Dedicado a mi One Touch 5036A.
Hace unos días, navegando por internet – N´hombre, que ya tenía sus años que no utilizaba tan noventeras palabras–, vi en la página de SensaCine el tráiler de la película Perfectos desconocidos, del director Álex de la Iglesia, cuya trama gira sobre una extraña dinámica, en una reunión de amigos colocan sobre la mesa los celulares de todos y hacen público durante la reunión lo que se iba recibiendo a través del aparato.
¡De locos el dichoso jueguito! Hacer del dominio de los demás todo el contenido de ese objeto que hasta al baño nos acompaña, donde hemos visitado –no me salgan con la mamarrachada que ustedes no–sitios web que en una computadora de escritorio no somos capaces de abrir bajo el temor a ser sorprendido por alguien o que se sepa que eres filial al grupo ese de compañeros cochinones de la secundaria que al parecer no han evolucionado y se comportan como imberbes púberes. Otro punto en contra, radica en que además de las aplicaciones que le hemos suministrado a nuestro dispositivo móvil, también le incluimos nuestros secretos e intimidades, por ejemplo ahí están las claves de ingresos a las redes sociales, las fotografías y videos no aptos para cualquiera, los contactos que podrían resultar incomodos para los demás, entre otras cosillas –aquí estimado lector, piensa en las de tu particularidad.
En la actualidad, para algunos el celular es en sí el desarrollo de sus vidas, donde no existen reservas ni restricciones, lo que hace de ese tipo de juegos un peligro, además, ¿contamos con la madurez de soportar sinceridad al 100%? Tal vez caigamos en la cuenta de que la sinceridad y la verdad a veces llegan a incomodar, pues somos partidarios de conocer las cosas a medias. Haciéndonos al ánimo de que es saludable que tu hijo, pareja o tú mismo tengan una porción de privacidad en la vida, pues así evitas posibles diferencias en las relaciones humanas o que borren el concepto que tienen de ti.
Si crees que no es razonable mi argumento, por favor realiza un recuento de las veces que a tus padres les mentiste con tal de que la vida continuara en armonía. También, considero que le quita ese toque de misterio a una relación de pareja el saber todo lo que es y lo que será, mejor aceptarse tal cual y punto.
Después de terminar la redacción del artículo dudé en hacerlo público, pues más de alguno tendrá la iniciativa de ponerlo en práctica, ¿se imaginan este ejercicio en la posada de la oficina, la cena navideña o de fin de año? Lo más seguro es que terminaría en drama y esta vez no será por el intercambio, creo que lo mejor es continuar siendo sinceros sin dejar de mentir.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
viernes, 15 de diciembre de 2017
jueves, 7 de diciembre de 2017
¡Ahí vienen los tesoneros!
Dedicado a… ustedes ya saben.
Por fin ha llegado el esperado frío a nuestra horneada ciudad, ¡tanto que se le extrañaba! Los ventiladores tienen su receso, los ventanales cierran en las madrugadas, cuesta más fuerza de voluntad levantarse de la cama, es más, hasta al gallo le da hueva cantar a las seis de la mañana, de lo helado que esta el tráfico se enfermó de laringitis, pero los que andan más inquietos que una monja en despedida de soltera ante Stripper, Chip n’ Dale, son los tesoneros estudiantes, ustedes ya se imaginarán por qué.
Es común por estas fechas que los alumnos se conviertan en remedo de escolta presidencial de aquellos profesores que por una casualidad del destino están aún adeudando sus materias debido a las bajas calificaciones, entonces los vemos hacerles guardia a los ingresos del plantel, afuera de los baños, en la cafetería –¡ya ni la amuelan! Apenitas le vas hincando el diente a la torta de chilaquil y ahí están acechándote. En otras épocas las fotocopiadoras sobresaturaban su funcionamiento, hoy gracias al avance tecnológico un teléfono celular se encarga de fotografiar todos los apuntes del más sobresaliente de la clase, convirtiendo sus cuadernos en especie de best seller, así como si fueran libros, por cierto, para los que no son de mis tiempos, un libro era como la Wikipedia, solamente que impresa y empastada.
