El roquero argentino Fito Páez en su canción “Dar es dar”, dice que no cuenta el vuelto siempre es de más, poniendo en evidencia que a pesar de vivir en este mundo lleno de cosas adulteradas, competitivas, engañosas y conspiradoras, aún hay confianza en las personas, pero es una pena que tal actitud solo quede como parte de una canción, pues no todo lo que brilla es oro, para muestra lean lo siguiente:
Manuel tiene en la ciudad una aclientada tienda de abarrotes, de esas que se instalan en las esquinas de la cuadra –na´quever con la cadena de franquicias que pululan por doquier-, a ella acuden los vecinos del barrio a surtir detalles que ocupan en cuestiones de minutos. Jaime vive en un jacal en el pueblo blanco de Comala y se dedica al cultivo de maíz. Cierto día acordaron intercambiar sus productos, Jaime proveería de maíz a Manuel, mientras éste le daría a cambio el equivalente de harina, o sea, kilo por kilo.
Los primeros seis meses fueron excelentes, más un día el abarrotero empezó a desconfiar: ¿será cierto que las bolsas de maíz pesaban un kilo? Tiene volumen, más nunca las había pesado. Confiando en su sospecha puso la bolsa sobre la báscula, sorprendido observó que el instrumento reportaba 800 gramos. Indignado, raudo subió a su camioneta rumbo al jacal de Jaime.
Después de varios insultos, le exigió que le explicara por qué durante todo ese tiempo lo había engañado, lleno de vergüenza el humilde campesino le comentó que nunca le quiso ver la cara, pues consciente estaba de que lo convenido fue un kilo por otro, pero como él no contaba con báscula, construyó una balanza donde el contrapeso para su kilo de maíz siempre era el de harina que el tendero le enviaba. Al oír esto, Manuel en silencio abandonó el caedizo, no sin antes hipotecar su orgullo y sacar de la caverna de su garganta una disculpa, de esas que nos cuesta tanto decir por miedo a aparentar debilidad.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 29 de noviembre de 2018
jueves, 22 de noviembre de 2018
Desayunos escolares.
Son las 8:45 a.m., es cualquier mañana de un día de clases normales, de esos en los que el profesor ojete ya hizo de las suyas como siempre bien pasado de lanza o el jefe que continuamente llega tarde madrugó y de abusivo al ver que vas a los sagrados alimentos te encarga unos tuxpeños de chicharrón, pos para que vea que no son iguales, tú sí jalas y le haces el paro.
La fila está bien agresiva, pero lo único que tranquiliza es que en los puestos de comida ubicados por la avenida Universidad en el tramo del costado de la Unidad Deportiva Morelos, es todo democracia, ahí convergen profesores, candidatos a doctor, personal secretarial, de servicios, chóferes de camiones urbanos y estudiantes –funcionarios y directivos, pos no, para eso nos tienen a nosotros–, quienes serán atendidos según vayan llegando.
Todos los ahí presentes estamos conscientes que en esos changarros vamos a encontrar cuatro elementos: rico, barato, rápido y llenador, si corremos con suerte pue´que hasta nos sea saludable, digo, no creo que en los lujosos restaurantes existan los cuatro elementos antes mencionados, además, ustedes bien saben que saludable y sabroso siempre están divorciados. Incluso hasta es parte de nuestra guasa, ¿quién ha negado el delicioso sabor de las tortas de taco de Doña Bacteria o las sabrosas tostadas de cuerito de Doña Ameba? O sea, es divertido incrementar la fauna intestinal, pues sabemos que con un desparasitante te vuelves el Führer y haces un holocausto de bichos.
En la situación de estudiantes y de cualquier obrero del sector educativo, se impone que los bienaventurados alimentos no solo sean bocados que se puedan devorar de volón pinpón – ¡no manches!, receso de veinte minutos, pa´que te atiendan es un desmoche, un abrevadero no tiene tanto animal, ¡ay te encargo los callos con tanto pisotón!–, además, que satisfaga lo suficiente para aguantar hasta la salida, pues a veces a algunos ni para el desempance traemos, que mejor le hacemos al faquir.
