Ha llegado el mes de los puentes, mayo es para los godínez y profesores algo así como el Hamburgo nacional, pues se encuentra hasta el tope de cruces entre fines de semana y días festivos, hay días de asueto hasta el hartazgo, pero como dijera mi madre, cuando queremos más, “no tienen hartadero”, haaaa, y precisamente dentro de los 31 días que lo integran, el meritito diez todos tenemos madre gracias al ingenio de los comerciantes; durante esa fecha nos partimos el queso por festejarla unas cuantas horas y tranquilizar con ello nuestra conciencia por la infinidad de momentos ingratos que le hemos hecho pasar.
La autora de nuestros días es toda una celebridad, ella, quien tiene una paciencia infinita con nosotros –si de entrada nos esperó nueve meses–, es además artífice de una serie de frases que se han vuelto del dominio popular de las progenitoras mexicanas, es por esto y mucho más que de quien estuve en su vientre de cuna rescato aquellas memorables palabras que a mi memoria miope y a algunos flashback de la infancia llegan para que ustedes lectores las comparen con las que recuerden de su santa jefecita.
Uno no podía abandonar la casa sin esa de “ven mijo, te voy a echar la bendición”, así fueras a las tortillas o de excursión al Himalaya, para ella daba lo mismo, pues ibas a abandonar tu hogar, aunque fuera por unas cuantas horas o días, el hecho es que te ibas de su lado; cuando terminabas de ingerir los sagrados alimentos que con su incomparable sazón habías consumido hasta lamer los cubiertos, en cuanto te levantabas de la mesa escuchabas: ¡Esos platos no se van a lavar solos! Ups, era como si el aura de la ingratitud te envolviera y cual salvaje domesticado dirigías humildemente tus pasos al fregadero.
Como en juzgado ante la máxima autoridad del hogar no existía otra ley más que su palabra, algo así como un dogma, el cual derogaba cualquiera de nuestros argumentos con las palabras ¡porque soy tu madre! Brrrrr, se me pone el pellejo de gallina. Igual acontecía cuando por algún desatino del destino cometías una falta a tus obligaciones, inmediatamente cual pitonisa profetizaba: “cuando tengas hijos te vas a acordar de mí”, hasta el momento tal augurio no ha sido comprobado, espero que ni se cumpla, si a los ajenos no los aguanto ahora los propios, esta cañón... ¡Madre, por eso te admiro, mira que soportar berrinches y caprichos de tus cuatro hijos!
En la infancia como que mamá tenía por las calles del barrio cámaras tipo Big Brother, pues continuamente te sorprendía en pleno chirotear, apareciendo de la nada por arte de magia con las lapidarias: ¡te aplacas o te aplaco! Chin, pues ahí uno solamente se auto ponía él estate sosiego. Peor aún, cuando en una de esas travesuras te ocurría un accidente físico, mientras ella proporcionaba los primeros auxilios solía exclamar: ¡te lo dije, pero quién te manda… eso que te pasó me duele más a mí que a ti! Si la herida o torcedura del accidente sufrido causaba dolor, esas palabras como que te provocaban dolor de muelas en el corazón. También aprendiste que cuando los objetos no se encuentran donde los habías dejado, ellos nunca se movían por si solos, o sea, pon a trabajar tu memoria por favor.
De no haber sido por toda las enseñanzas que cada una de las frases antes citadas encerraban, tal vez hubiera sido abyecto, más grosero e irresponsable, por todo lo anterior mi cabecita de algodón y el milagro de la vida que me brindaste, no tengo palabras para agradecerte, pero tus expresiones siempre las recordaré con cariño.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 4 de mayo de 2017
jueves, 27 de abril de 2017
Yo amo esta ciudad
Mientras ustedes disfrutaban de sus muy merecidas vacaciones en lugares paradisiacos y para algunos también afrodisiacos –digo, muchos piensan que los mariscos funcionan, yo creo que es la pasión–, quien firma lo que escribe, esta vez decidió no abandonar la ciudad, algo así como lo que les sucedía a los gatos cuando las abuelitas les untaban manteca en las patas pa´que no huyeran de casa. En mi decisión de quedarme a disfrutar de mi terruño de concreto con techo enchapopotado, traté de seguir el calendario de la beatitud de la llamada semana mayor, intentando practicar creyentemente cada uno de los ritos que uno debe de cumplir durante esos días, imagino que con ello no he logrado obtener alguna parcela celestial, más sí pude estar tranquilo.
