miércoles, 26 de noviembre de 2008

A mis treinta y diez años

Hoy cumplo cuatro décadas de seguir aquí, puedo estar feliz porque atrás quedo una época más que ya no volverá, digo sólo un ser involutivo podría añorar con nostalgia el tiempo pasado; es tal el regocijo que siento que quiero agradecer a la señora Rosa González y su sala de belleza "D´ Rossmy" que aquella tarde del 68 peinó y maquilló a mi madre tan linda que motivó a mi padre a invitarla de nuevo como antaño al cine “Alameda” a ver una película francesa de esas que son prohibidas a menores.

Gracias también a mis tres hermanos que esa noche se fueron a dormir más temprano de lo acostumbrado sin respingar, igual de agradecido estoy con la cervecería “Cuauhtemoc” que de no haber sido por sus caguamas que conforme las ingería mi papá lo iban dejando actuar en el catre con sus famosos orgasmos de ocho minutos que tanto alarde hacia entre sus amigos. Gracias sin lugar a dudas a don Hilario Cárdenas el boticario que ese día le vendió a mi padre los nuevos profilácticos hechos con vejiga de borrego, los cuales permitían una sensibilidad tan natural que a los tres minutos de uso se rompían y fue así como me colé en el vientre de mamá durante nueve meses.

Una madrugada del día 26 de noviembre de ese mismo año gracias a la atención y cuidados de doña Susana, la partera familiar, me desprendí del cordón que me unía a mi madre –bueno aún sigo atado, pero eso le concierne a mi psicólogo-, y en lugar de llorar -como según platican porque yo no recuerdo- sonreí; a los seis años empezaron mis penas al ingresar a la escuela pues a falta de interés la profesora se mofó de mi capacidad intelectual lo que me obligó dejar la educación escolarizada por un considerable lapso de tiempo. Una hermosa cuarentona esposa de un funcionario político en el altar de su alcoba me hizo hombre a los 16; por su parte un vicioso excapitán militar me explicó que el mundo está lleno de insatisfechos y que para nadar en la abundancia antes hay que arrastrarse en el lodo, pero si quería vivir tranquilo y con la conciencia en paz que me volviera solitario y déjase a cada quien disfrutar de su hacer.

A través de la escuela de la vida aprendí que un amigo es aquel que te elogia por delante y te menosprecia por detrás, y que el amor, la amistad y la alegría son sentimientos que causan sufrimiento al tratar de prolongar su existencia, pues lo mejor es disfrutar los momentos en que éstos se manifiestan como si fueran los últimos en tu existencia.

En el bachillerato estudié teorías tan perfectas que ya no necesitaban funcionar en la realidad; ahí me di cuenta que al sexo uno le teme moralmente hasta que lo prueba varias veces, luego viene la diversión. Al llegar a la adolescencia en el arduo camino por tratar de encontrar mi verdadera personalidad y pretender ser original me olvide por completo de quien era en realidad, además de convertirme en un suicida sin vocación que siempre buscó el pecado entre los escombros de la generación de sus familiares.

Fue en la licenciatura donde encontré un hermano más que me enseñó el camino que hoy me trajo hasta aquí. De mi primer empleo aprendí que la gente se soporta siempre y cuando se tenga la cartera vacía; fue entonces cuando supe que con el dinero se pueden comprar novias y amigos de unos cuantos meses, comprendiendo así que la felicidad con dinero es efímera.

A la edad que ahora tengo me resulta más difícil realizar las cosas que antes con facilidad hacía, entre citas de libros y parafraseo de ciertos diálogos de películas prolongo la estancia de las damas en mi colchón; ya no práctico el onanismo, pues intento con ello ahorrar energías para los momentos de austeridad y así disfrutar cuando tenga a alguien con quien compartir esa placidez; la mujer de mis sueños es aquella desconocida con la que me cruzo por la calle y al pasar me esboza una peculiar sonrisa haciendo que mi ego vuelva sentir la vitalidad de antaño sólo que menos necio y más experto; camino más por miedo a sufrir otro desequilibrio cardiaco que por gusto, lo que me motiva a consumir el mismo número de pastillas al día que Elvis Presley, con la única diferencia que él las consumió en menos de una hora y yo lo hago en doce.

