miércoles, 27 de febrero de 2013

Fiesta solemne

Los que me conocen pero no saben quién soy, afirman que no me gustan las fiestas, a veces les doy la razón otras intento defraudarlos, pero siendo sincero sin dejar de mentir, no hay peor situación que me crispe el nervio que el tener que asistir a una celebración, pues me estresa estar rodeado de personas que conozco pero que en algún momento de la charla me aburriré dejando escapar felinos bostezos, y eso a nadie le agrada observar de su interlocutor.

De todas las fiestas las que más me desagradan son los casamientos, pues se me hace injusto que para el guateque todo mundo acompañe a la pareja y para cuando se estén divorciando por incompatibilidad de caracteres, nadie de esos invitados les hará compañía, los dejen solitos para que se escupan sus verdades; está comprobado que durante la liturgia de las bodas sólo asiste un 45% de los invitados, mientras que para la pachanga, muchas de las veces hasta acude gente que son convidados por los invitados, es decir, los clásicos coleros, patéticamente algunos creen que al participar en la mesa de regalos, eso les da el derecho de llevar a otros, ¡hágame el favor, si no es cover!

En todo ambiente de la celebración nupcial no puede faltar el vals de la pareja, donde ridículamente a ritmo de una canción romanticona se calabacean al marido y a la esposa los asistentes, lo más penoso es el naco rito de pegarles billetes en los ajuares, es como si estuvieran reconociendo que el recién formado matrimonio se encuentra en banca rota o para que se ayuden en los gastos de la luna de miel; además es el momento preciso para que los presumidos cuelguen billetes de alta denominación en su intento de humillar a la plebe, es más, algunas veces llegan a competir entre ellos con tal de opacarse unos a otros.

Terminado el vals, viene el bailongo, el cual puede ser amenizado por música viva o sonido disco, cuando se trata de algún grupo versátil que puede estar integrado por un hombre y dos mujeres o la clásica orquesta de pueblo con todo y tuba, uno es testigo de cómo los asistentes al mover sus huesitos al ritmo del sonido dan la impresión de un cabaré, en donde nada más falta que las damitas al regresar a sus mesas cobren la respectiva ficha.

Cuando el sonido es producido por un diyéi, lo más seguro es que te tengas que soplar esos himnos musicales que convocan a multitudes a la pista, algunas de ellas hasta tienen su propia coreografía, las letras de esas canciones son tan profundas y densas como un charco de agua, es como si al sumarte al revuelo que causan automáticamente desenchufaras tus neuronas y como autómata siguieras los pasos de todos, obviamente siempre estará la señora cuarentona o el teporochito que al intentar coordinarse con los demás echará a perder la sincronía, convirtiéndolo en un cómico espectáculo.

Tratándose de una fiesta es un hecho que debe de haber banquete, el cual dependiendo de la clase social puede variar desde una exquisita birria con sus frijolitos puercos sabor sardina hasta el nice ambigú o buffet frio, donde se ofrecen los mata de hambre canapés; aquí el mesero juega un rol importantísimo, pues si al llegar le das su propina ten la plena seguridad que te atenderá mejor que a los anfitriones, más si no hay gratificación, probablemente tú y los que te acompañan se vuelvan invisibles o pitufos que pasarán desapercibidos cuando éstos lleven los platillos y las bebidas a las mesas.

Lo más vergonzoso son esos tradicionales juegos de boda, que como intermedio de la recepción se realizan, a veces quienes amenizan musicalmente los organizan o si no lo hace el pariente que se cree animador de televisión, convocando a las asistentes a jugar la víbora de la mar con el velo de la novia para después arrojar el ramo donde las aguerridas solteronas en su desesperación por atraparlo serán el show de la velada o el jocoso quita liguero, cuando el novio intentará despojárselo a su pareja para concluir bailando el tema de “El Mandilón” con escoba y niño en manos seguido por su mujer propinándole cintarazos.

Lo mejor de la ridiculez se observa al final de tan solemne fiesta, cuando los invitados abandonan el local con platos repletos del banquete que se ofreció y los centros de mesas o adornos, ¡ay por favor, así o más abusivos! Ahora ya lo saben por estas y muchas cosas más me desagradan las fiestas, pero a veces voy sólo con ciertos fines antropológicos.

miércoles, 20 de febrero de 2013

¡Aquí no pasa nada!