Era un deleite caminar por la calle Madero sin el gentío de siempre, es más, hasta los vendedores ambulantes se dieron sus días de asueto, pues casi ni había; donde semanas atrás se veía el ir y venir con prisa a personas tal cual esquilinero, esas que si llegabas a saludar por cortesía ni te respondían y aquellos que lo hacían como que te dabas cuenta que era de los dientes pa´fuera, dejando de lado la civilidad que nos debe de caracterizar como seres humanos, ahora me topaba con puro fuereño, gringos de aspecto mexicano que cuando les decías buenas tardes, ellos respondían amablemente: “hi”.
Por unos momentos el tradicional estrés de las avenidas fue cosa del pasado, pues se cruzaban las calles sin el constante rugir de los motores o el clásico acelerón mientras se espera el cambio del semáforo, no toparse con ningún naco de esos que llevan su música a todo volumen y cuyo equipo de sonido es más caro que la ranfla que conducen era algo único, no ver las extensas filas en los churros rellenos del Andador Constitución, ¡qué maravilla fue convivir con menos de los 150, 673 que comúnmente se apretujan por acá y que hasta más de la mitad son neuróticos como yo! Los pocos conductores que encontraba se miraban relajados, sin esa actitud suicida de querer llegar antes, dejando de lado por esas épocas aquel atajo más corto para llegar a donde indica la nariz durante las horas pico.
Visitar la cenaduría favorita para empacar un rico sope surtido, de esos que tienen toda la carne habida y por haber acompañado de la enorme jarra con agua de jamaica, sin la ansiedad de que a la mesera se le haga tarde en atendernos por estar contoneándose frente al cliente que se le hizo bien parecido. Aprender entre guaguaras la grosería, frase o seña de moda, para después relajadamente bromear con ella. Lo que no cambió por esas fechas fue el saberte las zonas por las que no hay que caminar solo y a oscuras, así como identificar las mañas de los amantes de lo ajeno, y tomar las medidas de seguridad acostumbradas al abandonar la casa aunque sea por unas cuantas horas, pero a pesar de esto, yo amo esta ciudad ¿y tú?
Era un deleite caminar por la calle Madero sin el gentío de siempre, es más, hasta los vendedores ambulantes se dieron sus días de asueto, pues casi ni había; donde semanas atrás se veía el ir y venir con prisa a personas tal cual esquilinero, esas que si llegabas a saludar por cortesía ni te respondían y aquellos que lo hacían como que te dabas cuenta que era de los dientes pa´fuera, dejando de lado la civilidad que nos debe de caracterizar como seres humanos, ahora me topaba con puro fuereño, gringos de aspecto mexicano que cuando les decías buenas tardes, ellos respondían amablemente: “hi”.
Por unos momentos el tradicional estrés de las avenidas fue cosa del pasado, pues se cruzaban las calles sin el constante rugir de los motores o el clásico acelerón mientras se espera el cambio del semáforo, no toparse con ningún naco de esos que llevan su música a todo volumen y cuyo equipo de sonido es más caro que la ranfla que conducen era algo único, no ver las extensas filas en los churros rellenos del Andador Constitución, ¡qué maravilla fue convivir con menos de los 150, 673 que comúnmente se apretujan por acá y que hasta más de la mitad son neuróticos como yo! Los pocos conductores que encontraba se miraban relajados, sin esa actitud suicida de querer llegar antes, dejando de lado por esas épocas aquel atajo más corto para llegar a donde indica la nariz durante las horas pico.
Visitar la cenaduría favorita para empacar un rico sope surtido, de esos que tienen toda la carne habida y por haber acompañado de la enorme jarra con agua de jamaica, sin la ansiedad de que a la mesera se le haga tarde en atendernos por estar contoneándose frente al cliente que se le hizo bien parecido. Aprender entre guaguaras la grosería, frase o seña de moda, para después relajadamente bromear con ella. Lo que no cambió por esas fechas fue el saberte las zonas por las que no hay que caminar solo y a oscuras, así como identificar las mañas de los amantes de lo ajeno, y tomar las medidas de seguridad acostumbradas al abandonar la casa aunque sea por unas cuantas horas, pero a pesar de esto, yo amo esta ciudad ¿y tú?
jueves, 6 de abril de 2017
Vida de estudiante* (Tercera parte)
Las 10:00 a.m., continúan los jóvenes exponiendo sus respectivas líneas del tiempo, proceso que a veces se asemeja al cabildeo que los diputados realizan ante las bancadas, pues a pesar de que el contenido es explicado a través de canales que facilitan su asimilación, siempre hay quienes con tal de echar a perder la exposición aseguran no haber comprendido así les expliquen con peras y manzanas, entonces previo a ello negocian con los líderes de cada subgrupo en los que se encuentran divididos para que no les vayan a ridiculizar su participación.