La fila está bien agresiva, pero lo único que tranquiliza es que en los puestos de comida ubicados por la avenida Universidad en el tramo del costado de la Unidad Deportiva Morelos, es todo democracia, ahí convergen profesores, candidatos a doctor, personal secretarial, de servicios, chóferes de camiones urbanos y estudiantes –funcionarios y directivos, pos no, para eso nos tienen a nosotros–, quienes serán atendidos según vayan llegando.
Todos los ahí presentes estamos conscientes que en esos changarros vamos a encontrar cuatro elementos: rico, barato, rápido y llenador, si corremos con suerte pue´que hasta nos sea saludable, digo, no creo que en los lujosos restaurantes existan los cuatro elementos antes mencionados, además, ustedes bien saben que saludable y sabroso siempre están divorciados. Incluso hasta es parte de nuestra guasa, ¿quién ha negado el delicioso sabor de las tortas de taco de Doña Bacteria o las sabrosas tostadas de cuerito de Doña Ameba? O sea, es divertido incrementar la fauna intestinal, pues sabemos que con un desparasitante te vuelves el Führer y haces un holocausto de bichos.
En la situación de estudiantes y de cualquier obrero del sector educativo, se impone que los bienaventurados alimentos no solo sean bocados que se puedan devorar de volón pinpón – ¡no manches!, receso de veinte minutos, pa´que te atiendan es un desmoche, un abrevadero no tiene tanto animal, ¡ay te encargo los callos con tanto pisotón!–, además, que satisfaga lo suficiente para aguantar hasta la salida, pues a veces a algunos ni para el desempance traemos, que mejor le hacemos al faquir.
jueves, 15 de noviembre de 2018
El tieso
Dedicado a Don Horacio Naranjo y al barrio de La Salud.
Uno de mis tenis influenciado por el sonido de una canción de 1949, golpea rítmicamente esa banqueta hecha en 1950, bajo la luz de un poste de 1979, mientras pienso si algún día me animaré a dejar mis complejos parados para bailar frenéticamente bajo el influjo del compás que tan armónicamente produce la Orquesta del Colorado Naranjo sobre el templete a las afueras del templo de La Salud, mientras experimento envidia de la ojete al ver moverse cadenciosamente al señor ese que a pesar de traer su tanque de oxígeno se la pasa chingón con la doña de amplias caderas, con ese ritmo tuyo mujer, ¡quién necesita música! Imagino que eso es lo que piensa mientras sus cuerpos se arrejuntan.
Ay, pero qué bonito y sabroso bailan el mambo las colimenses, diría con sobrada razón el entrañable Benny Moré, solo basta ver cómo mueven la cintura y los hombros, casi igualito que aquellas rumberas que se echaban un dance con Tin Tan en sus movies de la época de oro del cine nacional. La neta no saber bailar es otro de mis sueños frustrados, es que no la hago ni para el mambo ni para el danzón ni el calipso y menos al guaguancó, estoy tan tieso que solo sacudo mis tenis de esa marca cuya eclosión se dio en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, entonces no es de extrañar que continúe mimetizado sobre una pared de 1968, aburrido del 2018.
Honestamente sí tengo rete hartas ganas de ir a donde los demás se sacuden gracias a la música del Colorado Naranjo, Don Horacio ya no los acompaña, pero en mi mente aun lo veo dedicando canciones a quienes desean quedar bien con su pioresnada y explicando el origen de cada tema antes de interpretarlo, como aquella vez que gracias a su sapiencia supe que la rolita de La Boa de la Internacional Sonora Santanera, Carlos Lico se la quiso adjudicar sin darle ningún mérito al cubano Félix Reyna, con anécdotas como ésta, así iba enriqueciendo nuestro bagaje musical en cada una de sus disertaciones, mientras nos deleitaba a los oídos.
