miércoles, 20 de marzo de 2013

Los Colimotes

Todo mundo en algún momento de la vida hemos tenido uno, incluso hay quienes ni siquiera saben que lo tienen por mérito propio, otros se siente tan orgullosos del que les pusieron que prefieren que los llamen de esa forma en lugar de su verdadero nombre, me refiero al apodo, ese alias que suele dárseles a las personas considerando sus defectos corporales o ciertos detalles semejantes o comparativos con objetos y animales.

La palabra apodo según la Real Academia de la Lengua Española, proviene del latín apputāre que significa juzgar, acción que efectivamente se hace cuando designamos un mote a ciertos individuos, aquí apreciado lector no me salga con la mentira de que usted jamás ha puesto uno, todos hemos recurrido a ellos para dar nuestra modesta opinión sobre las cualidades y características particulares de la gente que sin conocerla a veces las juzgamos y en lugar de investigar su nombre real optamos por llamarlos por ese defecto que tienen.

Expertos señalan que ese tipo de lenguaje a la larga llega a estigmatizar a las personas, incluso existen apellidos que se han derivado de apodos; psicólogos consideran que es en la primaria y secundaria donde más se fomentan como violencia verbal que llega a afectar la autoestima y el rendimiento académico de quienes los reciben como una forma de identificación en el aula.

Otra característica de los apodos es que nadie está exento de ellos, es más, a algunos hasta les sobran; curiosamente a veces tienen su origen en el hogar, cuando los progenitores en lugar de llamar a su vástago por su nombre de pila, lo denominan “El Chiquito”, “Bodoquito”, “La Pirruña”. “Titino” hasta “Sopito de perro” si es el más pequeño de los hijos, ¡hágame usted el favor! También ya creciditos, en familias de varios integrantes a los padres les resulta más fácilmente identificarlos por motes, entonces ahí tienen su origen algunos emblemáticos que en los niveles básicos de educación se perpetuarán.

Por favor señores padres de familia, olvídense de esa artimaña de querer hacer que el nombre de sus hijos combine con el apellido, como el de Zoila Flor Del Campo o Reina De la Huerta Reyes, pues muchas veces ni caen en la cuenta de que en tales combinaciones se llegan a generar lapsus linguae que se transforman en originales albures, por lo tanto si es la familia Madero, por favor no le llama a su hija Alma, al igual si el apellido paterno es Galindo, ni se le ocurra ponerle Mónica o Verónica, mucho menos mezcle el nombre de Alma con Marcela y aparte si se apellida Rico, pues la pobre chica qué culpa tiene de que toda su vida la traten como una broma.

Por estar frente a grupo a los que ejercemos la docencia nos sobran apodos, lo más patético es que los estudiantes a pesar de que a varios de ellos por sus defectos físicos y carencias intelectuales les vendrían como anillo al dedo más de dos, pero en fin, ¡la zorra nunca se ve su cola! Para empezar es común que a los profesores que ya pintan canas les digan “cabeza de cebolla”, “mofeta” o “plateado”; los que ya no contamos con pasto en la azotea, o sea, los calvos, nos digan “frente de rodilla”, “Pelacuas”, “Cinco… pete”, entre otros más; en toda institución educativa no puede faltar ese arquetipo del magisterio que no enseña nada, nunca se interesa en el interés de sus estudiantes en cuanto a aprendizajes se refiere, pues al final todos aprobarán las asignaturas que éste imparte, incluso los que nunca entraron, por esa razón la raza lo llama “El Barco” o para hacerlo más de marketing “El Titanic”.

La envidia es otro factor que influye para que demos fe de bautismo a todos aquellos que nos superan en distintos rasgos, si nuestro vecino a duras penas cambió de coche, lo más seguro es que le nombremos “El Presumido”; misma dosis se le receta a la curvilínea damita de falda corta y escote prolongado, pues resulta que para las mujeres de escasos atributos ella es una “Cualquiera”, “suripanta” o que se dedica al oficio más antiguo del mundo, ¡y nos es precisamente la carpintería!

Existe otra gama de apodos en los que muchos estarán de acuerdo con llamar así a quienes ostentan tales motes, pues incluso son del dominio popular, razón por la cual el que nunca falta es ese colega de trabajo que cuando el jefe o director no se encuentra se cree el segundo al mando, y por tal virtud todos los subalternos lo llaman de cariño el “directorcito” o “Jefecito”; también existe ese insigne personaje de todo empleo, cuya cualidad es imitar lo que el pez hace en el agua, es decir, nada, mérito que le atribuye el sinónimo de huevo gigante o “flojo”, y ya mejor aquí le paro, pues no vaya alguien sentirse aludido y se ofenda.

