La semana pasada nos enteramos a través de uno de sus guionistas de aquello que muchos ya sospechaban, pero la verdad en estos tiempos ya no debiera de causar admiración y sorpresa, pero el barullo mediático con que se recibió la noticia y que luego la misma compañía productora nos saliera con que era mentira eso de que Beto y Enrique de Plaza Sésamo eran pareja, puso el asunto color de hormiga, pero lo más ridículo es que muchos hicieron de este asunto algo así como Sodoma y Gomaespuma.
La noticia se hizo escándalo a tal grado que ahora bien pudieran clasificarse a todos esos escrupulosos de marionetafóbicos, y no es precisamente esa sensación de pánico que provocan Chucky y Annabell, sino, los prejuicios que esto genera, imagínense las habladurías que se van a desatar sobre don Carlos y sus marionetas Neto y Titino que los castigaba metiéndolos a la maleta, que el mago Frank y su conejo Blas se separaron y este último se dedica a la vida fácil o que la pájara Peggy tiene a alguien adentro, ¡no manches! Pura morbosidad.
Ese morbo que discrimina de forma deliberada o inconsciente, que segrega, pues a pesar de que existen leyes que tratan de evitarlo, noticias como la supuesta salida del armario de Beto y Enrique, nos pone de manifiesto nuestra realidad, que continuamos siendo una sociedad donde el machismo y la misoginia son no únicamente comunes sino vistas como conductas deseables, y que si eres discreto evitando no aparentar lo que eres, serás aceptado por los demás.
Lo bueno es que ya dejaron en paz la relación sentimental entre Miss Piggy y la rana René, espero que ni se les ocurra acusar a Gonzo de zoofilia por sostener una relación con su gallina Camila. ¡Qué bueno que al universo de los cómics me los han dejado en paz! Batman y Robin, pueden estarse tranquilos de que este mundo y sus prejuicios no los atacaran.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
viernes, 28 de septiembre de 2018
jueves, 20 de septiembre de 2018
Tardes chipocludas
En aquellos tiempos de verano, cuando el Tío Gamboín conducía la barra de caricaturas del “Canal 5”, con su clásico saco rojo lleno de pins de personajes de dibujos animados, mostrando su colección de juguetes de cuerda de alucine, ¡wow! Pancholín, Salchichita, El Gran Jefe Pluma Fuente, entre otros; con tristeza les confieso que nunca pude formar parte de su enorme lista de sobrinos, imagino que el chismoso de Corcolito –especie de espectro que viajaba por la señal de la televisión para vigilar la conducta de los infantes– me puso en mal.
Eran épocas en que las vacaciones duraban un titipuchal, entonces mis primos de Guanatos se descolgaban para mí chante a pasar un buen juntos, las canicas, los trompos de parota, los muñecos aventureros de Kid Acero, –para que entiendan los millennials, eran figuras articuladas con accesorios y ropa de tela intercambiable, algo así como la Barbie pero para niños–, la cascarita en las calles, aún no había más coches que personas como hoy, y no podían faltar los chapuzones en el río con el pretexto de que fue por sacar peces tripones para la pila.
Además de jugar con mis primos, disfrutaba escuchándolos hablar con esas raras palabras atípicas de la “Ciudad de las Palmeras”, por ejemplo, decirles asquilines a los esquilines, chuchos a los perros, lonches a las tortas, chota a la policía y lo más curioso, para ellos guamúchil era el árbol completo y la vaina que nos comíamos le llaman guámaras. Los domingos a los vendedores de elotes cocidos del jardín de San Pancho los hacían desatinar al preguntarles por las guasanas, garbanzo verde cocido al que se le echaba sal, limón y chile; ya de grandecito comprendí por qué siempre se carcajeaban cuando íbamos a la tiendita de la esquina –mucho antes de que las erradicaran esas cadenas comerciales que prefieren construir otra sucursal a abrir la segunda caja para atenderte– a comprar panocha.
Un 30 de diciembre de 1992, el Tío Gamboín dejó este mundo y con ello también nuestra infancia, los juegos dejaron de ser divertidos, el Kid Acero junto con amigos y rivales se guardaron en una caja de archivo que aún conservo por puritita nostalgia al igual que las palabritas extrañas que algunas forman parte de mi lenguaje.
