miércoles, 17 de diciembre de 2008

Entre lo onírico y la realidad

Siempre he dicho que es mejor soñar despierto, más los sueños que a continuación relato ponen en duda mi realidad, pues a veces es tanta la imaginación que le imprimo a la vida que algunas veces llego a dudar sobre si lo que estoy viviendo es una quimera, una condición real o tal vez un poco peor, una pesadilla.

El primero de ellos acontece en los años noventas, en realidad esta década a mi nunca me gustó, a pesar de que tuvo sus momentos reconfortantes, por ejemplo el periodo de tregua y paz como cuando cayó el muro de Berlín y la desintegración de la URSS generando la consolidación de nuevos estados con todo y sus respectivos regimenes políticos, igual ambos sucesos sin lugar a dudas hicieron obsoletas y caducas todas las enciclopedias y las películas de espionaje así como complicarme la vida académica al tener que aprender los nombres de la Comunidad de Estados Independientes de la exunión Soviética.

Es precisamente a principios de esa década cuando me encontraba realizando mis estudios de bachillerato, entre el inadvertido olor a hormona, pero que bien se dejaba sentir en la libido generando grandes explosiones en las múltiples poluciones nocturnas y el tributo onanístico que le rendía a mi hermosa profesora de inglés, el acné haciendo lucir mi nariz de chile relleno como una asquerosa fresa putrefacta y las incontables brutalidades cometidas en el terco afán de ser alguien.

Frente al bachillerato donde hacía la mimesis de estudiante existe un enorme terreno en el cual se asentaba cada año un conjunto de gitanos, y cuando uno es adolescente es peor de curioso que los chimpancés, motivo por el cual algunos compañeros de clase y este, su inseguro servidor, continuamente acudíamos a su campamento con el propósito de contemplar a las bien dotadas hembras que formaban parte del clan. Por unas cuantas monedas las gitanas se ofrecían a leernos la mano, y mientras así lo hacían, nuestro cerebro fraguaba cual película francesa los mejores guiones eróticos al sentir el roce de su piel con la nuestra.

En una de esas visitas llevaba un propósito particular, esta vez iba a comprobar el mito, -no lo puedo clasificar como urbano pues estos sujetos son nómadas-, de que las hembras gitanas no utilizaban ropa interior, por la parte de arriba era obvio contemplar tal hecho, al observar el aleteo de las mariposas de sus tibios pechos libres, pero en la prenda de abajo había una larga falda que por un lado castraba toda razón de deducción y no permitía obtener una prueba fidedigna de tal patraña. Utilizando la argucia de la quiromancia a una de ellas le ofrecí unas monedas, gustosa la mujer se acerco, cogió mi mano derecha y empezó sus pronósticos, pasado los minutos y aprovechando que se encontraba ocupada sorpresivamente levante sus enaguas hasta poder apreciar lo que se ocultaba debajo de ellas, desde tal perspectiva pude comprobar que el mito era una realidad.

El enojo de la fémina fue tanto que con acento furibundo balbuceo unas frases en dialecto desconocido, asegurando al final de sus palabras en perfecto castellano que moriría a la edad de 51 años; a partir de ese día vivo en penitencia esperando esa fatídica fecha, siendo así un mártir de la ciencia gracias a mi noble intención por desmitificar las ficciones que los seres humanos creamos con tal de tener algo nuevo que contar. Por más que intento olvidar la sentencia engañándome de que fue un sueño, no puedo, pero bueno aún falta tiempo para que eso ocurra, mientras trataré de vivir como si fuera mi último día disfrutándolo al máximo; siempre he dicho que para sobrevivir en este mundo existen dos alternativas una es sufrir las cosas y otra es burlarse de ellas, y como ustedes se habrán dado cuenta, prefiero cada vez que se pueda optar por la segunda opción.

