacer alarde de los acontecimientos antes de que sucedan, pues ya que pasan los ignoramos, es más, creo una vez que acontecen como que hay decepción, melancolía y hasta tristeza, me atrevo a decir que se pierden los ánimos, algo así como si la realidad no fuera cierta, ¡malditas especulaciones!
Somos tan dramáticos, si se te pierde el alambrito del pan Bimbo, si los pistaches te salen cerrados, si las palomitas no se hacen en su totalidad en el micro y si te rompió la liga de las tostadas Aguilar, es por culpa del Karma, ¡ay! Ya ni la amuelas y mejor ponte a vivir el presente.
jueves, 5 de diciembre de 2019
Ley Antichancla
En el cómic de Memín Pinguín, doña Eufrosina, la venerable madre del personaje, le castigaba las travesuras a su hijo con una tabla a nalga al aire, ya entrados en materia racista del México de mis ayeres, otro afromexicano a quien Cri-Crí describe que por deslenguado su tía le dará una paliza mientras el Grillito Cantor, con libreta en mano, tomará nota de cada golpe haciéndole guasa, mención particular y en letra colorada sobre el maltrato infantil, es Chabelo a quien los golpes le llovían de quien sea, es más, hasta la pájara Peggy le daba sus guamazos. Con tan claros ejemplos nuestra personalidad fue forjada a través de la maestría de los cuerazos.
En la actualidad tales acciones para que escarmiente la chaviza pasarán a ser un mito, pues el Senado de la República sumara al Artículo 44 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, el texto siguiente: “Queda prohibido el uso del castigo corporal en todos los ámbitos como método correctivo o disciplinario a niños, niñas y adolescentes”. Después de leer lo anterior, lo más seguro es que la tía estricta -tipo señorita Rottenmeier de Heidi-, alzara la mano en señal de protesta, pero… de acuerdo a psicólogos, los golpes para enmendar malas actitudes, ni un tantito se aproximan a la óptima educación de los chamacos.
Estimado lector, váyase acostumbrando a que únicamente en la memoria quedarán esos azotes con el sermón correctivo en sílabas, los coscorrones y reglazos del profesor en la primaria, los pellizcos a discreción en las reuniones familiares mientras la jefa se mordía los labios y entre dientes te advertía de que si corrías o te reías te iba a ir pior, así como las esquivadas del chancletazo al estilo Neo de The Matrix.
En la actualidad tales acciones para que escarmiente la chaviza pasarán a ser un mito, pues el Senado de la República sumara al Artículo 44 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, el texto siguiente: “Queda prohibido el uso del castigo corporal en todos los ámbitos como método correctivo o disciplinario a niños, niñas y adolescentes”. Después de leer lo anterior, lo más seguro es que la tía estricta -tipo señorita Rottenmeier de Heidi-, alzara la mano en señal de protesta, pero… de acuerdo a psicólogos, los golpes para enmendar malas actitudes, ni un tantito se aproximan a la óptima educación de los chamacos.
Estimado lector, váyase acostumbrando a que únicamente en la memoria quedarán esos azotes con el sermón correctivo en sílabas, los coscorrones y reglazos del profesor en la primaria, los pellizcos a discreción en las reuniones familiares mientras la jefa se mordía los labios y entre dientes te advertía de que si corrías o te reías te iba a ir pior, así como las esquivadas del chancletazo al estilo Neo de The Matrix.
jueves, 28 de noviembre de 2019
Hasta luego grupos, forever edition.
En la actualidad, uno, sin más opción, es agregado a un grupo, ya sea de la chamba, de los cuates de tu jodidísima generación de bachillerato -en donde te siguen considerando el imberbe que se le alborotaba la libido con las piernas de la teacher de inglés-, o de los colegas de la escuela en donde intercambias memes del director y abuchean a alguien en especial, además, las precarias alternativas de elección son dos: quedarte o salirte mientras todos los integrantes reprueban cualquiera de tus decisiones o simplemente te bloquean, hay que aceptarlo, uno no es monedita de oro, además, en esos grupos no es bueno el que ayuda, sino el que no jode y es más importante una duda que la mismísima razón.
Si eres de los que mientras cargas tu celular lo apagas con tal de que sea más rápido, es probable que cuando lo enciendas en los diez grupos de WhatsApp que tienes sumen cuarenta mensajes sin leer y acumulándose mientras no abras la aplicación, ¡no manches, eso es una cascada de datos para tu anticuado aparato! Indudablemente su funcionamiento será tan lento como una tortuga practicando Taichí. Tristemente descubres que con silenciarlos no se evita el recibir tal aluvión.
¡Despídete de las engorrosas cadenas y de los saluditos con la imagen de Winnie Pooh! Así como infomercial, les paso un truco para deshacerse de los tediosos grupos en el WhatsApp. “No pueden dejar pasar una oportunidad así”. Con tan solo sustituir el nombre del grupo por el de “Child Porn”, ¡Click! Inmediatamente serás expulsado sin que aparezca la leyenda de que lo has abandonado. “Llame ya, no pierda más tiempo, cambie su vida”. “Si no le gusta, le devolvemos su dinero”, ¡Pero de la bloqueada para siempre de tu número telefónico en la famosa aplicación no nos hacemos responsables!
Si eres de los que mientras cargas tu celular lo apagas con tal de que sea más rápido, es probable que cuando lo enciendas en los diez grupos de WhatsApp que tienes sumen cuarenta mensajes sin leer y acumulándose mientras no abras la aplicación, ¡no manches, eso es una cascada de datos para tu anticuado aparato! Indudablemente su funcionamiento será tan lento como una tortuga practicando Taichí. Tristemente descubres que con silenciarlos no se evita el recibir tal aluvión.
¡Despídete de las engorrosas cadenas y de los saluditos con la imagen de Winnie Pooh! Así como infomercial, les paso un truco para deshacerse de los tediosos grupos en el WhatsApp. “No pueden dejar pasar una oportunidad así”. Con tan solo sustituir el nombre del grupo por el de “Child Porn”, ¡Click! Inmediatamente serás expulsado sin que aparezca la leyenda de que lo has abandonado. “Llame ya, no pierda más tiempo, cambie su vida”. “Si no le gusta, le devolvemos su dinero”, ¡Pero de la bloqueada para siempre de tu número telefónico en la famosa aplicación no nos hacemos responsables!
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