A diario nos enteramos de cosas que no nos agradan y que consideramos injustas, gracias a la prensa hemos sido testigos del maltrato a los animales, los prejuicios racistas, la homofobia y sus repercusiones injustas que la misma sociedad provoca, somos testigos aunque sea por internet o televisión ya que muchas veces no radicamos donde se da el maltrato a ciudadanos comunes, como tú o como yo, pero si nos percatamos cómo son humillados, mancillados e incluso hasta explotados; nos enojamos, despotricamos en contra de quien consideramos que es el culpable o los culpables, pero de ahí en adelante… pues no… no pasa nada, y además no hacemos nada por mejorar la situación.

Me llama la atención que todos nos indignemos, vemos los abusos de autoridad, de poder y nos enojamos, sabemos que los políticos nos mienten y nos enojamos; conozco a varios que por prescripción médica tienen estrictamente prohibido ver y oír las noticias, pues después de enterarse se ponen furibundos y no buscan quién se las hizo, sino más bien quién se las pague y sufren las consecuencias sus propios familiares, “papá, ¿puedo ir a la fiesta de mi salón?” “No, te puede pasar algo, ya vez lo que dijo López-Dóriga sobre la inseguridad”, “Pero papá, es la de graduación” “Ya te dije que ni madres, ¿Ok?”

¿Es necesaria una respuesta así? Un inocente que no sabe ni porqué se encuentra su padre molesto no es digno de una explicación, no, pues según cree el progenitor a la edad en la que está el chamaco no comprende los problemas del mundo contemporáneo, en cambio él sí, pues es un “adulto” que se chuta toda esa información bien documentada que los programas de noticias difunden a diario, esas noticias retrabajadas por los que tienen los micrófonos, o sea, los que ya digirieron las notas y aportaron su modesta opinión para hacérsela llegar.

Con insinuaciones provocativas los conductores de esos programas de noticias generan una especie de enturbiamiento de la opinión pública; por ejemplo, si nos dicen que estamos en guerra, te alarmas y vas a comprar un rifle de municiones para defender tu casa, mas te pregunto, ¿alguien te declaró la guerra a ti o tú se la declaraste a alguien? En los fenómenos climáticos aseguran que el huracán fulano pisará costas de Manzanillo en unas cuantas horas, te entra el pánico y abarrotas las tiendas para adquirir víveres, lo más patético es que el día está soleado, pero el miedo te ciega nublándote la vista.

Después si no ocurre nada, los comentaristas jamás vuelven a “analizar” la nota que te atemorizó o te hizo encabronar, simplemente centran su atención en otra nueva, y ahora con la rapidez de la Internet, pues hay mucha tela de donde cortar, para que sigas molesto o con pavor, eso depende del estado de ánimo que te quieran programar; más cuando ya te sientes cansado de toda esa manipulación mediática, decides hacer caso omiso del indocumentado que fue muerto a balazos por unos gringos rancheros con la justificación de que lo creyeron narcotraficante o por invadir su pinche rancho, es más, te sientes como cuando te pones a dieta y al cabo de dos semanas te das cuenta que no bajaste nadita de peso, es decir, no pasó nada, entonces le empacas a la comida chatarra, igual de tanto hastío de violencia se te hacen normales las injusticia y los abusos.

Como placebo a tanto manipuleo mediático que desgasta, las televisoras programan una final de soccer, el desenlace de la telenovela, un Teletón o un festival de la canción, entonces te dejas caer sobre ese cómodo sofá, ¡que al fin cuentas aquí no pasa nada! Dejando de hablar, de criticar, de admirarse, de asustarse, simplemente porque no hicimos nada, esto no significa crear un gremio o un frente ante cualquiera de las adversidades antes mencionadas, ¡que no estaría nada mal­!