El segundo hecho ocurre en los inicios del siglo veintiuno una madrugada al abrir los ojos estoy acostado en una cama de hospital rodeado de dos jóvenes y una mujer de edad avanzada -que por cierto no pude verle el rostro gracias al paño que enjugaba sus lágrimas-, al ver mis manos note las arrugas y manchas de senectud, inmediatamente toqué mi cabeza para cerciorarme si a esa edad aún conservaba mi cabello, fue un alivio sentirlo, pero un sorpresa desagradable al darme cuenta que mi abdomen se encontraba lleno de tubos y mangueras, el brazo derecho conectado al suero y un marcador de pulso que como reloj de arena marcaba el latir del corazón y por ende era el cuenta gotas de mis días.

Reaccioné cuando uno de los chicos le comentó a la mujer madura, que por fin abría los ojos; de pronto ingresó a la sala una enfermera, de esas que suben la fiebre por lo bien proporcionada de su figura, y me dice “Don Marcial cómo se siente hoy”, al intentar responder inhalo aire y cierro los ojos, cuando los vuelvo abrir estoy de nuevo en mi habitación, sigo siendo el mismo, esta vez más intrigado y dando credibilidad a lo que una vez dijo Calderón De la Barca de que “la vida es un sueño”, pues a lo mejor esto que estoy viviendo es sólo un sueño más de mi verdadero yo que agoniza y tal vez es la razón que me mantiene aferrado a la vida en el lecho de muerte; así que por favor no me vengan a sonar el despertador, pues soñar para ustedes no cuesta nada, más para mi es vital.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Imágenes retro

Dime con quién andas y te diré quién eres, es un dicho popular que utilizan las personas para señalar algunas actitudes aceptables o reprobables de los individuos, para los fines que se pretenden tratar esta vez bien podría parafrasearse de la siguiente forma: “dime cómo viste y te diré quien es”, hace unos días la dueña de una conocida tienda de ropa para caballero decía que no imaginaba a un catedrático universitario impartiendo clases en jeans y camisa a cuadros; en verdad me sorprendió mucho y a la vez me angustió el saber que en repetidas ocasiones voy a la escuela arreglado de esa forma, y peor aún algunos colegas docentes lucen otros estilos de imagen que dentro del concepto de esta mujer no cuadrarían con el perfil que tiene del profesorado.

Es común imaginar a los que se dedican a ejercer la docencia y otras profesiones bajo ciertos estereotipos producto de la mercadotecnia que los medios de publicidad se han hecho cargo de infundir; prueba de ello es lo que me sucede cuando los alumnos se cercioran de que no tengo coche, pues de plano no soy un educador con cierta credibilidad pedagógica, es decir, todos los catedráticos deben de poseer un automóvil para poder considerarse como tal, ¿Cómo diablos voy a manejar un carro si ni siquiera sé manejar mi vida?

Esto me recuerda la primera vez que en una cabalgata villalvarence vi a mi profesor de dibujo con una cerveza de bote escupiendo a diestra y sin escrúpulos, también a aquella ocasión en que pude constatar la heterosexualidad del profesor de ciencias sociales al que todos tachaban de homosexual por el simple hecho de que no se había casado y ni novia tenía, llevándose al cuarto de un burdel a una bien formada sexo servidora; fue cuando comprendí que ellos también son humanos y tienen sus respectivas necesidades y aversiones.

Es un hecho entonces que la imagen proyectada por una persona en el ejercicio de su trabajo contribuye a que los demás clasifiquen en diversos tipos a esa profesión, y así nos podemos topar en el caso de la docencia con educadores elegantes y refinados por acudir a la escuela muy formal; el profesor tigre, por el sencillo hecho de siempre portar las mismas garras; el vaquerito, gracias a ir de botas y mezclilla; el diputado por traer siempre guayaberas; la Menchú, gracias a su autóctona forma de ataviarse; la caja fuerte, porque nunca se le encontraba la combinación de sus ropas; la institutriz sensual, la monja y la gitana, por razones que ya se imaginarán.