Irónicamente a pesar de la laicidad de la educación los jóvenes realizan peregrinación del cubículo de docentes al estacionamiento implorando por décimas, puntos extras o exentar la evaluación final con la calificación que obtuvieron, aquí es cuando el profesor a través de una oración al alma de Gregorio Torres Quintero pide que ponga en su cerebro las palabras correctas que les hagan comprender a sus educandos que las tareas y trabajos académicos se recogieron durante el ciclo escolar, hoy ya no se aceptan.
También es frecuente querer que en la escuela se arranque esa iniciativa solidaria del redondeo pero en lugar de a favor del cliente es sobre las calificaciones, ni que la institución educativa fuera algo así como la tienda “o por, por, o”; el grupo ya sea de WhatsApp o Facebook que el docente creó con fines académicos, de pronto se vuelve una pesadilla al saturarse el inbox con un titipuchal de mensajes, olvídate de que las dos palomitas en algún momento se pondrán en azulito, pues ya han sido bloqueados esos exigentes discípulos o de plano en un acto tipo Führer decidió realizar un holocausto del grupo.
Solamente queda recurrir a las prácticas sobrenaturales, o sea, conseguir una güija, para invocar al chamuco con tal de convencer al testarudo maistro para que se compadezca regalando puntos extras o recibiendo trabajos especiales, pero en el extremo de los casos, pos… mejor que se pongan a estudiar.
Por fin ha llegado el esperado frío a nuestra horneada ciudad, ¡tanto que se le extrañaba! Los ventiladores tienen su receso, los ventanales cierran en las madrugadas, cuesta más fuerza de voluntad levantarse de la cama, es más, hasta al gallo le da hueva cantar a las seis de la mañana, de lo helado que esta el tráfico se enfermó de laringitis, pero los que andan más inquietos que una monja en despedida de soltera ante Stripper, Chip n’ Dale, son los tesoneros estudiantes, ustedes ya se imaginarán por qué.
Es común por estas fechas que los alumnos se conviertan en remedo de escolta presidencial de aquellos profesores que por una casualidad del destino están aún adeudando sus materias debido a las bajas calificaciones, entonces los vemos hacerles guardia a los ingresos del plantel, afuera de los baños, en la cafetería –¡ya ni la amuelan! Apenitas le vas hincando el diente a la torta de chilaquil y ahí están acechándote. En otras épocas las fotocopiadoras sobresaturaban su funcionamiento, hoy gracias al avance tecnológico un teléfono celular se encarga de fotografiar todos los apuntes del más sobresaliente de la clase, convirtiendo sus cuadernos en especie de best seller, así como si fueran libros, por cierto, para los que no son de mis tiempos, un libro era como la Wikipedia, solamente que impresa y empastada.
Irónicamente a pesar de la laicidad de la educación los jóvenes realizan peregrinación del cubículo de docentes al estacionamiento implorando por décimas, puntos extras o exentar la evaluación final con la calificación que obtuvieron, aquí es cuando el profesor a través de una oración al alma de Gregorio Torres Quintero pide que ponga en su cerebro las palabras correctas que les hagan comprender a sus educandos que las tareas y trabajos académicos se recogieron durante el ciclo escolar, hoy ya no se aceptan.
También es frecuente querer que en la escuela se arranque esa iniciativa solidaria del redondeo pero en lugar de a favor del cliente es sobre las calificaciones, ni que la institución educativa fuera algo así como la tienda “o por, por, o”; el grupo ya sea de WhatsApp o Facebook que el docente creó con fines académicos, de pronto se vuelve una pesadilla al saturarse el inbox con un titipuchal de mensajes, olvídate de que las dos palomitas en algún momento se pondrán en azulito, pues ya han sido bloqueados esos exigentes discípulos o de plano en un acto tipo Führer decidió realizar un holocausto del grupo.
Solamente queda recurrir a las prácticas sobrenaturales, o sea, conseguir una güija, para invocar al chamuco con tal de convencer al testarudo maistro para que se compadezca regalando puntos extras o recibiendo trabajos especiales, pero en el extremo de los casos, pos… mejor que se pongan a estudiar.
¡Vísperas de Navidad!
Dedicado al extinto Santa Clós de aquella gran barata anual.
