Ahora, con los grupos de WhatsApp es muy rápido generar pánico y psicosis entre la población, y pior si se trata de esas ñoras que solitas se prestan para atemorizar. No sé, a veces hasta llego a pensar -claro güé, uno también piensa no nada más tú, digo, no dé en balde estoy pelón- que es orgásmico para ellas el fomento de las llamadas Fake News o noticias falsas, porque la neta, en si la mayoría de audios y textos con cierto estilo periodístico son puros embustes: que si el tesoro desenterrado en el antiguo inmueble, que si los robachicas de la camioneta gris con placas de California -creo que eso último es de una canción de los Tigres del Norte, no le aunque, se complementó chingón, además, ni Donald Trump, la puede parar… ¡Ajúa!-, entre otras.
Lo que sí está más terrible son los que se las creen y enseguida se las pasan a sus contactos, lueguito otros de ellos las reenvían y así se hace la cadena de mentiras que en su mayoría, quienes las reciben, llegan a considerarlas verdad; digo, si han llegado a admitir ciertas el titipuchal de veces que han matado a don Chente Fernandez y al Komander, o sea, lo que se trata es de incendiar los ánimos, hasta el grado de que algunos usuarios se atreven a preguntar a la policía sobre la veracidad de lo que están recibiendo. Ellos insisten a pesar de que se les confirmó que se trataba de un rumor, porque ahora hasta sus primos les continúan enviando la misma noticia.
A todos los usuarios del Guatsap -¡uy, que son un titipuchal!-, por piedad, cuando les lleguen mensajes de contenido dudoso y de insegura procedencia o de la tía esa que experimenta placer tipo adolescente con revista de caballeros en mano, no los reenvíen a lo bestia, tomen en cuenta de que esas personas son como una caja de cereal con empaque atractivo pero de contenido nutricional incierto, entonces digan no al Corn Fakes News.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 19 de septiembre de 2019
jueves, 12 de septiembre de 2019
La raza de bronce
Estamos a unos cuántos días de iniciar el primer puente etílico de este nuevo calendario escolar, el motivo todos lo sabemos, sí, desde el primero hemos sido bombardeados por el márquetin de la mexicanidad, banderitas, moños tricolores, estandartes por el centro histórico, coches con sobrero, bigotes y zarape que nos programa para que por dieciséis días seamos bien mexicanos, sí, de esos que siempre estamos buscando un pretexto para encontrar rivales entre nosotros mismos, los que le van al América, los que profesan una religión diferente a la nuestra, los que siempre lucen una sonrisa y no tienen ni en qué caerse muertos, luego nos escandalizamos por la discriminación hacia el humilde cobrador de la tienda departamental que nunca le abre la puerta el ingrato vecino a pesar de que sabemos que ahí está.
Los mexicanos tendemos mucho a la discriminación, para muestra ahí están los individuos que por el simple hecho de contar con un apellido extranjero, ¡uy, ya se sienten la divina garza! Ya ni la amuelan, lo más seguro es que su ascendencia francesa sea de esos que hace un titipuchal de años se asentaron en los Altos de Jalisco, o sea, no es para que nos quieran opacar si semos de la mesma especie; aquellos que creen que festejando el cumple del chamaco en equis cadena de restaurantes de comida rápida de franquicia estadounidense ya los hace nice, pos la neta no. Mis primos de los yunaites dicen que allá a esos lugares asisten los indigentes y las personas que son segregadas por los mismos gringos, acá igual, entra uno al local y lo miran como preguntándose, ¿a este wey, quién lo invito? ¡Chale, así o más OGT! Esto me recuerda a los profesores de inglés que entre ellos charlan en el idioma de Shakespeare, con tal de que no se enteren los demás o las secretarias que sin importarles las personas a su alrededor cuchichean. Cosas como esas te dejan haciendo el Mannequin Challenge.