No es de sorprenderse que nuestra forma de vestir envíe diversos mensajes acerca de cómo pueden percibirnos o creen que somos, tal vez algunos sean inconscientes, pero de que los discípulos los traducen en conceptos de nosotros mismos es una realidad, ¿Cómo cuales? Para muestra que tal esos prolongados escotes que dejan entrever los torneados pechos de algunas profesoras, las diminutas faldas que al sentarse alborotan la libido de más de un pupilo o ese transparente vestido que deja ver el tanga y gran parte de las nalgas de aquella coqueta docente, así como el ajustado pantalón que como chaparreras de cowboy lucen sus anchas caderas. Y qué decir del profesor que lleva pantalón de manta sin calzones y que con los primeros rayos de luz trasluce sus genitales, el que se cree atleta y acude a la escuela de short, pants o bermuda, sin ser titular de ninguna asignatura del deporte, aquel que se siente musculoso y siempre porta camisetas ajustadas o sin manga dizque para lucir sus bíceps.

También muchos observan los accesorios que portamos, como la marca del reloj, el modelo de celular y sus respectivas funciones, la línea del automóvil y por supuesto el modelo, los equipos de sonido con que cuenta gracias a esa encantadora virtud que algunos colegas tienen de llegar al estacionamiento con el volumen a tope y escuchando los éxitos musicales del momento.

Pero no olvidemos que la mayoría de las personas pensamos del modo distinto al que actuamos, esto significa que existe una marcada diferencia entre razón y voluntad, lo que se traduce a que muchas de las veces nuestra imagen puede ser totalmente distinta a como somos en realidad, por ejemplo si alguien viste a diario elegante, no significa que se trate de un pudiente o de clase alta, igual puede suceder con quien consideramos su vestimenta como indecente y probablemente ni siquiera esté enterado de que luce de esa forma.

Cada quien es libre de elegir su estilo de vestir, pues forma parte de su propia personalidad, lo malo es cuando pretendemos imitar a alguien o queremos lucir a la moda con ropas que ni con milagros se nos acomoda, recuerde que no es casualidad que con ciertas vestimentas casuales perezcamos mamarrachos, digo no es lo mismo pretender ser metrosexual que verse femeninamente gay.
Una cosa si es segura, la impresión que demos con nuestra peculiar forma de vestir siempre quedara registrada en la memoria de los estudiantes, pues al evocar a su antigua escuela, vendrán los recuerdos del profesor con sus clásicas camisas color pastel, la que nunca usaba faldas, el que humedecía las mangas de su camisa por la transpiración, la que enseño más arriba de la rodilla y la que no mostró ni siquiera sus pantorrillas, etc. En fin una serie de recuerdos que se convertirán en horas completas de charlas envueltas de suspiros nostálgicos y añoradas épocas.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Dar es dar

El anoréxico calendario está a punto de llegar a su muerte por inanición, atrás quedó noviembre y el invertido aniversario de nuestra Revolución, gracias a la magia de los legisladores, están a la puerta las fechas en que se enternece el corazón del mexicano y como energúmeno corre a las tiendas departamentales por el regalo a sus seres queridos o mejor dicho con los que pretende quedar bien o esta comprometido de forma sentimental o social.

Decía el abuelo que cuando se es niño uno da las cosas sin la esperanza de recibir nada a cambio, simplemente se hace por cariño, respeto o admiración hacia el honrado; en estos tiempos modernos tal acción hecha por los infantes puede llegar a ser clasificada como un acto de inocencia que irradia en la idiotez.

¿Será que no entendemos el significado del concepto de gratitud? ¿Será que ignoramos su esencia? Vivimos en un medio donde lo único que importa son los méritos, es decir, si haces algo positivo obtendrás un resultado con el mismo signo, por otro lado bajo esta misma perspectiva existe la pésima costumbre de que si alguien te proporciona algo es porque quiere a cambio de ello otra cosa, que puede ser un favor comprometedor, el cual podría significar un apoyo económico, un ascenso laboral o hasta un intercambio sexual fortuito.

El orgullo muchas de las veces es otro inconveniente para demostrar la gratitud, así se pone de manifiesto en algunas instituciones que cada mes apoyan a sus empleados de forma económica con despensas, más para algunos trabajadores este hecho los hace sentir señalados al grado de percibir cierto aire denigrante por considerarlos como los necesitados; ante tal complejo de inferioridad recurren al mecanismo de defensa del orgullo, casi a punto de la soberbia, pues primero intentan esconderse de los demás cuando salen de tan loable acto, por lo que mejor preferirían que se las hicieran llegar por paquetería a sus respectivos domicilios, o sea, les dan la mano y toman el pie.