La madurez todavía no la alcanzo pues como Jorge Luis Borges decía "hasta los 60 años se llega", y es precisamente en esos tiempos tan oscuros y aciagos cuando te sientes como aquel plátano maduro lleno de manchas negras al que todo mundo le causa asco y no se antoja comer, añorando de forma equívoca volver a ser el mango verde al que todos deleita el paladar aderezado con chile y limón a pesar de ser una era oscura y cuaternaria.

En definitiva gracias a mis padres por todos estos años que han pasado y en los cuales nunca me han hecho sentir como un hijo no deseado, a mis hermanos por tolerar mis defectos y cualidades, a todas las mujeres que he conocido las tengo guardadas en los expedientes de mis fantasías y sobretodo a la grandeza y paciencia de Dios por seguir soportándome.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

De profesión profesor

En días pasados caminando por las ardientes calles de nuestra velocísima ciudad escuché una voz que decía, “Adiós profesor”, la primera vez no me sentí aludido, fue hasta la tercera ocasión, que reaccioné, pues para ser sincero tengo diez años ejerciendo la docencia y aun no me lo creo, es decir, todavía no me acabo de convencer de que soy un profesional en ese ramo, será que no me siento un producto terminado, ¿Qué puede enseñar un tipo que tiene más problemas imaginarios que reales? Que cuando está escribiendo en la pizarra duda de su calidad ortográfica, pues el corrector de ortografía y gramática de una computadora no le ha permitido mejorarla, también entra en conflicto al tratar de resolver un problema de aritmética frente del grupo y para lo cual erróneamente recurre al apoyo de la calculadora de su celular, ¡Vaya ejemplo que les doy!

Gracias a la ansiedad de avanzar más de prisa en el programa de estudio mi lenguaje padece de ecolalia, cayendo equivocadamente en breves lapsus lingues que terminan por confundir a los discípulos. En repetidas ocasiones durante las clases mis soliloquios me dejan aislado del grupo, pasando a formar parte de la abulia mayoritaria de los estudiantes y de forma abrupta a la ignominia generalizada. Lo rústico de mi hablar me ha metido en más de una vez en problemas de expresión con mis colegas, pues esa idea impropia de creer que un lenguaje coloquial sin utilizar impertinencias sería un lenguaje incompleto, para algunos que se dicen catedráticos ha resultado una ofensa o falta de respeto a la inteligencia de los alumnos.

Si para algunas personas soy un docente, entonces me considero un profesor artesanal que no utiliza las nuevas tecnologías con el pretexto de que no ofrecen garantía a la hora de ponerlos a funcionar de forma correcta y peor aún cuando son necesarias, en realidad no quiero admitir si es por flojera o ignorancia que prefiero no hacer uso de ellas durante el ejercicio de mi profesión. Muchas veces corrijo a aquellos que se empeñan en llamarme “maestro”, pues al fin cuentas éste es un título académico de cierto nivel educativo y honestamente aún no lo ostento; más si incomoda cuándo un atrevido joven me llama “maistro", ¡Qué tal! Ni que fuera albañil. Bueno en sentido figurado o metafórico muchos llegamos a considera al proceso enseñanza-aprendizaje como una construcción del conocimiento, de ahí que la docencia adquiera un sentido de constructor.

Ya tocado el tema sobre elaboración, cuando diseño los exámenes, pienso que hago pruebas evaluativas que en la mayoría de las veces son válidas únicamente para mí, ya que en repetidas ocasiones son útiles para sondear la capacidad de memorización y retención de los estudiantes en lugar de obtener una perspectiva global sobre sus aprendizajes.

Me apena mucho cuando los padres y madres de familia consideran que es uno quien debe de inculcarle ciertos valores a sus vástagos, cómo diablos voy a hacerlo, si con dificultad puedo evidenciar socialmente los pocos que tengo, ahora resulta que se los tengo que transmitir, digo para eso son un núcleo familiar, y considero que es precisamente ahí donde se forjan las responsabilidades éticas y morales; otra cosa que me molesta mucho es cuando estos progenitores me exigen que les de consejos a sus hijos, ¿Consejos, pero de qué clase? Si con ciertos aprietos sobrevivo gracias a lo que la transa en la vida me lo ha permitido.