Lamentablemente mis ímpetus por entrar a sacudir las chanclas son frenados al ver a ese octogenario con sus zapatos mostronianos de charol y vestimenta tipo dandi, humillando hasta al mismísimo Resortes de lo bien que mueve a su jainita, en fin que se le va a hacer si las suelas de mi calzado padecen de peatonitis.
Uno de mis tenis influenciado por el sonido de una canción de 1949, golpea rítmicamente esa banqueta hecha en 1950, bajo la luz de un poste de 1979, mientras pienso si algún día me animaré a dejar mis complejos parados para bailar frenéticamente bajo el influjo del compás que tan armónicamente produce la Orquesta del Colorado Naranjo sobre el templete a las afueras del templo de La Salud, mientras experimento envidia de la ojete al ver moverse cadenciosamente al señor ese que a pesar de traer su tanque de oxígeno se la pasa chingón con la doña de amplias caderas, con ese ritmo tuyo mujer, ¡quién necesita música! Imagino que eso es lo que piensa mientras sus cuerpos se arrejuntan.
Ay, pero qué bonito y sabroso bailan el mambo las colimenses, diría con sobrada razón el entrañable Benny Moré, solo basta ver cómo mueven la cintura y los hombros, casi igualito que aquellas rumberas que se echaban un dance con Tin Tan en sus movies de la época de oro del cine nacional. La neta no saber bailar es otro de mis sueños frustrados, es que no la hago ni para el mambo ni para el danzón ni el calipso y menos al guaguancó, estoy tan tieso que solo sacudo mis tenis de esa marca cuya eclosión se dio en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, entonces no es de extrañar que continúe mimetizado sobre una pared de 1968, aburrido del 2018.
Honestamente sí tengo rete hartas ganas de ir a donde los demás se sacuden gracias a la música del Colorado Naranjo, Don Horacio ya no los acompaña, pero en mi mente aun lo veo dedicando canciones a quienes desean quedar bien con su pioresnada y explicando el origen de cada tema antes de interpretarlo, como aquella vez que gracias a su sapiencia supe que la rolita de La Boa de la Internacional Sonora Santanera, Carlos Lico se la quiso adjudicar sin darle ningún mérito al cubano Félix Reyna, con anécdotas como ésta, así iba enriqueciendo nuestro bagaje musical en cada una de sus disertaciones, mientras nos deleitaba a los oídos.
Lamentablemente mis ímpetus por entrar a sacudir las chanclas son frenados al ver a ese octogenario con sus zapatos mostronianos de charol y vestimenta tipo dandi, humillando hasta al mismísimo Resortes de lo bien que mueve a su jainita, en fin que se le va a hacer si las suelas de mi calzado padecen de peatonitis.
jueves, 8 de noviembre de 2018
Perrhijos
Dedicado a Laika, la primera astronauta.
En últimas fechas a los que gustan de tener perros de mascota, si, esos simpáticos o agresivos animalitos dependiendo de cómo los hayan educado sus dueños, que hasta algunos les llaman perrhijos por el valor sentimental que les tienen, hay quienes les dicen canhijos, pero la neta, además de lo fresón que se oye por combinar de forma pésima una palabra gringa con el castellano, pos es como insultarlos de canijos, ¿no creen? Digo, yo no tengo la culpa de que abunden tanto anglicismo y muy pocos referentes.
¡Chin! Ya me desvié de la intención con que inicié este artículo, resulta que por la calle donde ustedes tienen su casa, a mi caminar se sumaron una niña como de seis años acompañada de un french poodle -si, esos perritos que de tanto pelo parecen ewoks de los que salen en Star Wars-, de pronto la madre le grita, ¡Edith, no te vayas a cruzar la calle! Como buen ciudadano sujeto la manita de la escuincla, la señora se acerca muy agradecida para aclararme que se refería al animalito.