Eran épocas en que las vacaciones duraban un titipuchal, entonces mis primos de Guanatos se descolgaban para mí chante a pasar un buen juntos, las canicas, los trompos de parota, los muñecos aventureros de Kid Acero, –para que entiendan los millennials, eran figuras articuladas con accesorios y ropa de tela intercambiable, algo así como la Barbie pero para niños–, la cascarita en las calles, aún no había más coches que personas como hoy, y no podían faltar los chapuzones en el río con el pretexto de que fue por sacar peces tripones para la pila.
Además de jugar con mis primos, disfrutaba escuchándolos hablar con esas raras palabras atípicas de la “Ciudad de las Palmeras”, por ejemplo, decirles asquilines a los esquilines, chuchos a los perros, lonches a las tortas, chota a la policía y lo más curioso, para ellos guamúchil era el árbol completo y la vaina que nos comíamos le llaman guámaras. Los domingos a los vendedores de elotes cocidos del jardín de San Pancho los hacían desatinar al preguntarles por las guasanas, garbanzo verde cocido al que se le echaba sal, limón y chile; ya de grandecito comprendí por qué siempre se carcajeaban cuando íbamos a la tiendita de la esquina –mucho antes de que las erradicaran esas cadenas comerciales que prefieren construir otra sucursal a abrir la segunda caja para atenderte– a comprar panocha.
Un 30 de diciembre de 1992, el Tío Gamboín dejó este mundo y con ello también nuestra infancia, los juegos dejaron de ser divertidos, el Kid Acero junto con amigos y rivales se guardaron en una caja de archivo que aún conservo por puritita nostalgia al igual que las palabritas extrañas que algunas forman parte de mi lenguaje.
jueves, 13 de septiembre de 2018
Constitución nuevecita de paquete
Este lunes 17 de septiembre, la Ciudad de México estrena Constitución Política, que en palabras de Miguel Ángel Mancera, es un documento incluyente que garantiza los derechos sociales, culturales y políticos de todos los habitantes de la CDMX, y a partir de esa fecha, tomen nota lectores y quienes elaboran los libros de texto, nuestro país estará integrado por 32 estados, lo que significa que las delegaciones que antes formaban parte de esta ciudad serán reemplazadas por demarcaciones territoriales –16 para ser exactas–, es decir, ya no tendrán jefes delegacionales, sino alcaldes y en lugar de regidores contarán con concejales.
Otra de las novedades de esta Carta Magna es que tales autoridades a la mitad de sus periodos de gobierno serán sometidos a valoración según su actuar a través de plebiscitos, ya sea para revocarlos o reelegirlos por otro periodo, ¡imagínense quiénes están haciendo changuitos con los dedos para que no sea extensiva tal disposición a nivel nacional!
En el apartado del derecho a la salud, incluye un punto de los más debatidos, el uso médico y terapéutico de la cannabis sativa, marihuana pa´los cuates –nuevamente varios estarán haciendo changuitos, pero esta vez para que sí sea extensiva a nivel nacional–; en el Artículo 6 se aborda el derecho a la autodeterminación personal, es aquí donde pudieran surgir controversias, pues el inciso A en el apartado número dos se cita el derecho de ejercer plenamente las capacidades de cada individuo para vivir y morir con dignidad, siendo esto último lo que muchos interpretan como una muerte asistida o eutanasia.
¡Pare de sufrir! Usted señor casado, abnegado padre de familia de cinco chamacos, si su sacrosanta esposa le está molando con que se haga la vasectomía sin bisturí, y vive en la Ciudad de México, pos ya la hizo, ya que en esta Constitución se salvaguarda el derecho a la esterilización involuntaria o cualquier otro tipo de método anticonceptivo forzado, así que siga reproduciéndose sin remordimientos.
Ya para finalizar carnales, lo mejor es que recurran a la fuente directa de este documento, no se queden con lo escrito por este su inseguro servidor, solo googléenlo, le dan download y lo obtendrán en la pantalla, son 71 artículos, divididos en ocho títulos, insístole y diástole, es una Constitución chilanga, pero vale la pena echarle una leída, pa´que no le digan que esto o que l´otro, ¡a wilbur!