Todos hemos puesto o nos han bautizado con esos ridículos motes, es más, hasta en el amor los hay, a poco no es común que entre la pareja se hablen con sobrenombres de pastel o partes del cuerpo un poco prohibidas a menores. Entonces no se ofenda si por ahí sabe del suyo, recuerde los que ha puesto y hágase el disimulado, por algo somos los Colimotes.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Bullying de oficina

Mucho se escribe y se habla en los medios masivos de información sobre el bullying que se manifiesta en las escuelas, durante la infancia, la adolescencia, en el barrio, el hogar y la oficina… sí, leyó correctamente, en las oficinas, esos sitios donde se hace y ordena el trabajo intelectual o de servicios públicos, ahí donde las personas son mayores de edad, lo cual no los exenta de continuar molestando, fastidiando, ser crueles y discriminatorios con sus compañeros, es más, ahora sus abusos son planeados tan inteligentemente que las agresiones llegan a tan letales que hasta se puede hacer que el agredido pierda su empleo, pues hablarán mal de él ante su jefe o simplemente le birlarán el mérito de sus ideas.

A veces me pregunto, ¿cuál será esa jodida intención del “compañero” de arruinar tu reputación tratando de evidenciar ante los demás que eres humano y por lo tanto te puedes equivocar con mayor facilidad? Porque no tranquilamente se sienta a tu lado y dialoga esos errores que has tenido, no, lo más seguro es que indiscretamente como especie de cuchicheo te pondrá en evidencia para que todos desconfíen de lo que haces, a continuación pongo en evidencia alguna serie de atropellamientos, que he sido testigo por el transitar laboral.

Las redes sociales son un divertimento, que en ambientes oficinistas se convierten en arma de ataque, pues si eres esa especie de cadáver conectado a Internet, ten la plena seguridad de que tu maligno colega no escatimará oportunidad para ventilar ante los demás, si tienes de contacto a altos funcionarios, que lo único que buscas es subir de escalafón y que en lugar de dedicarte a realizar las labores cotidianas te la pasas tuiteando y chateando por Facebook con ellos. Eso sin considerar los chismes que sacará a colación a partir de las fotos y frases que postees o que en plena reunión laboral haga alarde de tu vida en las redes sociales con tal de avergonzarte.

No hay peor compañero de trabajo como ese que se siente básico, es decir, el que se cree que domina la sinergia del quehacer en la dependencia, pero que ve en todos sus colegas a perfectos competidores que siempre están a la amenaza de usurparle el puesto, razón por la cual intentará siempre exhibir las debilidades de los demás; con tales actitudes nos podemos topar con jefes negados a promover a gente capaz por el simple pánico de que los destituyan o superen, secretarias exclusivas del patrón que por miedo a que el demás personal la supere, hacen hasta lo imposible por impedir que su superior reconozca los méritos de sus compañeras.

¿Recuerdas cuando en la escuela te aplicaban la ley del hielo? En tu empleo sufrirás las mismas reglas, nada más que ahora te van a congelar, aplicándote una especie de exilio laboral, donde no te harán partícipe de las actividades principales que la empresa realiza o excluyéndote del círculo de confianza del jefe; tal aislamiento no es más que una cruel táctica de intimidación que te colocará en la heladera del trabajo, haciéndote ver ante los demás como un inepto.

En la antigua serie de ciencia ficción Perdidos en el Espacio, existía un personaje llamado Doctor Smith, aparentemente éste lo consideraban como amigo los Robinson, pero lo único que intentaba con su supuesta amistad era llevar a cabo sus malignos intereses, así existen compañeritos en los centros laborales, quienes se muestran colaborativos en las actividades que emprendes, se ofrecen a realizar tus reportes, cubrirte mientras te ausentas, incluso realizarán las tareas que el patrón sólo a ti te encomienda, algunas veces sin preguntarte, más la cruel realidad es que intenta vilmente hacer ver una supuesta falta de responsabilidad y compromiso hacia la empresa de tu parte.