Estoy de acuerdo que uno se encariñe con la mascota un titipuchal, imagino que por eso les ponen nombres propios de las personas, porque tal vez los quieran más que a los humanos, por eso que el trato es parecido al de un hijo, los llevan a la estética a que les realicen un corte chingón, les compran ropa de marca, es más, en el pasado Día de Muertos, estos ojos que se comerán algún día los gusanos vieron a un pastor australiano -¡wee, es parecido a la mascota del personaje de Mel Gibson en Mad Max II!- disfrazado de alebrije y su dueño le llamaba Carlos.
Haciendo un sesudo análisis de lo anterior, existe una incógnita, ¿qué va a pasar con todos esos nombres que el ingenio nacional recurría para bautizar a sus mascotas? Como firuláis, manchas, maya, café, catrina, etc., con el paso del tiempo serán un desperdicio intelectual. Hum… creo que no, pues más de alguno se los va a piratear para ponérselo a sus vástagos, digo, na´de mal se escucharía Rex Antonio o Lassie Gertrudis.
En últimas fechas a los que gustan de tener perros de mascota, si, esos simpáticos o agresivos animalitos dependiendo de cómo los hayan educado sus dueños, que hasta algunos les llaman perrhijos por el valor sentimental que les tienen, hay quienes les dicen canhijos, pero la neta, además de lo fresón que se oye por combinar de forma pésima una palabra gringa con el castellano, pos es como insultarlos de canijos, ¿no creen? Digo, yo no tengo la culpa de que abunden tanto anglicismo y muy pocos referentes.
¡Chin! Ya me desvié de la intención con que inicié este artículo, resulta que por la calle donde ustedes tienen su casa, a mi caminar se sumaron una niña como de seis años acompañada de un french poodle -si, esos perritos que de tanto pelo parecen ewoks de los que salen en Star Wars-, de pronto la madre le grita, ¡Edith, no te vayas a cruzar la calle! Como buen ciudadano sujeto la manita de la escuincla, la señora se acerca muy agradecida para aclararme que se refería al animalito.
Estoy de acuerdo que uno se encariñe con la mascota un titipuchal, imagino que por eso les ponen nombres propios de las personas, porque tal vez los quieran más que a los humanos, por eso que el trato es parecido al de un hijo, los llevan a la estética a que les realicen un corte chingón, les compran ropa de marca, es más, en el pasado Día de Muertos, estos ojos que se comerán algún día los gusanos vieron a un pastor australiano -¡wee, es parecido a la mascota del personaje de Mel Gibson en Mad Max II!- disfrazado de alebrije y su dueño le llamaba Carlos.
Haciendo un sesudo análisis de lo anterior, existe una incógnita, ¿qué va a pasar con todos esos nombres que el ingenio nacional recurría para bautizar a sus mascotas? Como firuláis, manchas, maya, café, catrina, etc., con el paso del tiempo serán un desperdicio intelectual. Hum… creo que no, pues más de alguno se los va a piratear para ponérselo a sus vástagos, digo, na´de mal se escucharía Rex Antonio o Lassie Gertrudis.
jueves, 25 de octubre de 2018
Música a la antigüita
Dedicado a Gabriel Noriega, Deca para los cuates.
Ahora con eso de los huracanes y tormentas tropicales, por cierto, ¡ya ni la amuelan, ponerle Willa a un huracán! Para lueguito salir con su pinche montón de memes dizque confundiéndose con güila, que ustedes bien que saben a qué se refieren, pos uno se aburre de lo lindo y más aún, teniendo cinco mil CDS y escuchar uno que te arrulla, la neta no sé qué hace ese disco entre mi modesta colección. ¿Lo habré comprado en alguno de mis lapsus brutus? Tengo de Abba, Pimpinela y Menudo, pero… ¿ese de dónde salió?