Las 11:00 a.m., el profesor de Etimologías que siempre huele a naftalina llega exhausto, como de costumbre en esta clase los chamacos ya instalaron el cañón pues uno de los dos requisitos que les exigió al inicio del curso fue que siempre antes de su arribo el equipo de proyección debía estar instalado, el segundo fue que nadie entrará al aula después de él. Una vez exhibidas las más de 20 diapositivas –¡no manches! ¿Es libro?–, solicita al estudiantado elaboren un mapa mental de las etimologías grecolatinas, en donde exprese su creatividad e inteligencia al resumir la información, es indiscutible la capacidad, así como la rapidez con el que un pequeño aparato, como lo es el teléfono celular para ofrecerles las mejoras propuestas vía San Google y evitar la fatiga de invertir las neuronas que tal vez se podrán utilizar en juzgar las acciones de algún Lord o Lady en Internet.
Invirtiendo materia gris del banco de masas encefálicas patrocinio del wifi de la escuela transcurre la hora, y a la siguiente corresponde a Biología, el tema de hoy es anatomía humana, donde lo más seguro es que en el Quiz – ¡ah, cañón! ¿Eso qué es? –, les pregunten sobre las partes del cuerpo, algunos alumnos no logran comprender por qué cada parte de nuestro organismo tiene un nombre propio si forman parte de un todo, además no existen separación entre ellos, la pierna y el pie por separado no funcionarían, o sea, se conciben las partes de forma individual para poder aprenderlas, más a veces todo lo cursado con el paso del tiempo se olvida como el cumpleaños de la abuelita o únicamente se memoriza de tal forma que nunca se llega a comprender la utilidad de esa información, lo cual es todo un misterio como la existencia del chupacabras y el cálculo diferencial.
El coordinador académico interrumpe abruptamente para notificarles que la clase de 12:30 a 1:20 se suspende, pues la maira de Problemas Políticos, Sociales y Económicos del México Contemporáneo –¡apa´ nombrecito tan kilométrico!–, tuvo un percance, si se hubieran puesto de acuerdo para el hurra grupal no les hubiera salido tan perfecto. Como siempre, al abandonar la escuela la actitud estudiantil de algunos se quita simultáneamente como el uniforme que es lanzado el cesto de la ropa sucia, pues el resto de la tarde se invertirá en wasapear, feisbuquear y googlear en calidad de internauta, hacer running, volver a wasapear, intercambiar la tarea en los grupos de las redes sociales con los que ya la hicieron, cenar, wasapear de nuevo, navegar por internet y recostar la cabeza sobre la almohada con el celular encendido, digo uno nunca se entera de las últimas si lo apaga para dormir.
*Durante su estadía en el aula, los estudiantes wasapearon a más no poder, pero el incauto de quien firma el texto, ni cuenta se dio de ello.
Las 11:00 a.m., el profesor de Etimologías que siempre huele a naftalina llega exhausto, como de costumbre en esta clase los chamacos ya instalaron el cañón pues uno de los dos requisitos que les exigió al inicio del curso fue que siempre antes de su arribo el equipo de proyección debía estar instalado, el segundo fue que nadie entrará al aula después de él. Una vez exhibidas las más de 20 diapositivas –¡no manches! ¿Es libro?–, solicita al estudiantado elaboren un mapa mental de las etimologías grecolatinas, en donde exprese su creatividad e inteligencia al resumir la información, es indiscutible la capacidad, así como la rapidez con el que un pequeño aparato, como lo es el teléfono celular para ofrecerles las mejoras propuestas vía San Google y evitar la fatiga de invertir las neuronas que tal vez se podrán utilizar en juzgar las acciones de algún Lord o Lady en Internet.
Invirtiendo materia gris del banco de masas encefálicas patrocinio del wifi de la escuela transcurre la hora, y a la siguiente corresponde a Biología, el tema de hoy es anatomía humana, donde lo más seguro es que en el Quiz – ¡ah, cañón! ¿Eso qué es? –, les pregunten sobre las partes del cuerpo, algunos alumnos no logran comprender por qué cada parte de nuestro organismo tiene un nombre propio si forman parte de un todo, además no existen separación entre ellos, la pierna y el pie por separado no funcionarían, o sea, se conciben las partes de forma individual para poder aprenderlas, más a veces todo lo cursado con el paso del tiempo se olvida como el cumpleaños de la abuelita o únicamente se memoriza de tal forma que nunca se llega a comprender la utilidad de esa información, lo cual es todo un misterio como la existencia del chupacabras y el cálculo diferencial.