A pesar de todo lo anterior, esta labor es una de las que más me agradan, y además es la única que tengo, por otro lado agradezco a todos esos padres y madres de familia, y sobretodo a sus hijos el depositar su confianza en personas que son totalmente ajenos a ellos e incluso unos perfectos desconocidos, pero con el simple hecho de cultivar este trabajo, nos consideran como los guías de sus aprendizajes y en repetidas ocasiones nos llegan a creer hasta tutores de la formación académica que entre los muros de una escuela compartimos.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Anecdotario

El oficio de la docencia es para mí una especie de terapia que bien podría clasificarla como catarsis, pues es un ejercicio en donde se olvidan todos mis problemas y me voy introduciendo en otro mundo, dejo de ser el que soy para convertirme en el presentador oficial de un show de monólogos que según dicen los expertos en pedagogía es el proceso de enseñanza-aprendizaje; y bueno creo que el que se perfecciona en esta instrucción soy yo, a veces mucho mejor que mis estudiantes, pues es precisamente de ellos que aprendo a valorar muchas cosas tan simples de la vida que en otro contexto ni siquiera sabría que existirían.

A veces me ubico a su mismo nivel cultural, por supuesto sin caer en lo patético que un docente luce al comportarse como un adolescente que al final terminan por aborrecerlo, tratando de emplear su léxico para que medianamente entiendan lo que trato de transmitirles, porque uno puede explicar equis tema hasta diez veces y eso no significa que los estudiantes lo hayan comprendido, simplemente para que no los sigas aburriendo te dan como en su lenguaje lo dicen el “avionzazo”; para lograr su atención la información que pretendo transmitir la ubico dentro de la visión que tienen del mundo, esto como una forma de generar ciertas evidencias del estadio de su aprendizaje, lo que le permita hacer una comparación entre lo que sabía y lo que sabe a partir de su contacto con lo nuevo.

Es precisamente en esa actividad que al estar interactuando salen a relucir una gran variedad de temas relacionados con los contenidos escolares, los cuales pueden ser tan ilustrativos como inverosímiles; en una ocasión que abordábamos lo que se resguarda en las pinacotecas, un alumno al escucharme citar a los pintores nacionales entre los que nombré a don Jorge Chávez Carrillo, dijo que este artista era de nuestro estado, por supuesto que ante tan interesante aportación centré mi atención en él, ufano éste indicó que eso lo sabía porque una vez su padre adquirió una camioneta modelo “Lobo” a unos ejidatarios que según eso se dedicaban a ciertos negocios ilícitos.

Cuando la estaban lavando para lucirla en las fiestas patronales del municipio donde residen descubrieron un compartimiento oculto entre la caja y cabina del vehículo que en su interior escondía tres cuadros con la firma en pintura negra de Chávez Carrillo; según él estaban horribles, por eso uno de ellos sirvió para reparar el techo del gallinero, otro lo pusieron de tejaban para proteger de la resolana la puerta que da al patio y el último fue utilizado como combustible para el fogón de la cocina; imaginen el rostro de los demás jóvenes que exorbitados abruptamente preguntaron que como cuánto valía lo que habían desperdiciado, entonces les dije, eso investíguenlo para que sepan la importancia de nuestra pinacoteca.

Otra vez analizando la jerarquía de los valores morales y su axiología, un inquieto discípulo narró que en una visita a cierta cadena de supermercados estando en el departamento de discos compactos, encontró un ejemplar del LP de los Beatles conocido como el “Álbum Blanco” (The White Album), era la edición especial protegida por un fino estuche de cartón plastificado y en cuyo interior incluía cuatro litografías autografiadas por John, Paul, George y Ringo, este disco era el único que le hacía falta a su papá para completar la colección, apresurado lo buscó y le comentó del hallazgo, cuando se lo entregó el padre se decepcionó, pues el precio de éste era por la módica cantidad de $ 49.99 pesos, entonces le comentó a su hijo que sin lugar a dudas era una copia pirata y terminó por dejarlo, es decir, no lo compró, este ejemplar en el mercado nacional alcanza cifras que ascienden hasta los $ 680 pesos.