No recuerdo haberlo adquirido hace poco, menos en estos tiempos en que cada vez que voy a las dos tiendas departamentales de conocida plaza comercial cuyo nombre no he de citar para no darle publicidad, menos diré el de las tiendas, pero lo que sí me agüita es que el departamento que más visito esté en vías de extinción, tal cual le sucede a la vaquita marina – ¡no manches, ya solo quedan 40 ejemplares! De la vaquita marina, wee –, me refiero al departamento de discos, donde la pasaba bien suave buscando las novedades discográficas, las rarezas e importaciones de los cantantes y grupos que gusto de escuchar.
Como diría un empleado de ahí, “a usted le gusta oír música a la antigüita”, o sea, porque no consumo canciones comprimidas en donde no existen créditos ni méritos de quienes las produjeron y que además se escuchan bien gachas, pero que con las tiznadas bocinas a tope de volumen según ellos las disfrutan, resulta incomparable a la experiencia que representa desde ir a la tienda, buscar el CD que quieres, encontrarlo, pagarlo, llegar a casa quitarle la cubierta de celofán, abrirlo y sacar el booklet, ver el arte, las letras de cada rolita, fotos inéditas del artista o del grupo, además no hay nada tan sublime como meter el disco y leer en el reproductor reading disc, ¡wow, es la neta! Así como escuchar la calidad del audio, no como el cucarachero de las plataformas de música en streaming.
¡Ah! Por cierto, el disco que casi me duerme lo más probable es que lo guarde en la región del olvido, mientras, afuera llueve a cantaros, voy a continuar fodongueando hasta que sea la hora de dormir, por lo pronto hay que escuchar a Juan García Esquivel, el meritito papá del lounge y empezar a leer revistas Conecte y Sonido, chale, sí, ya sé que son de los ochentas, no la hagan de tos por no estar a la vanguardia musical, a mí lo que me late es que la música chipocluda va a ser chipocluda hoy, mañana y siempre.
Ahora con eso de los huracanes y tormentas tropicales, por cierto, ¡ya ni la amuelan, ponerle Willa a un huracán! Para lueguito salir con su pinche montón de memes dizque confundiéndose con güila, que ustedes bien que saben a qué se refieren, pos uno se aburre de lo lindo y más aún, teniendo cinco mil CDS y escuchar uno que te arrulla, la neta no sé qué hace ese disco entre mi modesta colección. ¿Lo habré comprado en alguno de mis lapsus brutus? Tengo de Abba, Pimpinela y Menudo, pero… ¿ese de dónde salió?
No recuerdo haberlo adquirido hace poco, menos en estos tiempos en que cada vez que voy a las dos tiendas departamentales de conocida plaza comercial cuyo nombre no he de citar para no darle publicidad, menos diré el de las tiendas, pero lo que sí me agüita es que el departamento que más visito esté en vías de extinción, tal cual le sucede a la vaquita marina – ¡no manches, ya solo quedan 40 ejemplares! De la vaquita marina, wee –, me refiero al departamento de discos, donde la pasaba bien suave buscando las novedades discográficas, las rarezas e importaciones de los cantantes y grupos que gusto de escuchar.
Como diría un empleado de ahí, “a usted le gusta oír música a la antigüita”, o sea, porque no consumo canciones comprimidas en donde no existen créditos ni méritos de quienes las produjeron y que además se escuchan bien gachas, pero que con las tiznadas bocinas a tope de volumen según ellos las disfrutan, resulta incomparable a la experiencia que representa desde ir a la tienda, buscar el CD que quieres, encontrarlo, pagarlo, llegar a casa quitarle la cubierta de celofán, abrirlo y sacar el booklet, ver el arte, las letras de cada rolita, fotos inéditas del artista o del grupo, además no hay nada tan sublime como meter el disco y leer en el reproductor reading disc, ¡wow, es la neta! Así como escuchar la calidad del audio, no como el cucarachero de las plataformas de música en streaming.