Otra de las novedades de esta Carta Magna es que tales autoridades a la mitad de sus periodos de gobierno serán sometidos a valoración según su actuar a través de plebiscitos, ya sea para revocarlos o reelegirlos por otro periodo, ¡imagínense quiénes están haciendo changuitos con los dedos para que no sea extensiva tal disposición a nivel nacional!
En el apartado del derecho a la salud, incluye un punto de los más debatidos, el uso médico y terapéutico de la cannabis sativa, marihuana pa´los cuates –nuevamente varios estarán haciendo changuitos, pero esta vez para que sí sea extensiva a nivel nacional–; en el Artículo 6 se aborda el derecho a la autodeterminación personal, es aquí donde pudieran surgir controversias, pues el inciso A en el apartado número dos se cita el derecho de ejercer plenamente las capacidades de cada individuo para vivir y morir con dignidad, siendo esto último lo que muchos interpretan como una muerte asistida o eutanasia.
¡Pare de sufrir! Usted señor casado, abnegado padre de familia de cinco chamacos, si su sacrosanta esposa le está molando con que se haga la vasectomía sin bisturí, y vive en la Ciudad de México, pos ya la hizo, ya que en esta Constitución se salvaguarda el derecho a la esterilización involuntaria o cualquier otro tipo de método anticonceptivo forzado, así que siga reproduciéndose sin remordimientos.
Ya para finalizar carnales, lo mejor es que recurran a la fuente directa de este documento, no se queden con lo escrito por este su inseguro servidor, solo googléenlo, le dan download y lo obtendrán en la pantalla, son 71 artículos, divididos en ocho títulos, insístole y diástole, es una Constitución chilanga, pero vale la pena echarle una leída, pa´que no le digan que esto o que l´otro, ¡a wilbur!
jueves, 6 de septiembre de 2018
El día que se acabó la creatividad
Dicen que WhatsApp por su multiplicado número de usuarios se ha convertido en la principal herramienta para echar chacota, guaguarear con los amigos, familia, compañeros del trabajo, entre otros, es más, con tal de alcanzar la mayor cantidad de contactos hasta hacemos grupos desde los cuales organizamos pequeños eventos, hasta enormes guateques en donde invitas a diez y te llegan cincuenta – ¡ah cómo abundan los gorrones!–; es rete chulo de bonito contar con esos grupos donde caben los miembros de la familia o la generación de la facultad, recordando anécdotas y descubrir que para algunos excompañeros uno no ha evolucionado y sigue siendo el cavernícola aquel que todo destruía a su paso.
La neta, a veces me pregunto, ¿por qué la gente se empeña en acabar con la diversión? Primero esa onda de convertir en oficial de cualquier oficina o negocio un grupo del WhatsApp, que como todos sabemos es una falta de respeto a la inteligencia de los empleados, pues si el teléfono móvil y la línea son proporcionados por la empresa para uso exclusivo de sus trabajadores, el patrón está en todo su derecho de obligar a éstos a estar dentro del grupo y vigilar la mensajería que por ahí se envía, pero si no es así, el empleado puede negarse a recibir lo enviado o abandonar el grupo sin ninguna sanción, de serlo, estaría el jefe violentando los derechos de privacidad del celular que es propiedad del trabajador.
¡Oigan, tan bonito que son los oficios membretados! Y tan horrendos que se ven en esas fotos mal enfocadas y borrosas que nos hacen llegar por el guats, digo, a veces hay que interpretar o descifrar su contenido. Eso sin contar lo paranoico que ponen a uno con eso de que un día después te notifican que no firmaste tu asistencia y que te aguantarán hasta cierta hora y tu ingreso laboral es tres horas más tarde, ¡ahí cómo! Te prohíben hacer alarde de tus dotes de comicidad –la neta, hay a quienes les queda bien, a otros pos parecemos chavo-ruco–, pior ahora que a los programadores del whats se les ocurrió instalar la tiznada función que avisa si el mensaje ha sido reenviado o es original, o sea, si pensabas que los demás creían que lo que tanto bombardeabas era de tu intelecto, pues ahora ya no.