Considero que el primer paso lo debemos de hacer en nuestra propia persona, tratando de ser honestos, transparentes y sinceros con el prójimo, ¿quién es el prójimo? Pues tu vecino, ese que te cae mal y por tanto cuando barres la acera de la casa le echas la basura, también lo es ese compañero de clase que por no ser tan inteligente como tú, te burlas de las preguntas que temerosamente hace al profesor con tal de erradicar su ignorancia; hagamos algo, mejoremos nuestra actitud hacia los demás, respetándonos y viviendo en paz, entonces ahora sí, ¡aquí no pasará nada!

miércoles, 13 de febrero de 2013

Mexican Single

Febrero es el mes más corto del año, eso de corto es subjetivo, pues para algunos las horas pueden ser minutos y para otros los minutos llegan a considerarlos días; ante la SEP, es el periodo indicado para inscribir a todos los infantes al Sistema de Educación Básica, mientras que para el comercio es el tiempo propicio para atiborrar a nuestros seres amados de infinidad de objetos que no ocupan –aquí si hago una pausa, pues si se trata de oro o piedras preciosas, lo más probable es que a la pareja sí le sea de utilidad, pues cuando ya no exista la relación, el monte de piedad o cualquier casa de empeño las recibirán a buen precio–, razón por la cual es común que a través de diversos medios nos llegue un aluvión de promociones alusivos al día catorce.

Es precisamente durante las vísperas a esta fecha y el meritito día de los enamorados, todos aquellos que la jara de cupido no tocó su corazón se hunden en la depresión y la tristeza producto de la soledad, Soledad, esa chica cuyos ojos de papel volando conquista al más amistoso del mundo, y una vez que cae rendido a sus pies, se vuelve una relación fatal. Para empezar la palabra soltero desde su raíz etimológica carga con el complejo de la soledad al derivarse del latín solitarĭus, cuyo significado en castellano equivale a solitario, desamparado o desierto, mientras que la acepción de soltero se entiende como “suelto, libre o que no está casado”, aquí si hay una incongruencia, pues conozco a muchos casados que viven la soledad de pareja.

Es precisamente ese prejuicioso estereotipo del soltero, el cual ha dado origen a una especie de bullying entre los adultos, que miran con ojos de extrañeza a todos aquellos mayores de treintaicinco que por razones desconocidas no han podido encontrar su media naranja, y por ello los consideran “anormales”, adjudicándoles diversos motes o sobrenombres que han dado origen a una serie de mitos en relación a la soltería.

Uno de ellos es la amargura, es decir, si ya llevas un tiempo sin pareja –en esta categoría inclúyase también a los divorciados y viudos– lo más probable es que experimentes sentimientos de pena, aflicción o disgusto los cuales te transformen en una persona non grata. Otra característica es lo jarioso, o sea, si aún no encuentras a quien amar, lo primero que caiga como pareja es bueno, además se cree erróneamente según la óptica machista que todas las mujeres viudas y divorciadas lo único que buscan es saciar el apetito sexual con quien sea, ¡así o más peyorativos!

Cuando el individuo llega a los cuarenta y no ha sentado cabeza con alguien, lueguito le adjudican la frasecita “hombre maduro… persona que experimenta placer sexual por el esfínter seguro”, mitología que no es verdad, pues conozco algunos casados que a pesar de llevar más de un lustro unido en sagrado matrimonio heterosexual tiene su affaire con personas del mismo sexo. En las señoritas es común que se les llegue a bautizar de exigentes en cuanto a seleccionar a sus prospectos y por ello se encuentran más solas que Dios o que por estar en espera de su Príncipe Azul se les fue el tren o como dicen “por esperar a los de a caballo, dejó ir a los de a pie”.

Hasta el momento no encuentro la relación entre las solteras de mayor edad con las aves americanas denominadas cotorras, a menos de que se refieran a la otra definición que evidencia la peculiaridad de ser una persona habladora e indiscreta, si es por eso, no todas poseen tal defecto. También es común decir que estas al no encontrar prospecto en el transcurrir de los años, las personas normales llegan a decir que se quedaron a “vestir santos”, comentario que resulta una falacia, pues una de las actividades propias del monaguillo o “servidores del altar” es colocar la vestimenta a las imágenes de los templos, para variar algunos son infantes y los de edad avanzada en su mayoría se encuentran casados, ¿dónde está la comparación?