¡Ah! Por cierto, el disco que casi me duerme lo más probable es que lo guarde en la región del olvido, mientras, afuera llueve a cantaros, voy a continuar fodongueando hasta que sea la hora de dormir, por lo pronto hay que escuchar a Juan García Esquivel, el meritito papá del lounge y empezar a leer revistas Conecte y Sonido, chale, sí, ya sé que son de los ochentas, no la hagan de tos por no estar a la vanguardia musical, a mí lo que me late es que la música chipocluda va a ser chipocluda hoy, mañana y siempre.
jueves, 18 de octubre de 2018
Aislado
Hay días en que la neta tengo la necesidad de estar aislado, así como enfermo terminal al que los médicos le indican a los familiares cero visitas, o sea, no entrar en contacto con otros humanos, pero al recordar la comida malísima de los hospitales, tener que chutarme en el televisor la gacha programación de los canales abiertos y que no me toquen enfermeras de esas que suben la fiebre, pos la verdad se me quitan las ganas y vuelvo a entrar en contacto con mis semejantes.
Pero mis ansias de soledad no son por amargura, ni mamón, mucho menos por mala ondes, es simplemente de que en esos momentos puedo estar tranquilo, sin el ánimo de querer quedar bien con nadie –que por cierto eso de querer agradar a los demás es de lo más imbécil que uno intente hacer–, tener unas horas para fumar la pipa de la paz con mi conciencia y reflexionar sobre ciertas situaciones que parecen importantes, pero que en la tranquilidad del aislamiento simplemente las bajamos del ranking de las preocupaciones.
No es ninguna recomendación de algún gurú de yoga, menos de mi amigo el brujo –si ese que cantaba Manuel “El Loco” Valdés, en aquella divertida película de Dos fantasmas y una muchacha que también repitieron en la cinta Los fantasmas burlones, ¡así de originales nuestro cine nacional! –, tampoco se trata de ningún mantra hare krishna o que lo supe a través de mis libros de vudú, es tan solo caer en la conclusión de que eso que me quitaba el sueño es de lo más tarado, pues gracias a la paz que brinda el aislamiento obligado lo encuero y tranquilamente me doy cuenta de lo idiota que fui al preocuparme de algo tan sencillamente pendejo.
Pero mis ansias de soledad no son por amargura, ni mamón, mucho menos por mala ondes, es simplemente de que en esos momentos puedo estar tranquilo, sin el ánimo de querer quedar bien con nadie –que por cierto eso de querer agradar a los demás es de lo más imbécil que uno intente hacer–, tener unas horas para fumar la pipa de la paz con mi conciencia y reflexionar sobre ciertas situaciones que parecen importantes, pero que en la tranquilidad del aislamiento simplemente las bajamos del ranking de las preocupaciones.
No es ninguna recomendación de algún gurú de yoga, menos de mi amigo el brujo –si ese que cantaba Manuel “El Loco” Valdés, en aquella divertida película de Dos fantasmas y una muchacha que también repitieron en la cinta Los fantasmas burlones, ¡así de originales nuestro cine nacional! –, tampoco se trata de ningún mantra hare krishna o que lo supe a través de mis libros de vudú, es tan solo caer en la conclusión de que eso que me quitaba el sueño es de lo más tarado, pues gracias a la paz que brinda el aislamiento obligado lo encuero y tranquilamente me doy cuenta de lo idiota que fui al preocuparme de algo tan sencillamente pendejo.
jueves, 11 de octubre de 2018
Tótem
Para los antiguos griegos esta parte de nuestra anatomía poseía vida propia, es más, hasta llegaron a creer que pensaba de forma independiente, pues cuando se le requería que ejerciera su función reproductora a veces no respondía ni un 10%, más cuando el total del cuerpo dormía, este órgano se encontraba alerta e incluso obligaba sin el consentimiento del individuo a despertarse para evacuar. Hubo quienes pensaron que consumiendo ciertos alimentos adjudicados de forma quimérica a la diosa del amor podían lograr su total dominio, pero lamentablemente ni la miel, las ostras, higos y aguacate pudieron controlar su poder.
