miércoles, 8 de julio de 2015

Opciones de la vida

Es época de exámenes finales. Por los pasillos y aulas de los recintos escolares, vemos, como si fueran sesiones de clases normales, a aquellos estudiantes que en el desarrollo del ciclo escolar casi ni se veían, pues gracias a la presión de no reprobar, ahora madrugaron. Durante la aplicación de cada instrumento de evaluación se viven diversas pasiones, nerviosismos, una que otra uña devorada a punto del canibalismo al acercarse al dedo e, incluso, hasta sacrificios y mandas a ciertas deidades religiosas.

Los que ocupan las sillas en un examen extraordinario, conscientes están de que quienes exentaron, lo más seguro es que toda la sabiduría que destilaron durante el periodo escolar, transcurrido los días, se les olvidará, mientras que a ellos, debido al esfuerzo intelectual, lo conservarán por un tiempo considerable. Es más, a algunos nunca se les olvidarán. ¿Acaso ellos sí lograron desarrollar las anheladas competencias?

Algunos de esos alumnos continuamente se incomodan porque sus profesores los evalúen con instrumentos tan caducos y tradicionales como las preguntas de complementación, las abiertas, de apareamiento, falso y verdadero, entre otras. Pues bien saben que para su ingreso a otro nivel educativo o para el egreso de ciertas carreras, ridículamente serán evaluados con exámenes de opción múltiple. Saben que así sean cien preguntas, con una pincelada de sentido común, descartando lo obvio de cada opción, obtendrán la respuesta correcta, es decir, si en una de las respuestas fue C, claro que las dos que siguen no lo serán. Igual funciona siempre responder lo que resulta lógico y lo que ya se sabe. En el extremo de los casos, hay que acudir a la oración de “Ave María dame puntería”.

A partir de las evaluaciones con estándares de opción múltiple, los jóvenes pueden llegar a ser incapaces de razonar ante los contenidos a evaluar, emitir juicios reflexivos y hasta confundir que un aprendizaje adquirido puede ser la técnica o el método que se utilizó para encontrar la respuesta correcta. Luego, quienes ejercemos la docencia, nos confundimos y consideramos a aquellos que obtuvieron altos resultados a través de esas pruebas, como superdotados o que se saben todas las respuestas.

La realidad es que el mercado laboral o el sistema de vida donde nos desarrollamos, ni se requiere de eruditos, ni de enciclopedias ambulantes, sino de sujetos que tengan la capacidad de resolver problemas con las herramientas existentes. Por lo tanto, con seleccionar una opción no se resuelve la vida, pues quienes encuentran la solución a los problemas son aquellos capaces de crear sus propias opciones y no simplemente elegirlas, como difusamente intentamos creer que nuestros alumnos lo logran a través de ese tipo de exámenes.

miércoles, 1 de julio de 2015

¡Provecho!

Ayer tuve un déjà vu de las vísperas navideñas al ver sorprendido como algunos vecinos realizaban compras de pánico de sopas instantáneas en los estanquillos, esos que se han multiplicado como conejos por nuestra Ciudad de las Palmeras. Tal reacción es debido a que el SAT anunció que a partir de hoy miércoles 1 de julio, changarros, estanquillos, minisúper y supermercados, nos van a dejar caer un 16% de IVA en los alimentos denominados como comida rápida, tal medida no es nueva, pues desde la Reforma Fiscal del año 2013 ya se había contemplado, pero por ignorancia de los establecimientos comerciales antes mencionados no surtía efecto.

Entonces, para que aplique el adagio de “o todos coludos o todos rabones”, la fecha del ultimátum se hizo llegar por escrito a los grandes, medianos y chicos comerciantes, lo que significa que la inmensa minoría que somos quienes consumimos las vaporizantes tortas, sándwiches de tres pisos, mega burritos hínchame la barriga, lonches franceses o baguetes, nutritivas gorditas de chicharrón, flautas de pollo y suadero, cuernitos rellenos de sepa la bola, empanadas diversas, hotdogs humeantes, hamburguesas de brontosuario o la cangreburguer a la plancha, sushi, tamalitos industrializados -la que vende en la esquina con su chiquigüite de ceniza y carne acompañados del café de olla, ella quién sabe si los suba, pero por estar vigente a lo mejor si-, y la que más me duele: la torta de milanesa con chilaquiles. Ahora tendremos que entrar a un régimen alimenticio distinto.