Curiosamente desde el martes 21, la mayoría de las casas por donde camino están adornadas de luces multicolores, pastoras o flores de Nochebuena, en espera de la Navidad, ¿cómo que se están adelantando? Mi agüelita aseguraba que los adornos navideños y demás elementos decorativos se debían colocar a partir del primer domingo de adviento. Bueno, pero a ella no le tocó vivir estos tiempos modernos donde las estrategias de marketing transforman las temporadas en ansias comerciales – ¡mira que mezclar guirnaldas y estrellas de belén con utensilios para Halloween a finales de octubre! –, aunado a la tristeza que abunda en nosotros, quienes siempre buscamos un pretexto que nos distraiga de la rutina y nos motive a continuar con el ritmo de la vida.
Pretendemos acercar esas fechas tapizando de luces la fachada de nuestros hogares, desempolvando el antiguo árbol que se volverá luminoso en cuya base colocaremos el pesebre con las reliquias de figuras que han pasado de generación en generación… todo en apariencia, mientras continuamos declarándonos la guerra de día y haciendo la mimesis de amor por las noches en lo más oscuro de la alcoba.
Es más, hasta mi vecino ya quitó del ventanal la bandera del equipo… ni les digo cuál es, pues no vale la pena, para colocar una carita de Santa Claus cachetes rosados tipo pujido, de barba blanca que a la semana de estar a la intemperie se pondrá gris debido a la polución. Algunos ya saborean esa exquisita cena del 24 de diciembre, donde las que menos disfrutan de ello son las amas de casa, salvo el consuelo de ver reunidos al noventa por ciento de la familia, pues siempre faltarán a quien más se les extraña.
Por su parte, mis compañeros realizan la cuenta regresiva para el anhelado periodo vacacional, así como el pago del aguilaaargo, al igual que ya están planeando con ahínco las posadas, haciendo changuitos con los dedos para que en el intercambio no les vayan a salir con el cuento de que a Jesusita la bolsearon y les corresponda un obsequio inferior al que invirtieron. Ya ven que eso de empezar a quererse es tan superfluo y banal, que por ello la organización de la Navidad agota.
Curiosamente desde el martes 21, la mayoría de las casas por donde camino están adornadas de luces multicolores, pastoras o flores de Nochebuena, en espera de la Navidad, ¿cómo que se están adelantando? Mi agüelita aseguraba que los adornos navideños y demás elementos decorativos se debían colocar a partir del primer domingo de adviento. Bueno, pero a ella no le tocó vivir estos tiempos modernos donde las estrategias de marketing transforman las temporadas en ansias comerciales – ¡mira que mezclar guirnaldas y estrellas de belén con utensilios para Halloween a finales de octubre! –, aunado a la tristeza que abunda en nosotros, quienes siempre buscamos un pretexto que nos distraiga de la rutina y nos motive a continuar con el ritmo de la vida.
Pretendemos acercar esas fechas tapizando de luces la fachada de nuestros hogares, desempolvando el antiguo árbol que se volverá luminoso en cuya base colocaremos el pesebre con las reliquias de figuras que han pasado de generación en generación… todo en apariencia, mientras continuamos declarándonos la guerra de día y haciendo la mimesis de amor por las noches en lo más oscuro de la alcoba.
Es más, hasta mi vecino ya quitó del ventanal la bandera del equipo… ni les digo cuál es, pues no vale la pena, para colocar una carita de Santa Claus cachetes rosados tipo pujido, de barba blanca que a la semana de estar a la intemperie se pondrá gris debido a la polución. Algunos ya saborean esa exquisita cena del 24 de diciembre, donde las que menos disfrutan de ello son las amas de casa, salvo el consuelo de ver reunidos al noventa por ciento de la familia, pues siempre faltarán a quien más se les extraña.
Por su parte, mis compañeros realizan la cuenta regresiva para el anhelado periodo vacacional, así como el pago del aguilaaargo, al igual que ya están planeando con ahínco las posadas, haciendo changuitos con los dedos para que en el intercambio no les vayan a salir con el cuento de que a Jesusita la bolsearon y les corresponda un obsequio inferior al que invirtieron. Ya ven que eso de empezar a quererse es tan superfluo y banal, que por ello la organización de la Navidad agota.
jueves, 23 de noviembre de 2017
LOcO FiN
Wow¡ Así como si fuera eslogan publicitario de tienda departamental, este último puente del 2017 se la rifó, primero sacó a relucir nuestro perfil consumista con eso del “Buen Fin:)” –por cierto, ¿qué onda con la sonrisita? –, comprando tantas cosas que ni necesitábamos, además ni era cierto eso de los televisores de 10.999 pesos, pos ni los encontré. En el cine, el viernes veíamos a más personas en mallas que ni los lunes de zumba por el jardín de mi barrio, es más, aquello en pantalla parecía pijamada por la película de Justice League.