¿A qué me refiero? ¡Vamos, si es de todos conocido! Incluso se le puede ver cual pintura rupestre que deja vestigios sobre el asiento de los camiones urbanos, pupitres de escuela, en puertas, paredes, cancelería de baños de la central camionera y supermercados, hasta en esas horribles canciones como: “El mango relajado”, donde se le rinde culto musical. Es tan conocido por todos que de acuerdo con Citlali Murillo, diseñadora e impulsora de Clitoralia, cuando en sus cursos solicita a los asistentes dibujen el órgano reproductor masculino, no se les dificulta su boceto, pero cuando corresponde al femenino, aquí la situación cambia, pues a las mujeres quienes pensamos no les costaría trabajo dibujarlo, trazan un útero con sus ovarios o bosquejan una vulva, ¿y el clítoris? ¡Ese sí que me lo tienen bien olvidado!
Si nos remitimos al nombre del conducto fibromuscular elástico, que forma parte de los órganos genitales internos de la mujer –así lo puede hallar en Wikipedia–, encontraríamos que su etimología proviene de vaina, que hace alusión a la funda donde se guarda la espada, ¡así o más machista! Entonces, de ahí que erróneamente asociemos siempre la sexualidad femenina con lo fálico, es decir, falta un buen en materia de educación sexual para que las damas se empoderen de sus partes íntimas como cultura y no como tabú, además, ¿quién les ha dicho que es feo? El del hombre no es un diseño de Dolce & Gabbana que digamos.
Es una tristeza que nuestra educación sexual apenas ande en pañales, y lo más lamentable que esté atiborrada de prejuicios que impulsa esa terrible violencia machista con tintes carnales que promueve la pornografía y las llamadas revistas del corazón, pero más aún, que inculquen tanto a mujeres como a hombres una imagen femenina de los pechos hacia arriba, y ello sea punto de referencia de su estética.
¿A qué me refiero? ¡Vamos, si es de todos conocido! Incluso se le puede ver cual pintura rupestre que deja vestigios sobre el asiento de los camiones urbanos, pupitres de escuela, en puertas, paredes, cancelería de baños de la central camionera y supermercados, hasta en esas horribles canciones como: “El mango relajado”, donde se le rinde culto musical. Es tan conocido por todos que de acuerdo con Citlali Murillo, diseñadora e impulsora de Clitoralia, cuando en sus cursos solicita a los asistentes dibujen el órgano reproductor masculino, no se les dificulta su boceto, pero cuando corresponde al femenino, aquí la situación cambia, pues a las mujeres quienes pensamos no les costaría trabajo dibujarlo, trazan un útero con sus ovarios o bosquejan una vulva, ¿y el clítoris? ¡Ese sí que me lo tienen bien olvidado!
Si nos remitimos al nombre del conducto fibromuscular elástico, que forma parte de los órganos genitales internos de la mujer –así lo puede hallar en Wikipedia–, encontraríamos que su etimología proviene de vaina, que hace alusión a la funda donde se guarda la espada, ¡así o más machista! Entonces, de ahí que erróneamente asociemos siempre la sexualidad femenina con lo fálico, es decir, falta un buen en materia de educación sexual para que las damas se empoderen de sus partes íntimas como cultura y no como tabú, además, ¿quién les ha dicho que es feo? El del hombre no es un diseño de Dolce & Gabbana que digamos.
Es una tristeza que nuestra educación sexual apenas ande en pañales, y lo más lamentable que esté atiborrada de prejuicios que impulsa esa terrible violencia machista con tintes carnales que promueve la pornografía y las llamadas revistas del corazón, pero más aún, que inculquen tanto a mujeres como a hombres una imagen femenina de los pechos hacia arriba, y ello sea punto de referencia de su estética.
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