Es que estamos tan acostumbrados en que si deseamos obtener algo tenemos que hacer méritos; si no entonces para que se generan los escalafones en los empleos, porqué se paga para ser feliz en lugar de disfrutar de la felicidad que uno ya tiene, en resumidas cuentas hemos fincado un mundo donde la sociedad basa su estimación en el intercambio o trueque. A poco no es cierto que cuando alguien nos regala algo inmediatamente se nos viene la idea de que esa persona algo quiere obtener de nosotros; por ejemplo si es mi cumpleaños y recibo presentes esto genera un compromiso en hacer lo mismo a ellos en sus respectivos onomásticos, de forma semejante sucede cuando en épocas navideñas inviertes un buen billete en los obsequios de tus familiares y conocidos, pero cuando alguno de ellos te sale con el slogan de la PROFECOregale afecto, no lo compre”, de manera inmediata lo tachas de tacaño y ojete.

En lo personal me estresa mucho los regalos de navidad y considero que es por toda la expectativa que se genera a raíz de la difusión del amor materialista que los medios de comunicación inculcan; en otros tiempos si las personas no recibían un regalo ese día no pasaba nada, bastaba que al verle le felicitaras con un apretado abrazo o le hicieras un llamada telefónica en la madrugada del 25 para estrechar lazos de amistad y fraternidad; ahora con los mensajes de texto, tan fríos y por ahorrar tiempo aire todo se vuelve monótono por el compromiso que se genera en lugar del sentimiento que debiera ser, además si no haces un obsequio para ese día, estas demostrando falta de afecto y simpatía. Qué me dicen del clásico intercambio entre compañeros de trabajo, cuando te esmeraste por obsequiar un presente inolvidable y resulta que la persona que le correspondió darte a ti te brinda un mal sabor de boca con el barato o mísero regalo que te hace, ¿Qué acaso no contó la intención o el propósito de tan ínclita actividad?

Se aprecia con tristeza que ya ni siquiera importa el objeto que se recibe, sino la cotización del mismo, estimando con ello el estatus de la persona, sus niveles de codicia entre otras virtudes; que patético es entonces que el valor de una amistad sea el precio de sus obsequios, y claro que la mercadotecnia no desechó tal situación y puso en circulación el tan socorrido “certificado de regalo”, con el camuflaje de que si no sabe qué regalar, no se desespere para eso cuenta con esta argucia comercial que permitirá al agraciado escoger su regalo de acuerdo a su gusto, erradicando con ello el efecto maravilloso de la sorpresa o la ansiedad por abrirlo producto de la incertidumbre para ver su contenido.

¿Es prioritario invertir enormes cantidades de dinero para dar alegría a alguien en estas épocas crudas? Considero que es mejor obtener el afecto y la aprobación de la gente por lo que somos que por lo que damos; pero si ya de plano sus amistades son demasiado materialistas, pues hay sabrá usted lo que gasta en estas festividades decembrinas, pero si no desea hacerlo tiene dos opciones, una es cambiarse de religión y la otra es mucho más práctica vuélvase un ermitaño.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

A mis treinta y diez años

Hoy cumplo cuatro décadas de seguir aquí, puedo estar feliz porque atrás quedo una época más que ya no volverá, digo sólo un ser involutivo podría añorar con nostalgia el tiempo pasado; es tal el regocijo que siento que quiero agradecer a la señora Rosa González y su sala de belleza "D´ Rossmy" que aquella tarde del 68 peinó y maquilló a mi madre tan linda que motivó a mi padre a invitarla de nuevo como antaño al cine “Alameda” a ver una película francesa de esas que son prohibidas a menores.

Gracias también a mis tres hermanos que esa noche se fueron a dormir más temprano de lo acostumbrado sin respingar, igual de agradecido estoy con la cervecería “Cuauhtemoc” que de no haber sido por sus caguamas que conforme las ingería mi papá lo iban dejando actuar en el catre con sus famosos orgasmos de ocho minutos que tanto alarde hacia entre sus amigos. Gracias sin lugar a dudas a don Hilario Cárdenas el boticario que ese día le vendió a mi padre los nuevos profilácticos hechos con vejiga de borrego, los cuales permitían una sensibilidad tan natural que a los tres minutos de uso se rompían y fue así como me colé en el vientre de mamá durante nueve meses.

