miércoles, 27 de octubre de 2010

Mis amigos muertos

“Que los muertos aquí es donde tienen que estar
y el cielo por mi se puede esperar”. José María Cano

Estamos en vísperas de celebrarse dos acontecimientos parecidos, pero que de acuerdo a la idiosincrasia de cada país tienen un significado distinto, me refiero al Halloween norteamericano y al nacional Día de Muertos; en el primero nuestros vecinos del norte organizan tremendas borracheras, sus niños se disfrazan de los distintos personajes de la literatura macabra como el Conde Drácula, el humanoide creado por el Dr. Víctor Frankestein, brujas, momias entre otros personajes ficticios que la meca del cine gringo ha proporcionado a la reducida imaginación de las actuales generaciones; mientras que en nuestro México, lindo y querido, rememoramos a los familiares que se nos adelantaron en su viaje al infinito, obvio que también acá, como siempre tomamos ese hecho como justificación para embriagarnos y despelotarnos.

Cuenta la abuela materna, que es precisamente el Día de Muertos, cuando el Creador permite a los difuntos regresar del limbo para acompañar a sus conocidos que todavía continúan sufriendo en este mundo cruel y despiadado, razón por la cual es prioridad de nosotros los vivos elaborar un altar en honor a ellos, colocando en esos monumentos todo lo que en vida de forma material disfrutaban.

Ese día, hipotecamos el miedo y los escrúpulos, para ir como una especie de picnic al campo santo de nuestra entidad, evocamos momentos de alegría que luego se tornan en lágrimas por los que ya no están con nosotros; esto me recuerda el único caso de un amor que trascendió más allá de la vida, la triste historia de una pareja, y no me refiero a Romeo y Julieta de Shakespeare, no, me refiero a dos seres que se amaron tanto que forman parte de mis recuerdos.

Resulta que esta pareja, después de diez años de noviazgo, que para mí ya era un amasiato, deciden contraer nupcias, total que un día se casan, todas las noches viven su luna de miel, pero al cabo de cuatro años de casados no logran tener ningún hijo. Los médicos diagnostican que ella es la razón, pues si se embaraza, al dar a luz, tendrá que sacrificar su vida, pues su consistencia física no es lo suficientemente fuerte para resistir las inclemencias de un parto.

La mujer con tal de darle gusto a su amado esposo, se documenta y descubre que existe un 10% de probabilidad de salvarse, entonces se anima y convence a su marido; llegado el momento del parto, por infortunios del destino ella pierde su existencia por la de su retoño, yéndose al otro mundo con la dicha de haberle dado a su pareja el hijo que siempre anheló.

Mi amigo muy decepcionado por la pérdida de su amada esposa, entra en crisis sentimental y comienza a aislarse de la sociedad, pero con una firme razón, todas las noches al cerrar el cementerio brinca sus muros y durante tres meses y medio duerme sobre la tumba de su mujer haciéndole compañía, las primeras semanas el velador al descubrirlo lo sacaba, este con lágrimas y sollozos le cuenta su desventura conmoviendo tanto al empleado que hasta lo deja entrar por la puerta con todo y cobijas para que descanse en paz.

Actualmente es una persona normal, se volvió a casar, tiene mucho éxito en su trabajo y comparte conmigo el gusto musical por el cantautor español Joaquín Sabina, a veces cuando se pone nostálgico, piensa que su difunta esposa es parte del aire y algún día cuando le llegue la hora se juntarán a viajar de aventón por el viento.

Ya entrados en este asunto de los panteones y los que descansan en ellos, con el debido respeto, les contaré otra anécdota en la que un compañero profesor, víctima de una enfermedad terminal es separado de nuestro mundo; después de haber concluido su novenario luctuoso, encontrárseme en la entrañable oficina donde antes laboraba, eran las siete con cuarentaicinco minutos de la mañana, cuando al estar conectado al Messenger, aparece el interfaz con la leyenda “♠El que nada sabe, nada teme♣, acaba de iniciar sesión”, híjole, ese era el nick que el desaparecido docente utilizaba, con el botón derecho del mouse me coloco sobre la figurita verde, al darle clic, sopas me aparece la dirección electrónica de este, de pronto empiezo a sudar, titubeante le escribo, “amigo, ¿cómo sigues?”