Es como si hubieran sepultado a la creatividad, pues ahora todos van a saber que esas ideas donde parecías ingenioso son ajenas, esto me recuerda aquella cita de José Ortega y Gasset, “si las ideas con las que vives son tuyas, entonces vives tu vida, pero si son ajenas, lo más probable es que eres vivido”, lo que significa que ahora solo nos resta crear nuestra propia cadenita de oración, fabricar memes, elaborar tarjetitas ñoñas de saluditos y felicitaciones, y lo más importante, jamás perder el objetivo por el cual se formó el grupo.
La neta, a veces me pregunto, ¿por qué la gente se empeña en acabar con la diversión? Primero esa onda de convertir en oficial de cualquier oficina o negocio un grupo del WhatsApp, que como todos sabemos es una falta de respeto a la inteligencia de los empleados, pues si el teléfono móvil y la línea son proporcionados por la empresa para uso exclusivo de sus trabajadores, el patrón está en todo su derecho de obligar a éstos a estar dentro del grupo y vigilar la mensajería que por ahí se envía, pero si no es así, el empleado puede negarse a recibir lo enviado o abandonar el grupo sin ninguna sanción, de serlo, estaría el jefe violentando los derechos de privacidad del celular que es propiedad del trabajador.
¡Oigan, tan bonito que son los oficios membretados! Y tan horrendos que se ven en esas fotos mal enfocadas y borrosas que nos hacen llegar por el guats, digo, a veces hay que interpretar o descifrar su contenido. Eso sin contar lo paranoico que ponen a uno con eso de que un día después te notifican que no firmaste tu asistencia y que te aguantarán hasta cierta hora y tu ingreso laboral es tres horas más tarde, ¡ahí cómo! Te prohíben hacer alarde de tus dotes de comicidad –la neta, hay a quienes les queda bien, a otros pos parecemos chavo-ruco–, pior ahora que a los programadores del whats se les ocurrió instalar la tiznada función que avisa si el mensaje ha sido reenviado o es original, o sea, si pensabas que los demás creían que lo que tanto bombardeabas era de tu intelecto, pues ahora ya no.
Es como si hubieran sepultado a la creatividad, pues ahora todos van a saber que esas ideas donde parecías ingenioso son ajenas, esto me recuerda aquella cita de José Ortega y Gasset, “si las ideas con las que vives son tuyas, entonces vives tu vida, pero si son ajenas, lo más probable es que eres vivido”, lo que significa que ahora solo nos resta crear nuestra propia cadenita de oración, fabricar memes, elaborar tarjetitas ñoñas de saluditos y felicitaciones, y lo más importante, jamás perder el objetivo por el cual se formó el grupo.
jueves, 30 de agosto de 2018
¡Oiga, doctor regréseme mi enfermedad!
En mi acostumbrada cita mensual a la clínica, esta vez además de lo retrasado que siempre van en los turnos de cada paciente -y ahí no hay revistas para ojear, ¿cómo diablos me voy a enterar de quién se acuesta con la jet set?-, me topé con la situación que más incómoda, cuando te atiende un médico interino, la verdad es vergonzoso escucharles decir que el galeno al que cubren no hace bien su trabajo, intentar desprestigiar su desempeño ante uno, como si no lo conociéramos, ¡uta, esto me recuerda aquel adagio de “entre gitanos no se leen las mano”! Pero éste como que no se lo sabe.
Estoy consciente de que hagan su luchita por quedarse con el puesto de titular tratando de evidenciar que el título lo obtuvieron a razón de su intelecto, así como las virtudes que la madre naturaleza dotó, pero denostar al colega es totalmente deshonesto, además no hay que olvidar lo que una vez el sabio José Saramago dijo sobre hablar del ausente como si estuviera presente, para así evitar conflictos.
Asimismo este médico ignora los tratamientos y terapias que al que está cubriendo utiliza en cada uno de sus pacientes, por ejemplo, él no sabía que para controlar mi enfermedad crónico-degenerativa recurro a recomendaciones que mi doctor familiar ha seguido cada mes, los ejercicios que realizo, en fin, un titipuchal de cosas que ustedes no están para saberlo y yo menos para contárselos, pues hay que respetar la confidencialidad médica. De haber conocido mi historial clínico, no hubiera invertido en vano parte de la consulta en indagar cosas como el consumo de tabaco, alcohol, horarios de descanso y tipo de alimentación, ya se imaginarán la refrescada de memoria a mi santa jefecita que me otorgaron quienes estaban en la sala de espera sin esperanza de que les llegara su tuno.