El 20 triplicamos el festejo patrio, pues además de conmemorar el 107 de la Revolución, de paso repetimos el cumpleaños del Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García, y para que no se nos olvide, ahí va de nuez la celebración de la Independencia, ¡híjole! Cuánta información por procesar en las materias primas de las masas encefálicas de nuestra chaviza, con tal de que quedara bien fomentada nuestra idiosincrasia patriótica, luego de esto, creo que no aplica esa cuestión de: ¿pa´qué estudiamos historia?
Como dicen nuestros Bitles del nopal, Café Tacuba en su canción El Ciclón: “quiero hacerla un cuadrado, deformarla en un triángulo, pero la vida siempre vuelve a su forma circular”, todo regresó a la normalidad el martes 21, que parecía lunes, pero en realidad era martes, lo supe cuando al pasar por el Rancho de Villa contemplé a las vendimias atascadas de clientes y en el parabús el gentío esperando sin esperanza la ruta del tentempié que los llevará a su chante.
El 20 triplicamos el festejo patrio, pues además de conmemorar el 107 de la Revolución, de paso repetimos el cumpleaños del Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García, y para que no se nos olvide, ahí va de nuez la celebración de la Independencia, ¡híjole! Cuánta información por procesar en las materias primas de las masas encefálicas de nuestra chaviza, con tal de que quedara bien fomentada nuestra idiosincrasia patriótica, luego de esto, creo que no aplica esa cuestión de: ¿pa´qué estudiamos historia?
Como dicen nuestros Bitles del nopal, Café Tacuba en su canción El Ciclón: “quiero hacerla un cuadrado, deformarla en un triángulo, pero la vida siempre vuelve a su forma circular”, todo regresó a la normalidad el martes 21, que parecía lunes, pero en realidad era martes, lo supe cuando al pasar por el Rancho de Villa contemplé a las vendimias atascadas de clientes y en el parabús el gentío esperando sin esperanza la ruta del tentempié que los llevará a su chante.
jueves, 16 de noviembre de 2017
Expresión al bidé
Este lunes, para los usuarios de los servicios de transporte urbano de la zona conurbada, se dio un preludio al 1 de enero del 2018 con el incremento de dos pesos a la tarifa general, quienes no nos enteramos el meritito día del anuncio oficial, pudimos constatarlo gracias al enooooorme ocho que aparecía al frente de los camiones, los distraídos como este inseguro servidor de ustedes llegó a creer que todas las rutas se habían transformado en la número 8, ¡chin! ¿Dónde habían quedado las 10, 20 y 3? Parecía como si nos las hubieran robado, después, la 14 hizo que entrará en razón cuando abajo del ocho se incluía la frase “Sin llorar” a son de burla #@!%’¡#&.
Un simple número expresaba la buena nueva para los choferes y la desesperación de las carteras de quienes utilizan este servicio. Así como lo hicieron los transportistas, existen formas de expresión por todas partes, las paredes grafiteadas con groserías u obras de arte, esos panorámicos anuncios de las calles –que a veces de tantos que hay, se contamina de forma visual mi amada Ciudad de las Palmeras–, en las visitas a los baños públicos uno se topa con lecturas exquisitas que van de lo divertido y sarcástico, a lo directo y triste.
También existimos sujetos que al expresarnos tal vez nos convertimos en enemigos de la RAE, por las frases sin sentido que decimos –y que también escribimos–, cualquier semejanza con el loro de mi casa es pura coincidencia. Reconozco que cuando tratamos de llegar a los demás, una evidencia clara es nuestra imperiosa necedad de entablar comunicación con otros, precisamente en ese hablar tan crucigramado intentamos que los demás nos codifiquen lo que decimos, aprovecho para agradecer a quienes ponen sus ojos en esto que tan devotamente escribo todos los jueves.