En la parte inferior del Messenger, aparecen las palabras “♠El que nada sabe, nada teme♣, este escribiendo un mensaje”. Uta, por fin le encuentro algo útil al desgraciado programa este, poder comunicarte con el más allá. La respuesta que recibo es “Quién es usted?” Órale, es verdad lo que el Hinduismo dice, al morir, olvidamos quienes éramos para después reencarnar en otra especie como si nada nos hubiera sucedido.

Cogiendo valor, le explico quien soy y como lo conocí en este mundo materialista, entonces responde, “haaaa, el profesor ya murió, yo soy su cuñado y como en su computadora portátil dejó activado el automático de inicio de sesión, el cual no sé como desactivarlo cada vez que la enciendo, muchos me hacen la misma pregunta que usted, así que mil disculpas si lo asusté.”

Por respeto a la memoria de mi difunto amigo, guardé mis improperios de disgusto y le digo, no te preocupes, hasta pronto. Me desconecté inmediatamente y esa misma tarde no me presenté a laborar por la tremenda diarrea que tuve, así como el calenturón que por la noche padecí.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Historias del rascatripas

Cuando uno se pone a revisar su árbol genealógico se topa con personas tan disímiles, tan raras, que muchas veces ni nos imaginamos que forman parte de nuestra familia, por ejemplo, los primos de papá y mamá, hay que considerarlos como tíos al igual que los hermanos carnales de nuestros progenitores. Una de esas rarezas familiares, es el primo de mi padre, al que todos llamaban como ese árbol perteneciente a la división de las Gimnospermas, del orden de las coníferas; imagino porque se llamaba Agripino, y como es común en nuestro país, muchas veces no nos agradan los nombres legados por nuestros antecesores, razón por la cual éste prefería ser llamado Pino.

Este tío era trovador y bohemio por oficio, o sea, se ganaba el pan nuestro de cada día tocando y cantando canciones con una guitarra tísica y viuda en las diferentes cantinas, congales y prostíbulos del Colima de los años cuarentas. Debido al ambiente donde desarrollaba su profesión muchas de las veces los clientes en lugar de pagarle con monedas las desentonadas melodías que interpretaba, le invitaban distintos tipos de bebidas, ya entrado en copas le llegaba un estado de ánimo tan insoportable que los administradores del lugar se veían en la necesidad de llamar a la policía para que lo sacaran, con la terquedad que factura al alcohólico, insistentemente regresaba para ser corrido de nuevo, hasta que otro ebrio se solidarizaba con su causa armando tremendo lío.

En una de esas trifulcas su sacrosanta lira de Paracho fue sacrificada, pues la utilizó como escudo protector ante las trompadas que un gañán, le empezó a propinar por haberle coqueteado a la fichera que le acompañaba; a falta de centavos recurrió al auxilio de un amigo carpintero, el cual sustituyó la base trasera por barato triplay, lo mismo sucedía cuando no tenía recursos económicos para comprar cuerdas, le ponía hilo de cáñamo, argumentando que bien afinada ni quien lo notara, además a los violines les ponen tripas de gato como cuerdas y eso es más asqueroso.

Era de muy gran corazón, pues seguido cambiaba de pareja, gustaba de ir a los pueblitos que hoy difícilmente se pueden localizar con un GPS, a robarse a las aborígenes, engañadas con no sé que cuento se las traía a la ciudad, todo era felicidad hasta que las preñaba, ya embarazadas las inocentes mujeres se cercioraban de que a cuenta de canciones y sueños guajiros no iban a comer sus hijos, entonces terminaban por abandonarlo, regresándose a sus respectivas tierras, mientras el tío Pino, se sentía orgulloso de ser el máximo precursor de la tradición del Patriarca Abraham, multiplicando su descendencia como las estrellas del firmamento.