Por más que intento no ser así, es más, ni siquiera pensar en serlo, pues consciente estoy de lo ridículo que uno se ve, a veces no puedo evitarlo y como todo un idiota caigo, pues a pesar de que este texto no va dirigido a ustedes, puede que sí, en el sentido de que es anti-ustedes, haciéndome un sujeto que discrimina también, ya lo dijo el ínclito periodista mexicano Miguel Ángel Granados Chapa: “El problema es que México no puede resucitar porque no está muerto. Pero que le hace falta una resurrección no hay quien lo dude.” Entonces, para que conste, soy también de la raza de bronce y no puedo evadir mis jodidos prejuicios raciales, creo que ni volviendo a nacer.
Los mexicanos tendemos mucho a la discriminación, para muestra ahí están los individuos que por el simple hecho de contar con un apellido extranjero, ¡uy, ya se sienten la divina garza! Ya ni la amuelan, lo más seguro es que su ascendencia francesa sea de esos que hace un titipuchal de años se asentaron en los Altos de Jalisco, o sea, no es para que nos quieran opacar si semos de la mesma especie; aquellos que creen que festejando el cumple del chamaco en equis cadena de restaurantes de comida rápida de franquicia estadounidense ya los hace nice, pos la neta no. Mis primos de los yunaites dicen que allá a esos lugares asisten los indigentes y las personas que son segregadas por los mismos gringos, acá igual, entra uno al local y lo miran como preguntándose, ¿a este wey, quién lo invito? ¡Chale, así o más OGT! Esto me recuerda a los profesores de inglés que entre ellos charlan en el idioma de Shakespeare, con tal de que no se enteren los demás o las secretarias que sin importarles las personas a su alrededor cuchichean. Cosas como esas te dejan haciendo el Mannequin Challenge.
Por más que intento no ser así, es más, ni siquiera pensar en serlo, pues consciente estoy de lo ridículo que uno se ve, a veces no puedo evitarlo y como todo un idiota caigo, pues a pesar de que este texto no va dirigido a ustedes, puede que sí, en el sentido de que es anti-ustedes, haciéndome un sujeto que discrimina también, ya lo dijo el ínclito periodista mexicano Miguel Ángel Granados Chapa: “El problema es que México no puede resucitar porque no está muerto. Pero que le hace falta una resurrección no hay quien lo dude.” Entonces, para que conste, soy también de la raza de bronce y no puedo evadir mis jodidos prejuicios raciales, creo que ni volviendo a nacer.
jueves, 5 de septiembre de 2019
En Internet, todos los gadgets son pardos
A todos los que me mandan solicitud y nunca los acepté.
De las toneladas de basura que uno se encuentra en las redes sociales, creo que no hay peor estupidez que creer en lo que algunos postean, me refiero en el plan de aquellos fatalistas incomprendidos, de esos que se columpian de sus problemas en lugar de convertirlos en trampolín -si güé, consciente estoy que ni mía es esta idea, se la birlé a Jorge Cuevas de su libro ¡Se buscan locos!-, cuando piensan que al ventilar sus penas logran una especie de exorcismo y lo más lamentable, patético y hasta divertido, son las personas que se solidarizan con sus broncas hasta formar parte de ellas, ¡oye si con las series de Netflix ya tienen de sobra, tomar las de otros está de la patada!
Igual de gacho es observar a todos aquellos que depositan su confianza en los cerebritos mal informados y un titipuchal desubicados que se sienten “autoridades” -sí… entrecomillas- en cualquier tema, individuos que deberían relajarse un poco y no estar haciéndola de tos de cualquier situación donde su supuesta sabiduría les permite externar su “modesta” opinión -claro que entrecomilla, pues es lo que más les hace falta-, dándoselas de muy chipocludos que de tanto se pasan de gandallez.
En redes sociales cuando uno piensa que ya nada puede empeorar, te encuentras con la solicitud de amistad del tipo que de entrada uno cree que es primerizo en eso de sacarse la foto para el perfil, pues se le mira en pose tipo Romeo Santos con camisa hawaiana y la barba hípster, para quien conozca a este mozalbete, pues igual se ríe y lo acepta, pero uno que ni siquiera sabe quién es, miras la foto unos segundos… la neta sí da miedo, y más cuando te das cuenta de que la camisa se encuentra desabrochada tres botones abajo del cuello, no les digo, bajo el anonimato de la internet, es rete fácil disimular cualquier intención, ocultar los defectos bajo un color pardo como el de los hábitos de los monjes.
