jueves, 15 de octubre de 2020

Redes sociales, los nuevos lavaderos del vecindario.


Durante este confinamiento me he puesto a observar la flora -sí, hay perfiles que en lugar de la foto del usuario ponen de flores- y fauna -esos que exhiben a sus mascotas en lugar de ellos- de las redes sociales que utilizo, sin confusiones, eso que hago no es stalkear, créanme que esta tarea también la realizan ahora los que contratan personal, pues con observar el perfil de sus futuros empleados se dan cuenta de los gustos, filias, fobias, entre otras cosas. Por ejemplo, esos que, sin reconocerlo aún, que su relación de pareja está aproximándose a la fecha de caducidad, son capaces de postear tanto odio, disculpas o promesas de amor sin nombre, es decir, sin dedicatoria, al puro estilo de “óyelo, Juana, entiéndeme, Jacinta”, mientras los que les damos “me gusta”, bien que sabemos que se trata de un desahogo instantáneo. Lo peor, cuando te encuentras con el dueño del perfil en la calle y en buen plan le preguntas cómo va su relación, se encabrona con uno por saber eso.

Hay quienes han transformado su red social en un tianguis, así nos encontramos esos tenis Nike que te mandó tu carnal de Los Ángeles rete culeros a la venta, la bicla con llantitas tísica y oxidada de tus hijos, la colección de películas en formato DVD, la almohada hipoalergénica de microfibras de gel, fresca y firme con resto de humedad tuya y alguno que otro lamparon de sudor, las bocinas Pionner desconadas del Tsuru de tu papá, entre otros objetos que te hacen recordar la frase de “pásele, ¿qué le damos güerito?”. También aquellos que consideran a su mascota como la más adorable del mundo y que a todos les hace gracia, la neta, a veces como que me da la idea de que ese animalito tiene la personalidad y porte que siempre quiso tener el usuario que se atrevió a realizarle un perfil, haciendo que, a través de él, su mascota exprese sus sentimientos tan pinche cursi, ¡el perro ni el hámster, así como el gato ni dedos tienen! ¿Crees que no me doy cuenta?

Así es mi estimado lector, ahora para enriquecer su curriculum vitae, agréguele los perfiles de sus redes sociales, para que cualquier stalkers tenga un titipuchal de material de los cuales echar mano para saber un chingo de cosas sobre alguien sin ser visto. Con tal de evitar esto configure bien la privacidad de su red, y evite dar más pena ajena a sus contactos absteniéndose a publicar situaciones tan embarazosas, que, de todos modos, ni nos vamos a solidarizar, simplemente le daremos reenviar a otros para que tengan de qué hablar en épocas de confinamiento.

jueves, 8 de octubre de 2020

Bocadillos híbridos.


En gustos se rompen géneros, dice esa voz popular para justificar las aberraciones gastronómicas de los mexicanos, como la torta de chilaquiles, la concha rellena de frijoles refritos con queso seco, verdaderos monstros caloríficos de esos paladares exigentes y faltos de cierta refinación, óigame, deberían de hacer la pizza de enchilada, ¡no! Digo, si se trata de enfrentar sabores, ¿a qué sabrá un chile relleno de sushi? Ahora que nuestra vida se resume en una pequeña pantalla del más moderno celular, a poco no le dan ganas de subir las fotos de esos platillos y que sus más de 1K de seguidores en Instagram… pos le aplaudan con un titipuchal del Emoji de las manitas.

No te hagas que la virgen te habla, tú que cambiaste la melcocha panochera del plátano macho por La Lechera, si, ya sé que durante gran parte de tu vida los videojuegos te enseñaron a vivir, pero no es para que ahora le hagas el feo a esos Cheetos que tanto te gustaban en cátsup, dizque porque es comida ultra procesada y la Maruchan con salsa Valentina que le llamas desempance en las horas muertas de la oficina para espantar el mal del puerco que te llega despuesito del lunch, si tu fuente creativa es cualquier página web donde copiar lo que te exige el patrón como jornada laboral, y ahora me sales con bocadillos híbridos.

¡Qué concha la tuya! Hacerle ojo de buey a tu viejo, ya ni la amuelas con los cuernos que le ostentas, si a salado te supo, qué esperas para tronarle los huesitos, no le aunque se hagan polvorón, ay, tú mírala siempre de catrina y rete chula mi prieta cuando se mira en los ricos espejos, al cabo de orejitas oiga usté, ¡vamos éntrale al picón que del sapo la delicia es! ¡la neta una disculpa! Este último párrafo ya la había publicado en mi Feis, pero como ando bien enguasado con las clases en línea, creí que como cierre quedaba chido.

viernes, 2 de octubre de 2020

¡No te quites la máscara!