Todos esos sobrenombres que aquejan a quien no tiene pareja ejercen una fuerte presión que al momento de elegir lo hacen más por desesperación al miedo de quedarse solos, pues seleccionan con el cerebro lo que debiera elegirse a través de los sentimientos, de ahí que cuando ya se encuentran entrelazados reconocen su error o por fin aparece la anhelada media naranja, entonces quien se entusiasma por eso se suma a las estadísticas de los divorcios; usted no se desanime, continúe poniendo a San Antonio de cabeza juntito a su veladora, y si fuera fea la soltería muchos casados no pondrían en su información de contactos de Facebook que son solteros.

miércoles, 6 de febrero de 2013

La ruta del tentempié


A muchos estudiantes les causa admiración que viaje en transporte colectivo, resulta gracioso observarlos cuando coincidimos en algunas rutas de autotransporte, que me miren con ojos de ¿y ahora a este qué le pasa, está tan jodido que no tiene coche propio? ¡Órale! ¿En su estereotipo de docente, los que ejercemos esta profesión debemos ser dueños de un lujoso automóvil –el cual algunas veces ni lo hemos terminado de pagar­– para ser respetables? Lamentablemente en este mundo globalizado e interesado, existe la apreciación de valer por las cosas materiales que se tiene, que por las capacidades o habilidades catedráticas. Figúrese estimado lector que gracias a que recorro la ciudad en este medio he sido testigo de infinidad de anécdotas, hechos que muchas veces inspiran para que ustedes las conozcan, como la que a continuación reseño.

Es la hora pico del tráfico vehicular, son las 2:50 de la tarde, es un día rutinario para el “Pachorras” chofer de la ruta diez, el estéreo hace un estremecedor sonido que al combinarse con el rechinido del freno de aire, ponen más tensa la situación, quitándose los hilillos de sudor con el dedo pulgar de la mano izquierda, intenta poner orden en el atiborrado camión, bajo la lógica de crear espacio donde no existe. ¡Recórranse, recórranse pa´atrás por favor!

Una señora de avanzada edad le comenta a la señorita que va de pie a su derecha, “¡ya no existen los caballeros! Mira mi´hija nadie de esos hombres les cede su lugar a cualquiera de las damas aquí presentes”. Un encalado albañil responde cínicamente, “no señora, caballeros si existimos, lo que no hay son asientos”. De pronto un usuario desesperado golpea la parte superior de la puerta trasera, mientras grita, ¡en la esquina bajan, te dije bajan, pinche sordo! ¡Oiga no grite! Para eso está el timbre –responde el chofer, ¿Cómo lo voy a tocar si ni sirve? Asevera el pasajero mientras baja del camión cuando este aún no se detiene.

Un muchacho observa al fondo en el asiento trasero dos costales, abriéndose paso entre la gente se acerca a la señora de vestido folclórico que se encontraba al lado de ellos para preguntarle, “¿Doña, me puedo sentar sobre sus costales?” Sí, pero nomás tenga cuidado con los huevos –responde. “¿A poco lleva blanquillos ahí?” No joven, claro que no, llevo nopales.

En la esquina abordan dos jovencitas de uniforme escolar, le muestran su credencial de estudiante mientras entregan los boletos de descuento, el conductor se los arrebata con furia y los coloca entre un imán y el tablero del automotor, para arrancar abruptamente, lo que ocasiona que las chicas sin estar en la tediosa clase de física, comprueben la Primera Ley de Newton. Con el propósito de menguar el estrés introduce otro disco de mp3, el cual emite nuevamente ese estrepitoso ruido de las desconadas bocinas imitación Pioneer; lo alto del sonido, lo repleto de la unidad y la caliente temperatura imperante en su interior comienzan a causar un ambiente hostil; algunos usuarios se arrepienten de haberlo abordado, otros preocupados intentan de forma inútil acercarse a la puerta trasera para poder descender con facilidad, mientras se mueven proporcionan masajes que dependiendo de quien los da o recibe, pueden ser eróticos o perversos.