Una madrugada del día 26 de noviembre de ese mismo año gracias a la atención y cuidados de doña Susana, la partera familiar, me desprendí del cordón que me unía a mi madre –bueno aún sigo atado, pero eso le concierne a mi psicólogo-, y en lugar de llorar -como según platican porque yo no recuerdo- sonreí; a los seis años empezaron mis penas al ingresar a la escuela pues a falta de interés la profesora se mofó de mi capacidad intelectual lo que me obligó dejar la educación escolarizada por un considerable lapso de tiempo. Una hermosa cuarentona esposa de un funcionario político en el altar de su alcoba me hizo hombre a los 16; por su parte un vicioso excapitán militar me explicó que el mundo está lleno de insatisfechos y que para nadar en la abundancia antes hay que arrastrarse en el lodo, pero si quería vivir tranquilo y con la conciencia en paz que me volviera solitario y déjase a cada quien disfrutar de su hacer.

A través de la escuela de la vida aprendí que un amigo es aquel que te elogia por delante y te menosprecia por detrás, y que el amor, la amistad y la alegría son sentimientos que causan sufrimiento al tratar de prolongar su existencia, pues lo mejor es disfrutar los momentos en que éstos se manifiestan como si fueran los últimos en tu existencia.

En el bachillerato estudié teorías tan perfectas que ya no necesitaban funcionar en la realidad; ahí me di cuenta que al sexo uno le teme moralmente hasta que lo prueba varias veces, luego viene la diversión. Al llegar a la adolescencia en el arduo camino por tratar de encontrar mi verdadera personalidad y pretender ser original me olvide por completo de quien era en realidad, además de convertirme en un suicida sin vocación que siempre buscó el pecado entre los escombros de la generación de sus familiares.

Fue en la licenciatura donde encontré un hermano más que me enseñó el camino que hoy me trajo hasta aquí. De mi primer empleo aprendí que la gente se soporta siempre y cuando se tenga la cartera vacía; fue entonces cuando supe que con el dinero se pueden comprar novias y amigos de unos cuantos meses, comprendiendo así que la felicidad con dinero es efímera.

A la edad que ahora tengo me resulta más difícil realizar las cosas que antes con facilidad hacía, entre citas de libros y parafraseo de ciertos diálogos de películas prolongo la estancia de las damas en mi colchón; ya no práctico el onanismo, pues intento con ello ahorrar energías para los momentos de austeridad y así disfrutar cuando tenga a alguien con quien compartir esa placidez; la mujer de mis sueños es aquella desconocida con la que me cruzo por la calle y al pasar me esboza una peculiar sonrisa haciendo que mi ego vuelva sentir la vitalidad de antaño sólo que menos necio y más experto; camino más por miedo a sufrir otro desequilibrio cardiaco que por gusto, lo que me motiva a consumir el mismo número de pastillas al día que Elvis Presley, con la única diferencia que él las consumió en menos de una hora y yo lo hago en doce.

La madurez todavía no la alcanzo pues como Jorge Luis Borges decía "hasta los 60 años se llega", y es precisamente en esos tiempos tan oscuros y aciagos cuando te sientes como aquel plátano maduro lleno de manchas negras al que todo mundo le causa asco y no se antoja comer, añorando de forma equívoca volver a ser el mango verde al que todos deleita el paladar aderezado con chile y limón a pesar de ser una era oscura y cuaternaria.