De las toneladas de basura que uno se encuentra en las redes sociales, creo que no hay peor estupidez que creer en lo que algunos postean, me refiero en el plan de aquellos fatalistas incomprendidos, de esos que se columpian de sus problemas en lugar de convertirlos en trampolín -si güé, consciente estoy que ni mía es esta idea, se la birlé a Jorge Cuevas de su libro ¡Se buscan locos!-, cuando piensan que al ventilar sus penas logran una especie de exorcismo y lo más lamentable, patético y hasta divertido, son las personas que se solidarizan con sus broncas hasta formar parte de ellas, ¡oye si con las series de Netflix ya tienen de sobra, tomar las de otros está de la patada!
Igual de gacho es observar a todos aquellos que depositan su confianza en los cerebritos mal informados y un titipuchal desubicados que se sienten “autoridades” -sí… entrecomillas- en cualquier tema, individuos que deberían relajarse un poco y no estar haciéndola de tos de cualquier situación donde su supuesta sabiduría les permite externar su “modesta” opinión -claro que entrecomilla, pues es lo que más les hace falta-, dándoselas de muy chipocludos que de tanto se pasan de gandallez.
En redes sociales cuando uno piensa que ya nada puede empeorar, te encuentras con la solicitud de amistad del tipo que de entrada uno cree que es primerizo en eso de sacarse la foto para el perfil, pues se le mira en pose tipo Romeo Santos con camisa hawaiana y la barba hípster, para quien conozca a este mozalbete, pues igual se ríe y lo acepta, pero uno que ni siquiera sabe quién es, miras la foto unos segundos… la neta sí da miedo, y más cuando te das cuenta de que la camisa se encuentra desabrochada tres botones abajo del cuello, no les digo, bajo el anonimato de la internet, es rete fácil disimular cualquier intención, ocultar los defectos bajo un color pardo como el de los hábitos de los monjes.
jueves, 29 de agosto de 2019
El que se mueve no sale.
Para Arnoldo Medina Soto, el cronista gráfico.
Ahora todos somos fotógrafos, me da risa observar en los pasillos de la escuela a la chaviza sacarse una selfi – ¿aún se utilizan? lamentablemente- cada que creen sentirse guapos, haciendo la mirada magnum tipo Zoolander. Por su parte, las chicas sacan la lengua a la izquierda, así como muy YOLO, ¿qué pensaría Gene Simmons de esa otra forma de ventilar el órgano muscular? ¡Si güé, el de Kiss! Cada rincón de la escuela es trasformado en estudio fotográfico, la cafetería, las jardineras, el prohibidísimo césped y sin faltar el cotizadísimo espejo de los baños, sí, con su peculiar buqué.
Cuando las fotografías son en grupo, más de uno sale con las manos haciendo señas, la verdad es de muy mal gusto que unos tipos la arruinen con los cuernitos metaleros -no se hagan, bien sabemos que les gusta el reguetón-, en plan de salgamos como si estuviera chido el desmadre del salón, claro, dentro de veinte años muchos se la van a creer, pero ahora se miran bien nefastos. Desde cuando empezó a sentirse satánica la raza, a ciencia cierta ni se sabe, pero ellos piensan que haciendo los cuernos metalhead son ya contestatarios, y no, nada más están alejados de la realidad, lo que es pior, es igual de OGT como el que saca la lengua y pone ojos de asesino serial, con la señal de “Peace & Love”.
En serio a mí como profesor me da pena eso y prefiero ni salir en la foto, opto por abrirlos como bolillo, además, si acepto por lo bien portado de los chamacos, lueguito mola la tiznada vanidad, obligándome a ocultar la panza que millón y medio de platillos la han mantenido así, disfrazar la papada de guajolote y sacar pecho tipo superhéroe, en pocas palabras soy un poquito más de nefasteishon que ellos para las fotografías.