Un adulto mayor que ocupa el asiento a espaldas del conductor, toca el hombro de éste y cuando logra que lo vea por el espejo retrovisor, le pregunta, ¿Cuánto le costó su disco que está sonando? Quince pesitos, mi amigo ­–entusiasmado responde– ¡Le doy veinte pesos por él! Señor, ¡cómo cree, si es pirata! Eso sería un robo –ufanamente dice el conductor. El anciano sacando de su cartera un billete de a veinte, hace el intento por entregárselo, él se niega, pero éste insiste. En una de las paradas, el piloto convencido de que al longevo le ha gustado su disco, lo saca del reproductor y se lo intercambia por el dinero.

En cuanto el viejito lo recibe, inmediatamente lo arroja por la ventanilla estando el camión en pleno movimiento, la gente ovaciona la acción y el “Pachorras” balbucea un improperio al mismo tiempo que acelera intentando escapar de ese vergonzoso momento. Con sucesos tan circunstanciales como los que vivo a diario en los magníficos servicios de autotransporte de la ciudad, ustedes creen que voy a comprar un solitario coche, es más, como siempre lo he dicho, si ni mi vida la sé manejar, resulta entonces ridículo que intente manejar un vehículo.

miércoles, 30 de enero de 2013

Abusadores


El abuelo solía decir, “quien no abusa, lo usan”; para él todos en algún momento de nuestra vida hemos recurrido al uso o aprovechamiento excesivo e incluso hasta indebido de algo o de alguien, ya sea para beneficio propio o simplemente para perjudicar; ciertas veces solemos abusar de forma inconsciente, ni siquiera nos percatamos de la utilización indebida que hacemos de las personas o de los objetos, más si es una falta de respeto a la buena voluntad de las personas cuando se hace con toda alevosía .

Así vemos a servidores públicos extralimitándose de sus funciones, queriendo obtener ganancias extras de su desempeño laboral, solicitando la clásica “mordida” a cambio de un favor o de hacer más rápido ciertos trámites; oficinas convertidas en cibercafés, donde sus empleados en lugar de cumplir con los servicios pierden el tiempo chateando, consultando el Facebook y Twitter, mientras la fila de usuarios se asemeja al de una tortillería; trabajadores que después de checar puntualmente su ingreso al empleo, tardan hasta treinta minutos en ocupar sus puestos laborales y para colmo, al final de la jornada toman veinte minutos para “enfriarse”, antes de checar su salida.

Jovencitos que se devoran carnalmente en cualquier momento y después de que decidieron unir sus vidas en santo matrimonio ni la mano se quieren rozar, eso es mimetizar el uso con el abuso; empleados que almuerzan al arribo de su jornada, desayunan a la mitad y al final deben de llegarle al desempance; el invitado que convida a otros o el peor de ésos, el que asiste a un evento sin ser invitado.

No puede faltar “sobrinitas”, ese individuo que espera a que termine un festejo o cumpleaños de algún compañero de la chamba, para aprovecharse de lo que sobró para llevárselo a su casa; es cuando uno se pregunta, ¿su situación económica será tan precaria que no le alcanza para solventar sus propios alimentos? Considero que es patético observarlos cómo esperan cual carroñeros a que el tigre devore a su presa para degustar lo que dejó.

Decepcionante cuando esa persona a la que confiaste algo en particular, lo convierte en secreto a voces y el último en enterarse de que todos lo saben eres tú; peor la dolida divorciada que divulga cual voceador tus torpezas en el plano sexual a las personas que te conocen, ¡imagínate que todos sepan que eres la avena durante el coito, por eso de los tres minutos! Lo que más me zurra de los aprovechados, es cuando les prestas ya sea dinero, libros, discos o películas, y se incomodan cuando les pides que lo devuelvan, es más, si se trata de centavos, peor, se hacen los ofendidos despotricando sobre tu persona.