Cada vez que papá, nos llevaba a visitarlo además de admirar los cuatro perros de siempre que curiosamente se llamaban todos iguales sin distinción de raza y sexo, así como conocer a su nueva mujer, me gustaba escuchar las anécdotas que relataba, entre las que figuraban aquellas cuando Dios hizo al mundo y castigó a las abejas por matar a otras especies con su letal veneno obligándolas a producir miel y sacrificar su propia vida al picar, argumentando que hoy sí se muere la gente a causa de la miel de abeja, pero sólo los diabéticos; con señas ejemplificaba como el creador tomó las orejas del burro y en cada jalón repitió su nombre para que no se le volviera a olvidar, así también nos decía como castigó al alacrán quitándole las alas, para evitar que matara volando, con cierto agasajo en su paladar opinaba que si los alacranes dieran miel, su refugio sería el agave y la miel que estos producirían sería el exquisito mezcal.

Una de sus anécdotas que me resulta indeleble, es cuando en una de sus rondas laborales y con más de quince copas en la panza, en el conocido barrio de San Francisco de Almoloyan, entró a tocar a un pequeño bar, estando ahí dando sus mejores notas, de la bodeguita salieron dos hombres abrazados del cogote, uno era Chuy el elegante y fino dueño de la cervecería con su imagen a lo Clark Gable, el otro una figura que en su estado de embriaguez al tío se le asemejaba a su artista favorito, el conocido carpintero del Guamúchil, Sinaloa, con su mascada de seda amarrada al cuello, una fina camisa en satín verde pálido con botonadura de plata, pantalón de dril con plises café y su clásico bigote delgadito.

Aproximándosele lo cogió del brazo y le dijo, “quíhubo barrigón, arráncate con la Tertulia, tú me haces segunda, ¿sale?”. El tío todo nervioso empezó a hacer llorar su instrumento de cuerdas; el entusiasta tipo mientras cantaba, bailaba con el dueño de la cantinita y gritaba, “¡este Chuchis, es más hombre que todos los aquí presentes! ¡Aaajua!

En su mente la duda e incertidumbre envolvían a Pino, pensando que si se parecía al gran ídolo nacional, que en 1942 admiró cantando en la cancha del Deportivo Militar General Andrés Figueroa, sólo que este individuo tenía más de cinco dedos de frente, se veía menos corpulento que en las películas que repetidas veces disfrutó en el Cine Juárez; entonces convencido de que por lo borracho que estaba lo había confundido, terminada la canción, le dio las gracias y optó por abandonar el lugar, recibiendo un billete de diez pesos como respuesta, sus pupilas se ensancharon al ver la denominación del billete y casi arrodillado agradeció el apoyo, diciendo entre dientes “a sus pies, si no le rugen”.

Veinte años más adelante, unos amigos le confirmarían que el personaje que acompañó musicalmente era el mismísimo artista que tanto dudó, le entró una rabia consigo mismo por no haberse quedado a seguir la parranda con tan ínclita celebridad de la farándula nacional.

La última vez que vi al tío Pino, fue una madrugada cuando tenía dieciocho años dirigiéndome rumbo al ejército a cumplir con el Servicio Militar Nacional, este iba interpretando canciones en la ruta de transporte y cuando me vio, esbozó una chueca sonrisa, empezando a entonar “con todo respeto al seme ene, esta es para ustedes por madrugadores”, se escuchó de forma aguardentosa la canción de “Dios nunca muere”.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Gente bonita

“¿Por qué Dios mío me hiciste tan perfecto?
¿Por qué Señor no me diste algún defecto?
Yo sufro tanto por ser tan diferente quiero
ser feo como toda la gente”. Juan Carlos Gil.


Dicen que en Jalostotitlán, un pueblito jalisciense ubicado en el meritito corazón de los Altos, todas las mujeres, absolutamente todas, son hermosas, es como si los ángeles hubieran parido en esas tierras, es más, existe el rumor de que la actual Miss Universo, Jimena Navarrete tiene sus raíces ancestrales allá, por cierto, tal damita cuando fue nombrada como representante de la belleza universal, estimulada por el nerviosismo entre sollozos y algo afónica dijo, "no puedo pensar en nada, la verdad estoy en blanco"; ¡ay mi chula con semejante físico, creo que no necesitamos de tus palabras!