Ahora todos somos fotógrafos, me da risa observar en los pasillos de la escuela a la chaviza sacarse una selfi – ¿aún se utilizan? lamentablemente- cada que creen sentirse guapos, haciendo la mirada magnum tipo Zoolander. Por su parte, las chicas sacan la lengua a la izquierda, así como muy YOLO, ¿qué pensaría Gene Simmons de esa otra forma de ventilar el órgano muscular? ¡Si güé, el de Kiss! Cada rincón de la escuela es trasformado en estudio fotográfico, la cafetería, las jardineras, el prohibidísimo césped y sin faltar el cotizadísimo espejo de los baños, sí, con su peculiar buqué.
Cuando las fotografías son en grupo, más de uno sale con las manos haciendo señas, la verdad es de muy mal gusto que unos tipos la arruinen con los cuernitos metaleros -no se hagan, bien sabemos que les gusta el reguetón-, en plan de salgamos como si estuviera chido el desmadre del salón, claro, dentro de veinte años muchos se la van a creer, pero ahora se miran bien nefastos. Desde cuando empezó a sentirse satánica la raza, a ciencia cierta ni se sabe, pero ellos piensan que haciendo los cuernos metalhead son ya contestatarios, y no, nada más están alejados de la realidad, lo que es pior, es igual de OGT como el que saca la lengua y pone ojos de asesino serial, con la señal de “Peace & Love”.
En serio a mí como profesor me da pena eso y prefiero ni salir en la foto, opto por abrirlos como bolillo, además, si acepto por lo bien portado de los chamacos, lueguito mola la tiznada vanidad, obligándome a ocultar la panza que millón y medio de platillos la han mantenido así, disfrazar la papada de guajolote y sacar pecho tipo superhéroe, en pocas palabras soy un poquito más de nefasteishon que ellos para las fotografías.
jueves, 22 de agosto de 2019
Entre creerse escritor e intentar querer serlo.
Algunos de los que posan sus glóbulos oculares sobre este trozo de texto que religiosamente redacto cada jueves, me han preguntado las intenciones del mismo, que si lo hago por ego, es decir, pa´que me tomen en cuenta, ¡naaaaaah! Escribo simplemente por compartir con ustedes, los que me leen y también para aquellos que les dijeron, ¡órale, ya leíste lo que escribió este wee! Conozco a otros que en sus redes sociales intentan expresarse subiendo fotos de lo que comen -respetable, pero no le veo lo atractivo a unas enchiladas con coca sudada-, los que se van de viaje no nada más a Los Amiales, sino a otros países, son una exageración cómo cubren cada metro de su paseo con imágenes, sí, ya sé que conocen muchos lugares paradisiacos, pero… ¿ellos se conocerán así mismo?
Además de lograr expresarme, lo que más importa es compartir las ideas, si a ustedes les gusta, pues qué bueno, pero si no les agrada, espero que no molen mucho. Digo, no crean que uno lo hace esperando el beneplácito de TODOS, además, quien firma lo que escribe ya está acostumbrado a ver jetas, y nunca me ha gustado rogar amabilidad, pues escribo lo que vivo, a veces positivo otras negativo- ¡chale! Esa frase ni es mía, es de Jovanotti, pero le escribo sin comillas, pues de tanto escuchar la rolita ya forma parte de mi programación. Lo importante es escribirlo y el disfrute que ocasiona hacerlo, si quienes lo llegan a leer están en plan de divas y se sienten agredidos, pos honestamente es su problema.
Ya que está hecho el texto, como ahora que lo están leyendo, su aprobación y desaprobación es bienvenida, no esperen que después les brinde alguna explicación, si no le doy explicaciones ni a mi jefecita… imagínate a alguien que se siente aludido o que piensa que lo escribí pensando en él -ni que fuera canción de amor-, neta que no, lo hice con el propósito de compartir mi opinión y no el sentir de los demás, hagan de cuenta que es mi forma de platicar con ustedes, y como ya saben hay con quienes se puede platicar, así como hay con quienes ni ganas dan de entablar una charla.
