Salgo de esa reunión de profesores atolondrado más que otras veces, pues como es sabido por ustedes, la magnitud de los asuntos abordados en ella son inversamente proporcionales a la escasez de acuerdos del cuórum, así como sorprendido de que ahora mis colegas para mantener vigente sus diálogos tengan que recurrir a lo que se escribe en algunos memes, por ejemplo, rematar una frase lapidaria con: “se tenía que decir y se dijo”, sí, ese donde el pollito Kiiroitori azota su ala contra una mesa. La verdad, en un adolescente se le justifica por lo reducido de su lenguaje limitado a lo que lee a través de las redes sociales, pero a un académico, que mínimo leyó los textos obligados durante sus estudios, pues como que no.
Después de bajar de la ruta, mientras dirijo humildemente los pasos sobre esa antediluviana red social, o sea, la calle -que por cierto, está en riesgo de extinción y no quiero que se pierda en el olvido como el MetroFLOG y MySpace-, me aproximo al jardín de la colonia, cuando de pronto detengo el andar para observar a varias señoras ataviadas en mallas practicar zumba a ritmo de Farandulera, dándome la impresión de que las ahí presentes ni atención ponen al “quieren que entiendan que bailando la ponga en posición”, ellas bailan al ritmo de letras machistas que cosifican a las mujeres, tal vez para algunos, con ello sepulten el esfuerzo de quienes han luchado por la igualdad de género y sea una falta de respeto al feminismo.
No soy nadie para censurarlas, además, la liberación femenina implica que como todo ser humano, hagan de sus cuerpos lo que se les antoje y si deciden perder la grasa ejercitándolo mediante canciones de lenguaje sexista y misógino, pues es su gusto y punto, si con ello reafirmen su libertad y autonomía. Aprovecho también, desde acá, para pedirles que no dejemos de utilizar esa red social que es la vía pública, sigamos haciendo de forma artesanal grupos de chat en cualquier acera o esquina, salgamos a la calle a vernos las caras y constatar que con quien hablamos denota sentimientos a través de sus gesticulaciones al charlar y no mediante un frío emoji.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 11 de julio de 2019
jueves, 4 de julio de 2019
Barro.
Una mañana cualquiera de cierto país, en su elegante oficina el diplomático de agricultura de esa región recibió a un ingeniero cuyo nombre no mencionaré con tal de evitar ofender a alguien que se llame igual -como sabemos, gracias a la Biblia y a las telenovelas muchos tienen el mismo nombre a pesar de no ser idénticos-, con la intención de presentar un estudio minucioso sobre lo que consideraba que los mercados rurales requerían.
Él lo miró y le dijo: No lo voy a leer hasta que no vea barro. ¿Qué barro?, preguntó el ingeniero. El barro en sus botas de recorrer todos esos campos, le respondió. Es más, no quiero oír nada de usted sobre los mercados rurales hasta que no pueda decirme qué clase de cerveza beben esos agricultores, qué hacen sus hijos después de la escuela y de qué hablan cuando están en el almuerzo durante el receso de la jornada laboral.
Pero este informe está basado en una investigación muy documentada, le replicó el agrónomo. Barro, quiero ver barro en sus botas, reiteró el diplomático. Oiga, ¿tiene por casualidad un par de botas? No, respondió con timidez el profesional. Enérgicamente el funcionario le pidió que se retirara de su oficina y no volviera hasta que no hubiera hecho lo que le dijo.
A veces nuestros conocimientos se limitan a fuentes documentales que enriquecen nuestro vocabulario como si fuéramos eruditas en el ámbito de cualquier ciencia, pero si las suelas de nuestros zapatos no se embarran de esa ciencia con la acción de intercambiar experiencias en el lugar donde se manifiestan, entonces aprendimos teorías tan perfectas que no tienen nada que ver con la realidad, son ideas de escritorio, individuos atornillados a sus sillas que no ven más allá de su monitor del computador.
Él lo miró y le dijo: No lo voy a leer hasta que no vea barro. ¿Qué barro?, preguntó el ingeniero. El barro en sus botas de recorrer todos esos campos, le respondió. Es más, no quiero oír nada de usted sobre los mercados rurales hasta que no pueda decirme qué clase de cerveza beben esos agricultores, qué hacen sus hijos después de la escuela y de qué hablan cuando están en el almuerzo durante el receso de la jornada laboral.