Estamos tan acostumbrados a lo visual, a lo que es bonito, a esa parte de la cultura que nos han heredado los medios de difusión, a esa forma de incentivarnos más por las formas y no por el contenido; que muchas veces nos preocupamos más por el qué dirán de nuestra apariencia. Será por eso que los días de mucha humedad me resulta difícil conservar el cabello bien peinado, lo que se vuelve un verdadero caos para los que estamos pelechando, pues se dificulta lograr aplacarlo, entonces ese autoengaño del que soy mi propia víctima se pone en evidencia, cuando el espejo me bofetea con la triste realidad.

Ya consciente de lo feo que estoy, salgo a la calle desilusionado, pero eso sí, antes de salir me pongo una gorra que disimule tal “defecto”, para colmo en el tránsito me topo con el microbús que a todo lo largo lleva escrito: “¿Calvicie? Cambia tu imagen, cambia tu vida, actúa ya, ¿qué esperas?” Con todo y su respectiva pinche fotografía, donde la guapa modelo introduce su blanca mano en la abundante cabellera del gallardo galán, como si tal acción fuera un verdadero orgasmo para la fémina.

Caminando unas cuadras sobre un anuncio panorámico se lee, “Adelgace, mejore su vida”, ¡ha jijos del mais! De pronto me reconozco como algo grotesco, asqueroso, comienzo a experimentar la jodida necesidad de comprar todos los productos que se ofertan para tener el físico de un ser humano genuino.

Ante tan ingrata publicidad, uno se pregunta, ¿la gente fea, obesa y calva no debería de existir? Pese a ello, algunos inocentones nutriólogos y psicólogos cuestionan el hecho de que existan tantas personas anoréxicas, bulímicas y acomplejadas, cómo diablos no vamos a turbarnos con todo ese desgraciado bombardeo mediático.

Para las clínicas de belleza es una bendición este tipo de divulgación, pues muchos bajo su influencia buscan complacer a esa sociedad que hace de la autoestima un negocio, arriesgando su pellejo con tal de aparentar un cuerpo ideal.

Lo más triste es que una vez que nos atrevemos a dar el paso del cambio, estamos convencidos de que pasaremos por una especie de metamorfosis donde la oruga se convertirá en mariposa, pero el efecto crisálida no es completo, pasado unos meses empiezan a aparecer los detalles que inconforman.

Como lo he dicho en repetidas ocasiones, nada nos satisface del todo, todo lo que tengamos y seamos no es suficiente, después de las operaciones estéticas, vuelve el fantasma de la inseguridad, encontrando nuevas cosas que no nos agrade de nosotros mismos, y que probablemente las demás personas ni cuenta se hayan dado de ello. Además, no hay que olvidar que así como nos invaden con productos para transformarnos, millones de veces nos chantajean el paladar con suculenta chatarra alimenticia, que sin recato la devoramos.

Afortunadamente la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico corrigió a tiempo en su página oficial, el dato que hace unas semanas publicó, basados en el estudio “La obesidad y la economía de la prevención”, donde ubicaba a México en el primer lugar a nivel mundial de personas con sobrepeso, ahora ese honroso título lo ostentan los vecinos del país del norte, que como ustedes saben, siempre quieren ser los primeros en todo y a nosotros nos corresponde el segundo lugar, quitándonos un peso de encima y ese sentimiento de culpa que nos restringe la gula.

Pensar en que nuestro físico se va a conservar en óptimas condiciones siempre o que algún día seremos los adonis publicitados, pese a que hemos nacido dotados de una complexión rolliza, honestamente es una fantasía; espero que el creador me brinde licencia de vivir veinte años más, para continuar observando en los medios a Jimena Navarrete con el rostro forrado de botox, rellena de silicón y con su tru-trú abdominal, mientras el público la continúa llamando Miss Universo, digo si Lupita Jones ostentó semejante nombramiento por diecinueve años, Claudia Córdova fue la Modelo del año por casi dos lustros.