El coordinador académico interrumpe abruptamente para notificarles que la clase de 12:30 a 1:20 se suspende, pues la maira de Problemas Políticos, Sociales y Económicos del México Contemporáneo –¡apa´ nombrecito tan kilométrico!–, tuvo un percance, si se hubieran puesto de acuerdo para el hurra grupal no les hubiera salido tan perfecto. Como siempre, al abandonar la escuela la actitud estudiantil de algunos se quita simultáneamente como el uniforme que es lanzado el cesto de la ropa sucia, pues el resto de la tarde se invertirá en wasapear, feisbuquear y googlear en calidad de internauta, hacer running, volver a wasapear, intercambiar la tarea en los grupos de las redes sociales con los que ya la hicieron, cenar, wasapear de nuevo, navegar por internet y recostar la cabeza sobre la almohada con el celular encendido, digo uno nunca se entera de las últimas si lo apaga para dormir.
*Durante su estadía en el aula, los estudiantes wasapearon a más no poder, pero el incauto de quien firma el texto, ni cuenta se dio de ello.
jueves, 30 de marzo de 2017
Vida de estudiante (Segunda parte y las que faltan)
Son las 7:50 a.m., el maese de matemáticas como siempre sale corriendo sin revisar las actividades que realizaron sus discípulos, mientras pasa el umbral de la puerta, algunos ya están de pie, otros como alma que lleva el diablo dirigen sus pasos a los baños, al mismo tiempo, el escritorio del aula es ocupado por la Miss de inglés –y lo de miss, no es precisamente porque sea la encargada de educar a aquellos que aún no alcanzan el metro de altura, sino por sus piernas de concurso–, quien les pregunta por el periódico que sugirió llevaran para realizar las actividades de esa mañana, interrogante que genera incomodidad, lo cual obliga a que ésta argumente que un periódico marca la diferencia entre las noticias verdaderas y los chismes que muchos de ustedes les dan like en las redes sociales, por lo tanto, ni llegan a publicarse en los rotativos.
Entre pretextos, justificaciones absurdas y chascarrillos con tal de evadir la exigencia del material escolar de ese día, además del pase de lista reglamentario, que equivale a un cachito de receso en cada clase, pues la chacota durante los casi ocho minutos que se invierte en ello es rete sabrosa, se va un buen de la “cátedra”. Por otro lado, los jóvenes tienen muy claro que para algunos la revista TVNotas, es como una especie de oráculo, digo, si a los meros machines les llama como abeja a la miel esa foto de la chica en paños menores que siempre colocan al margen superior derecho, su profa, cae redondita a los encantos de ella cuando se la ponen sobre el escritorio y con tal de darle una revisadita, lo más seguro es que se olvide del pinche periódico, poniéndolos a realizar ejercicios de writing durante el resto de la sesión.
De 8:40 a 9:00 a.m., son los veinte minutos que de compasión tuvieron aquellos que programaron el horario escolar, tanto para alumnos como para maistros, pues es momento del receso, un tiempo para gusguear, que si eres de los privilegiados que pelan las dependientas de la cafetería ya la hiciste, pues de seguro tendrás hasta tiempo de sobra después de entrarle con ganas a la torta ahogada y al agua de horchata, la otra cara de la tortilla es para quienes como fantasmas pasan inadvertidos por las trabajadoras y solo se conforman con las chucherías, ese manjar cuyo único valor nutritivo es el azúcar o grasa, escaso o nulo en proteínas, minerales y vitaminas, pero que la máquina expendedora les surte a cambio de unos pesitos –algo así como: “pide lo que quieras te lo doy, siempre y cuando tengas centavos”, poco a poco vas aprendiendo ese adagio del Piporro que dice: “with money the dog dances”.
Las 9:00 a.m., apesadumbrados caminan rumbo al aula, algunos bostezan a causa de la atascada que se dieron con los chilakillers en salsa de chipotle, niño envuelto de jamón y queso con su respectivo chesco; les esperan dos horas de historia de México, en donde de tanto cromo que les piden de los personajes, sus libretas ya parecen álbum Panini – ¿qué no sabe este maestrazo que existe en la web un sitio llamado monografías.com? ¡Cómo se empeña en hacerles flashback de la primaria!–, para variar hoy toca exposición individual de la línea del tiempo, lo que equivale a un concurso de aficionados.
