miércoles, 28 de noviembre de 2012

¡Tan joven y tan viejo!


Es curioso como algunos seres humanos conforme avanzamos en edad, nos vamos haciendo cada vez más quisquillosos, cualquier cosa nos pone de un humor que nadie nos soporta, a veces hasta por cosas sencillas explotamos. Según los experimentados médicos, la culpable de tal actitud es la falta de serotonina, un neurotransmisor que inhibe la ira y otras manifestaciones de la conducta común del hombre, es por eso que a partir de que llegué a los cuarentas, como que experimenté ciertos cambios –nada que ver con, “yo no sé… por qué me siento hoy tan diferente” –, como la fatiga, pues lo que anteriormente hacía riéndome, en la actualidad hasta lagrimeo para realizarlo; la memoria se resetea continuamente, olvido con facilidad detalles importantes, es más, yo que nunca necesitaba de esa libretita anual, ahora tengo que recurrir a su uso.

Es por eso que desde que entré en tan delicada etapa, decidí no hacer público el día de mi cumpleaños, pues considero que no es motivo de orgullo que con los años se intensifique nuestro desgaste físico, la llegada de achaques y enfermedades crónicas degenerativas y, para colmo uno tiene que estar de buen humor durante su cumple. Es cuando siento la vocación de ser político, pues según eso, algunos de esa casta sacerdotisa no cumplen.

Con tal de evitar la refrescada de memoria, la fecha de nacimiento hasta del Facebook la omití, así nadie me va a estar recordándolo durante todo el día y para qué recibir felicitaciones de bisutería, pudiendo recibirlas en vivo, disfrutar del analgésico abrazo de quienes te estiman de verdad y no por el pretexto obligado de que el feis te lo recuerde.

Por otro lado, nunca me ha gustado ser de esas personas que se festejan ellos mismos, considero que tal acción deja claro una muestra de baja autoestima, pues si alguien en realidad aprecia tu persona, pues que te lo demuestre o requieres hacerlo del dominio popular, para que tus conocidos se sientan comprometidos y tengan la obligación de felicitarte.

También cuando todos saben la fecha del cumpleaños o que vas a llegar a cierta edad, te comprometen a hacer una fiesta, exigiéndote de forma subliminal –mediante el tan utilizado chantaje de “¿a poco no te mereces un festejo digno de tu persona?” – banquete de lujo, bebidas de calidad y hasta karaoke, para que el que se cree con dotes de cantante tipo alumno de la Nacademia Virtual – ¡ups! Perdón, Academia–, se adueñe del micrófono por más de hora y media, hasta el hastío de los invitados, ya que menciono a estos, en algunos es clásico que además de no llevarte regalo tengan el descaro de invitar a gente que en tu vida la habías visto, ¡eso es abusar! Pues aparte de gorrones, hasta con olla asisten para llevar a sus casas dizque pa´l recalentado.

No es que sea regiomontano, es tan grato compartir al igual de recibir muestras de afecto de quienes conozco, pero no se me hace justo que la vida te facture años, tiempo en que dejaste de ser ese mozo de las fotografías con mínimo dos dedos de frente, alegre de ser quien es, más hoy es quien fue y a algunos por más que intentemos mantenernos siempre joven como ese fantástico personaje de la novela de Oscar Wilde, llamado Dorian Gray. La realidad es que con la llegada de los cuarentas, conoceremos a más médicos y terapeutas, pues probablemente tanto abuso físico al cuerpo nos reditúe un ingenio azucarero, una mala salud de hierro o una muerte repentina.

Pero siendo honesto, mejor acepto en quien me voy a transformar en unos años más e intento vivir lo que resta, olvidando las molestias del cuerpo con placebos como vitaminas, minerales y analgésicos, al fin de cuentas la vida es sabrosa y abundante, entonces… bienvenidas esas felicitaciones cada año que siga vivo, ultimadamente son las enfermedades las que nos recuerdan lo necesario de la salud y lo más importante que continuamos respirando, sólo que ahora ya sin esos sueños guajiros de envidiar a Brat Pitt, ahora hay que experimentar ese mismo sentimiento por Hugh Hefner, el editor fundador de la revista del conejito, para así formar parte de la estadística del 47.3% de mexicanos satisfechos con su vida que en días pasados difundió el INEGI.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

¿Astucia femenina o femme fatal?