Ya para concluir, no puede faltar ese ladrón que durante el desayuno u hora del lunch, le comentaste sobre tus proyectos e ideas acerca de mejorar equis actividad, y que momentos más tarde en plena reunión con el patrón se las expone sin darte el menor crédito o en el peor de los casos, cuando las estás dando a conocer públicamente te arma un boicot, donde intenta demostrar que probablemente lo que dices puede llegar a convertirse en un fracaso para todos, lo cual te hará sentir culpable aún sin realizar lo que planeaste.

¿Cómo evitar el que nos hagan la vida un crucigrama? Algo tan simple y rutinario, estar siempre al pendiente de nuestras actividades y lo más importante, terminarlas a tiempo, si lo hacemos de esa forma, ten la plena seguridad de que nadie se entrometerá en las actividades propias de tu puesto. Además a esas personas perversas, tenemos que aceptar que las recordaremos siempre con cierto rencor y tristeza, pues su actuar hizo mella en nuestra formación profesional, más debemos estar alertas, pues existe la probabilidad de que en algún momento nosotros hagamos lo mismo motivados por las tres tentaciones latentes en todo empleo que son la ambición, el poder y la comodidad.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Como jumentos en primavera

Hace unos días concluyó el mes del amor y la amistad, que de hecho sólo fue un día, en donde todos disfrazaron su humor de lobo con piel de cordero e intentaron ofrecer un ángulo positivo a sus conocidos, después volvieron al tradicional concepto de “amigo”, ese que te halaga por delante y te escupe por detrás; con el arribo de marzo llegan también las temperaturas altas y con ello la ropa ligera, en las damas se observan esas microfaldas, los tops y los escotes amplios que dejan ver el relicario que protege sus corazones, por su parte los hombres, los que no tienen senos de gorila y están musculosos, pues andan por la calle en camisa interior sintiéndose Charales Atlas… digo, Charles Atlas.

Esas maneras de vestir son claros indicadores de que la primavera se aproxima, entonces se manifiesta un extraño fenómeno en los seres humanos y en especial para los colimotes, nos pone más fervorosos que en ningún otro mes en asuntos de cortejo, digo, si en los animales y en la naturaleza es tiempo de apareamiento, ¿por qué nosotros habríamos de quedar exentos?

Es precisamente en esta ardiente estación del año, cuando al ir a pincel por las avenidas de la temperamental Ciudad de las Palmeras, descubro a cientos de masculinos cambiar su contacto visual con la féminas por un escáner e incluso hasta anhelan la visión de rayos equis de Superman, es más, a veces tengo la impresión de que todas las mujeres les parecen atractivas, es como si el concepto de fealdad desapareciera, ¿será un síndrome? Creo que sí, pues este síndrome del burro primaveral también se manifiesta en las hembras, nada más que ellas si son más selectivas, pues primero desean ser cortejadas por tipos caritas o galanes, pero conforme transcurre el tiempo y no se acerca ningún prospecto, aceptan lo que caiga y como venga.

Este síndrome no tiene edad, incluso desde preescolar con la mamarrachada esa de que ya desde este nivel educativo existen las candidaturas para reinas y reyes de la primavera, a los chamaquitos se les alborota la libido, entonces los reyecitos ya quieren besar a su respectiva majestad y los progenitores se hinchan de orgullo, porque su gallito empieza a querer pisar pollitas, ya los quiero escuchar cuando lleguen a la arborescencia… ¡ups! Perdón adolescencia e intenten “Jugar a la basurita” con cualquiera, en donde ellas se tiran al suelo y ellos las rejuntarán, para luego katafixiar su mochila por una pañalera, arruinando así su juventud.

Dice un conocido que trabaja en farmacia, que es precisamente en esta época cuando más condones se venden, ¡qué bueno, así evitamos incrementar la tasa de crecimiento demográfico y la proliferación de enfermedades venéreas! Pero hay quienes les guste el deporte extremo y no lo utilizan, pues qué lástima en su salud lo hallarán. La pastillita azul es otro producto que incrementa su venta durante la primavera y según este cuate, no sólo la compran personas de la tercera edad, también menores de cincuenta años, imagino que con el propósito de contar con ayuda extra, ¡ah que mis pollinos, tan aguzados!