Pero ellas son deidades de la farándula, nosotros los simples mortales tenemos que conformarnos con contemplarlas en el aparador de la fama, como a la cincuentona Olivia Collins que gracias a la magia del Photoshop luce buenísima en la revista del conejito elegante, brindándome horas de diversión en el baño; por lo que respecta a nuestro cuerpo, sólo se vive una vez, entonces que sea libre de expandirse a donde se le hinche la gana, nos leemos en unos cuantos kilos…digo días.

miércoles, 6 de octubre de 2010

No eres tú, soy yo

Continuamente conocemos personas que al tratar con ellas nos percatamos de que son cizañosas, pedantes, envidiosas, vulgares, desconfiadas, cobardes, irreverentes, etc., es más son las que muchas veces llegamos a pensar que dañan nuestra integridad. Cuando pienso de esa forma, y después de despotricar sobre los que considero así, recuerdo una breve historia que mi abuelo paterno al que todos apodaban como el Churi, y que en realidad tenía el nombre de aquel emperador austriaco arraigado en nuestro país por allá de 1863.

Además de sabio, el abuelo tenía una enorme panza, que según mi mujer, tengo la dicha de continuar con esa tradición familiar y al mismo tiempo rendirle tributo, el relato que él me narraba iba más o menos así:

Hace muchos años, en tierras del oriente existió un anciano que pasaba los días sentado al lado de un pozo cerca de la entrada del pueblo. Cierta vez, un joven se aproximó y le preguntó: yo nunca he venido por estos lugares, ¿cómo son sus habitantes? El viejo respondió con otra pregunta, ¿cómo era la gente de donde tú vienes? A lo que el muchacho agregó, egoístas y perversos. Por ello me siento contento de haber salido de allá. Pues da la casualidad, que aquí son iguales. Aseguró el longevo.

Media hora más tarde, después de que el primer mancebo se retirase, se presenta otro, al igual que el anterior, cuestiona al senil sobre los pobladores del lugar. El octogenario le responde con la misma pregunta que le hizo al anterior. Solo que esta vez el muchacho, asegura que de donde viene, las personas eran bondadosas, honestas, hospitalarias y trabajadoras; se jacta con cierto tono nostálgico de haberse separado de sus antiguos amigos.

Muchacho, ¡pero qué suerte tienes! Resulta que los de este sitio son iguales a los de donde tú vienes. Lleno de júbilo éste se introduce al pueblo para socializar con sus nuevos vecinos.

Un hombre que había llevado sus animales a beber agua del pozo, tuvo la suerte de haber escuchado ambas conversaciones, en cuanto el joven se retiró se dirige al vetusto, para preguntarle: ¿cómo puedes dar dos respuestas completamente distintas a la misma pregunta?

Mire- le respondió- cada uno lleva al mundo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en sus conocidos, tampoco lo encontrará en las personas nuevas que conozca. A diferencia de aquel que va por la vida cosechando amigos, siempre verá en el prójimo cosas positivas que sin dudarlo se reflejarán en sus actividades diarias. En pocas palabras cada quien en su interior, es lo que percibe en el exterior, por lo tanto así será captado por sus semejantes.

Es una pena que tan hermosa moraleja, no la recuerde en el momento preciso, siempre llega a la memoria cuando adopto una actitud arrogante de supuesto consejero espiritual y lo que es peor con doble moral.

Respecto al abuelo Churi, después de buscar la ansiada estabilidad emocional a través de la unión sentimental con once señoras, que por cierto, nunca se supieron adaptar a su molde; estar preso casi año y medio por haberse robado una nieta de cuatro años, que fallidamente intentó rescatar del maltrato de su exnuera; nos llegó la fatídica noticia de que a los 84 años murió a causa de una angina de pecho; cuentan los que lo acompañaron en sus últimos días, que en el lecho de muerte pidió a su compadre que le llevara una meretriz para que le acariciara los genitales mientras agonizaba, acto que lo hizo morir esbozando un gesto de satisfacción.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¡Estese sosiego!