Hace unos días escuchando un disco del cantautor argentino Facundo Cabral, llegaron a mis oídos las frases donde este afirmaba que las parejas deben de establecer un vínculo sentimental semejante al de una liga, la cual es estirada por uno de los extremos, mientras que el otro debe de aflojar para no romperla, el problema de esa liga es que no siempre debe de jalarse por el mismo punto, pues puede llegar a trozarse y lo más recomendable es variar los puntos para mantenerla siempre funcional. Por tal razón e inspirado en ello hoy voy a escribir sobre lo que los hombres piensan acerca de la relación de pareja, para después discurrir sobre el enigmático cerebro de las mujeres en torno a las relaciones, es decir, lo que ellas piensan sobre este escabroso tema.

Cuando la relación ya es estable, o sea, ya ha concluido la fase de conquista, donde al macho alfa se le quita lo regiomontano, comprándole a la hembra de sus sueños absolutamente todo lo que ella le pida. Si, cuando nos volvemos unos torpes genios de Aladino, nada más que sin la lámpara, ahora es la cartera quien nos hace el quite con tal de quedar bien con ella y hacerle entender que el amor no sólo son sentimientos, compatibilidad de caracteres o signos del zodiaco bien complementados, también lo es materialista.

Lo triste llega cuando en la cúspide de la estabilidad emocional nos confiamos tanto de que ellas estén a nuestro lado que nos olvidamos de los detalles que las conquistaron, dejamos de ser detallistas. Las flores, los chocolates y los peluches sólo vuelven a visitar las suaves manos de nuestra pareja en fechas concretas, como su cumpleaños o el aniversario de pareja.

Aunado a ello simultáneamente la mujer con el transcurrir del tiempo de esa relación como que pierde su capacidad de asombro, es decir, ya no arquea la ceja, ni dibuja su patita de gallo –esas líneas finitas que parten de las comisuras de los ojos y no necesariamente son una señal de envejecimiento– cuando uno comete a propósito ciertas torpezas o le obsequia, no sé, un reloj de pulsera o el disco nuevo de Thalía, donde canta covers, ¿será entonces que de tanto que fue el cántaro al agua ya pasamos de moda o la hartamos?

Lo irónico es que es precisamente cuando nos cercioramos de que ellas pierden el interés en lo que uno hace, pues como que nos mueven el tapete, entonces al hombre se le cuatrapean los cables del cerebro, volviendo a esa cavernícola fase de la adolescencia de que cuando la mujer ni se fijaba en ti, tú hacías mil tonterías con tal de llamar su atención, entonces la historia se repite, sólo que ahora ya uno no tiene la cara repleta de espinillas, ni ese tufo axilar, hoy pende de la cintura una grasa abdominal que ni el más exigente instructor de gimnasio la quitará, cinco dedos de frente –¡yo tengo más! – y ciertas enfermedades crónicas degenerativas, pero no queda de otra que volver a ser un primate de los caprichos de su corazón o quedarnos más solos que Dios, en fin simple estrategia femenina de la relación de pareja, es cuando te preguntas, ¿por qué te moriste Facundo?

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Original o copia


Cuando compramos un producto nos cercioramos de que éste sea 100% original, pues sabemos que siendo así su calidad es indiscutible; bueno, algunos prefieren la música y las películas piratas argumentando que las originales sus precios muchas veces son estratosféricos, pero, ¿a poco estos no son desechables? En el caso de los discos, al oírlos infinidad de veces lo más probable es que se dañen; respecto a las películas, la calidad de la imagen es pésima, el sonido se escucha como encerrado en lata de chiles jalapeños y en algunas dizque de estreno hasta se observa a los asistentes del cine donde se grabó para su venta.

Entonces cuando los objetos no son originales llegan a decepcionar, lo mismo sucede con las personas que en lugar de ser ellos, simplemente disfrazan sus complejos adoptando la imagen de otros; eso lo tengo bien claro, pues como docente le he dado clases a Justin Bieber, Britney Spears, León Larregui, Selena Gómez, Jim Morrison, Katty Perry, Lady Gaga, y hasta a Wisin y Yandel, pero a los adolescentes se les disculpa, pues como se encuentran en plena etapa de desarrollo, les resulta más fácil apropiarse de una imagen comercial que ser ellos mismos.