Al borde del infarto fue cuando se atrevió a cambiarme algunos medicamentos, dizque porque ya tengo mucho tiempo consumiéndolos y probablemente ya ni sean igual de efectivos. Para rematar expidió una solicitud de estudios de laboratorio, seguramente por lo gordo que estoy, pero lo más lamentable es que esta persona ya ni se encuentre para la próxima consulta y quien tenga que darle seguimiento a los resultados sea el titular, pero el aprieto de ir dos veces al laboratorio -una vez para realizar la solicitud y otra para que los realicen- me lo voy a chutar, algo así como 5.2 km, equivalente a 14 minutos de ida y vuelta, ¡ay, doctor, regréseme mi enfermedad!.
Estoy consciente de que hagan su luchita por quedarse con el puesto de titular tratando de evidenciar que el título lo obtuvieron a razón de su intelecto, así como las virtudes que la madre naturaleza dotó, pero denostar al colega es totalmente deshonesto, además no hay que olvidar lo que una vez el sabio José Saramago dijo sobre hablar del ausente como si estuviera presente, para así evitar conflictos.
Asimismo este médico ignora los tratamientos y terapias que al que está cubriendo utiliza en cada uno de sus pacientes, por ejemplo, él no sabía que para controlar mi enfermedad crónico-degenerativa recurro a recomendaciones que mi doctor familiar ha seguido cada mes, los ejercicios que realizo, en fin, un titipuchal de cosas que ustedes no están para saberlo y yo menos para contárselos, pues hay que respetar la confidencialidad médica. De haber conocido mi historial clínico, no hubiera invertido en vano parte de la consulta en indagar cosas como el consumo de tabaco, alcohol, horarios de descanso y tipo de alimentación, ya se imaginarán la refrescada de memoria a mi santa jefecita que me otorgaron quienes estaban en la sala de espera sin esperanza de que les llegara su tuno.
Al borde del infarto fue cuando se atrevió a cambiarme algunos medicamentos, dizque porque ya tengo mucho tiempo consumiéndolos y probablemente ya ni sean igual de efectivos. Para rematar expidió una solicitud de estudios de laboratorio, seguramente por lo gordo que estoy, pero lo más lamentable es que esta persona ya ni se encuentre para la próxima consulta y quien tenga que darle seguimiento a los resultados sea el titular, pero el aprieto de ir dos veces al laboratorio -una vez para realizar la solicitud y otra para que los realicen- me lo voy a chutar, algo así como 5.2 km, equivalente a 14 minutos de ida y vuelta, ¡ay, doctor, regréseme mi enfermedad!.
jueves, 23 de agosto de 2018
Enfoques de vida
En cierto plantel educativo, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo que habitaba un director de pantalón caqui, camisa a rayas, barba de candado y mente muy amueblada; era la época de inscripciones, en su oficina se le veía sentado frente al monitor de la computadora, al lado de una montaña de oficios y hojas membretadas, Hilda, su secretaria, graduada del curso de Taquigrafía y Mecanografía impartido por la academia Minerva, era la antesala para recibir a los padres y madres de los aspirantes.
Es, pues, de saber, que este sobredicho director, los ratos que estaba ocioso –que eran los menos del año– se daba a leer libros con tanta afición y agrado, que olvidó casi de todo punto el frontenis, ese deporte de pelota vasca al que recurría para guardar el estrés laboral, ahora busca en las plataformas de comercio electrónico libros extraños o primeras ediciones de literatura moderna, siendo su máximo tesoro ese libro de Los versos del capitán sin firmar por Neruda –ustedes ya saben por qué no lo firmó en su momento–, el cual con orgullo presume a sus visitantes de casa.