De todas las desdichas humanas que permanecen ocultas con total justificación en el ámbito de lo privado, los lenguajes cursis de pareja son los que más pena ajena causa a quien los escuchamos, neta, eso de que vas en el camión, mientras la pareja de enfrente va diciéndose frases de pastel o cuando tu compañera de la chamba responde la llamada de su pioresnada con apodos tan domésticos como “¡sí mi amor, lo que tú digas cariño!” ¡Puaf! ¡puaj!
A consecuencia de lo anterior, en un (fallido) intento de ser lo más mesurado al hablar, con la precaución de evitar decir esas palabras hermosas que se verán ensuciadas por los múltiples usos de los termómetros de mis vísceras, en mi cerebro planeo conversaciones que probablemente nunca se lleven a cabo, pues lo más patético es que suelo siempre expresar lo que ni siquiera pensé.
Un simple número expresaba la buena nueva para los choferes y la desesperación de las carteras de quienes utilizan este servicio. Así como lo hicieron los transportistas, existen formas de expresión por todas partes, las paredes grafiteadas con groserías u obras de arte, esos panorámicos anuncios de las calles –que a veces de tantos que hay, se contamina de forma visual mi amada Ciudad de las Palmeras–, en las visitas a los baños públicos uno se topa con lecturas exquisitas que van de lo divertido y sarcástico, a lo directo y triste.
También existimos sujetos que al expresarnos tal vez nos convertimos en enemigos de la RAE, por las frases sin sentido que decimos –y que también escribimos–, cualquier semejanza con el loro de mi casa es pura coincidencia. Reconozco que cuando tratamos de llegar a los demás, una evidencia clara es nuestra imperiosa necedad de entablar comunicación con otros, precisamente en ese hablar tan crucigramado intentamos que los demás nos codifiquen lo que decimos, aprovecho para agradecer a quienes ponen sus ojos en esto que tan devotamente escribo todos los jueves.
De todas las desdichas humanas que permanecen ocultas con total justificación en el ámbito de lo privado, los lenguajes cursis de pareja son los que más pena ajena causa a quien los escuchamos, neta, eso de que vas en el camión, mientras la pareja de enfrente va diciéndose frases de pastel o cuando tu compañera de la chamba responde la llamada de su pioresnada con apodos tan domésticos como “¡sí mi amor, lo que tú digas cariño!” ¡Puaf! ¡puaj!
A consecuencia de lo anterior, en un (fallido) intento de ser lo más mesurado al hablar, con la precaución de evitar decir esas palabras hermosas que se verán ensuciadas por los múltiples usos de los termómetros de mis vísceras, en mi cerebro planeo conversaciones que probablemente nunca se lleven a cabo, pues lo más patético es que suelo siempre expresar lo que ni siquiera pensé.
jueves, 9 de noviembre de 2017
Pérdida de tiempo
Ya pasó el Día de Muertos, atrás quedaron esos panditas… ¡Ups! Digo, calaveritas que la chaviza se disfrazaba para conmemorar a los difuntos, pero, que yo sepa Ace Frehley y Peter Criss de Kiss aún no mueren, ¿entonces por qué muchos se maquillaron como ellos ese día? Aprovechando el archirequetemegapuente, acudí a equis sala de cine a ver esa película animada que nos restriega en la cara la capacidad imaginativa de los gringos al reciclar nuestras tradiciones y folklor, o sea, nos asombraron al exhibirnos algo que para nosotros de tan común que era ni en cuenta, pues lo tomábamos de ordinario que pasaba inadvertido.
Hablando de momentos inadvertidos, cierta vez una colega laboral con el clásico sarcasmo de nuestra profesión me dijo: ¡oyes! Tu que escribes sobre las tonterías de la vida – ¡qué! ¿Cómo? “#@!%’¡#&–, nunca te has puesto a pensar en el valioso tiempo que perdemos entre la duración del cambio del semáforo de rojo a verde, casi llega al minuto y medio, los cuales si los sumas con todos los que te cruzas al día y los multiplicas por los meses, al año son un titipuchal de momentos de la vida que te pierdes en la lela, es decir, vas desperdiciando la vida en cada luz roja.
Creo que el tiempo nunca se pierde si en esos momentos lo utilizamos para pensar, no en divagar sobre la inmortalidad del cangrejo, sino en colocar en los pensamientos asuntos que se analicen con atención y detenimiento, generando puntos de vistas que permitan tomar decisiones acertadas a esos asuntos. Recuerde que cuando uno viaja ya sea en camión, taxi o coche particular, las cosas se miran distintas, pues las perspectivas cambian, las broncas que nos parecen grandes, tomando un poquito de distancia ya sea en espacio o en el tiempo ese que según usted se pierde en cada cambio de luz, se ven diferentes.