Con tal de evitar desayunar con IVA para impedir que nuestras carteras adelgacen, muchos tendremos que volver al antediluviano bastimento, lo que se traduce a dos opciones: la primera de ellas es hacer que tu pareja despierte a deshoras de la madrugada y aún modorra te prepararte el virote con frijoles fritos, chile jalapeños y queso seco, además del termo con café o el tupper con jugo de naranja. La segunda es que tú mismo lo hagas pero en la noche, lo que significa que al día siguiente tendrás que hipotecar el asquito que sientes por el criadero bacteriano que en tu chamba llaman horno tostador para calentarlo.

Los clasemedieros como uno, además de llevar lonche, tendremos que despedirnos del tradicional desempance, es decir, cuando la ansiedad se disfraza de hambre, pues se supone que al llegar al trabajo lo primero que haces dizque para funcionar bien, es desayunarte tu taza de algún néctar caliente acompañado de su respectivo pan. Luego de revisar las novedades del Facebook, echarle ganas a los pendientes laborales y volver a revisar el Feis, tomas tus treinta minutos para almorzar, regresas nuevamente a la citada red social y continuas con los quehaceres. Lo justo era que hora y media antes de concluir la faena ir por alguna guzguera, más ahora con el alza de precios, lo único que resta es hacerle al faquir y desearle a los que su bolsillo les permite, ¡buen provecho!

miércoles, 24 de junio de 2015

¡Aaaay nanita!

¿Cuántas veces has experimentado miedo? Yo, uta un titipuchal de veces más que ustedes. Esa angustia que invade mi estado de ánimo debido a la ignorancia o imaginación del tipo de daño que sufriré ante lo desconocido. Claro que muchas veces, las expectativas de pánico imaginarias sobrepasan a la realidad en sí. Agreguémosle que para controlar nuestros ímpetus, durante la infancia los progenitores utilizaban al miedo como una forma de intimidación, convirtiéndose en el clásico “estate sosiego”.

Gracias a ese método de domesticarnos es como muchos supimos de la existencia del Chamuco, el Robachicos, la Llorona, el Diablo, entre otros espectros que curiosamente nunca los vimos. Eso sí, el escuchar el rechinar de los arbustos cuando el viento los movía sobre el cristal de la ventana durante la noche, se nos ponía la piel de gallina. Igual de terrible era lo kilométrico que se encontraba el cuarto de baño de tu habitación a deshoras de la madrugada, pues significaba todo un reto a quienes nos despertaban las ganas de orinar, llegar hasta ahí a encender la luz, al igual que cuando nos retirábamos. También nos hacían falta agallas para sacar los objetos que se nos iban bajo la cama en la noche, pues resultaba menos peligroso hacerlo al día siguiente. Esos monstros, sin lugar a dudas, eran la cristalización de nuestros miedos, pánico y temores infundados.

Años más adelante, cuando la infancia es mancillada por el monstruo de la adultez, florecen las inseguridades gracias al recelo o aprensión. Esta vez, el miedo es el resultado de la probabilidad de que suceda algo contrario a lo que se desea. Es cuando te das cuenta de que el miedo nunca se ha separado de ti, sólo que ahora, todas aquellas aberraciones que tejió la imaginación de mamá o papá se han transformado en otras más malignas como el pavor a ser despedido y andar tocando puertas para conseguir un empleo; las atemorizantes deudas que cada quincena tocan a la puerta de casa y de la conciencia; el mezquino rechazo que te machaca la autoestima hasta hacerte sentir un microbio y el vergonzante desprestigio con su amiga la bruja humillación quienes te empujan al abismo del desequilibrio emocional.

Desafortunadamente ya no están el Santo ni Blue Demon, menos aún Chabelo y Pepito para que se solidaricen en la lucha contra esas abominaciones, ahora eres tu quien los enfrentará. Lo único que no debes de olvidar es que así como los espectros de la infancia, estos sólo habitan entre los muebles de tu cabeza y depende en gran parte de ti exorcizarlos para siempre con el agua bendita del manantial de tu esfuerzo, compromiso y tenacidad.

miércoles, 17 de junio de 2015

Pasajero de la vida

Andando por las calles a pesar de no contar con coche propio, a veces me detengo a observar la señalización vial y caigo a la reflexión de que hace falta una más, esa que advierta a los conductores: “Precaución, cruce de personas con WhatsApp”. Considero que con ello se evitaría el discriminado apalcuachamiento de tanto zombiephone que deambula por la ciudad.

Estoy consciente de que utilizar un medio de transporte es una necesidad, lo único que no me gusta es la dependencia que a veces se genera entre el vehículo y la persona, pues es ridículo que te quedes estático por el simple hecho de que tu carro se descompuso o tener que ir a la tienda de la esquina manejando. El argumento que interpongo a favor es que si no puedo manejar mi vida, entonces, ¿cómo voy a manejar un automóvil?