Además de lograr expresarme, lo que más importa es compartir las ideas, si a ustedes les gusta, pues qué bueno, pero si no les agrada, espero que no molen mucho. Digo, no crean que uno lo hace esperando el beneplácito de TODOS, además, quien firma lo que escribe ya está acostumbrado a ver jetas, y nunca me ha gustado rogar amabilidad, pues escribo lo que vivo, a veces positivo otras negativo- ¡chale! Esa frase ni es mía, es de Jovanotti, pero le escribo sin comillas, pues de tanto escuchar la rolita ya forma parte de mi programación. Lo importante es escribirlo y el disfrute que ocasiona hacerlo, si quienes lo llegan a leer están en plan de divas y se sienten agredidos, pos honestamente es su problema.
Ya que está hecho el texto, como ahora que lo están leyendo, su aprobación y desaprobación es bienvenida, no esperen que después les brinde alguna explicación, si no le doy explicaciones ni a mi jefecita… imagínate a alguien que se siente aludido o que piensa que lo escribí pensando en él -ni que fuera canción de amor-, neta que no, lo hice con el propósito de compartir mi opinión y no el sentir de los demás, hagan de cuenta que es mi forma de platicar con ustedes, y como ya saben hay con quienes se puede platicar, así como hay con quienes ni ganas dan de entablar una charla.
jueves, 15 de agosto de 2019
El teléfono descompuesto
Cuando intentamos comunicarnos de forma verbal o escrita -que de esta manera no debiera existir ningún enredo-, entre tanta palabra, hacemos un laberinto y no toda la información llega como la pensamos, es decir, se pierde o ignora. Haga un recuento de cuántas veces en plena charla con su pioresnada sucede algo así: -Cariño, ¿me pongo vestido o falda? A lo que tú simplemente contestas – ¡Ajá! Entonces ella arremete colérica: ¿Sí qué? ¡Pareces nango o te haces! Dando origen a posibles argumentos que se convertirán en causantes de divorcio. Lamentablemente tu mujer intentó hacer llegar el mensaje, ella quiso que la información se trasmitiera, pero desgraciadamente el mensaje no se descifró al cien por ciento, es más, hasta se tergiversó por ti.
Algo semejante acontece cuando en plena reunión laboral recibes un mensaje así: ¿Para cenar sándwich o ensalada? Al término de la reunión lo miras y ahora te encuentras veinte mensajes llenos de reproches, a los cinco minutos llega otro con: ¡Estás mudo o qué!
En la actualidad la información que uno recibe tiende a la entropía, donde de un conjunto de mensajes o ideas que el emisor cree enviar, solo uno es captado, y pior, de forma incompleta, debido tal vez al medio ambiente o la influencia de otros factores, que bien pudiera ser estar en la lela.
Igual a veces uno por la ansiedad de trasmitir el mensaje dice menos de lo que cree comunicar o por la infinidad de cosas que nos distraen equivocamos o captamos erróneamente el mensaje: -Bebé, estoy solita, vente a la casa. – ¡Órale, que bien! ¿Llevo algo para langarear? -Tonto, a lo mejor ni tiempo tenemos para comer. – ¿Vamos a hacerlo? – ¡Octavio, eres un puerco! Solo piensas en eso, ¡qué asco! Uno puede pensar bien lo que se va a decir, pero el medio donde se recibe ese mensaje llega a influir en su distorsión. Entonces vienen las rencillas, los malentendidos, las palomitas en azul sin respuesta, los mensajes de WhatsApp del mero chiplocudo de la chamba que se pierden con todas esas respuestas de “recibido”, en pocas palabras, nuestra forma de comunicarnos es el reflejo de lo que hacemos y lo que pensamos o simplemente seguimos jugando al teléfono descompuesto.
Algo semejante acontece cuando en plena reunión laboral recibes un mensaje así: ¿Para cenar sándwich o ensalada? Al término de la reunión lo miras y ahora te encuentras veinte mensajes llenos de reproches, a los cinco minutos llega otro con: ¡Estás mudo o qué!