Pero este informe está basado en una investigación muy documentada, le replicó el agrónomo. Barro, quiero ver barro en sus botas, reiteró el diplomático. Oiga, ¿tiene por casualidad un par de botas? No, respondió con timidez el profesional. Enérgicamente el funcionario le pidió que se retirara de su oficina y no volviera hasta que no hubiera hecho lo que le dijo.
A veces nuestros conocimientos se limitan a fuentes documentales que enriquecen nuestro vocabulario como si fuéramos eruditas en el ámbito de cualquier ciencia, pero si las suelas de nuestros zapatos no se embarran de esa ciencia con la acción de intercambiar experiencias en el lugar donde se manifiestan, entonces aprendimos teorías tan perfectas que no tienen nada que ver con la realidad, son ideas de escritorio, individuos atornillados a sus sillas que no ven más allá de su monitor del computador.
jueves, 27 de junio de 2019
Suerte.
Gracias a un lector, por fin me cayó el veinte de que no a todas las personas les importan esas cosas que rondan por mi cabeza, ¡neta, es que a todos les vale un carajo lo que escribo! Creo que esta vibra enojona que traigo ha hecho que la gente empiece a alejarse de mí, es más, hasta mi pareja está cansándose de eso y ya ni le caigo bien cuando sonrío. De nada sirvió ir a la pirámide de El Chanal durante el equinoccio de primavera a llenarme de energía positiva, si un comentario iba a atrofiar mis torpes intentos de articulista, creo que ya es momento de quitar esos ajos con el moño rojo y el borreguito detrás de la puerta, para atraer la fortuna y alejar la energía negativa.
Salí corriendo al mercado “Manuel Álvarez” en busca de un Pajarito de la Suerte, esas aves que salían de sus jaulitas coloridas para sacar con su pico de una caja cierto papelito al azar con el destino astrológico escrito a cambio de una dotación de alpiste, para mi desgracia los locatarios aseguran que desde hace más de veinte años que ni se ve ninguno, ya se imaginarán por qué la profesión de estas aves desapareció; le pido al yerbero un trébol de cuatro hojas, sale con el cuento de que se le acabaron. En un fallido intento por tocarle la cabeza al pelirrojo carnicero, éste se molesta al grado de refrescarme la memoria de mi santa jefecita; voy a la casa esotérica de al lado en busca de una herradura con colorines incrustados que tampoco encuentro y el administrador se encabrona cuando en mi desesperación intento sobarle la panza a la efigie del Buda de la entrada, para colmo en el restaurant chino se terminaron las galletas de la suerte, además, los muy ojetes no quisieron venderme ese gato dorado tipo cerámico que mueve la manita.
Ahora comprendo por qué esos aspirantes a licenciatura el pasado jueves, antes de realizar el Examen Nacional de Ingreso, se deseaban suerte, y quien firma lo que escribe en su terco escepticismo se admiró de escucharlos, pensando: ¡No manches, basta con estudiar bien! Siempre he creído que si un pájaro hace sus necesidades fisiológicas sobre la cabeza de alguien es pura casualidad, si me toca el corte de caja en el súper o la fila es larga para realizar algún pago es por culpa del destino, igual también cuando me estoy haciendo del baño y la persona que se encuentra adentro no sale. Suerte, ¿dónde andas ahora que tanto te necesito? ¡Buaaaa!
Salí corriendo al mercado “Manuel Álvarez” en busca de un Pajarito de la Suerte, esas aves que salían de sus jaulitas coloridas para sacar con su pico de una caja cierto papelito al azar con el destino astrológico escrito a cambio de una dotación de alpiste, para mi desgracia los locatarios aseguran que desde hace más de veinte años que ni se ve ninguno, ya se imaginarán por qué la profesión de estas aves desapareció; le pido al yerbero un trébol de cuatro hojas, sale con el cuento de que se le acabaron. En un fallido intento por tocarle la cabeza al pelirrojo carnicero, éste se molesta al grado de refrescarme la memoria de mi santa jefecita; voy a la casa esotérica de al lado en busca de una herradura con colorines incrustados que tampoco encuentro y el administrador se encabrona cuando en mi desesperación intento sobarle la panza a la efigie del Buda de la entrada, para colmo en el restaurant chino se terminaron las galletas de la suerte, además, los muy ojetes no quisieron venderme ese gato dorado tipo cerámico que mueve la manita.