Más, reflexionando un poco, la mayor parte de nuestra vida nos la pasamos de pasajeros: recordemos que durante nueve meses mamá nos llevó a distintos lugares en su vientre de cuna, una vez que nos separamos de ella, fuimos transportados por esa carriola que nos hizo ver nuestro alrededor como especie de turismo; sólo faltaba que mamá dijera “Favor de abstenerse de sacar las manos y de tomar fotografías con flash”. Luego vino la andadera -a los que estamos gorditos nos causó una callosidad justo donde una vez estuvo la cintura- con la cual movíamos las piernas igual que los Picapiedras en su Troncomóvil.

Cuántas vueltas satelitales dimos a la cuadra montados en nuestro triciclo de indígena marca, después sobre la bicicleta y lo bien que nos sentimos al evolucionar dejando en la prehistoria las dos llantitas traseras. Posteriormente nos deslizamos por la vida adolescente sobre una patineta. Tiempo después, con el viento golpeando la cara, experimentamos la libertad al conducir una moto.

Viajamos bien acompañados en el servicio de primera clase que ofrece sauna, aromaterapia y masaje, o séase, el camión colectivo; compartimos diversos estados de humor con los múltiples chóferes de taxi. Años más adelante, regresamos a la andadera debido al desgaste de nuestros huesos y por andar queriendo realizar actividades impropias de la edad. Después nos volvieron a sacar a pasear, remitiéndonos nuevamente al turismo, pero esta vez más aburrido, puesto que ahora hemos perdido la capacidad de asombro y casi siempre nos llevan al mismo sitio, nos guste o no en la silla de ruedas.

Lamentablemente, cuando ya no tengamos uso de nuestras facultades vitales, realizaremos el último viaje, esta vez sin boleto de regreso. Mucha gente nos acompañará, algunos tristes por nuestra partida, otros satisfechos por lo bien que viajaron con nosotros. Ese paseo ya no lo realizaremos ni por voluntad propia ni por la de nadie más, y a pesar de que algunos nunca supimos manejar un carro, tampoco pudimos manejar la vida, pero de que fuimos pasajeros, eso nadie nos lo puede negar.

miércoles, 10 de junio de 2015

Ensayo sobre la miopía

Durante los últimos quince años he utilizado lentes para mejorar la vista, pues mis ojos, según el oftalmólogo, padecen un error refractivo que consiste en que los objetos cercanos los puedo ver con bastante claridad, mientras que los distantes se miran como si fueran una pintura impresionista, en pocas palabras: soy miope.

La miopía es un desorden visual, no una enfermedad, o sea, no es contagiosa a pesar de que según cifras del sector salud, un 27% de los mexinacos semos miopes. Desde que estoy consciente de este problema, las personas sarcásticamente afirman que si traigo lentes, por qué me los quito para leer o checar el WhatsApp; lo que no comprenden es que de cerca si veo y las micas entorpecen la visibilidad, además no estoy ciego, utilizo gafas para mejorar la vista, no es que quiera verme hípster. ¿Qué no entienden? ¡Es una necesidad, las antiparras son mis ojos! Ridículo el chistosito que cuando te mira sin ellos sale con la estupidez de: “¿Cuántos dedos ves?” ¡Ay, no mammy blue! Inche indiorante: veo borroso no cosas de menos o de más.

Antes de utilizar gafas, muchos de mis conocidos se incomodaban porque al saludarme a lo lejos, yo ni en cuenta. Lo que ellos no sabían era que no los distinguía, es más, ni estando a escasos metros. Ahora que ya las porto me encuentro con ciertas personas non gratas, y es cuando desearía no traerlas.

Otra situación humillante es el grosor de las micas: a veces ocasionan que los ojos se vean como de pulga o cuando algún conocido se pone mis anteojos, inmediatamente entra a la dimensión desconocida sin necesidad de algún estupefaciente, exclamando: “¡No manches, que horrible ves!” Tristemente evidencia que su capacidad intelectual no le ayuda mucho, no entiende que sin ellos el mundo de lejos lo miro empañado y no deforme como él lo ve porque no sufre de ese trastorno visual.