Esa mañana, Hilda le llevó unos padres que ansiosos cuestionaban si en esa escuela existían estudiantes perversos, montoneros y malhablados, si los profesores eran corruptos, reprobadores y elitistas que solo prefirieran a los aplicados. A lo que el director respondió, “lamento defraudarlos, pero aquí son así”. Al escuchar lo anterior, los progenitores agradecieron la sinceridad de la autoridad, se pusieron de pie para retirarse dispuestos a buscar otro centro educativo que cumplieran con sus expectativas.
Enseguida, la secretaria pasó a otra pareja, quienes humildemente le dicen que por motivos laborales habían cambiado de ciudad, que se arrepentían de haber sacado a su hijo de la escuela de ese lugar, pues todos los profesores eran atentos, comprometidos con su labor, cumplidos de sus horarios y honestos en la forma de evaluar; también que los estudiantes eran jóvenes solidarios, hospitalarios y dedicados al estudio.
Señores, ¡qué suerte tienen! En esta escuela tanto alumnos como profesores son iguales a los de donde ustedes vienen. Sin pensarlo, los papás decidieron formalizar los trámites para que su vástago estudiara ahí. En cuanto se retiraron, Hilda intrigada por las respuestas a las dos familias, le comenta, “director, ¿es posible hacer eso con las personas?”
Mire, cada corazón es un universo, quien no ha encontrado nada bueno en sus conocidos, tampoco lo encontrará en las personas nuevas que conozca. Es muy distinto de aquel que va por el mundo sembrando amistad, encontrando en las personas aspectos positivos que, sin dudarlo, se reflejarán en sus actividades diarias. En pocas palabras cada quien en su interior, es lo que percibe en el exterior, por lo tanto, así será captado por sus semejantes.
Es, pues, de saber, que este sobredicho director, los ratos que estaba ocioso –que eran los menos del año– se daba a leer libros con tanta afición y agrado, que olvidó casi de todo punto el frontenis, ese deporte de pelota vasca al que recurría para guardar el estrés laboral, ahora busca en las plataformas de comercio electrónico libros extraños o primeras ediciones de literatura moderna, siendo su máximo tesoro ese libro de Los versos del capitán sin firmar por Neruda –ustedes ya saben por qué no lo firmó en su momento–, el cual con orgullo presume a sus visitantes de casa.
Esa mañana, Hilda le llevó unos padres que ansiosos cuestionaban si en esa escuela existían estudiantes perversos, montoneros y malhablados, si los profesores eran corruptos, reprobadores y elitistas que solo prefirieran a los aplicados. A lo que el director respondió, “lamento defraudarlos, pero aquí son así”. Al escuchar lo anterior, los progenitores agradecieron la sinceridad de la autoridad, se pusieron de pie para retirarse dispuestos a buscar otro centro educativo que cumplieran con sus expectativas.
Enseguida, la secretaria pasó a otra pareja, quienes humildemente le dicen que por motivos laborales habían cambiado de ciudad, que se arrepentían de haber sacado a su hijo de la escuela de ese lugar, pues todos los profesores eran atentos, comprometidos con su labor, cumplidos de sus horarios y honestos en la forma de evaluar; también que los estudiantes eran jóvenes solidarios, hospitalarios y dedicados al estudio.
Señores, ¡qué suerte tienen! En esta escuela tanto alumnos como profesores son iguales a los de donde ustedes vienen. Sin pensarlo, los papás decidieron formalizar los trámites para que su vástago estudiara ahí. En cuanto se retiraron, Hilda intrigada por las respuestas a las dos familias, le comenta, “director, ¿es posible hacer eso con las personas?”
Mire, cada corazón es un universo, quien no ha encontrado nada bueno en sus conocidos, tampoco lo encontrará en las personas nuevas que conozca. Es muy distinto de aquel que va por el mundo sembrando amistad, encontrando en las personas aspectos positivos que, sin dudarlo, se reflejarán en sus actividades diarias. En pocas palabras cada quien en su interior, es lo que percibe en el exterior, por lo tanto, así será captado por sus semejantes.
jueves, 16 de agosto de 2018
Whatsappeando con el abuelo
Si mi abuelo Churío viviera se mofaría de vernos todos atolondrados con el uso del teléfono celular, echaría guasa de cómo hemos “mejorado” nuestras formas de comunicación, o sea, ver novios que en lugar de la típica práctica de succionar cachetes pierden el tiempo intercambiando memes, comadres que ya no comparten los chismes de lavadero en la tiendita de la esquina –que por cierto están en vías de extinción gracias a las pinches franquicias–, ahora han creado su propio grupo de WhatsApp.