En definitiva gracias a mis padres por todos estos años que han pasado y en los cuales nunca me han hecho sentir como un hijo no deseado, a mis hermanos por tolerar mis defectos y cualidades, a todas las mujeres que he conocido las tengo guardadas en los expedientes de mis fantasías y sobretodo a la grandeza y paciencia de Dios por seguir soportándome.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

De profesión profesor

En días pasados caminando por las ardientes calles de nuestra velocísima ciudad escuché una voz que decía, “Adiós profesor”, la primera vez no me sentí aludido, fue hasta la tercera ocasión, que reaccioné, pues para ser sincero tengo diez años ejerciendo la docencia y aun no me lo creo, es decir, todavía no me acabo de convencer de que soy un profesional en ese ramo, será que no me siento un producto terminado, ¿Qué puede enseñar un tipo que tiene más problemas imaginarios que reales? Que cuando está escribiendo en la pizarra duda de su calidad ortográfica, pues el corrector de ortografía y gramática de una computadora no le ha permitido mejorarla, también entra en conflicto al tratar de resolver un problema de aritmética frente del grupo y para lo cual erróneamente recurre al apoyo de la calculadora de su celular, ¡Vaya ejemplo que les doy!

Gracias a la ansiedad de avanzar más de prisa en el programa de estudio mi lenguaje padece de ecolalia, cayendo equivocadamente en breves lapsus lingues que terminan por confundir a los discípulos. En repetidas ocasiones durante las clases mis soliloquios me dejan aislado del grupo, pasando a formar parte de la abulia mayoritaria de los estudiantes y de forma abrupta a la ignominia generalizada. Lo rústico de mi hablar me ha metido en más de una vez en problemas de expresión con mis colegas, pues esa idea impropia de creer que un lenguaje coloquial sin utilizar impertinencias sería un lenguaje incompleto, para algunos que se dicen catedráticos ha resultado una ofensa o falta de respeto a la inteligencia de los alumnos.

Si para algunas personas soy un docente, entonces me considero un profesor artesanal que no utiliza las nuevas tecnologías con el pretexto de que no ofrecen garantía a la hora de ponerlos a funcionar de forma correcta y peor aún cuando son necesarias, en realidad no quiero admitir si es por flojera o ignorancia que prefiero no hacer uso de ellas durante el ejercicio de mi profesión. Muchas veces corrijo a aquellos que se empeñan en llamarme “maestro”, pues al fin cuentas éste es un título académico de cierto nivel educativo y honestamente aún no lo ostento; más si incomoda cuándo un atrevido joven me llama “maistro", ¡Qué tal! Ni que fuera albañil. Bueno en sentido figurado o metafórico muchos llegamos a considera al proceso enseñanza-aprendizaje como una construcción del conocimiento, de ahí que la docencia adquiera un sentido de constructor.

Ya tocado el tema sobre elaboración, cuando diseño los exámenes, pienso que hago pruebas evaluativas que en la mayoría de las veces son válidas únicamente para mí, ya que en repetidas ocasiones son útiles para sondear la capacidad de memorización y retención de los estudiantes en lugar de obtener una perspectiva global sobre sus aprendizajes.

Me apena mucho cuando los padres y madres de familia consideran que es uno quien debe de inculcarle ciertos valores a sus vástagos, cómo diablos voy a hacerlo, si con dificultad puedo evidenciar socialmente los pocos que tengo, ahora resulta que se los tengo que transmitir, digo para eso son un núcleo familiar, y considero que es precisamente ahí donde se forjan las responsabilidades éticas y morales; otra cosa que me molesta mucho es cuando estos progenitores me exigen que les de consejos a sus hijos, ¿Consejos, pero de qué clase? Si con ciertos aprietos sobrevivo gracias a lo que la transa en la vida me lo ha permitido.

A pesar de todo lo anterior, esta labor es una de las que más me agradan, y además es la única que tengo, por otro lado agradezco a todos esos padres y madres de familia, y sobretodo a sus hijos el depositar su confianza en personas que son totalmente ajenos a ellos e incluso unos perfectos desconocidos, pero con el simple hecho de cultivar este trabajo, nos consideran como los guías de sus aprendizajes y en repetidas ocasiones nos llegan a creer hasta tutores de la formación académica que entre los muros de una escuela compartimos.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Anecdotario

El oficio de la docencia es para mí una especie de terapia que bien podría clasificarla como catarsis, pues es un ejercicio en donde se olvidan todos mis problemas y me voy introduciendo en otro mundo, dejo de ser el que soy para convertirme en el presentador oficial de un show de monólogos que según dicen los expertos en pedagogía es el proceso de enseñanza-aprendizaje; y bueno creo que el que se perfecciona en esta instrucción soy yo, a veces mucho mejor que mis estudiantes, pues es precisamente de ellos que aprendo a valorar muchas cosas tan simples de la vida que en otro contexto ni siquiera sabría que existirían.