Por mi parte, cuando empiezo a experimentar la sintomatología de este síndrome primaveral tomo en cuenta ese dicho popular que recita “de la moda, lo que te acomoda”, entonces pongo en práctica lo que en el cine de la década de los ochentas aprendí del arte de la seducción con mi pareja, claro, siempre y cuando ella también quiera estar a la moda.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Fiesta solemne

Los que me conocen pero no saben quién soy, afirman que no me gustan las fiestas, a veces les doy la razón otras intento defraudarlos, pero siendo sincero sin dejar de mentir, no hay peor situación que me crispe el nervio que el tener que asistir a una celebración, pues me estresa estar rodeado de personas que conozco pero que en algún momento de la charla me aburriré dejando escapar felinos bostezos, y eso a nadie le agrada observar de su interlocutor.

De todas las fiestas las que más me desagradan son los casamientos, pues se me hace injusto que para el guateque todo mundo acompañe a la pareja y para cuando se estén divorciando por incompatibilidad de caracteres, nadie de esos invitados les hará compañía, los dejen solitos para que se escupan sus verdades; está comprobado que durante la liturgia de las bodas sólo asiste un 45% de los invitados, mientras que para la pachanga, muchas de las veces hasta acude gente que son convidados por los invitados, es decir, los clásicos coleros, patéticamente algunos creen que al participar en la mesa de regalos, eso les da el derecho de llevar a otros, ¡hágame el favor, si no es cover!

En todo ambiente de la celebración nupcial no puede faltar el vals de la pareja, donde ridículamente a ritmo de una canción romanticona se calabacean al marido y a la esposa los asistentes, lo más penoso es el naco rito de pegarles billetes en los ajuares, es como si estuvieran reconociendo que el recién formado matrimonio se encuentra en banca rota o para que se ayuden en los gastos de la luna de miel; además es el momento preciso para que los presumidos cuelguen billetes de alta denominación en su intento de humillar a la plebe, es más, algunas veces llegan a competir entre ellos con tal de opacarse unos a otros.

Terminado el vals, viene el bailongo, el cual puede ser amenizado por música viva o sonido disco, cuando se trata de algún grupo versátil que puede estar integrado por un hombre y dos mujeres o la clásica orquesta de pueblo con todo y tuba, uno es testigo de cómo los asistentes al mover sus huesitos al ritmo del sonido dan la impresión de un cabaré, en donde nada más falta que las damitas al regresar a sus mesas cobren la respectiva ficha.

Cuando el sonido es producido por un diyéi, lo más seguro es que te tengas que soplar esos himnos musicales que convocan a multitudes a la pista, algunas de ellas hasta tienen su propia coreografía, las letras de esas canciones son tan profundas y densas como un charco de agua, es como si al sumarte al revuelo que causan automáticamente desenchufaras tus neuronas y como autómata siguieras los pasos de todos, obviamente siempre estará la señora cuarentona o el teporochito que al intentar coordinarse con los demás echará a perder la sincronía, convirtiéndolo en un cómico espectáculo.

Tratándose de una fiesta es un hecho que debe de haber banquete, el cual dependiendo de la clase social puede variar desde una exquisita birria con sus frijolitos puercos sabor sardina hasta el nice ambigú o buffet frio, donde se ofrecen los mata de hambre canapés; aquí el mesero juega un rol importantísimo, pues si al llegar le das su propina ten la plena seguridad que te atenderá mejor que a los anfitriones, más si no hay gratificación, probablemente tú y los que te acompañan se vuelvan invisibles o pitufos que pasarán desapercibidos cuando éstos lleven los platillos y las bebidas a las mesas.

Lo más vergonzoso son esos tradicionales juegos de boda, que como intermedio de la recepción se realizan, a veces quienes amenizan musicalmente los organizan o si no lo hace el pariente que se cree animador de televisión, convocando a las asistentes a jugar la víbora de la mar con el velo de la novia para después arrojar el ramo donde las aguerridas solteronas en su desesperación por atraparlo serán el show de la velada o el jocoso quita liguero, cuando el novio intentará despojárselo a su pareja para concluir bailando el tema de “El Mandilón” con escoba y niño en manos seguido por su mujer propinándole cintarazos.

Lo mejor de la ridiculez se observa al final de tan solemne fiesta, cuando los invitados abandonan el local con platos repletos del banquete que se ofreció y los centros de mesas o adornos, ¡ay por favor, así o más abusivos! Ahora ya lo saben por estas y muchas cosas más me desagradan las fiestas, pero a veces voy sólo con ciertos fines antropológicos.

miércoles, 20 de febrero de 2013

¡Aquí no pasa nada!