La bulla entre mofa y guasa por la ingenua actitud de su sacrosanto progenitor no se hicieron esperar, fue entonces que los paré diciéndoles que ese tipo de acciones pone de relieve la importancia de los valores en la vida, y cómo a veces apreciamos más las cosas que conocemos y desacreditamos otras que bien podrían tener otro nivel más alto dentro de la escala de valores materiales, incluso sirvió para ejemplificar la diferencia entre barato y caro.

A raíz de esta actividad siempre destaco la importancia del interactuar con los estudiantes, pues según creo ello fomenta una actitud crítica, los hace más sociales, genera una sana comunicación y por ende el desarrollo de su personalidad, además de aprender a sustraer desde su propio ámbito ciertos aprendizajes que creían no poseer de forma académica a partir de las circunstancias físicas, culturales y sociales que los desafíos y obstáculos de su propio desarrollo los enfrenta.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Yo acoso

Entre el cambio de turno de un bachillerato a otro, cierto colega docente me comentaba que resulta un verdadero insulto insoportable ver la forma en cómo algunos estudiantes visten e incluso su lenguaje corporal deja mucho que desear, esto le ha provocado expresar dentro del salón de clases algunos comentarios hacia ellos de forma sarcástica poniendo énfasis en la sexualidad de su apariencia; ante lo dicho no tuve más alternativa que advertirle que ese tipo de palabras bien pueden catalogarse como una forma de acoso sexual.

Molesto e intrigado a la vez por lo expresado, el profesor manifestó que en realidad estaba exagerando, no tuve más remedio que recordarle que ante la ley cualquier roce inoportuno entre dos personas puede catalogarse como un avance libidinoso, chistes que aborden temas sobre la sexualidad, utilizar apodos para referirse a las partes intimas del cuerpo, adoptar y hacer gestos de coquetería como guiñar un ojo, saludar de mano y no soltarla por buen lapso de tiempo, así como palabras en doble sentido son también catalogados como tal; y lo más evidente de cometer esta acción como lo es el sugerir citas a escondidas, encuentros sexuales clandestinos, llamadas telefónicas, cartas o correos electrónicos con contenido grosero o amenazante en donde se exija tener relaciones cóitales a cambio de algo, elogios y piropos que lleguen a incomodar a cualquier persona, o sentirte el atrevido galán rompecorazones que a través del valor que imprime el uso del Messenger externe palabras obscenas a sus conquistas y luego se moleste por que lo tachan de depravado.

El acosar sexualmente a alguien no es exclusividad de personas del sexo opuesto, también puede ocurrir con sujetos del mismo género, de igual forma la edad de la víctima como la del acosador puede ser la misma o distinta; pero como sabemos es socialmente mal visto que una persona mayor asedie a una menor. Es común el coqueteo entre adolescentes incluso apropiado, pero lamentablemente ahí se presenta esta situación, por ejemplo cuando un joven hace bromas sobre la ropa interior de sus compañeras y a éstas no les parece, cuando uno de los dos no se siente a gusto con la atención romántica del otro, cuando sólo existe el coqueteo de una parte y por más que se le dijo que no había atracción mutua insiste.

La víctima según el grado del acoso experimenta enojo, vergüenza, miedo, frustración ante la impotencia de poder frenar todo el cañoneo de insistencias. A veces ante el temor de que se dañe su reputación acepta las proposiciones, es precisamente aquí donde el derecho civil no puede tomar una decisión que determine quién fue el culpable, como se dice de forma vulgar, tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe.