A veces me ubico a su mismo nivel cultural, por supuesto sin caer en lo patético que un docente luce al comportarse como un adolescente que al final terminan por aborrecerlo, tratando de emplear su léxico para que medianamente entiendan lo que trato de transmitirles, porque uno puede explicar equis tema hasta diez veces y eso no significa que los estudiantes lo hayan comprendido, simplemente para que no los sigas aburriendo te dan como en su lenguaje lo dicen el “avionzazo”; para lograr su atención la información que pretendo transmitir la ubico dentro de la visión que tienen del mundo, esto como una forma de generar ciertas evidencias del estadio de su aprendizaje, lo que le permita hacer una comparación entre lo que sabía y lo que sabe a partir de su contacto con lo nuevo.

Es precisamente en esa actividad que al estar interactuando salen a relucir una gran variedad de temas relacionados con los contenidos escolares, los cuales pueden ser tan ilustrativos como inverosímiles; en una ocasión que abordábamos lo que se resguarda en las pinacotecas, un alumno al escucharme citar a los pintores nacionales entre los que nombré a don Jorge Chávez Carrillo, dijo que este artista era de nuestro estado, por supuesto que ante tan interesante aportación centré mi atención en él, ufano éste indicó que eso lo sabía porque una vez su padre adquirió una camioneta modelo “Lobo” a unos ejidatarios que según eso se dedicaban a ciertos negocios ilícitos.

Cuando la estaban lavando para lucirla en las fiestas patronales del municipio donde residen descubrieron un compartimiento oculto entre la caja y cabina del vehículo que en su interior escondía tres cuadros con la firma en pintura negra de Chávez Carrillo; según él estaban horribles, por eso uno de ellos sirvió para reparar el techo del gallinero, otro lo pusieron de tejaban para proteger de la resolana la puerta que da al patio y el último fue utilizado como combustible para el fogón de la cocina; imaginen el rostro de los demás jóvenes que exorbitados abruptamente preguntaron que como cuánto valía lo que habían desperdiciado, entonces les dije, eso investíguenlo para que sepan la importancia de nuestra pinacoteca.

Otra vez analizando la jerarquía de los valores morales y su axiología, un inquieto discípulo narró que en una visita a cierta cadena de supermercados estando en el departamento de discos compactos, encontró un ejemplar del LP de los Beatles conocido como el “Álbum Blanco” (The White Album), era la edición especial protegida por un fino estuche de cartón plastificado y en cuyo interior incluía cuatro litografías autografiadas por John, Paul, George y Ringo, este disco era el único que le hacía falta a su papá para completar la colección, apresurado lo buscó y le comentó del hallazgo, cuando se lo entregó el padre se decepcionó, pues el precio de éste era por la módica cantidad de $ 49.99 pesos, entonces le comentó a su hijo que sin lugar a dudas era una copia pirata y terminó por dejarlo, es decir, no lo compró, este ejemplar en el mercado nacional alcanza cifras que ascienden hasta los $ 680 pesos.

La bulla entre mofa y guasa por la ingenua actitud de su sacrosanto progenitor no se hicieron esperar, fue entonces que los paré diciéndoles que ese tipo de acciones pone de relieve la importancia de los valores en la vida, y cómo a veces apreciamos más las cosas que conocemos y desacreditamos otras que bien podrían tener otro nivel más alto dentro de la escala de valores materiales, incluso sirvió para ejemplificar la diferencia entre barato y caro.

A raíz de esta actividad siempre destaco la importancia del interactuar con los estudiantes, pues según creo ello fomenta una actitud crítica, los hace más sociales, genera una sana comunicación y por ende el desarrollo de su personalidad, además de aprender a sustraer desde su propio ámbito ciertos aprendizajes que creían no poseer de forma académica a partir de las circunstancias físicas, culturales y sociales que los desafíos y obstáculos de su propio desarrollo los enfrenta.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Yo acoso

Entre el cambio de turno de un bachillerato a otro, cierto colega docente me comentaba que resulta un verdadero insulto insoportable ver la forma en cómo algunos estudiantes visten e incluso su lenguaje corporal deja mucho que desear, esto le ha provocado expresar dentro del salón de clases algunos comentarios hacia ellos de forma sarcástica poniendo énfasis en la sexualidad de su apariencia; ante lo dicho no tuve más alternativa que advertirle que ese tipo de palabras bien pueden catalogarse como una forma de acoso sexual.