A diario nos enteramos de cosas que no nos agradan y que consideramos injustas, gracias a la prensa hemos sido testigos del maltrato a los animales, los prejuicios racistas, la homofobia y sus repercusiones injustas que la misma sociedad provoca, somos testigos aunque sea por internet o televisión ya que muchas veces no radicamos donde se da el maltrato a ciudadanos comunes, como tú o como yo, pero si nos percatamos cómo son humillados, mancillados e incluso hasta explotados; nos enojamos, despotricamos en contra de quien consideramos que es el culpable o los culpables, pero de ahí en adelante… pues no… no pasa nada, y además no hacemos nada por mejorar la situación.

Me llama la atención que todos nos indignemos, vemos los abusos de autoridad, de poder y nos enojamos, sabemos que los políticos nos mienten y nos enojamos; conozco a varios que por prescripción médica tienen estrictamente prohibido ver y oír las noticias, pues después de enterarse se ponen furibundos y no buscan quién se las hizo, sino más bien quién se las pague y sufren las consecuencias sus propios familiares, “papá, ¿puedo ir a la fiesta de mi salón?” “No, te puede pasar algo, ya vez lo que dijo López-Dóriga sobre la inseguridad”, “Pero papá, es la de graduación” “Ya te dije que ni madres, ¿Ok?”

¿Es necesaria una respuesta así? Un inocente que no sabe ni porqué se encuentra su padre molesto no es digno de una explicación, no, pues según cree el progenitor a la edad en la que está el chamaco no comprende los problemas del mundo contemporáneo, en cambio él sí, pues es un “adulto” que se chuta toda esa información bien documentada que los programas de noticias difunden a diario, esas noticias retrabajadas por los que tienen los micrófonos, o sea, los que ya digirieron las notas y aportaron su modesta opinión para hacérsela llegar.

Con insinuaciones provocativas los conductores de esos programas de noticias generan una especie de enturbiamiento de la opinión pública; por ejemplo, si nos dicen que estamos en guerra, te alarmas y vas a comprar un rifle de municiones para defender tu casa, mas te pregunto, ¿alguien te declaró la guerra a ti o tú se la declaraste a alguien? En los fenómenos climáticos aseguran que el huracán fulano pisará costas de Manzanillo en unas cuantas horas, te entra el pánico y abarrotas las tiendas para adquirir víveres, lo más patético es que el día está soleado, pero el miedo te ciega nublándote la vista.

Después si no ocurre nada, los comentaristas jamás vuelven a “analizar” la nota que te atemorizó o te hizo encabronar, simplemente centran su atención en otra nueva, y ahora con la rapidez de la Internet, pues hay mucha tela de donde cortar, para que sigas molesto o con pavor, eso depende del estado de ánimo que te quieran programar; más cuando ya te sientes cansado de toda esa manipulación mediática, decides hacer caso omiso del indocumentado que fue muerto a balazos por unos gringos rancheros con la justificación de que lo creyeron narcotraficante o por invadir su pinche rancho, es más, te sientes como cuando te pones a dieta y al cabo de dos semanas te das cuenta que no bajaste nadita de peso, es decir, no pasó nada, entonces le empacas a la comida chatarra, igual de tanto hastío de violencia se te hacen normales las injusticia y los abusos.

Como placebo a tanto manipuleo mediático que desgasta, las televisoras programan una final de soccer, el desenlace de la telenovela, un Teletón o un festival de la canción, entonces te dejas caer sobre ese cómodo sofá, ¡que al fin cuentas aquí no pasa nada! Dejando de hablar, de criticar, de admirarse, de asustarse, simplemente porque no hicimos nada, esto no significa crear un gremio o un frente ante cualquiera de las adversidades antes mencionadas, ¡que no estaría nada mal­!

Considero que el primer paso lo debemos de hacer en nuestra propia persona, tratando de ser honestos, transparentes y sinceros con el prójimo, ¿quién es el prójimo? Pues tu vecino, ese que te cae mal y por tanto cuando barres la acera de la casa le echas la basura, también lo es ese compañero de clase que por no ser tan inteligente como tú, te burlas de las preguntas que temerosamente hace al profesor con tal de erradicar su ignorancia; hagamos algo, mejoremos nuestra actitud hacia los demás, respetándonos y viviendo en paz, entonces ahora sí, ¡aquí no pasará nada!

miércoles, 13 de febrero de 2013

Mexican Single

Febrero es el mes más corto del año, eso de corto es subjetivo, pues para algunos las horas pueden ser minutos y para otros los minutos llegan a considerarlos días; ante la SEP, es el periodo indicado para inscribir a todos los infantes al Sistema de Educación Básica, mientras que para el comercio es el tiempo propicio para atiborrar a nuestros seres amados de infinidad de objetos que no ocupan –aquí si hago una pausa, pues si se trata de oro o piedras preciosas, lo más probable es que a la pareja sí le sea de utilidad, pues cuando ya no exista la relación, el monte de piedad o cualquier casa de empeño las recibirán a buen precio–, razón por la cual es común que a través de diversos medios nos llegue un aluvión de promociones alusivos al día catorce.