Lo extraño será que si esos adolescentes llegan a la edad adulta –¡que no creo que lleguen alguna vez!– continúen comportándose como el disfraz que en su juventud adoptaron para enfrentar las situaciones reales, lo cual sin lugar a dudas les disculpará el seguir cometiendo las mismas estupideces; pero lo más probable es que debido a la presión social busquen una personalidad nueva, o sea, intenten ser igual a alguna celebridad mayorcita, entonces tendremos de compañeros de trabajo a Miguel Bosé, Adele, Steve Jobs, Madonna, Jack Nicholson, Rigoberta Menchú y hasta a Carlos Slim.

Considero aclarar que esta especie de imitadores son los más tranquilos, pues existen otros que son multifacéticos, lo que significa que nunca son el mismo, según el ambiente donde se desempeñen, es decir, podemos encontrar en un mismo sujeto diversas personalidades, como el camarada de empleo, el amigo de escuela, el esposo puritano, el amante perverso y lo más patético, el hijo consentido de mamá, ¡ah, qué tierno! ¿Y cuándo es él en realidad? Lo más probable es que nunca, es más, ni él mismo sabe quién es en realidad.

Mas no todo es imitación, hay algunos que en su largo camino a la originalidad se apropian de objetos, casi-casi como fetiches, lo cual les va forjando una personalidad propia, pues los identificamos con mayor claridad del montón de copias de rockstars y luminarias de la farándula. Es cuando nos atrevemos a afirmar, sólo éste se pondría una cosa así, además a él se le ocurriría vestirse o comportarse de equis forma, lo cual socialmente lo hace aparentar un poco desorientado, lo que significa que la sociedad sólo admite réplicas de gente famosa, por tal motivo, a estas personas les cuesta cierto grado de dificultad su adaptación a cualquier ambiente.

Un servidor no niega haber sido la imitación de alguien alguna vez en la vida, pues como todo ser humano siempre quise ser otro en el intento de huir de mi propio yo; en la niñez era el superhéroe que ayudaba a las desvalidas niñas de los bravucones; durante la adolescencia fui una ridícula imitación del 007, intentando seducir a las profesoras del bachillerato; en la actualidad estoy consciente de ser quien soy, mas espero siempre que cinco o diez compañeros se atrevan a decirme quién soy en realidad para ellos, pues lo más probable es que al hablar de mí mismo, mentiría sobre quién soy, para prueba ahí tienen mi Facebook.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Corazón de concreto


Hace varios años, durante la década de los ochentas, el cantautor español Joaquín Sabina ponía en los carmesís labios de Javier Gurruchaga, líder de la Orquesta Mondragón, una letra que describía cualquier ciudad sobrepoblada del mundo que se sitúa en el mapa de la soledad, que al llegar a ella endulza la boca con el caramelo envenenado de la ansiedad y el estrés que en su trajín produce a quienes ella habitan.

Jamás pensé que la nuestra algún día se asemejaría a la descrita en esa canción, pues aquí la gente se empeña siempre en ser el más dominante que cualquiera, razón que los hace pensar que los niños que venden chicles en la vía pública y los indigentes son parte de la escenografía de nuestras transitadas avenidas; van al trabajo sin un minuto de más, lo que los hace moverse como una antigua película de Chaplin nada más sin comicidad.

Tiene hermosas estudiantes que con su minifalda escolar parecen darle la espalda a la inhibición popular, mientras los artistas circenses que durante cada alto del semáforo brindan un espectáculo digno del Cirque do Soleil por unas cuantas monedas exentas de impuestos de quien si paga tal tributación; no pueden faltar los kamikazes choferes que se vuelven conductores suicidas y daltónicos al no percibir el color del semáforo durante las horas pico y que llegan a considerar al peatón como un tope más.

Pese a ello no hemos perdido nuestra capacidad de asombro ante cualquier novedad comercial y como si diéramos un salto pa´trás darwiniano, nos comportamos como primates atraídos por todo lo que brille, al grado de confundir el destello de la luna con el de los anuncios de neón.

Sus habitantes siempre con ansia de escapar de la monotonía, inventan días feriados para festejar, hacen del quinto día de la semana un jue-bebes, y el viernes se disfrazan de quienes intentan aparentar, acudiendo a reventar a los bares en plan de ligue acechando como el cazador a sus presas y consumiendo botellas de licor que afuera con el dinero que en ellas invirtieron, bien podrían comprar una caja completa.