Si antes te salías al quicio de la puerta con tu silla a disfrutar del atardecer, hoy por la tiznada inseguridad en que vivimos, un cancel nos aparta del bullicio de los peatones y la entrada a nuestro hogar, es más, la casa parece jaula de tantas rejas que le ha dado en la torre a la estética de la fachada; el abuelo que gustaba echarse una bocanada de humo en cualquier lugar, hoy lo más seguro es que se agüitaría de que ya no es posible de hacerlo, salvo en los sitios indicados.
En su época podían ir en el asiento de atrás del coche hasta cinco personas, incluso en las motos iban tres personas y bebé en brazos de la madre, ahora lo más probable es que por así hacerlo te facturen una multa de varios salarios; podía permanecer fuera de casa incomunicado por varias horas sin que nadie lo molestará, pues ni existía el teléfono móvil, ahora, si uno no se lo lleva es tanto el apego de este aparato que hasta nos sentimos inseguros.
Cuando el Churío estaba de buenas nos compartía una copita de rompope, mientras la abuela nos preparaba el exquisito bolillo con nata y azúcar o te ofrecía hasta seis churros con un jarro de chocolate en agua, hoy la liga de la decencia y las buenas costumbres ven con malos ojos la primera acción y los médicos atribuyen nuestra diabetes a esos “insanos” hábitos alimenticios. En la actualidad lo más probable es que su sabiduría estaría sujeta a la “veracidad” de Google y Wikipedia.
Desafortunadamente el abuelo ya no está en este mundo, pero estoy seguro de que hubiera estado feliz de ver las caderas de Kim Kardashian y Nicki Minaj, escuchar la música de Pink Floyd y seguir saboreando el sabatino pozole, aunque sea de maíz transgénico, obviamente me mandaría por un tubo si lo invitara a whatsappear, ya lo imagino: “¡M´hijo no sea pendejo, qué no me tiene aquí para guaguarear!”
Si antes te salías al quicio de la puerta con tu silla a disfrutar del atardecer, hoy por la tiznada inseguridad en que vivimos, un cancel nos aparta del bullicio de los peatones y la entrada a nuestro hogar, es más, la casa parece jaula de tantas rejas que le ha dado en la torre a la estética de la fachada; el abuelo que gustaba echarse una bocanada de humo en cualquier lugar, hoy lo más seguro es que se agüitaría de que ya no es posible de hacerlo, salvo en los sitios indicados.
En su época podían ir en el asiento de atrás del coche hasta cinco personas, incluso en las motos iban tres personas y bebé en brazos de la madre, ahora lo más probable es que por así hacerlo te facturen una multa de varios salarios; podía permanecer fuera de casa incomunicado por varias horas sin que nadie lo molestará, pues ni existía el teléfono móvil, ahora, si uno no se lo lleva es tanto el apego de este aparato que hasta nos sentimos inseguros.
Cuando el Churío estaba de buenas nos compartía una copita de rompope, mientras la abuela nos preparaba el exquisito bolillo con nata y azúcar o te ofrecía hasta seis churros con un jarro de chocolate en agua, hoy la liga de la decencia y las buenas costumbres ven con malos ojos la primera acción y los médicos atribuyen nuestra diabetes a esos “insanos” hábitos alimenticios. En la actualidad lo más probable es que su sabiduría estaría sujeta a la “veracidad” de Google y Wikipedia.
Desafortunadamente el abuelo ya no está en este mundo, pero estoy seguro de que hubiera estado feliz de ver las caderas de Kim Kardashian y Nicki Minaj, escuchar la música de Pink Floyd y seguir saboreando el sabatino pozole, aunque sea de maíz transgénico, obviamente me mandaría por un tubo si lo invitara a whatsappear, ya lo imagino: “¡M´hijo no sea pendejo, qué no me tiene aquí para guaguarear!”
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