Es precisamente durante las vísperas a esta fecha y el meritito día de los enamorados, todos aquellos que la jara de cupido no tocó su corazón se hunden en la depresión y la tristeza producto de la soledad, Soledad, esa chica cuyos ojos de papel volando conquista al más amistoso del mundo, y una vez que cae rendido a sus pies, se vuelve una relación fatal. Para empezar la palabra soltero desde su raíz etimológica carga con el complejo de la soledad al derivarse del latín solitarĭus, cuyo significado en castellano equivale a solitario, desamparado o desierto, mientras que la acepción de soltero se entiende como “suelto, libre o que no está casado”, aquí si hay una incongruencia, pues conozco a muchos casados que viven la soledad de pareja.

Es precisamente ese prejuicioso estereotipo del soltero, el cual ha dado origen a una especie de bullying entre los adultos, que miran con ojos de extrañeza a todos aquellos mayores de treintaicinco que por razones desconocidas no han podido encontrar su media naranja, y por ello los consideran “anormales”, adjudicándoles diversos motes o sobrenombres que han dado origen a una serie de mitos en relación a la soltería.

Uno de ellos es la amargura, es decir, si ya llevas un tiempo sin pareja –en esta categoría inclúyase también a los divorciados y viudos– lo más probable es que experimentes sentimientos de pena, aflicción o disgusto los cuales te transformen en una persona non grata. Otra característica es lo jarioso, o sea, si aún no encuentras a quien amar, lo primero que caiga como pareja es bueno, además se cree erróneamente según la óptica machista que todas las mujeres viudas y divorciadas lo único que buscan es saciar el apetito sexual con quien sea, ¡así o más peyorativos!

Cuando el individuo llega a los cuarenta y no ha sentado cabeza con alguien, lueguito le adjudican la frasecita “hombre maduro… persona que experimenta placer sexual por el esfínter seguro”, mitología que no es verdad, pues conozco algunos casados que a pesar de llevar más de un lustro unido en sagrado matrimonio heterosexual tiene su affaire con personas del mismo sexo. En las señoritas es común que se les llegue a bautizar de exigentes en cuanto a seleccionar a sus prospectos y por ello se encuentran más solas que Dios o que por estar en espera de su Príncipe Azul se les fue el tren o como dicen “por esperar a los de a caballo, dejó ir a los de a pie”.

Hasta el momento no encuentro la relación entre las solteras de mayor edad con las aves americanas denominadas cotorras, a menos de que se refieran a la otra definición que evidencia la peculiaridad de ser una persona habladora e indiscreta, si es por eso, no todas poseen tal defecto. También es común decir que estas al no encontrar prospecto en el transcurrir de los años, las personas normales llegan a decir que se quedaron a “vestir santos”, comentario que resulta una falacia, pues una de las actividades propias del monaguillo o “servidores del altar” es colocar la vestimenta a las imágenes de los templos, para variar algunos son infantes y los de edad avanzada en su mayoría se encuentran casados, ¿dónde está la comparación?

Todos esos sobrenombres que aquejan a quien no tiene pareja ejercen una fuerte presión que al momento de elegir lo hacen más por desesperación al miedo de quedarse solos, pues seleccionan con el cerebro lo que debiera elegirse a través de los sentimientos, de ahí que cuando ya se encuentran entrelazados reconocen su error o por fin aparece la anhelada media naranja, entonces quien se entusiasma por eso se suma a las estadísticas de los divorcios; usted no se desanime, continúe poniendo a San Antonio de cabeza juntito a su veladora, y si fuera fea la soltería muchos casados no pondrían en su información de contactos de Facebook que son solteros.