Como consecuencia de todos esos individuos que recurren a ciertas argucias con tal de obtener un beneficio particular, recomiendo ponerse aguzado y no dejarse abusar, si alguien tiene interés en ti o en esas cosas que a duras penas has conseguido, mejor dile que lo tuyo no es ser beneficencia pública ni mucho menos altruismo para holgazanes, pues tu esfuerzo te ha costado adquirirlos para que otros disfruten así nada más por puro gusto; si te clasifican de egoísta no importa, pues las razones sólo uno las conoce; además, no siempre somos monedita de oro.

miércoles, 23 de enero de 2013

Chafireteando las cuotas


Contamos desde hace unos meses con la nueva tarifa de servicios de taxis, si mal no recuerdo no había existido incremento alguno desde el 2009, entonces durante el 2012, Lustitia se destapó un ojo vendado e inclinando su balanza apuntó la mirada a los chóferes del estado y por ende a sus respectivos patrones. ¿Fue lo justo? Pues si no existieran tantos arbitrios con los aprovechados chóferes que engrosan sus billeteras y las de sus jefes ingeniándoselas para cobrar más de lo debido, otro gallo cantaría.

Ya que menciono a los concesionarios, la verdad no sé si éstos sean tan exigentes de los dividendos que reciben de sus trabajadores que les obligan a extorsionar a los usuarios del servicio de transporte; digo si la recién estrenada tarifa pasó de trece a quince pesos como mínimo de pago en la demarcación Colima-Villa de Álvarez y cinco pesos más dependiendo de la zona que se cruce, ¿por qué cuando coinciden entre la división de una zona y otra, intencionalmente dejan su pasaje en la siguiente para cobrar más?

Además de la ilegalidad en los cobros, algunos vehículos dejan mucho que desear, pues al abordarlos te llega el ramalazo del olor a humedad u otros desagradables aromas que los conductores despiden, en cuantito ocupas el asiento cual faquir descubres los puntiagudos resortes desde la espalda hasta el oveder, además algunos de tan vencidos que se encuentran del respaldo provocan un ligero Déjà vu sobre las futuras visitas al dentista o en el peor de los casos al psicólogo, si no te hundes en el asiento existe la probabilidad de experimentar la sensación de estar en el juego de “La Cabaña del Tío Chueco” del Six Flags e incluso te ladeas tanto que a simple vista das la impresión –cuando es hacia el chofer– como si se fuera a intimidar con él al arrejuntártele, cuando la inclinación es del lado de la puerta corremos el riesgo de salir expulsados cual MiG 35, y si decides ocupar los asientos traseros, debido a estereotipos como “El Chófer y la Señora Daisy”, los taxistas se ofenden gracias a sus prejuicios.

La imagen de los conductores algunas a veces no es la adecuada, me he topado con sujetos que usan gafas oscuras tipo televisor de bulbos siendo de madrugada, camisa interior al aire, si bien nos va, pues en épocas de calor hasta la pelusa enseñan cual chicharrón; sus charlas la mayoría de las veces si no es para sondearte asuntos particulares semejante a una declaración judicial sin tehuacanazo, es para presumir sus promiscuidades o demostrarte lo macho que son chuleando a las peatonas de buen ver.

El equipo de banda CB en lugar de utilizarlo como un canal que agilice el servicio que prestan, lo han convertido en un hobby que disminuye el aburrimiento en tiempos de ocio a través de un sinfín de leperadas y vulgaridades que fácilmente expresan sin el menor recato, es más, no miden su lenguaje a sabiendas de que algunos pasajeros pueden ser damas y niños.

Ahora con su esquema de jubilación o pensión se agudiza más el mal servicio que ofrecen, el cual consiste en otorgarle una plaza imitación tipo “viene-viene” a los chóferes que por alguna razón ya no pueden continuar conduciendo, donde estos se empoderan de los espacios donde más usuarios confluyen para acomodarlos en los taxis que ellos requieren, es decir, te preguntan a dónde te diriges y conforme coincides con otros transforman el coche en sardina, lo cual le retribuye mayores dividendos a sus colegas y por ende ellos tienen que gratificarles el favor con algunas monedas, que recuperarán incrementando la tarifa a la clientela.

Ante tales despotismos o tranzas del chafirete, ¿con quién contamos para defendernos? Pues hasta donde he sabido, la Dirección de Transporte no puede sancionarlos, más si tiene la capacidad de llamarles la atención – ¡si te portas mal, le voy a decir a tu apá!–, entonces, ¿de qué sirvió que cada unidad de transporte público traiga consigo la tarifa y el croquis con las zonas? Si ambos documentos permanecen siempre entre el tablero del vehículo y el peluche de adorno bien guardadito, haciendo efectivo el rezo del que no tranza, no avanza, que bien pudieran colocarlo de lema en la parte trasera de su coche.

miércoles, 16 de enero de 2013

¡Yo no fui!