Ahora comprendo por qué esos aspirantes a licenciatura el pasado jueves, antes de realizar el Examen Nacional de Ingreso, se deseaban suerte, y quien firma lo que escribe en su terco escepticismo se admiró de escucharlos, pensando: ¡No manches, basta con estudiar bien! Siempre he creído que si un pájaro hace sus necesidades fisiológicas sobre la cabeza de alguien es pura casualidad, si me toca el corte de caja en el súper o la fila es larga para realizar algún pago es por culpa del destino, igual también cuando me estoy haciendo del baño y la persona que se encuentra adentro no sale. Suerte, ¿dónde andas ahora que tanto te necesito? ¡Buaaaa!
jueves, 20 de junio de 2019
¡Se robaron mi idea!
Por mucho tiempo llegué a creer que ese cuento de que el Himno Nacional se encontraba registrado en los Yunaites Esteits era una leyenda urbana, hasta que en páginas del libro Más pendejadas célebres en la historia de México, su autor Antonio Garci, con los pelos de la burra en mano, muestra una fotocopia en la cual se lee que nuestro Masiosare fue registrado en la editora BMI, a nombre del gringo Edward B. Marks, quien además, el muy gandalla, también registró los himnos de Cuba, Colombia, Venezuela, Argentina, Chile, Francia, Camboya y Japón. ¡Lo bueno que no juimos los únicos torcidos! Ya lo veo después de los días quince y dieciséis de cada septiembre cobrando sus regalías.
Imagino que la musa inspiradora de este fulano fue su paisa Joel Roberts Poinsett, primer ministro de los Estados Unidos en México, en tiempos de la Independencia, quien registró a su nombre y comercializó por toda Gringolandia y Europa nuestra flor Cuetlaxóchitl (flor de cuero o que se marchita), pastora o flor de Nochebuena pa´la raza, pero que en algunas partes del mundo se conoce como Poinsettia, ¡y tú que pensabas que era el nombre científico! Na’ que ver, en fin, otro que se birla una idea nuestra.
Ahora sí que me preocupé, imagínense cuántas existen sin documentar, pues éstas son apenas dos. Entonces, apreciado lector, hagamos changuitos con los dedos para que solo sea mito urbano eso de que un chino patentizó la imagen de nuestra Lupita.
Imagino que la musa inspiradora de este fulano fue su paisa Joel Roberts Poinsett, primer ministro de los Estados Unidos en México, en tiempos de la Independencia, quien registró a su nombre y comercializó por toda Gringolandia y Europa nuestra flor Cuetlaxóchitl (flor de cuero o que se marchita), pastora o flor de Nochebuena pa´la raza, pero que en algunas partes del mundo se conoce como Poinsettia, ¡y tú que pensabas que era el nombre científico! Na’ que ver, en fin, otro que se birla una idea nuestra.
Ahora sí que me preocupé, imagínense cuántas existen sin documentar, pues éstas son apenas dos. Entonces, apreciado lector, hagamos changuitos con los dedos para que solo sea mito urbano eso de que un chino patentizó la imagen de nuestra Lupita.
jueves, 13 de junio de 2019
¡Eureka, puras fotostáticas!*
El concepto de originalidad está muy pervertido por el mito novelesco del artista que crea de la nada, el genio que de repente se le ocurre algo, ¡Eureka! Y entonces se vuelve una originalidad, la neta eso no existe en la era moderna, funcionó en su tiempo, allá por los siglos 18 y 19 -¡sí, en arábigo, porque soy bien pinche original!–; pero, vamos a analizarlo, ha pasado el tiempo y las nuevas generaciones que reenvían y vuelven a reenviar memes, stickers, GIF, sin importarles la leyenda de “Reenviado”, les vale un comino si alguien los va a reconocer como ingeniosos, o sea, basta ya de tanta mamarrachada y de considerar al artista como la persona que se le ocurren las cosas como generación espontánea y de repente es el primero en hacer algo, o sea, de su cerebro surge algo bien chido.
En la década de los ochentas, cuando el acné retocaba mi nariz de chile relleno tipo bruja de Blanca Nieves -¡sí, escrito por separado, porque soy rete pinche original!-, me di cuenta de que todo era copia de copia, pues tantas canciones pop italianas que nos hicieron creer Yuri, Daniela Romo y Verónica Castro que eran de su cosecha y pos no wey, mientras un cubanito llamado Franco y nuestro Emmanuel versionaban “Toda la vida” (Tutta la vita) de Lucio Dalla, por su parte, Laureano Brizuela, Menudo y Miguel Mateos invadían las frecuencias de A.M., con la misma rolita: “Cuando seas grande”, ¡oye wey, qué padre canción! En los setenta era la onda que todos al hablar utilizaran el “chido”, en los ochenta escuchar que todo era “padre” hacia original un lenguaje y en los noventa las comas fueron sustituida por el “wey” y en el dos mil, un “o sea” daba ese retoque de autenticidad al habla.