miércoles, 6 de febrero de 2013

La ruta del tentempié


A muchos estudiantes les causa admiración que viaje en transporte colectivo, resulta gracioso observarlos cuando coincidimos en algunas rutas de autotransporte, que me miren con ojos de ¿y ahora a este qué le pasa, está tan jodido que no tiene coche propio? ¡Órale! ¿En su estereotipo de docente, los que ejercemos esta profesión debemos ser dueños de un lujoso automóvil –el cual algunas veces ni lo hemos terminado de pagar­– para ser respetables? Lamentablemente en este mundo globalizado e interesado, existe la apreciación de valer por las cosas materiales que se tiene, que por las capacidades o habilidades catedráticas. Figúrese estimado lector que gracias a que recorro la ciudad en este medio he sido testigo de infinidad de anécdotas, hechos que muchas veces inspiran para que ustedes las conozcan, como la que a continuación reseño.

Es la hora pico del tráfico vehicular, son las 2:50 de la tarde, es un día rutinario para el “Pachorras” chofer de la ruta diez, el estéreo hace un estremecedor sonido que al combinarse con el rechinido del freno de aire, ponen más tensa la situación, quitándose los hilillos de sudor con el dedo pulgar de la mano izquierda, intenta poner orden en el atiborrado camión, bajo la lógica de crear espacio donde no existe. ¡Recórranse, recórranse pa´atrás por favor!

Una señora de avanzada edad le comenta a la señorita que va de pie a su derecha, “¡ya no existen los caballeros! Mira mi´hija nadie de esos hombres les cede su lugar a cualquiera de las damas aquí presentes”. Un encalado albañil responde cínicamente, “no señora, caballeros si existimos, lo que no hay son asientos”. De pronto un usuario desesperado golpea la parte superior de la puerta trasera, mientras grita, ¡en la esquina bajan, te dije bajan, pinche sordo! ¡Oiga no grite! Para eso está el timbre –responde el chofer, ¿Cómo lo voy a tocar si ni sirve? Asevera el pasajero mientras baja del camión cuando este aún no se detiene.

Un muchacho observa al fondo en el asiento trasero dos costales, abriéndose paso entre la gente se acerca a la señora de vestido folclórico que se encontraba al lado de ellos para preguntarle, “¿Doña, me puedo sentar sobre sus costales?” Sí, pero nomás tenga cuidado con los huevos –responde. “¿A poco lleva blanquillos ahí?” No joven, claro que no, llevo nopales.

En la esquina abordan dos jovencitas de uniforme escolar, le muestran su credencial de estudiante mientras entregan los boletos de descuento, el conductor se los arrebata con furia y los coloca entre un imán y el tablero del automotor, para arrancar abruptamente, lo que ocasiona que las chicas sin estar en la tediosa clase de física, comprueben la Primera Ley de Newton. Con el propósito de menguar el estrés introduce otro disco de mp3, el cual emite nuevamente ese estrepitoso ruido de las desconadas bocinas imitación Pioneer; lo alto del sonido, lo repleto de la unidad y la caliente temperatura imperante en su interior comienzan a causar un ambiente hostil; algunos usuarios se arrepienten de haberlo abordado, otros preocupados intentan de forma inútil acercarse a la puerta trasera para poder descender con facilidad, mientras se mueven proporcionan masajes que dependiendo de quien los da o recibe, pueden ser eróticos o perversos.

Un adulto mayor que ocupa el asiento a espaldas del conductor, toca el hombro de éste y cuando logra que lo vea por el espejo retrovisor, le pregunta, ¿Cuánto le costó su disco que está sonando? Quince pesitos, mi amigo ­–entusiasmado responde– ¡Le doy veinte pesos por él! Señor, ¡cómo cree, si es pirata! Eso sería un robo –ufanamente dice el conductor. El anciano sacando de su cartera un billete de a veinte, hace el intento por entregárselo, él se niega, pero éste insiste. En una de las paradas, el piloto convencido de que al longevo le ha gustado su disco, lo saca del reproductor y se lo intercambia por el dinero.

En cuanto el viejito lo recibe, inmediatamente lo arroja por la ventanilla estando el camión en pleno movimiento, la gente ovaciona la acción y el “Pachorras” balbucea un improperio al mismo tiempo que acelera intentando escapar de ese vergonzoso momento. Con sucesos tan circunstanciales como los que vivo a diario en los magníficos servicios de autotransporte de la ciudad, ustedes creen que voy a comprar un solitario coche, es más, como siempre lo he dicho, si ni mi vida la sé manejar, resulta entonces ridículo que intente manejar un vehículo.