Entre pretextos, justificaciones absurdas y chascarrillos con tal de evadir la exigencia del material escolar de ese día, además del pase de lista reglamentario, que equivale a un cachito de receso en cada clase, pues la chacota durante los casi ocho minutos que se invierte en ello es rete sabrosa, se va un buen de la “cátedra”. Por otro lado, los jóvenes tienen muy claro que para algunos la revista TVNotas, es como una especie de oráculo, digo, si a los meros machines les llama como abeja a la miel esa foto de la chica en paños menores que siempre colocan al margen superior derecho, su profa, cae redondita a los encantos de ella cuando se la ponen sobre el escritorio y con tal de darle una revisadita, lo más seguro es que se olvide del pinche periódico, poniéndolos a realizar ejercicios de writing durante el resto de la sesión.
De 8:40 a 9:00 a.m., son los veinte minutos que de compasión tuvieron aquellos que programaron el horario escolar, tanto para alumnos como para maistros, pues es momento del receso, un tiempo para gusguear, que si eres de los privilegiados que pelan las dependientas de la cafetería ya la hiciste, pues de seguro tendrás hasta tiempo de sobra después de entrarle con ganas a la torta ahogada y al agua de horchata, la otra cara de la tortilla es para quienes como fantasmas pasan inadvertidos por las trabajadoras y solo se conforman con las chucherías, ese manjar cuyo único valor nutritivo es el azúcar o grasa, escaso o nulo en proteínas, minerales y vitaminas, pero que la máquina expendedora les surte a cambio de unos pesitos –algo así como: “pide lo que quieras te lo doy, siempre y cuando tengas centavos”, poco a poco vas aprendiendo ese adagio del Piporro que dice: “with money the dog dances”.
Las 9:00 a.m., apesadumbrados caminan rumbo al aula, algunos bostezan a causa de la atascada que se dieron con los chilakillers en salsa de chipotle, niño envuelto de jamón y queso con su respectivo chesco; les esperan dos horas de historia de México, en donde de tanto cromo que les piden de los personajes, sus libretas ya parecen álbum Panini – ¿qué no sabe este maestrazo que existe en la web un sitio llamado monografías.com? ¡Cómo se empeña en hacerles flashback de la primaria!–, para variar hoy toca exposición individual de la línea del tiempo, lo que equivale a un concurso de aficionados.
jueves, 23 de marzo de 2017
Vida de estudiante (Primera parte)
Seis y cuarto de la mañana, suena el despertador, es presionado el botón de retraso del reloj – ¡cinco minutos más, son cinco minutos de sueñito extra!–, en cuanto cierra los ojos se escucha nuevamente la alarma, despierta, se siente más pesado que un costal de cemento, transcurridos diez minutos, el grito de mamá es avasallador, ¡qué no oyes la hora! Moviéndose como C-3PO –Citripio para los cuates, ese androide dorado que acompaña a Arturito– llega al lavabo, moja el rostro para sacudir los grumos de sueño, mira con desprecio el desaliñado cepillo dental, para qué utilizarlo si aún conserva los chicles de menta de ayer.
Como siempre cual acto de magia tipo Chen Kai, sobre la mesa hay un licuado de fresa acompañado de su respectivo sándwich –ya cuando te cases, existe la probabilidad de que este momento mágico no se repita jamás–, son tragados aprisa pues el claxon del coche anuncia la hora de partir. Afuera espera la sonrisa burlona del astro rey que como rana de pronto brinca a cubrir con sus rayos todo el panorama, mientras papá cual Dominic Toretto de The Fast and the Furious rebasa otros autos y se pasa semáforos en el tránsito kamikaze de al filo de las siete de la madrugada inspirado por los acorde de Back in black de AC/DC que suena a todo lo que da el estero, mientras sumergido en tus recuerdos escuchas por los audífonos “Siempre te voy a querer” de Calibre 50, al mismo tiempo que depositas la confianza en la sagacidad de quien va al volante, hurgoneas en el celular para actualizarte en las novedades de tus redes sociales.