Tenemos la insana costumbre de quejarnos de todo, es más, muchas veces lo hacemos por vicio; entre esas quejas existe una en la que nosotros los que nos dedicamos a la ardua profesión de la docencia se la atribuimos a nuestros estudiantes, y es nada menos que la poca atención que algunos de ellos nos prestan cuando impartimos clases.

Es deprimente observar cuando en plena sesión nos damos cuenta del cuchicheo de las chicas más mitoteras del grupo, al igual el inquieto alumno que no deja de bromear con el de al lado, los que traen sus incómodas extensiones de oídos conectadas al iPod, es como si nos estuvieran dando el avión. El más terrible de estos casos es cuando alguno empieza a emitir bostezos como señal de alarma de que el interés por el tema se está volviendo tedioso y aburrido.

Es un gran acierto esa capacidad o más bien dicho, autoridad que uno posee en el aula; pues como ustedes saben esas actitudes nos cala hasta los hue…cos de nuestro orgullo, por lo tanto con el poder que nos ofrece el puesto que ocupamos optamos por darles libertad condicional a los que nos ca..laron las costillas. Entonces seguimos como si nada hubiera pasado.

Ya en la quietud o fuera de clase entre colegas docentes justificamos la actitud de estos chicos, culpando a la edad en la que se encuentran, a su baja capacidad de concentración y la poca tolerancia que poseen, entre otros defectos fáciles de achacar, lo más probable es que ocultemos así que nuestras dinámicas y técnicas de enseñanza ya no están al cien por ciento vigentes para la generación del arroba.

Tal falta de concentración para estar atentos ante el que habla no es exclusiva de los adolescentes, pues resulta que en días pasados asistí a un evento solemne, en donde concurrimos personas que ostentábamos títulos profesionales dignos de respeto, mas cuál fue mi sorpresa que a mitad del evento, en el momento en que una de las honorables personalidades del presídium daba su discurso me percaté que en una de las lunetas donde se ubicaba el ínclito decano de tal dependencia, en lugar de estar escuchando el mensaje del interlocutor se dedicaba a presumir a sus compañeros de junto las maravillas de su iPhone; mientras los representantes del partido político equis, seguían con entusiasmo el encuentro futbolístico a través de la señal del televisor de sus celulares.

No muy lejos de ahí en otro extremo un grupo de damas de la “high socialite” murmuraban admiradas su opinión sobre las nuevas uñas de acrílico que ese día la diputada portaba, así como las finas zapatillas italianas que llevaba puestas; en la fila del centro el cansado director de la empresa que por compromiso asistió inconscientemente retoza sobre los brazos de Morfeo, acción que no le permitía percatarse de los estrepitosos sonidos guturales que emitía al exhalar.

En la fila de al lado unos colegas profesores aprovechaban la privacidad de sus espacios para que oculto en las sombras producida entre el asiento de adelante y sus piernas intercambiar mensajes de texto por el celular.

¡Híjole! Con todo esto uno se pregunta, ¿y así nos atrevemos a exigir atención y respeto hacia nosotros? Si en un acto de tal índole no demostramos buenas actitudes o de perdida guardar silencio ante las autoridades ahí presentes, cómo la vamos a recibir de los demás; bueno, si los cristianos católicos en su culto dominical no muestran a veces un ápice de respeto ante la lectura de sus Escrituras Sagradas, es decir, ante su Dios, ¿lo van a tener ante un simple mortal? Que no se nos olvide, como por ahí lo dicen en esa religión, que con la vara que miden serán medidos, medidos no hacer palillos de dientes.

Bueno apreciado lector, eso es todo por el momento, pues debo de seguir concentrándome en los que este día se reunieron en la entrega de reconocimientos a la cual me invitaron, con el objeto de recabar más información antropológica.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Ruinas

A los visionarios de nuestra Alma Mater

Año 2150, planeta Tierra, bueno lo que apenas se conserva de ella; desde hace cuatro décadas el agua regresó a su lugar de origen, descubriendo así vestigios de civilizaciones antiguas, que los destellos rojizos emitidos por el casi marchito y desgastado astro Rey ha ido secando.