Tampoco hay que circunscribir el asedio sexual como exclusivo de estudiantes y profesores igual puede presentarse entre los demás integrantes de una escuela, razón por la cual en algunas universidades del país este controversial tema ha sido incluido en sus legislaciones y reglamentos escolares, prohibiendo y sancionando a quienes lo fomenten. También este síntoma no es privilegio de los recintos escolares de forma semejante puede manifestarse en cualquier centro laboral, pues como es sabido por ustedes los lujuriosos existen por doquier, algunos con disfraz de oveja otros son unos lobos natos en tales menesteres, de los cuales hay que tener sus debidas precauciones, pues son tan común, que se vuelven ordinarios y no valoramos el daño que están haciendo al prójimo.
Como evitar caer en esta fatal práctica, bueno pues lo primero que se debe de hacer es no externar comentarios despectivos o sexistas, difamación y bromas sobre la forma de vestir o el cuerpo de alguien, y menos intente presentar imágenes sugestivas de sexo u objetos que avergüencen y humillen a alguien, así mismo absténgase de pellizcar, acariciar, masajear y besar a quien no se lo pida; y si sus intenciones son sostener un affaire con alguien que este de acuerdo con ello, le sugiero pensarlo bien en las repercusiones y consecuencias que esto podría acarrear a ambos; pero como siempre lo que más daño nos causa, lo prohibido y las inmoralidades es lo que más nos gusta y es que resulta tan deplorable el bombardeo mediático sobre como se deben de vestir la juventud moderna que a veces sus ropas nos dejan mucho a desear, y honestamente cómo impedir tales tentaciones de diseño, ¿Utilizando lentes oscuros detrás de los ojos?

miércoles, 29 de octubre de 2008

Mentiras de miedo

Es una pena que en estos tiempos de violencia, racismo y otros achaques más de nuestra cultura, el mentir tenga más valor que la verdad, es más, para algunos la verdad es incómoda, dolosa y a veces ingrata; porque el decir embustes no pasa de moda. Existen sujetos que su vida siempre ha sido el actuar sobre una aparente realidad, es decir, se inventan dinero, lujos y accesorios que sólo en revistas las han visto, pero a los demás bien que nos hacen creer que efectivamente son así de pesados económicamente.

Acaso la culpa la tienen nuestros progenitores que desde niños nos inculcaron que una mentira piadosa nos puede sacar de diversos apuros, y con el paso del tiempo es tanta las veces que las utilizamos que se nos vuelve un hábito y que llega a ser patológico en algunos que piensan que vivir de mentiras es la verdad.

Sólo basta recordar que para las épocas decembrinas los que profesan la religión cristiana católica engañan a sus hijos pequeños diciéndoles que un ser místico les llevará regalos a sus casas siempre y cuando se duerman temprano, por supuesto mientras los adultos tienen su noche buena; igual sucede con aquellas familias que el hablar de cualquier tema relacionado con el sexo es un tabú, entonces recurren a la fácil salida de justificar con la cigüeña el origen de la vida ante la insistencia del menor de edad por saber cómo se hacen los niños; o qué decir del intrépido galán que para obtener los favores sexuales de su conquista recurre a la frase quita ropa interior del “Te amo” o a las trilladas expresiones “eres única mi amor”, sí, como todas las demás.

Igual sucede con la inocente dama que se enamora de ese rufián y a sus conocidos les dice que el actual pretendiente es hijo de una familia de alta alcurnia, que cada año estrena un coche último modelo, fue el mejor promedio de su generación, entre otras aparentes virtudes; lo mismo pasa con ese slogan común que la adolescencia utiliza como estandarte en defensa de la supuesta necedad de sus padres por saber a dónde van “más vale pedir perdón que permiso”, en síntesis estamos educados para la falsedad.

Otro uso extremadamente perverso de las mentiras es cuando se emplean para infundir miedo, pánico o simplemente atemorizar; ¿Cuál es el propósito de utilizarlas de esa forma? Como ustedes saben gracias a la filosofía del miedo es como resulta mucho más viable manipular a las personas, y bien que ha funcionado, hemos escuchado en más de alguna ocasión decir a las abnegadas madres a sus inquietos retoños “si no te portas bien te va a llevar el coco”, hágame el favor, cómo es posible que a un chamaquito le infundan temor a los frutos de las palmeras, semejante efectos causa el chamuco, el roba chicos o la policía, bueno en los últimos dos creo que no es necesario recurrir al engaño, pues ya sabemos que a éstos sí hay que tomarles las debidas precauciones.