Las luces del alba se mezclan con los incandescentes destellos de los coches que se detienen a las afueras de la escuela para dejar a los chamacos, quienes cual personajes de The Walking Dead caminan rumbo al acceso, donde los espera el director cuyo nombre ni te sabes, digo, si a duras penas identificas a tus profesores por los motes, ¿cómo diablos te vas a saber el nombre de este sujeto que casi ni ves? Incluso, Chofis la secretaria es más conocida que él. Recibes el saludo y entre balbuceos haces que respondes para que no se agüite. Son las siete en punto cuando arribas al aula, es cosa del pasado el olor a gis – ¡Ah, no manches! ¿Y eso qué es? Era una barra de forma cilíndrica arcillosa y blanca con la que se escribía sobre un pizarrón, existía el mito de que con esa operación se lograban transmitir los conocimientos–, ahora huele a plumón, más el aroma a lápiz aún se conserva, así como el buqué de añejamiento de las libretas.
Solo saludas a tus cuates con quienes compartes cierto espacio del salón así como el lonche, a los demás, pos… ¡son los demás! 7:05 a.m., el profesor de Matemáticas con portafolio en mano, saluda afectuosamente, su imagen te recuerda al cobrador que cada fin de mes pasa por el abono de la sala, hoy parece que el hada de la buena onda le dio su toque, de esa buena onda que apesta, pues de seguro saldrá con los chistecitos que de gracia únicamente tienen el nombre. Lo rescatable de él, es que por el contenido de la asignatura no se cuelga tanto de las diapositivas de PowerPoint como los otros. Todos realizan los ejercicios gracias a la estupenda calculadora científica que el docente les vendió a cómodas quincenas, llevan 30 minutos y es un alivio el no escuchar ningún chascarrillo de su parte.
Como siempre cual acto de magia tipo Chen Kai, sobre la mesa hay un licuado de fresa acompañado de su respectivo sándwich –ya cuando te cases, existe la probabilidad de que este momento mágico no se repita jamás–, son tragados aprisa pues el claxon del coche anuncia la hora de partir. Afuera espera la sonrisa burlona del astro rey que como rana de pronto brinca a cubrir con sus rayos todo el panorama, mientras papá cual Dominic Toretto de The Fast and the Furious rebasa otros autos y se pasa semáforos en el tránsito kamikaze de al filo de las siete de la madrugada inspirado por los acorde de Back in black de AC/DC que suena a todo lo que da el estero, mientras sumergido en tus recuerdos escuchas por los audífonos “Siempre te voy a querer” de Calibre 50, al mismo tiempo que depositas la confianza en la sagacidad de quien va al volante, hurgoneas en el celular para actualizarte en las novedades de tus redes sociales.
Las luces del alba se mezclan con los incandescentes destellos de los coches que se detienen a las afueras de la escuela para dejar a los chamacos, quienes cual personajes de The Walking Dead caminan rumbo al acceso, donde los espera el director cuyo nombre ni te sabes, digo, si a duras penas identificas a tus profesores por los motes, ¿cómo diablos te vas a saber el nombre de este sujeto que casi ni ves? Incluso, Chofis la secretaria es más conocida que él. Recibes el saludo y entre balbuceos haces que respondes para que no se agüite. Son las siete en punto cuando arribas al aula, es cosa del pasado el olor a gis – ¡Ah, no manches! ¿Y eso qué es? Era una barra de forma cilíndrica arcillosa y blanca con la que se escribía sobre un pizarrón, existía el mito de que con esa operación se lograban transmitir los conocimientos–, ahora huele a plumón, más el aroma a lápiz aún se conserva, así como el buqué de añejamiento de las libretas.
Solo saludas a tus cuates con quienes compartes cierto espacio del salón así como el lonche, a los demás, pos… ¡son los demás! 7:05 a.m., el profesor de Matemáticas con portafolio en mano, saluda afectuosamente, su imagen te recuerda al cobrador que cada fin de mes pasa por el abono de la sala, hoy parece que el hada de la buena onda le dio su toque, de esa buena onda que apesta, pues de seguro saldrá con los chistecitos que de gracia únicamente tienen el nombre. Lo rescatable de él, es que por el contenido de la asignatura no se cuelga tanto de las diapositivas de PowerPoint como los otros. Todos realizan los ejercicios gracias a la estupenda calculadora científica que el docente les vendió a cómodas quincenas, llevan 30 minutos y es un alivio el no escuchar ningún chascarrillo de su parte.
jueves, 9 de marzo de 2017
Estrategia de marketing
Entre la diversidad de personas que continuamente caminamos por el centro histórico de la ciudad es común encontrar por las anchas banquetas a gente de escasos recursos o con alguna discapacidad solicitando ayuda económica a los peatones. A veces tengo la impresión de que a ellos los vemos como si formaran parte de la escenografía del lugar, bueno, si es que los tomamos en cuenta, pues muchas veces de lo mal que andamos, como que al verlos y sensibilizarnos con su situación nuestro estado de ánimo se deprime aún más. Entonces mejor ni los miramos, pues nos sentimos peor de lo que ellos se ven.