En la actualidad la información que uno recibe tiende a la entropía, donde de un conjunto de mensajes o ideas que el emisor cree enviar, solo uno es captado, y pior, de forma incompleta, debido tal vez al medio ambiente o la influencia de otros factores, que bien pudiera ser estar en la lela.
Igual a veces uno por la ansiedad de trasmitir el mensaje dice menos de lo que cree comunicar o por la infinidad de cosas que nos distraen equivocamos o captamos erróneamente el mensaje: -Bebé, estoy solita, vente a la casa. – ¡Órale, que bien! ¿Llevo algo para langarear? -Tonto, a lo mejor ni tiempo tenemos para comer. – ¿Vamos a hacerlo? – ¡Octavio, eres un puerco! Solo piensas en eso, ¡qué asco! Uno puede pensar bien lo que se va a decir, pero el medio donde se recibe ese mensaje llega a influir en su distorsión. Entonces vienen las rencillas, los malentendidos, las palomitas en azul sin respuesta, los mensajes de WhatsApp del mero chiplocudo de la chamba que se pierden con todas esas respuestas de “recibido”, en pocas palabras, nuestra forma de comunicarnos es el reflejo de lo que hacemos y lo que pensamos o simplemente seguimos jugando al teléfono descompuesto.
jueves, 8 de agosto de 2019
¡Perdónalos Nietzsche, porque no saben lo que hacen!
Cuando a Nietzsche -¡Ah! ¿Fue conocido tuyo o qué?-, le preguntaban por qué únicamente la escritora rusa Lou Andreas-Salome había sido amiga, crítica y consejera, en lugar de su pareja, -pues como ustedes saben, ella se unió a Paul Rée-, éste respondía con el aforismo: “En el momento de casarse debemos plantearnos esta pregunta: ¿Crees poder conversar con tu mujer hasta que seas viejo? Todo lo demás del matrimonio es transitorio, pues la mayor parte de la vida común está dedicada a la conversación”.
Eso lo decía Nietzsche -¿era tu cuate o cómo?-, simplemente porque fue un sujeto enamoradizo que se rendía ante el género femenino fácilmente, obvio que no por todas era bien correspondido, para olvidar amargos momentos se inventó el misógino aforismo: “El hombre ama dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer, el más peligroso de los juegos”. Frase que se la adjudicó a Zaratustra, tal vez porque no quería que sus poemas que frecuentemente escribía perdieran credibilidad, recuerden que es considerado de los mejores en su lengua natal.
Entonces no es de extrañar que en el lenguaje de pareja, uno de los dos recurra para entablar comunicación a diálogos como: No, estoy bien, solo estoy cansado, justo iba a llamarte, nunca llegó tu mensaje mi amor, en un ratito llego, ahorita te contesto, sigo en reunión, eres única y especial -como todas las demás-, etc., con tal de continuar juntos, y si ya no tiene a alguien, lo más seguro es que al buen San Antonio lo tengan mollera al suelo, ¡perdónalos Nietzsche, porque no saben lo que hacen!
Eso lo decía Nietzsche -¿era tu cuate o cómo?-, simplemente porque fue un sujeto enamoradizo que se rendía ante el género femenino fácilmente, obvio que no por todas era bien correspondido, para olvidar amargos momentos se inventó el misógino aforismo: “El hombre ama dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer, el más peligroso de los juegos”. Frase que se la adjudicó a Zaratustra, tal vez porque no quería que sus poemas que frecuentemente escribía perdieran credibilidad, recuerden que es considerado de los mejores en su lengua natal.
Entonces no es de extrañar que en el lenguaje de pareja, uno de los dos recurra para entablar comunicación a diálogos como: No, estoy bien, solo estoy cansado, justo iba a llamarte, nunca llegó tu mensaje mi amor, en un ratito llego, ahorita te contesto, sigo en reunión, eres única y especial -como todas las demás-, etc., con tal de continuar juntos, y si ya no tiene a alguien, lo más seguro es que al buen San Antonio lo tengan mollera al suelo, ¡perdónalos Nietzsche, porque no saben lo que hacen!
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