Existe un adagio popular donde se dice que la culpa es una fea dama a la que nadie le llama la atención echársela, pero en sí, ¿qué es el sentimiento de culpa? Es cuando alguien asume la responsabilidad de su conducta después de haber cometido un acto positivo o negativo, más en la mayoría de los casos negativos, rara vez se tiene la capacidad de afrontar las consecuencias de esas acciones.

Precisamente en estos días de vacaciones tuve algunas experiencias donde las personas pusieron de manifiesto su evasión por hacerse responsables de las negligencias que cometieron; la primera de ellas fue en una conocida lonchería que se ubica por uno de los periféricos de nuestra ciudad.

Los que acuden a ese lugar saben que, de entrada, nadie les toma la orden, lo único que hacen los pseudo meseros –pues a veces hasta el personal de la administración toma esta función– es proporcionarte el menú y un bolígrafo para que tú mismo anotes el pedido; esta viene siendo la primera evasión de su compromiso servicial. Una vez que mi pareja y yo seleccionamos el almuerzo, esperamos aproximadamente treinta minutos a que los empleados concluyeran sus respectivos desayunos, pues llegamos en el momento en que todos disfrutaban de sus sagrados alimentos. Ahora me explico por qué a esa hora el lugar se encuentra repleto de clientes, pues no hay nadie quien los atienda debido al tiempo del lunch.

Fue la cocinera quien les avisó que nuestra orden ya estaba; entonces, el mismo individuo que nos entregó el menú nos llevó a la mesa los platillos. De pronto mi acompañante, indignada, le dice que ella no pidió lo que le sirvieron; el empleado con cara de “¡yo no fui!”, sin pronunciar palabra alguna se retira a la cocina. Pasados cinco minutos vuelve esbozando un rostro sarcástico y nos restriega la orden, presumiendo que el error fue nuestro, pues la hoja presentaba tachaduras que la modificaban. Esto es fatal, ya que además de echarnos la culpa, nos quieren chamaquear.

Ante tal descaro e injusticia cometida hacia nuestras personas con tal de enmendar su torpeza, no tuve más alternativa que decirle a la administración que esa mañana sus empleados almorzaron ineptitud. La que ahí fungía como responsable nos ofreció disculpas, prometiéndonos que nos cobraría el pedido como originalmente se hizo y que ya no volvería a suceder, más el amargo sabor experimentado por el jugo de bilis acompañado de la torta de hígado quién nos lo quitaría en ese momento; es más, ni con una menta se refrescaría el aliento, aunque mentárselas a ellos tal vez nos regresase el buen humor.

La segunda ocasión donde se presentó otra falta de responsabilidad fue en esos restaurantes de comida japonesa que pululan en la ciudad, cuando después de recibir el pedido nos percatamos que uno de los tentempiés despedía cierto aroma semejante al de huevos podridos. Inmediatamente llamé; una vez explicado el detalle, el responsable amablemente justificó que efectivamente estaban conscientes de que el queso asadero se encontraba descompuesto, pero así se lo surtió el proveedor, o sea, ellos no son culpables, son otros.

Más, ¿si sabían de ese problema, por qué continuaban haciendo platillos con un ingrediente en mal estado? Acaso no es un engaño o, peor aún, una falta de higiene y salubridad en los alimentos. Pese a eso, el tipo ofreció compensar tal falta surtiendo el próximo pedido de forma gratuita, ¿soborno o disculpa? Usted decida, pero de nueva cuenta ellos quedan exonerados de responsabilidad.

¿A qué se debe la existencia de ese complejo de culpar a otros en lugar de asumir honestamente la responsabilidad? Simplemente porque fuimos educados para percibir los errores como escándalos y no como peldaños, pues sólo unos cuantos enseñan cómo afrontarlos y, lo más cruel, pocos son capaces de reconocer los méritos o logros en los demás cuando los aceptan.