Molesto e intrigado a la vez por lo expresado, el profesor manifestó que en realidad estaba exagerando, no tuve más remedio que recordarle que ante la ley cualquier roce inoportuno entre dos personas puede catalogarse como un avance libidinoso, chistes que aborden temas sobre la sexualidad, utilizar apodos para referirse a las partes intimas del cuerpo, adoptar y hacer gestos de coquetería como guiñar un ojo, saludar de mano y no soltarla por buen lapso de tiempo, así como palabras en doble sentido son también catalogados como tal; y lo más evidente de cometer esta acción como lo es el sugerir citas a escondidas, encuentros sexuales clandestinos, llamadas telefónicas, cartas o correos electrónicos con contenido grosero o amenazante en donde se exija tener relaciones cóitales a cambio de algo, elogios y piropos que lleguen a incomodar a cualquier persona, o sentirte el atrevido galán rompecorazones que a través del valor que imprime el uso del Messenger externe palabras obscenas a sus conquistas y luego se moleste por que lo tachan de depravado.

El acosar sexualmente a alguien no es exclusividad de personas del sexo opuesto, también puede ocurrir con sujetos del mismo género, de igual forma la edad de la víctima como la del acosador puede ser la misma o distinta; pero como sabemos es socialmente mal visto que una persona mayor asedie a una menor. Es común el coqueteo entre adolescentes incluso apropiado, pero lamentablemente ahí se presenta esta situación, por ejemplo cuando un joven hace bromas sobre la ropa interior de sus compañeras y a éstas no les parece, cuando uno de los dos no se siente a gusto con la atención romántica del otro, cuando sólo existe el coqueteo de una parte y por más que se le dijo que no había atracción mutua insiste.

La víctima según el grado del acoso experimenta enojo, vergüenza, miedo, frustración ante la impotencia de poder frenar todo el cañoneo de insistencias. A veces ante el temor de que se dañe su reputación acepta las proposiciones, es precisamente aquí donde el derecho civil no puede tomar una decisión que determine quién fue el culpable, como se dice de forma vulgar, tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe.

Tampoco hay que circunscribir el asedio sexual como exclusivo de estudiantes y profesores igual puede presentarse entre los demás integrantes de una escuela, razón por la cual en algunas universidades del país este controversial tema ha sido incluido en sus legislaciones y reglamentos escolares, prohibiendo y sancionando a quienes lo fomenten. También este síntoma no es privilegio de los recintos escolares de forma semejante puede manifestarse en cualquier centro laboral, pues como es sabido por ustedes los lujuriosos existen por doquier, algunos con disfraz de oveja otros son unos lobos natos en tales menesteres, de los cuales hay que tener sus debidas precauciones, pues son tan común, que se vuelven ordinarios y no valoramos el daño que están haciendo al prójimo.
Como evitar caer en esta fatal práctica, bueno pues lo primero que se debe de hacer es no externar comentarios despectivos o sexistas, difamación y bromas sobre la forma de vestir o el cuerpo de alguien, y menos intente presentar imágenes sugestivas de sexo u objetos que avergüencen y humillen a alguien, así mismo absténgase de pellizcar, acariciar, masajear y besar a quien no se lo pida; y si sus intenciones son sostener un affaire con alguien que este de acuerdo con ello, le sugiero pensarlo bien en las repercusiones y consecuencias que esto podría acarrear a ambos; pero como siempre lo que más daño nos causa, lo prohibido y las inmoralidades es lo que más nos gusta y es que resulta tan deplorable el bombardeo mediático sobre como se deben de vestir la juventud moderna que a veces sus ropas nos dejan mucho a desear, y honestamente cómo impedir tales tentaciones de diseño, ¿Utilizando lentes oscuros detrás de los ojos?