Uno de esos días estando en la esquina a punto de cruzar la calle, vi a las afueras de cierta sucursal bancaria a un hombre en silla de ruedas, enmohecido por el disimulo de las personas, quien dormitaba por lo sofocado del calor del mediodía, junto a una de las llantas de su medio de transporte había un letrero escrito sobre la superficie de un cartón donde se leía: “Llevo quince años sin caminar”. Rostros anónimos iban y venían pasando a un lado de él, sin que nadie lo tomara en cuenta, más, por una hermosa casualidad del destino por ahí transitaba un estudiante de Mercadotecnia, quien se entristeció mucho al ver que la jícara donde se pretendía recibir la limosna, sólo contenía unas cuantas monedas. Sin hacer ruido el joven tomó el letrero, y con un plumón hizo ciertos trazos, después de ello se alejó sigilosamente.
Lo observé retirarse, mientras con asombro vi cómo una persona se inclinaba a depositar monedas, seguido de otros más que incluso hasta dejaban billetes en el recipiente de aquel hombre. Movido por el morbo fui hasta el letrero y puede cerciorarme que aquel muchacho puso en evidencia sus conocimientos de los efectos del mercado, ya que había modificado el texto de la siguiente manera: “Llevo quince años sin caminar por los verdes pastos y sentir la tierra bajo mis pies”.
Ese chico, además de ayudar al pordiosero, me enseña que todo éxito depende del cambio de tácticas, pues nunca vemos las cosas como son en realidad, las vemos como somos nosotros o como intentamos ser.
Uno de esos días estando en la esquina a punto de cruzar la calle, vi a las afueras de cierta sucursal bancaria a un hombre en silla de ruedas, enmohecido por el disimulo de las personas, quien dormitaba por lo sofocado del calor del mediodía, junto a una de las llantas de su medio de transporte había un letrero escrito sobre la superficie de un cartón donde se leía: “Llevo quince años sin caminar”. Rostros anónimos iban y venían pasando a un lado de él, sin que nadie lo tomara en cuenta, más, por una hermosa casualidad del destino por ahí transitaba un estudiante de Mercadotecnia, quien se entristeció mucho al ver que la jícara donde se pretendía recibir la limosna, sólo contenía unas cuantas monedas. Sin hacer ruido el joven tomó el letrero, y con un plumón hizo ciertos trazos, después de ello se alejó sigilosamente.
Lo observé retirarse, mientras con asombro vi cómo una persona se inclinaba a depositar monedas, seguido de otros más que incluso hasta dejaban billetes en el recipiente de aquel hombre. Movido por el morbo fui hasta el letrero y puede cerciorarme que aquel muchacho puso en evidencia sus conocimientos de los efectos del mercado, ya que había modificado el texto de la siguiente manera: “Llevo quince años sin caminar por los verdes pastos y sentir la tierra bajo mis pies”.
Ese chico, además de ayudar al pordiosero, me enseña que todo éxito depende del cambio de tácticas, pues nunca vemos las cosas como son en realidad, las vemos como somos nosotros o como intentamos ser.
jueves, 23 de febrero de 2017
Argüende o verdad
De acuerdo a datos extraídos de la Estrategia Digital Nacional de la Presidencia de la República, nuestro México lindo y querido ocupa el tercer lugar a nivel mundial entre los países que más utilizan las llamadas redes sociales, además de que su uso se asocia al nivel de estudios, o sea, entre más formación académica tenga la persona, mayor el tiempo que se cuelga de la red, pero yo veo igual a gente con formación y sin ella hipnotizados por sus celulares, es más, hasta le dedican un promedio que varía entre siete horas y 14 minutos, ¡no se hagan que la virgen les habla! Pues también cuenta hasta ese ojo al gato y el otro al garabato que le echan a cada ratito a su cajita idiota con tal de saber las novedades que colocan los contactos en sus muros, inbox, etcétera.