La vida extraña que esté 2020 nos ha ido introduciendo es un fenómeno al que llamamos, así como si se tratase de un meme bizarro: “Nueva Normalidad”, donde las empresas que ofrecen servicio delivery, acá para los rucos como yo, es el equivalente al reparto o entrega, ¡si wee, repartidores! quienes se han convertido en asistencia de primera necesidad, así te lleguen los tacos de cochinita pibil más fríos que la cola de un pingüino o la pizza de tan tiesa hasta ganas dan de aventarla como frisbee, es más, capaz de que con ella y el palo de escoba haces el Disco Chino de aquella canción de Enrique y Ana, ¡pinche tiempo pandémico!

El móndrigo Semáforo de riesgo epidemiológico, es terco como… mejor ni menciono al cuadrúpedo, no vaya a herir susceptibilidades, y ya se la saben, ahora de todo nos encabronamos, estamos como ollitas de Tonalá… de todo nos quebramos. Al igual que en mi infancia, estos últimos meses se me ha ido la vida frente a una pantalla, y ahora no por ver la barra de caricaturas del Tío Gamboín, sino para asistir a reuniones de trabajo, dar clases y recibir cursos en donde se domestique mi ignorancia sobre asuntos tecnológicos.


Imagino lo desesperados que han de estar porque el semáforo se ponga verde, todos aquellos que se creen bien chipocludos y aseguran que el virus no existe, para restregarnos en la cara que ellos tenían razón, igual el mamón que está guardando la frasecita de: “sobreviví al Covid-19 con un simple retazo de tela”, no digas pendejadas ni intentes quitarte la máscara, pues más cara te va a salir la factura de hospitalización.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Back to class.

Las clases presenciales iniciarán en la Máxima Casa de Estudios hasta que el Semáforo Epidemiológico se encuentre en el anhelado color verde -la neta, hasta novenas al santo de nuestra devoción le hacemos con tal de que así sea-, mientras serán a distancia, a través de una serie de estrategias que directivos y profesores han ido implementando, lo cual ha implicado que nosotros los docentes seamos macheteros y tesoneros neófitos aprendices del uso de plataformas, sus aplicaciones así como de la tecnología que en ellas se alberga.

Nos vamos a salvar de que los nuevos se enteren de nuestro apodo por boca de los jóvenes de semestres avanzados – ¡bueno, si es que ya se lo saben! Pues la guasa corre como reguero de pólvora-, me ahorré el sarcasmo que hago sobre mi calvicie en donde todos explotan a carcajadas como si fuera la primera vez que se enteraran de la escasez de folículos pilosos en mi mollera.

Este 28 de septiembre algunos de nuestros estudiantes no se levantarán en la madrugada para iniciar las clases, otros tal vez sí, pero para ir a chambear, ¡con lo caro que esta todo, hasta ellos le entran en la economía familiar para rifarse el buevito con jamón! Nuestros nuevos alumnos nos conocerán de voz, los colegas docentes que no temen a que su foto se vuelva un meme, la colocarán en la plataforma -ya llevo cincuenta y aún no encuentro la que me cuachalangue-, y se harán presente en las sesiones de Google Meet sin el miedo a volverse futuros GIF; esta vez sí vamos a extrañar a que nuestros exalumnos se pongan en las ventanas a estar oyendo las clases que hace unos meses les impartíamos y que en ese entonces ni atención nos ponían.

En este nuevo regreso a clases, no existirá el pretexto de que olvidaron en casa el libro, pues se encuentran en ella y solo es cuestión de ir por él, además, con o sin uniforme ni útiles nuevos, la chamacada vuelve a transmitirnos su energía, pero ahora detrás de una pantalla, claro, sin alboroto, pero tal vez si con ese característico alborozo tan suyo, hagamos changuitos con los dedos para que nos se nos caiga el WiFi y que ahora sí con esta modalidad le pongamos falta a los memes.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Viviendo de prisa e indecisión.

Esta mañana estaba en casa haciendo mis cosas habituales, no voy a entrar en detalles para evitar la censura, cosas que prácticas cuando estas solo, como eso de plantearme que este día trataré de vivir exclusivamente las 24 horas que lo integran, sin intentar querer resolver el problema de mi existencia; únicamente por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, sin criticar a nadie, mucho menos pretender “mejorar o corregir” -sí, entre comillas, pueque sea yo quien siempre ha vivido en el error y los demás no- a nadie sino a mí mismo; intentaré a adaptarme a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten a mis posibilidades.

La meta de este día es realizar una buena acción y evitar divulgarla, borrar de mi cerebro ese miedo a disfrutar de los hermosos y buenos momentos, confiar en las personas, además de creer en su bondad, hacer con disfrute esas cosas que no me gustan realizar, y si experimentase frustración, procuraré que nadie se entere.