En conclusión, la creatividad es hacer lo mismo siempre pero que parezca que se hizo por vez primera, es decir, fingir las veces que sea hasta que te salga de verdad, entonces, imitar y copiar es la única forma de empezar a hacer cosas auténticas, genuinas wey. ¡Si no me creen! Basta darse una vuelta a la cafetería de la escuela y encontrarse con infinidad de Daddy Yankee, Maluma, Miley Cyrus y Becky G, pues como ustedes saben se copia lo que gusta, así es como aprendemos de niños los hábitos, las costumbres, ya lo decía Picasso: “Los buenos artistas copian, los genios roban”.
*Basado en las chidísimas ideas de Juan Ignacio Delgado Alemany y algunos números de la revista Algarabía, o sea, wey, es una copia de copia, pero bien padriuris.
En la década de los ochentas, cuando el acné retocaba mi nariz de chile relleno tipo bruja de Blanca Nieves -¡sí, escrito por separado, porque soy rete pinche original!-, me di cuenta de que todo era copia de copia, pues tantas canciones pop italianas que nos hicieron creer Yuri, Daniela Romo y Verónica Castro que eran de su cosecha y pos no wey, mientras un cubanito llamado Franco y nuestro Emmanuel versionaban “Toda la vida” (Tutta la vita) de Lucio Dalla, por su parte, Laureano Brizuela, Menudo y Miguel Mateos invadían las frecuencias de A.M., con la misma rolita: “Cuando seas grande”, ¡oye wey, qué padre canción! En los setenta era la onda que todos al hablar utilizaran el “chido”, en los ochenta escuchar que todo era “padre” hacia original un lenguaje y en los noventa las comas fueron sustituida por el “wey” y en el dos mil, un “o sea” daba ese retoque de autenticidad al habla.
En conclusión, la creatividad es hacer lo mismo siempre pero que parezca que se hizo por vez primera, es decir, fingir las veces que sea hasta que te salga de verdad, entonces, imitar y copiar es la única forma de empezar a hacer cosas auténticas, genuinas wey. ¡Si no me creen! Basta darse una vuelta a la cafetería de la escuela y encontrarse con infinidad de Daddy Yankee, Maluma, Miley Cyrus y Becky G, pues como ustedes saben se copia lo que gusta, así es como aprendemos de niños los hábitos, las costumbres, ya lo decía Picasso: “Los buenos artistas copian, los genios roban”.
*Basado en las chidísimas ideas de Juan Ignacio Delgado Alemany y algunos números de la revista Algarabía, o sea, wey, es una copia de copia, pero bien padriuris.
jueves, 6 de junio de 2019
El fruto prohibido.
Es el fruto prohibido del pecado original, algunos le adjudican propiedades que mejoran el organismo, pues contiene potasio, fósforo, fibra, calcio, sodio, magnesio, hidratos de carbono, hierro y vitaminas A, B, C y E, su nombre también se utiliza para denominar al espacio urbano destinado a la edificación, generalmente cuadrangular, que está delimitado por calles. El suizo Guillermo Tell la sacrificó por salvar la vida de su hijo, de no ser por ella que golpeó el cráneo de sir Isaac Newton, la fuerza de gravedad no tuviera explicación sencilla a los imberbes bachilleres en las tediosas clases de física.
Hércules las birló del jardín de las Hespérides con tal de completar sus doce trabajos, fue el nombre de la empresa discográfica que se convirtió en la pesadilla de The Beatles, y que ahora los mileniall la identifican como el sello corporativo de una marca tecnológica, se ha utilizado su nombre para llamar así a la protuberancia o abultamiento ubicada en la parte delantera del cuello y formada por la articulación de las dos láminas del cartílago tiroides que rodea la laringe.