Con esas mismas intenciones, en vísperas de nuestra feria regional donde se mezcla la diversión y el esparcimiento con la convivencia familiar, a alguien se le ocurrió la insana historia de anunciar de forma apocalíptica que entre los días uno y dos de noviembre cierto grupo separatista –cuyo nombre cambia de acuerdo a la versión de quien difunde el chisme- envió un comunicado a quien sabe que destacamento policial anunciando que en plena aglomeración del lugar donde se desarrolla este evento arrojarían granadas e incluso existe una adaptación terrorista del rumor en el cual se asegura que colocarían bombas en sitios estratégicos para asesinar a los transeúntes; pues ahora si que nos la ponen más difícil, aparte de cuidarnos el pellejo del tipo que porta la jeringa infectada con VIH, también hay tener cautela de no acudir a la feria en esos días.

Por lo pronto estimado lector no se preocupe ni sienta ñañaras, pues si esta noticia no le ha llegado a través de alguna cadenita de correos electrónicos, tenga la plena seguridad de que se trata de puras murmuraciones y por lo tanto es falsa; lo más seguro es que alguien por ahí quiere disfrutar de las exposiciones tranquilamente y sin que nadie le estorbe, pues como ustedes saben en esas fechas acude gente de los rincones más remotos de la galaxia a saturar el lugar.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Cruzada contra la impuntualidad

Solía decir mi profesor de quinto grado de primaria que los relojes son como los burros nunca van al parejo, esta frase la expresaba con cierto desagrado cuando sorprendía a más de alguno preguntando por la hora; en cierto punto tenía razón, pero en lo que no se la doy es que a pesar de cada quien posee una pequeña diferencia en los minutos de su reloj, no se vale que esas diferencias las queramos hacer abismales justificando nuestros retrasos, olvidos de compromisos y falta de respeto hacia los demás gracias a los retardos injustificados que a veces cometemos.

A poco no es molesto esperar a que inicie la función de cine quince minutos después de la hora programada, y eso que a partir de que se oscurece la sala aún no empieza la película, sino que tenemos que empezar a ver los promociónales y estrenos próximos a exhibirse; igual de incómodo es tener que esperar a que los demás colegas docentes lleguen a la reunión de profesores y ésta tenga que iniciar hasta veinte minutos después de lo programado, y todavía peor el cinismo con que algunos van entrando justificándose con el pretexto de que no veían a nadie, por eso no ingresaban, óigame ¿Y los que estamos ahí acaso somos dibujos o invisibles? Además se escucha patética la disculpa que los directivos expresan para quedar bien con los que sí estuvieron a la hora exacta, “Por respeto a los puntuales vamos iniciar”, mientras uno por cumplir a tiempo con la cita, deja pendientes muchas actividades familiares o de índole personal.

Igual es un fastidio que a ciertos profesores que siempre llegaron treinta minutos tarde a cada sesión del curso o taller de capacitación, se le entregue una constancia con el mismo valor curricular que a los que fueron constantes y sobretodo cumplidos con el horario programado; esto me recuerda a mis alumnos que con frecuencia exigen sus diez minutos de tolerancia queriendo que se les deje entrar al aula sin falta ni retardo a pesar de haber llegado quince minutos después de la hora de inicio, y que decir del docente que arriba al recinto escolar veinte minutos después de su hora poniendo falta a diestra y siniestra a los estudiantes que aburridos de esperarlo se retiraron a otro sitio más productivo que el estar enmoheciéndose en el salón de clases, ¡Por favor que cinismo y falta de profesionalismo!

Que disgusto experimentamos cuando en el banco llegamos antes de que lo abran, según eso para ganarle unos cuantos minutos al tiempo, y el personal que labora en él están ahí encerrados algunos charlando disfrutando de su cafecito con galletas, otras dándose sus últimas pinceladas para verse más guapas que cualquiera de las clientas, mientras el reloj digital con sus numeritos rojos indica que ya se pasaron nueve minutos de la hora de apertura, mientras la clientela nos vamos multiplicando como el milagro de los panes y los peces dando origen a las prolongadas y cansadas filas; cuántos accidentes automovilísticos, infracciones de tránsito y mentadas de madre nos ahorraríamos si tan sólo saliéramos treinta o veinte minutos antes de nuestros hogares para llegar puntuales a la escuela, trabajo o negocio, en lugar de provocar ese nefasto tráfico producto de nuestra holgazanería.