Debido a las altas temperaturas durante el día, el ritmo de vida de los sobrevivientes al holocausto ecológico se ha visto modificado, realizando sus actividades cotidianas durante el lapso de tiempo que dura la noche.

La forma de vida de los nuevos habitantes se desarrolla en tribus, las cuales constantemente se disputan de forma encarnizada las escazas porciones de tierra fértil; pese a la barbarie en que se desarrollan, existen algunos clanes que continúan depositando su confianza en la educación formal. Es precisamente en uno de ellos donde se desarrolla lo que a continuación se les relatará.

Colliman, año de la agricultura, en la zona oriente de esa población cierta gélida noche, un grupo de párvulos muy bien abrigados con pieles de cordero en compañía de su instructora, la anticuaria Maese Ñiuz, visitaban las ruinas de lo que parecía el acceso a un monumento. Tal construcción fue encontrada debido a un terrible accidente en donde al excavar un equipo de obreros de la industria minera habían perdido la vida, pero en su muerte descubrieron parte del legado que sus antepasados heredaron a las generaciones predecesoras.

Lo que más llamaba la atención de los jóvenes visitantes, eran las agrietadas rampas en forma elíptica que al avanzar por ellas los hacía cambiar de nivel hasta llegar a lo más alto del monumento, en cuya cúspide se encontraban siete enormes pilares carcomidos por el paso de las inclemencias del tiempo, y que seguramente en su esplendorosa época sostenían el gran ojo de concreto que se encontraba a unos cuantos metros de distancia partido en dos porciones.

Cuentan que en el interior de ese gigantesco ojo se encontraron cientos de amarillentos documentos, grabados con una extraña máquina que originaba cierto relieve y pequeñas perforaciones, en la que se conjuntaban símbolos a los que según dicen pertenecía el sistema métrico decimal de las antiguas civilizaciones, de igual forma algo parecido a la escritura de ellos y algunos dibujos.

La mentor utilizando un lenguaje coloquial explica a sus pequeños discípulos, la majestuosidad de sus antepasados, rescata en su discurso la importancia de que legados como el que tienen frente a ellos, fueron construidos para no olvidar que algún vez tuvimos momentos de gloria y civilidad, por lo tanto es necesario conservar tales hallazgos como parte de nuestro recuerdo, pues si recordamos lo que fuimos, es seguro que no se nos olvidara lo que somos.

Los niños y niñas ensanchan sus pupilas, pasan su vista por los mohosos mosaicos que forman parte de las desmochadas paredes que circundan las desquebrajadas rampas, en donde se pueden apreciar infinidad de jeroglíficos en forma de manos de todos tamaños, algunos con dibujos otros con símbolos. De acuerdo a la subjetividad de los infantes cada quien la da su propia interpretación, los optimistas dicen que se trata de saludos, mientras que los pesimistas opinan que es una advertencia, otros señalan que son solo muestras de agradecimiento a la vida.

La profesora percatándose de que ya es hora de volver, pues de un momento a otro el Sol saldrá y eso significa que tendrán que quedarse ahí durante el terrible día, les pide que en sus papiros tracen a carbón lo que más le haya gustado del lugar y que se lo muestren a sus padres al regreso, también les solicita que cuenten a los demás la importancia de lo que fueron testigos.

Unas horas antes de dormir en el interior de su tipis, Zenyace, una pequeña de ocho años, mientras su madre le acomoda el catre, decide enseñarle lo que dibujó en su excursión a las ruinas, la mujer sin comprender mira las letras que en antiguo castellano dice “Lo que fuimos, somos, hemos sido y seremos en un futuro”.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sueño vivido

“Lázaro, levántate y anda,
ponte el apellido, vuelve del olvido,
engánchate a la oferta y la demanda.” Sabina-Páez

Existe un instante en el momento que suena la alarma del despertador, cuando nos enderezamos de la cama, nuestra mirada permanece puesta en un punto fijo entre el horizonte del suelo y la pared; mientras nuestro cerebro como por arte de magia comienza a fraguar una serie de vivencias. Es como si despertáramos a otra realidad.