Desde la madrugada nuestra ciudad empieza a tener vida, uno sale a buscar el medio de transporte que lo llevará al empleo, durante ese andar debemos cuidar donde pisar pues las calles se encuentran invadidas por el excremento de los perros cuyos amos nunca recogerán cuando los sacan a pasear; algunas señoronas ataviadas en ropa deportiva color pastel orbitan alrededor del jardín en su afán por perder esas libritas extra, que a la hora de la cena echaron de más.

Es esa misma gente capaz de manifestarse en contra del cautiverio y maltrato de los animales, pero que siguen dejando encerrados a sus hijos en orfanatos y desollando al prójimo con sus calumnias.

Nuestra ciudad es en sí, un enorme corazón de concreto, que late al ritmo de quienes la habitamos, es esa ciudad que los puritanos intentan equiparar con las míticas Sodoma y Gomorra pero en versión moderna, pese a tal comparación la amo aunque sus pobladores no me correspondan, pues a pesar de que siempre todos estemos tan cerca rozándonos los codos, no somos capaces de estrechar la mano con entusiasmo a quien nos la extiende, y peor aún, la bondad es sinónimo de estupidez.

martes, 30 de octubre de 2012

Muertos de dos días


Cuenta una leyenda urbana que cuando agonizaba Jorge Negrete en un hospital de Los Ángeles California, pidió a sus familiares que lo trajeran si no a morir, pues si de muerto a su país de origen, razón por la cual siempre se le ha vinculado a tan lamentable hecho la canción de Chucho Monge, “México lindo y querido”; de ser verdad tal historia, lo más probable es que el Charro Cantor añoraba morir en nuestra patria para formar parte de ese amasijo de muertos vivientes que pululan por acá.

Pues en México, la muerte forma parte de nuestra cultura, le rendimos devoción y culto, aquí quien muere no es un simple cadáver, es un difuntito, el cual posee la cualidad de nunca ser olvidado, además se le recordará como si estuviera vivo, es más, hasta algunos jurarán haberlo visto o charlado con él. Incluso dependiendo de la zona geográfica del país será inmortalizado una o dos veces al año.

Nuestro cálido estado, es uno de los que dedican dos días del calendario para venerar a los muertitos, el primero de ellos es el uno de noviembre, cuando recordamos llenos de nostalgia a los eternos niños, esos seres que en plena infancia se los llevó la Catrina a jugar con ella al Parque de la Eternidad, razón por la cual a ese día se le conoce como “Todos los santos”; entre las actividades que se realizan en esa fecha, se pueden observar como los familiares de los difuntos chiquitos decoran sus tumbas con una diversidad de globos de helio, peluches de todo tipo, muñecas, carritos y demás juguetes, con la ilusión de que esa noche estos chamaquitos se diviertan con ellos.

Al día siguiente corresponde a los muertos mayores, fecha popularmente conocida como “Los fieles difuntos”, donde los que estamos vivos le damos la bienvenida a aquellos que ya no están en este ingrato mundo. Resulta curioso que los muertos logren unirnos en un guateque que se pone de manifiesto en el Campo Santo, pues este lugar de pronto pierde esa imagen de seriedad y tristeza al ser llenado por millares de flores de cempasúchil, alhelí y coronas de papel multicolor, es en realidad una verbena donde uno puede escuchar mariachis y bandas interpretando esas canciones que arrancan suspiros a los tertulianos ahí presentes.

En casa de los vivos, por esas fechas se recuerda a la memoria del muertito con su respectivo altar que espera con ansia la llegada honrosa del ánima, pues un banquete de deliciosos platillos que en vida degustó lo agasajarán, obvio que no puede faltar la bebida para refrescar ese aliento frío y seco, además de las veladoras que iluminarán el umbral entre el más allá y el más acá.

Como el dicho popular enuncia, “las penas con pan son buenas”, pues no puede faltar ese fiel acompañante de la dieta nacional que es el pan, los cuales esta vez presentan antropomorfas efigies humanas, incluso los hay de algo semejante a ciertos animales o flores espolvoreados de azúcar unas veces rojizas otras tantas rosas, a estos bocadillos se les conoce como “Pan de Muerto”, los cuales se pueden adquirir en los mercados cuando las amas de casa van al mandado y, claro se deben de acompañar con su jarro de chocolate en agua calientito o el aromático café sin o con su piquete.