¡Ah! Regresando al tema de la película, apreciado lector, si dudaste de mi insensibilidad al ver la cinta, honestamente, sí lloré, pero no de ternura, sino de enfado, porque ahora para el mundo ser mexicano es festejar el dos de noviembre perdiéndose en el laberinto del tiempo y el olvido otras manifestaciones populares de nuest
Hablando de momentos inadvertidos, cierta vez una colega laboral con el clásico sarcasmo de nuestra profesión me dijo: ¡oyes! Tu que escribes sobre las tonterías de la vida – ¡qué! ¿Cómo? “#@!%’¡#&–, nunca te has puesto a pensar en el valioso tiempo que perdemos entre la duración del cambio del semáforo de rojo a verde, casi llega al minuto y medio, los cuales si los sumas con todos los que te cruzas al día y los multiplicas por los meses, al año son un titipuchal de momentos de la vida que te pierdes en la lela, es decir, vas desperdiciando la vida en cada luz roja.
Creo que el tiempo nunca se pierde si en esos momentos lo utilizamos para pensar, no en divagar sobre la inmortalidad del cangrejo, sino en colocar en los pensamientos asuntos que se analicen con atención y detenimiento, generando puntos de vistas que permitan tomar decisiones acertadas a esos asuntos. Recuerde que cuando uno viaja ya sea en camión, taxi o coche particular, las cosas se miran distintas, pues las perspectivas cambian, las broncas que nos parecen grandes, tomando un poquito de distancia ya sea en espacio o en el tiempo ese que según usted se pierde en cada cambio de luz, se ven diferentes.
¡Ah! Regresando al tema de la película, apreciado lector, si dudaste de mi insensibilidad al ver la cinta, honestamente, sí lloré, pero no de ternura, sino de enfado, porque ahora para el mundo ser mexicano es festejar el dos de noviembre perdiéndose en el laberinto del tiempo y el olvido otras manifestaciones populares de nuest
jueves, 26 de octubre de 2017
Cuentos y canciones
Dedicado a Francisco Gabilondo Soler.
De cera… el del museo en GDL
El fin de semana decidí montármelo de infante en el estero de casa, por los seis bafles de más de 1500 W de potencia sonaron canciones de Parchís, Enrique y Ana, El Chavo del Ocho con toda la vecindad, como intermedio puse los cuentos y canciones de Cri-Cri, ¡ah! el señor que una vez fue grillito, ese que vivía en campos y bosques tocando su pequeño violín, que la neta era una hojita, pero si los Kronos Quartet interpretan la canción de “Perfidia” también con ese órgano vegetativo, al igual que el señor que va al mercado Manuel Álvarez y se echa la rola de “Amorcito corazón” por unas cuantas monedas con el citado instrumento, ¡chingón maistro!
Al escuchar las canciones, en una de ellas volví a imaginarme anotando en la libreta los garrotazos que la tía le arremete al niño ese que dice groserías, a pesar de su cara angelical igual a un querubín, ¡wee, eso es fomento al bullying! No podía faltar el drama que toda ama de casa vive a diario al ir al mercado con el alza de los productos de la canasta básica, y que también enfrenta la Patita a quien solo le queda regatear o poner a su familia a un régimen alimenticio de mosquitos, pues además tiene un marido que ni trabaja, ¿en dónde he visto algo parecido?
A las tres de la mañana – ¡eh! ¿Qué no es la hora del chamuco? – empieza el ritual de los muñecos, donde siempre el Gato Félix le parte su mandarina en gajos al sonriente Pierrot, para que los deje continuar brincoteando hasta el amanecer, aquí como que uno reflexiona y saca a conclusión de que los “creativos” de Pixar se fusilaron la idea de Toy Story de esta canción. Igual pudiera ser que otra de sus fuentes de inspiración fue La muñeca fea, ¡no manches que nombre tan peyorativo! Bueno de entrada la música es triste con esa mezcla de arpa y piano, luego saber que ya no tiene un brazo, la cara toda chamagosa y para colmo llora lágrimas de aserrín debido a que los ingratos del mundo ya no son sus amigos, algún parecido con Sid Phillips es mera coincidencia.