La malvada madrastra la dio a morder a Blancanieves para causar la sintomatología de la muerte dormida, haciéndonos aficionados a despertar a nuestras parejas de su letargo mediático de WhatsApp con un ósculo de amor -¡Muac!-, mientras que el humano promedio hasta los seis meses de nacido la puede consumir en papilla. El origen de su palabra en latín, tal vez sea la causante de su difusión negativa y que se le adjudique al árbol de la sabiduría que la inocente Eva de su fruto ofreció a Adán, es decir, el malum, que se traduce como “malo” y que alguien en un descuido confundió en la traducción del Génesis con Mãlum, palabra latina tomada del griego que significa manzana.
Hércules las birló del jardín de las Hespérides con tal de completar sus doce trabajos, fue el nombre de la empresa discográfica que se convirtió en la pesadilla de The Beatles, y que ahora los mileniall la identifican como el sello corporativo de una marca tecnológica, se ha utilizado su nombre para llamar así a la protuberancia o abultamiento ubicada en la parte delantera del cuello y formada por la articulación de las dos láminas del cartílago tiroides que rodea la laringe.
La malvada madrastra la dio a morder a Blancanieves para causar la sintomatología de la muerte dormida, haciéndonos aficionados a despertar a nuestras parejas de su letargo mediático de WhatsApp con un ósculo de amor -¡Muac!-, mientras que el humano promedio hasta los seis meses de nacido la puede consumir en papilla. El origen de su palabra en latín, tal vez sea la causante de su difusión negativa y que se le adjudique al árbol de la sabiduría que la inocente Eva de su fruto ofreció a Adán, es decir, el malum, que se traduce como “malo” y que alguien en un descuido confundió en la traducción del Génesis con Mãlum, palabra latina tomada del griego que significa manzana.
jueves, 30 de mayo de 2019
Platillos mexicanizados
Dice mi primo que un sábado sin pozole, pos no es sábado, es cuando los colimenses comilones secuestramos las cenadurías desde las 12 del día con tal de echarnos uno de espinazo, trompa y oreja durante la comida. Siempre he dicho que para saborear un delicioso pozole, como el de Colima ninguno, no es igual a todos los de colores que abundan a lo largo y ancho del país, el de acá con su cebolla finamente picada, col rebanada, rodajas de rábano, aderezado con reteharto chile y su limón que cura todos los males, entonces, es por obvias razones que corta los efectos del picante sobre mi gastritis. Así como yo, en materia pozolera igual han de decir los de Jalisco y los de Guerrero del propio, y les parecerá nada atractivo al paladar uno blanco.
Ahora imaginen qué dirán los italianos al probar una pizza con longaniza de Cihuatlán, salsa de molcajete y frijoles de la olla, la neta, se los dejo de tarea; también los nacidos en la Tierra del Sol Naciente se admirarían de encontrar en nuestro país cacahuates japoneses, de entrada el maní es oriundo del continente americano, pero de que forme parte de la dieta japonesa, pues no, la verdad es que es un invento de cierto inmigrante japonés en México.
Gracias a los inmigrantes ahora es motivo de orgullo nacional ese sushi que el ingenioso chef le agregó aguacate, con sus chiles serranos toreados y nadando en salsa de soya pa´ no perder el origen asiático; desde cocinas gringas hemos naturalizado las hamburguesas de arrachera con sus rajas de chile jalapeño y papas a la francesa bañadas de salsa Tamazula, ¡hágame usté el favor! No pierdo la esperanza de que un día de la Candelaria disfrute con ahínco ese tamal de chop suey con el jarro de calpico, ¡Mmmm!
Ahora imaginen qué dirán los italianos al probar una pizza con longaniza de Cihuatlán, salsa de molcajete y frijoles de la olla, la neta, se los dejo de tarea; también los nacidos en la Tierra del Sol Naciente se admirarían de encontrar en nuestro país cacahuates japoneses, de entrada el maní es oriundo del continente americano, pero de que forme parte de la dieta japonesa, pues no, la verdad es que es un invento de cierto inmigrante japonés en México.
Gracias a los inmigrantes ahora es motivo de orgullo nacional ese sushi que el ingenioso chef le agregó aguacate, con sus chiles serranos toreados y nadando en salsa de soya pa´ no perder el origen asiático; desde cocinas gringas hemos naturalizado las hamburguesas de arrachera con sus rajas de chile jalapeño y papas a la francesa bañadas de salsa Tamazula, ¡hágame usté el favor! No pierdo la esperanza de que un día de la Candelaria disfrute con ahínco ese tamal de chop suey con el jarro de calpico, ¡Mmmm!
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