Los medios de información, escuelas, oficinas e incluso hasta en el seno familiar aprovechan esos días para publicar las tradicionales “Calaveras”, en donde mediante rimas y frases divertidas en sentido figurado describen la muerte de colegas, amigos, personajes del medio político, deporte y espectáculo, esto no significa que con esos textos les estén deseando la muerte.

Para morir no hay como nuestro país, pues a pesar de que la calaca se lo lleve a uno, en las memorias de las personas continuaremos siendo los mismos, ya que es un hecho que aquí se aprecia más a los muertos que a los vivos.

miércoles, 24 de octubre de 2012

De vulgar y corriente…


Cierto día comentábamos un amigo que es editor y un servidor sobre los textos que más se venden, siendo honesto no me sorprendió que los más vendidos sean aquellos que para la secta de la decencia y las buenas costumbres escandalizan con su redacción vulgar, prosaica y soez, al grado de intentar censurarlos, más por lo fácil de comprender resulta imposible llegar a tal extremo, y eso que para algunas instituciones la censura equivale a quitar la caspa decapitando.

¿Qué es lo vulgar? Según su etimología de origen latín “Vulgaris o vulgus
” que al castellanizarse equivale a populacho o pueblo, o sea, lo que es común, general, normal; también se ha utilizado para denominar al lenguaje coloquial, por ejemplo, algunos para referirse a la axila lo hacen como sobaco, pese a los prejuicios de muchos es correcto llamar así a la concavidad que forma el arranque del brazo con el cuerpo, más ciertos acomplejados consideran una falta de respeto emplear el término sobaco, pues se les hace impropio e incluso hasta ofensivo.

Lo mismo sucede cuando nos referimos a las porciones carnosas y redondeadas que se ubican entre el final de la columna vertebral y el inicio de los muslos, pues se cree que al utilizar la acepción nalga se incurre a un improperio, más otros erróneamente, con la idea de que es correcto, emplean la palabra glúteo, sólo que ésta última, se debe usar para nombrar al músculo y no a la protuberancia carnosa; lo que significa que prejuicios e ignorancia van de la mano.

Partiendo de la idea de que es mejor escribir como el habla común, resulta lógico entonces concluir que los libros donde sus autores recurren a coloquialismo sean los más vendidos, pues sería patético leer novelas en las que sus personajes se expresaran con frases rimbombantes o a través de tecnicismos, igual de irónico como sucede en las telenovelas cuando existe una discusión, entre bofetadas, jaloneos y escupitajos cada personaje espera su turno para expresarse, ¡eso ni quien se lo trague! Entonces cómo vamos creer lo que se escribe si no se apega a la realidad, es como pensar que la juventud actual llama ósculo a los besos y coito a la cópula sexual.

Si tal argumento no fuera razonable, entonces el clero en el Siglo IV, para ser exacto en el año 382, no hubiese publicado la Biblia en la denominada “vulgata editio” o edición para el pueblo, la cual se redactó en latín corriente, dejando de lado el latín clásico que era una especie de latín estándar que se utilizaba en la redacción de textos escolares y gubernamentales y, que por lo poco común de sus expresiones causaba entre sus lectores cierto aburrimiento o fastidio al ser leído.

Más la supuesta preocupación por “preservar” las buenas costumbres y la moral, que desde aquellos censores en Roma aplicaban con el propósito de vigilar el comportamiento que para ellos debía ser normal, censurando todo lo que creían incorrecto de los convencionalismos sociales de esas remotas épocas, y que hasta la fecha persiste dando origen a que algunos libros, textos o ensayos no vean la luz pública.

En su ardua jornada por la pulcritud, muchas veces tal censura es tan patética que ha llegado a sugerir modificaciones en cuanto a contenido o títulos de obras, es como si Gabriel García Márquez, a su novela del 2004, la hubiese llamado “Memoria de mis sexo servidoras tristes” o que Antonio Garci, a su obra relajada y didáctica la habría intitulado “Tonterías célebres en la historia de México”, ¡eso sería una castración a la inspiración!