Mi abuela siempre nos aconsejaba que no es puntual ni el que llega tarde, ni el que llega antes, el valor de la puntualidad radica en estar siempre a la hora exacta, pues esa actitud refleja muchas cosas, por ejemplo el grado de interés y respeto hacia las personas, la importancia del asunto a tratar en la cita, el nivel de compromiso social, etcétera; pero es una pena que en nuestro país la puntualidad nadie te la reconozca, es más si llegas siempre puntual pueden incluso tacharte de no tener una vida social o ser un sujeto que se angustia con facilidad.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Una muerte elegante

En la actualidad nacer sale más barato que morir, así como existen las clases sociales, así también hay paquetes de sepelios al igual que panteones para los que somos clasemedieros y para los nice, es decir, cementerios de primera con sus respectivos mausoleos y de segunda con nichos jodidísimos. A pesar de tales diferencias los precios por tener un velorio digno son exorbitantes.

Algunas instituciones a través de sus sindicatos realizan una encomiable labor al sustraer de la nomina de sus agremiados cierto porcentaje para crear un fondo que cubra los gastos funerarios del trabajador que lamentablemente perdió la vida y con ello solventar económicamente a sus familiares; lo que resulta deleznable es la actitud de aquellos sindicalizados que al ver “afectada” su quincena salarial, no sólo recuerdan la memoria del difunto sino también la de su santa madre que lo parió, ¿Acaso por no ver afectada su cartera quieren que todos seamos Highlander el inmortal?

Una tarde de septiembre los habitantes de algunas colonias de nuestra ciudad salimos de nuestras casas curiosos de saber cual era el motivo de tanto estruendo producto de varios claxon, la sorpresa fue en parte extrañados y en parte creyendo que se trataba de una broma macabra; resulta que por las calles y avenidas principales desfilaba un convoy de carrozas pertenecientes a una conocida compañía funeraria, como agradecimiento de la preferencia por sus servicio y a la vez promocionar sus nuevos modelos de coches fúnebres.

El impacto publicitario en mi barrio al parecer fue positivo, pues doña Jacinta le comentó a Juanita que con esos carrazos a quién no le dan ganas de morirse; y como no mi estimado lector imagine dar su último paseo en una “Hummer” 2008, siendo usted la admiración de la gente, por supuesto que para ese entonces uno no estará conciente de lo que sucede alrededor y eso que el cuerpo según estudios científicos tarde en morir completamente un promedio de ocho horas.

Esa misma semana tocó a mi puerta una guapa dama que promocionaba el clásico paquete “Pague ahora y muérase después”, la mujer con su falda muy corta pero de larga lengua, estuvo a punto de convencerme con su discurso de que uno nunca sabe cuando se va a morir. En cierto modo tiene razón pues la vida nadie la tiene comprada y costearse un funeral que podría ser casi semejante al de un presidente o algún sultán árabe, pues bien vale la pena invertir, además con eso de que la muerte llega cuando menos se le espera y te puede tocar en la peor crisis financiera familiar, así usted como herencia les ahorra el gasto pasando a ser un cadáver exquisito y refinado.

Al final de cuentas hubo algo que no me terminó por convencer, resulta que en la letra pequeñita del contrato se incluía una cláusula en donde se especificaba que si después de haber cubierto los gastos de la inversión funeraria el contratante del servicio aun no moría debía de pagar el importe del incremento inflacionario que cada año afectaría al precio original y de no hacerlo se perdían todos los derechos.

Haciendo una cara más idiota que como es común y con cierto acento de inocencia, agradecí las atenciones de la voluptuosa chica, no sin antes decirle que con ese bien cuidado cuerpo que ella tiene lo único que puede es resucitar muertos; con una sonrisa pícara en sus labios me dejó escrito su número de celular al reverso de la tarjeta de presentación de la empresa funeral que representa, diciendo que estaba a mis servicios para lo que se ofreciera, híjole, ante la sugestiva insinuación uno nada más suspira y recuerda el compromiso que tiene con su esposa para evitar así caer en tentaciones.

En su clásico cuento “Peter Pan”, James M. Barrie, redactó en la voz del Capitán Garfio que la muerte era la última aventura de la vida, bajo cierta apariencia honesta uno puede asegurar que se está preparado para morir, pero la verdad aún no tenemos ganas de que nos enaceiten con los santos óleos.