Años atrás -¡ya vas a empezar con que cualquier tiempo pasado fue mejor!- leíamos las noticias en los periódicos y sabíamos la fuente de origen o citaban la agencia que la distribuía que bien pudiera ser buena o mala, todo dependía de la reputación de la misma, en la actualidad con el uso de la Internet uno ni sabe si la noticia recibida es arguende o verdad. De hecho la semana pasada estando en una reunión de trabajo recibí un mensaje donde se confirmaba que al siguiente día WhatsApp cobraría 0.37 centavos por cada envío, y para evitar que esto sucediera debía reenviar ese mismo texto a más de 9 personas, de entrada reconozco que fue una pinche grosería de mi parte el leer tal idiotez en plena asamblea y por otro, la verdad que se me hizo una total falta de respeto a la inteligencia de los usuarios de esta aplicación, pues como dijo una vez el filósofo y escritor italiano Umberto Eco, que gracias a las redes social ya no sabemos diferenciar la fuente acreditada de la disparatada, razón por la cual muchos llegan a considerar cierto todo lo que se dice por ahí.
Basta recordar aquel video que se difundió en Internet, donde una figura del “Niño Dios” de las que se colocan en los nacimientos navideños es movida por una persona al son de una canción -¡si es que se le puede clasificar así a ese ruido!- llamada “Pasito perrón”, generando controversia entre los creyentes católicos al grado de que alguien publicó fotografías de sacerdotes con la leyenda de que pedían cárcel para el autor del video, tal afirmación fue desmentida por las autoridades eclesiásticas, lo único que ellos desaprobaban era que se llegara a tomar a la figura religiosa como juguete -chin mis amiguitas de la infancia que hacían que su Barbie lo adoptara para cambiarle los pañales, ahora con eso lo más seguro es que el averno las espera, ¡allá nos vemos!
Mientras sean peras o manzanas, ten en cuenta que es posible que en tiempos de escasez de recursos o falta de reconocimiento y gloria caigas en el mensajito ese que si escribes en un cuaderno a renglón seguido y sin pasar raya “sí merezco abundancia”, todo lo desarreglado en tu vida se reparará, ¡ñaaa! Hasta crees que recibirás un mantra con el que saborearás las mieles del triunfo, déjate de cuentos y mejor redacta en tu cerebrito: “No merezco ser la guasa de alguien”.
Años atrás -¡ya vas a empezar con que cualquier tiempo pasado fue mejor!- leíamos las noticias en los periódicos y sabíamos la fuente de origen o citaban la agencia que la distribuía que bien pudiera ser buena o mala, todo dependía de la reputación de la misma, en la actualidad con el uso de la Internet uno ni sabe si la noticia recibida es arguende o verdad. De hecho la semana pasada estando en una reunión de trabajo recibí un mensaje donde se confirmaba que al siguiente día WhatsApp cobraría 0.37 centavos por cada envío, y para evitar que esto sucediera debía reenviar ese mismo texto a más de 9 personas, de entrada reconozco que fue una pinche grosería de mi parte el leer tal idiotez en plena asamblea y por otro, la verdad que se me hizo una total falta de respeto a la inteligencia de los usuarios de esta aplicación, pues como dijo una vez el filósofo y escritor italiano Umberto Eco, que gracias a las redes social ya no sabemos diferenciar la fuente acreditada de la disparatada, razón por la cual muchos llegan a considerar cierto todo lo que se dice por ahí.
Basta recordar aquel video que se difundió en Internet, donde una figura del “Niño Dios” de las que se colocan en los nacimientos navideños es movida por una persona al son de una canción -¡si es que se le puede clasificar así a ese ruido!- llamada “Pasito perrón”, generando controversia entre los creyentes católicos al grado de que alguien publicó fotografías de sacerdotes con la leyenda de que pedían cárcel para el autor del video, tal afirmación fue desmentida por las autoridades eclesiásticas, lo único que ellos desaprobaban era que se llegara a tomar a la figura religiosa como juguete -chin mis amiguitas de la infancia que hacían que su Barbie lo adoptara para cambiarle los pañales, ahora con eso lo más seguro es que el averno las espera, ¡allá nos vemos!
Mientras sean peras o manzanas, ten en cuenta que es posible que en tiempos de escasez de recursos o falta de reconocimiento y gloria caigas en el mensajito ese que si escribes en un cuaderno a renglón seguido y sin pasar raya “sí merezco abundancia”, todo lo desarreglado en tu vida se reparará, ¡ñaaa! Hasta crees que recibirás un mantra con el que saborearás las mieles del triunfo, déjate de cuentos y mejor redacta en tu cerebrito: “No merezco ser la guasa de alguien”.
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