A la edad que tengo – ¡mira que son casi 49 años!–, saqué coraje de mi persona para escuchar la intimidante “El Ropavejero”, a la cual recurrían las madres como advertencia suavizada para que uno le bajara a los berrinches. Les aclaro que la superé, pues años atrás me la brincaba, pero la que aún no puedo es la “Canción de las brujas”, cada vez que la escucho se me pone la carne de gallina. Luego siguió la primer Lolita que conocí mucho ante de leer la novela de Vladimir Nabokov, la niña Esther, la de Métete, Teté, una especie de cumbia sabrosona, seguida por ese lenguaje raro del chinito estampado en un gran jarrón que fue acusado de decir: “¡Yan -tse – amo – oua – ting – i pong – chong – kí”, ¿y eso qué significa? ¡Ve tú a saber!
Influenciado tal vez por Teté, no pude resistir oír a mi gusto culposo en la adolescencia, los puertorriqueños de Menudo, recordando a tantas chicas que fueron mis novias –sí, pero en la imaginación, ¡Sigh! Sniff, sniff.
De cera… el del museo en GDL
El fin de semana decidí montármelo de infante en el estero de casa, por los seis bafles de más de 1500 W de potencia sonaron canciones de Parchís, Enrique y Ana, El Chavo del Ocho con toda la vecindad, como intermedio puse los cuentos y canciones de Cri-Cri, ¡ah! el señor que una vez fue grillito, ese que vivía en campos y bosques tocando su pequeño violín, que la neta era una hojita, pero si los Kronos Quartet interpretan la canción de “Perfidia” también con ese órgano vegetativo, al igual que el señor que va al mercado Manuel Álvarez y se echa la rola de “Amorcito corazón” por unas cuantas monedas con el citado instrumento, ¡chingón maistro!
Al escuchar las canciones, en una de ellas volví a imaginarme anotando en la libreta los garrotazos que la tía le arremete al niño ese que dice groserías, a pesar de su cara angelical igual a un querubín, ¡wee, eso es fomento al bullying! No podía faltar el drama que toda ama de casa vive a diario al ir al mercado con el alza de los productos de la canasta básica, y que también enfrenta la Patita a quien solo le queda regatear o poner a su familia a un régimen alimenticio de mosquitos, pues además tiene un marido que ni trabaja, ¿en dónde he visto algo parecido?
A las tres de la mañana – ¡eh! ¿Qué no es la hora del chamuco? – empieza el ritual de los muñecos, donde siempre el Gato Félix le parte su mandarina en gajos al sonriente Pierrot, para que los deje continuar brincoteando hasta el amanecer, aquí como que uno reflexiona y saca a conclusión de que los “creativos” de Pixar se fusilaron la idea de Toy Story de esta canción. Igual pudiera ser que otra de sus fuentes de inspiración fue La muñeca fea, ¡no manches que nombre tan peyorativo! Bueno de entrada la música es triste con esa mezcla de arpa y piano, luego saber que ya no tiene un brazo, la cara toda chamagosa y para colmo llora lágrimas de aserrín debido a que los ingratos del mundo ya no son sus amigos, algún parecido con Sid Phillips es mera coincidencia.
A la edad que tengo – ¡mira que son casi 49 años!–, saqué coraje de mi persona para escuchar la intimidante “El Ropavejero”, a la cual recurrían las madres como advertencia suavizada para que uno le bajara a los berrinches. Les aclaro que la superé, pues años atrás me la brincaba, pero la que aún no puedo es la “Canción de las brujas”, cada vez que la escucho se me pone la carne de gallina. Luego siguió la primer Lolita que conocí mucho ante de leer la novela de Vladimir Nabokov, la niña Esther, la de Métete, Teté, una especie de cumbia sabrosona, seguida por ese lenguaje raro del chinito estampado en un gran jarrón que fue acusado de decir: “¡Yan -tse – amo – oua – ting – i pong – chong – kí”, ¿y eso qué significa? ¡Ve tú a saber!
Influenciado tal vez por Teté, no pude resistir oír a mi gusto culposo en la adolescencia, los puertorriqueños de Menudo, recordando a tantas chicas que fueron mis novias –sí, pero en la imaginación, ¡Sigh! Sniff, sniff.
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