Existe una operación para corregir tal desperfecto en el control de calidad de mi organismo, con la cual erradicar el historial de topo que he llevado, pero he llegado a la conclusión que utilizando espejuelos uno aparenta cierta respetabilidad, un aire de sabiondo a pesar de la miopía intelectual y si te van a golpear se la piensan dos veces, pues te consideran un discapacitado. Por otro lado, con ellos o sin ellos, de todas formas me he tropezado, pisado excremento canino e incluso he estado a punto de morir atropellado al cruzar las avenidas por no ver los coches. Además, si algún día decidiera someterme a la intervención quirúrgica, lo más probable es que extrañaría a la miopía que muestra el futuro empañado, así como mi realidad misma.

miércoles, 3 de junio de 2015

Contexto electoral

A unos cuantos días de las elecciones, en lo que va de estos últimos meses los candidatos en su pugna por ocupar un puesto de elección popular, sólo han evidenciado el descrédito de la clase política y los partidos que los representan, pues han concientizado a la ciudadanía que únicamente cada tres o cuatro años, con tal de ganar su simpatía, les dan infinidad de obsequios como despensas que a veces incluye comida chatarra, tortas al vapor frías, refrescos calientes, camisetas de algodón tipo oblea (a la primera lavada se romperán), termos que se balancean cuando son depositados sobre una superficie plana y mochilas que a los tres días de uso rasgan sus costuras. Si a eso le agregamos un sinnúmero de promesas de las cuales sólo cumplirán aquellas que se apegan a la realidad -bueno, si es que se acuerdan de ellas cuando ya estén ocupando el puesto– y no los sueños guajiros que plantearon.

No sé si nuestros políticos están conscientes de que todo lo anterior puede ocasionar que las personas se harten de tanta salpicadera de lodo que se hace durante el contexto electoral, y a la mera hora intenten protestar anulando su voto o absteniéndose de acudir a las urnas. Como pueblo debemos de evitar hacer las dos acciones antes mencionadas, pues no es razonable culpar a quienes sí ejercieron su deber ciudadano del Gobierno que tenemos o lo peor, llegar a niveles de afirmar que si ganó equis persona fue porque los votantes lo eligieron, y si éste resulta corrupto, entonces todos los que votaron por él fueron sus cómplices, ¡Hágame el favor!

Sabemos que entre los candidatos actuales es difícil elegir, pero si no votamos por alguien es peor. El domingo sé parte de quién decide y demuestra tu capacidad de elección, más si no lo haces, entonces no hay razón justificable para que te quejes de algo en lo que no participaste. Recuerda, hoy miras las fotos de los postulantes con su mejor sonrisa, date el gusto de quitárselas votando, ten la plena seguridad de que quién pierda vivirá el resto de sus días amargado y los que ganen, pues con tanto trabajo que tendrán ni tiempo habrá para sonreír.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Lenguaje apurado

A veces nos horrorizamos de las atrocidades a nuestro lenguaje que se difunden por redes sociales o whatsappeando, tales como “ola ke ace”, “kien iso la t-ea?”, etcétera, pero, ¿a alguien le ha caído el veinte de que nosotros al hablar a veces decimos aberraciones peores? De tan común que las pronunciamos hasta dan la impresión de que decirlas de esa forma es correcto. ¡A ca´on! ¿Y cuáles son? Allí les van y luego no me salgas como picho que tú nunca las has dicho.

Es recurrente cuando uno titubea ante cierta autenticidad decir “¿Veá que si?” o “¿Edá que si?” Al afirmar lo hacemos con un “ehí” en vez de un sí. Al experimentar esa disposición a socializar solemos expresar “tevoadecir algo”, y lueguito lo reafirmamos con “fíate”. Para denotar una necesidad apremiante solemos comentar: “Amigo, necito que me prestes una feria”; cuando queremos realizar un desplazamiento en grupo es común las expresiones de “juimonos” o “ámonos”. Otra rapidez lingüística que implica despedida pero de forma individual es “yamboy”, además de otra muy mentada que se utiliza con la intención de verse al día siguiente es “ayla vemos, tamañana”. Existen órdenes como “hazte patrás” para indicar que se retraigan y cuando conminamos a que alguien sea paciente lo hacemos con un “pérate”, rematándolo con el “tantito”.

Aceptamos nuestra ignorancia a través del “yocuvoasaber”. A veces, al negar algo imitamos a las gallinas con un “claquenó”, reclamamos o como los canes marcamos nuestros terruños con “hítese” o “zakesé”, buscamos objetos extraviados con un “onta” y denotamos cierta desubicación con el balbuciente “ontoi”. Indicamos el clima húmedo con “tayoviendo”, somos capaces de especificar una temporalidad que se ubica entre el ahora y nunca con el “orita”, mientras aceptamos positivamente con un “tagüeno” o el “yastás”. Llamamos la atención con “íralo” al igual que descalificamos algo con la frase “náquever”.

En este mundo que gira de prisa, que los años pasan más rápido que el anterior e incluso a muerto gente que en otros años estaba viva, es común que nuestro lenguaje sea igual de apurado que la vida misma, tal vez debido a la ansiedad por comunicarnos que muchas veces nos consume. Sin más que decir, “ ayla” vemos, hasta el próximo.