Esa madrugada don Pedro, el carpintero viudo de mi colonia, al ponerse de pie sobre el lecho, se observó rodeado de todos los perros que ha tenido y que el desdichado tráfico de la ciudad se los arrebató. Al unísono los canes movían sus rabos y se esmeraban por lamerles las manos; de pronto la puerta del cuarto se abrió dejando entrar una luz azul celeste que iluminó la habitación, era su difunta esposa Bertha, que estirando los brazos se acercó hacia él, lo apretó y tomándolo de la mano se lo llevó con ella, seguidos por la manada de mascotas.

Tres días después, los vecinos de don Pedro notamos su ausencia gracias al fétido olor que su casa despedía debido a la descomposición de su cuerpo, los forenses determinaron que la causa de muerte fue un letal infarto del miocardio.

El amanecer sorprende a Kukis, su mamá le avisa que el desayuno ya está servido, corre apresurada hacia el baño dispuesta a ducharse, pues sabe que en su amado bachillerato la esperan sus inseparables amigas, ¡híjole! todo lo que tienen por charlar en el receso; disfrutar del sarcasmo de sus profesores, la guasa de sus compañeros y las divertidas ocurrencias de los del semestre avanzado.

Entonces un enorme bostezo la regresa al cuarto oscuro y acojinado del pabellón psiquiátrico que la resguarda de su fatal esquizofrenia, se talla los ojos, ensancha sus pupilas y esboza un enorme suspiro, pues por unos cuantos segundos pudo estar donde siempre ha querido permanecer.

El tintineante sonido del reloj a las fatídicas cinco treinta de la mañana, permite a Lucrecia que se despierte, mientras se quita el negligé escucha el claxon de un automóvil, se asoma al ventanal, descubriendo al caballeroso chofer de taxi, que apresurado agita su mano invitándola a huir con él, la mujer presurosa empaca las maletas, pisando con la punta de los dedos abandona la casa, no sin antes pasar por la recámara de su ingrato marido que duerme al lado para mirarlo con cierto desprecio y burla, pues por fin encontró al hombre que le brindará respeto y la importancia que se merece; de pronto una estruendosa voz la vuelve a la realidad, cuando escucha, ¡Perra, vieja haragana, ya levántate para que me prepares el almuerzo!

Son las siete de la mañana, la mamá de Genaro, lo despierta con un ligero movimiento, el pequeño de escasos cuatro años se endereza sobre la cama, mientras su madre con toallitas húmedas limpia su cara y le pone la camisa del uniforme, el niño con la vista al infinito del clóset, de reojo percibe la silueta de su amado padre, el cual ayuda a su exesposa a terminar de arreglarlo; una vez vestido lo toma de la mano y salen rumbo al temido lugar.

Esta vez el infante orgulloso y seguro de sí mismo por la compañía que le brinda su papá, mientras caminan juega a no pisar las líneas que figuran los rectángulos que se forman en la banqueta; al parecer la vida por fin le sonríe, atrás quedaron los terribles problemas de la separación de sus progenitores, hoy esa estabilidad emocional que otorga la compañía del padre le anima, a tal grado que hasta regresa los saludos de las personas con una sonrisa, ha dejado de ser huraño.

Además no le importa ir al escalofriante sitio donde durante cinco días de la semana es enclaustrado, tampoco teme recibir la hipócrita bienvenida que la simulada madre putativa le da con sus jodidas vestimentas de toalla color púrpura, que le asemejan cierto parecido al Ratón Crispín; tiene el valor de ingresar a ese pequeño reformatorio, en el que lo espera el gordo niño que a diario lo muerde, el desprecio de las engreídas niñas y es capaz de resistir la humillación de las demás madres, cuando escuche las murmuraciones por ser el último que recojan.

De pronto un fuerte sacudión lo regresa al mundo real, escucha la desesperada voz de mamá que angustiada le dice, “con una tiznada, ya no te duermas se nos va a hacer tarde, como tú no tienes un jefe tan jodón”.

Es increíble como en razón de minutos nuestra mente se despierta más rápido que nuestros sentidos, por otro lado… -¡Marcial, despiértate que ya es la hora!- Haajummm, ¿Qué hora es? ¡Heeeee!