No olvidemos que los libros son cartas que se escriben a los amigos, y esos amigos somos todos los lectores, es decir gente sencilla que nos apropiamos de las ideas en ellos plasmadas para luego discutir, discernir o citar en algún intento de lucidez, por eso somos del populacho y quien no lo es, pues simplemente se dedica a censurar, con el pretexto que cierta vez aludió Martin Heidegger, el de mantener al rebaño perplejo.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Chambas emergentes

Se nota que nuestra ciudad está incrementando a pasos agigantados su índice demográfico, pues en lo que va de este 2012, según cifras del Consejo Nacional de Población, existimos 623, 484 personas, de las cuales 313, 210 somos hombres y 310, 274 mujeres, esto significa que las salas de maternidad de hospitales se abarrotan debido a la reproducción a gran escala que los colimenses realizamos todos los días y, por las noches también, si a ello le agregamos que de acuerdo a la Secretaría de Salud en el Estado, la tasa de mortalidad neonatal ha menguado de 11 a 5 por cada mil recién nacidos vivos en los últimos cinco años.

Pese a esa explosión demográfica nuestro Estado no ha experimentado efectos negativos, pues en julio de este 2012 registra una tasa de desocupación del 4.29%, dos puntos menos que el año anterior y en el segundo trimestre 324, 689 personas cuentan con un empleo, de los cuales el 20.5% pertenecen al sector informal.

Es precisamente esta inmensa minoría quienes ejercen los llamados nuevos empleos o trabajos emergentes, sujetos que desarrollan actividades no convencionales, como los llamados “viene-viene

”, individuos que se instalan en el estacionamiento de supermercados, fungiendo como remedo de “vigilantes” de automóviles de la clientela, cuya actividad consiste en señalar al chofer los espacios disponibles para estacionarse, verbalmente le indica cómo debe de maniobrar para evitar golpear el coche contiguo, entre otras acciones, recibiendo a cambio unas monedas.

El problema de ellos, consiste en que la tienda o plaza no se hace responsable de lo que hagan, pues a pesar de que siempre están merodeando por sus estacionamientos, la empresa asegura de que son ajenos a ellos institucionalmente; lo peor es que la clientela por la prisa de llegar lo más rápido posible a surtir la despensa, dejan al cuidado de unos desconocidos su medio de transporte, corriendo el riesgo de que le roben ese equipo de sonido que incluso hasta vale más que el carro o se lo lleven completo.

Situación parecida ocurre con los lavacoches nómadas o ambulantes, cuyos lugares de operaciones comúnmente son los estacionamientos de escuelas u oficinas, con su cubeta en mano y sin preguntar a veces lavan los vehículos, para posteriormente con cara de tristeza o con una historia digna de la revista “Valle de lágrimas”, conmueven al chofer, el cual terminará pagándole la limpieza de su carro, si la primera vez caíste en su trama, pues serás su cliente al grado de que termines prestándole una suma en efectivo para comprar sus medicamentos, los útiles escolares de sus hijos o contribuir con la pensión alimenticia que le exige su ex.

Los usuarios de taxis se topan con un tipo especie de valet parking, que al llegar a la base de algún sitio o donde es común tomar taxis, este les indica el turno para abordarlo, semejante al perifoneo de la central de autobuses, nada más que él lo hace gritando, claro que ese berrido tiene la intención de que en un mismo servicio dos pasajeros con destinos semejantes utilicen una misma unidad, así el chofer se verá favorecido, agradeciéndole su colaboración con la módica cantidad de cinco pesitos, que después recuperará al cobrarles un poquitín más de la tarifa oficial. ¿Uno por qué tiene que sufrir las consecuencias de tal contubernio? ¿Acaso en Transportes no saben de ello o simplemente se hacen de la vista gorda?

Ahora sólo nos faltan los franeleros, sujetos que privatizan tramos de la acera de calles o avenidas donde se instalan tianguis, mercados u oficinas que no cuentan con estacionamiento, entonces ellos por amor a la comunidad te permiten estacionar tu coche en “su espacio” reservado con rejas de madera, envases de plástico de refresco de dos litros a cambio de cierta cantidad te lo cuidarán de robos, rayones e incluso si jalas aportando cierta cantidad extra con su franela te lo sacudirán para que la raza ya no te le escriba en el cristal trasero “io si kuido el agua”.

Lo peor de estos empleos es que tengamos o no vehículo, somos partícipes de su proliferación pues inclusive hasta hemos llegado a estimarlos por la crudeza de sus míseras vidas o los hemos odiado porque ganan más que uno y no pagan impuestos, pero como es sabido por todos del amor al odio un paso nos separa o viceversa, ¿usted dígame cuál dio?