Quizá no cumpla en el transcurso del día ninguna de las metas, pero las redactaré para que ustedes sepan de mis intenciones, así como de las calamidades que intervinieron para que no se realizasen: la prisa y la indecisión.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Pisando colas.

En la Nueva Normalidad del Siglo XXI, donde nuestras manos llevan más de seis meses alcoholizadas por tanto gel antibacterial, que de continuar así las tendremos que llevar a sesiones de Alcohólicos Anónimos, se imaginan poniéndose de pie al decir “hola, soy izquierda y he ingerido etanol al 72%”, a pesar de esto, las viejas costumbres se conservan, como aquel adagio de “Todos tenemos cola que nos pisen” – ¡por cierto la mía es larguísima! -, se nos sigue olvidando, continuamos disfrutando de pisar la cola del prójimo, es más, hasta creo es todo un placer esa falsa sensación de que, al ensuciar la buena imagen del otro, limpiamos la nuestra, pues nos sentimos exentos de los defectos o conductas reprobables de los demás.
Como si uno fuera limpio y puro, como si nunca la regáramos, la neta que me doy asco cuando actuó de esa forma y lo peor es que hasta que lo hice caigo en el error, ¡móndriga conciencia retrasada! Nos lamentamos de la existencia del Covid-19, ¿qué hicimos para merecer esto? Si, así como título de película de Pedro Almodóvar de 1984. Hemos llegado a pensar que es un castigo del Creador, por lo malo que es la gente, y que nuestro cerebro fragüé esas ideas, nos llena de tranquilidad, pues en la oscuridad de la noche cuando intentamos fumar la pipa de la paz con la conciencia, nos las seguimos creyendo, hasta nos consideramos bien “buena onda”.
Lo bueno es que en la Nueva Normalidad ocurren cosas anormales positivas, como el descubrimiento que Pablo Motos hizo de la sordera de boca, la cual consiste en que cuando hablas con el cubrebocas puesto un cincuenta porciento de lo que dices es incomprensible, entonces tu interlocutor a metro y medio de distancia no te comprenderá nadita de nada, y así ni en cuenta de los pisotones de cola que vas dando a los demás, pero… ¿si nuestros cubrebocas pudieran hablar?

jueves, 3 de septiembre de 2020

Los Dos Volcanes.

Adaptación de un relato de Anthony de Mello
Por mi barrio han existido un titipuchal de negocios, algunos se han mantenido a pesar de los golpes bajos de la economía, como es el caso de la estación de gasolina, con sus precios que como la Rueda de la Fortuna, suben y bajan, eso sí ha cambiado de nombre cual pañal de bebé, también aún continúa en servicio el Hotel Río, que a quien firma lo que escribe, al escuchar el nombre, en lugar de evocar esa corriente natural de agua que fluye con continuidad por un cauce en la superficie terrestre, imagino la portada del segundo álbum de estudio de la agrupación británica Duran Duran, editado el 10 de mayo de 1982, donde se incluyen las rolototas Hungry Like the Wolf Save a Prayer, creo que bajo esa idea, existió una tienda de abarrotes, en los ochentas, si, antes de que hubieran esas cadenas comerciales que en la actualidad se reproducen como conejos, tiene tres cajas registradoras y solo una atiende mientras se hacen las filototas.
La tiendita se llamaba Los Dos Volcanes, imagino que se basó en los colosos de fuego y nieve que antes los podía observar desde la ventana trasera de casa y que en la actualidad los tapa un enorme letrero rectangular en colores amarillo y rojo con letras blancas al centro, resulta que este negocio por más que lo surtieran no obtenía la clientela necesaria para poder continuar. Desesperados sus dueños una noche se reunieron para intercambiar ideas, al hombre se le ocurrió pintar la fachada en color azul marino y arriba del nombre dibujar los dos volcanes, entonces su esposa agregó que, en lugar de dos, únicamente se pintará el volcán de fuego.
¿El de Fuego? ¡Mujer, si la tienda se llama los dos volcanes! Debe de estar también el de Nieve, es lo más ilógico que has dicho. Hay que hacerlo, no perdemos nada, intentémoslo, si no resulta, pues se pinta el otro y asunto arreglado – agregó la mujer.
Con incredulidad el abarrotero siguió los consejos de su esposa, cuando concluyeron los trabajos de remodelación, los vecinos empezaron a acudir como abejas a la miel, claro que con el propósito de hacerles entender el error que habían cometido, creyendo los muy inocentes que el matrimonio no estaba consciente de su “brutal equivocación”, pero ya en el interior, se impresionaban de lo bien surtido y la amabilidad del servicio que se fueron convirtiendo en clientes frecuentes, ahora si sus dueños recuperarían lo que en tanto invirtieron, gracias a saber cómo incitar a satisfacer el ego de los demás al tratar de hacerlos creer que ellos tienen la razón.