jueves, 21 de junio de 2018

Haunted House

Por la calle Fray Bartolomé de las Casas a la altura de la colonia Jardines de la Corregidora, entre las calles Jazmín y Aquiles Serdán, de entre todas las casas hay una que atrae la atención por lo enmohecido de su fachada, al parecer una vez hubo helechos, rosales y pasto cortado a ras del suelo, hoy crece la yerba, arbustos y el quelite, las marchistas paredes conservan aun la pintura beige entre los lamparones oscuros del moho, los oxidados marcos de los ventanales dejan entrever trozos de cristales y pedazos de madera que alguna vez intentaron tapiarlas dándoles un aire fantasmagórico y tétrico a la vez.

A pesar del abandono en que se encuentra, cuando pasamos frente a ella nuestros pensamientos la habitan, caminan en su interior, llegan a la cocina cuyo tapiz de cochambre deja factura de lo que ahí se cocinó, intentan reconocer el espacio donde una vez estuvo el comedor, suben a las habitaciones que se encuentran llenas de telarañas, polvo y suciedad, al llegar al desértico patio lo único que se observa es desolación, como esa que todos hemos experimentado en algún momento de nuestra vida, cuando estamos rodeados de gente.

En ella, hasta donde sé -¡mira que he sido vecino de esa colonia desde la infancia!-, no ha ocurrido nada extraordinario, pero en la imaginación de quienes la estamos contemplando suceden infinidad de historias, algunas dramáticas, otras de suspenso con tintes de horror, que erizan los pelos. Experimentamos el acecho de una bruja maldita, percibimos vestigios del asesino serial que con su guadaña cercenó articulaciones humanas, llegamos a escuchar el jadeo incesante de los zombis que nos persiguen, es más, hasta respiramos su vaho, o la piel se nos pone chinita al sentir el vómito caliente que nos arroja desde la azotea una niña poseída por satanás. Es cuando nuestro cuerpo reconoce que el miedo es diurético o laxante, según nuestro sistema nervioso.

Una vez que nos alejamos de esa casa, todo vuelve a la normalidad, dejas de sudar frío, el ritmo cardiaco se normaliza, regresan todos los problemas de siempre, sí, esos que nos provocan estrés, incluso nos sale lo valiente planeando volver un día con más tiempo -¡ay, ajá!-, a jugar a la ouija en su interior a media noche para contactar espíritus chocarreros, pues sabemos que los chamucos y fantasmas malignos son purititas mentiras, pero, si eres de esta ciudad, no dejes de visitar nuestra Amityville, eso sí, absténgase de sacar las manos del carrito y de tomar fotografías con flash.

jueves, 14 de junio de 2018

Adiós, a las mercancías

Algunos conocidos que leen lo que escribo para este ínclito medio impreso, me han pedido que externe algo sobre esa tienda que hace unos días cerrara sus puertas en nuestro Estado. Bueno, de entrada, no es de extrañar que así sea, si muchos se han empeñado en desaparecer espacios circulares tradicionales como los circos y las plazas de toros. Que cierre una tienda no es novedad, si ya otras lo han hecho, ¿cuáles? Hagan memoria, y si aún no nacían pues a preguntar mis chamacos, pero pa´que vean que no soy gacho, les voy a dar una pista, ¿recuerdan esos helados en recipiente de casquitos de futbol americano, cuyo eslogan era una bola de sabor?, ¡áñeñe, esa merita!

Muchos vamos a extrañar la tienda de los tecolotitos no por ser clientes, sino por tener esos impecables baños donde como en casa, uno confiadamente acudía a realizar las necesidades fisiológicas sin experimentar las ñáñaras de ocupar un lugar en desaseo. Neta que eran la salvación para muchos escrupulosos amigos de la higiene como yo. Habrá quienes les haga falta ese karaoke que era el departamento de entretenimiento, donde sin comprar ningún CD interpretabas con toda la inspiración rolitas del Príncipe de la canción, JuanGa, Leo Dan, entre otros.

Algo más que se añorara con sentida nostalgia, es el poder ojear –sí, de ojo, no de hoja, pos ya sería uno bastante abusivo dándoles lectura completa- los cómics, libros y revistas sin el estorboso celofán de la envoltura, no te hagas el que nunca los abrió, o sea, goodbye library, ¡Buaaaa! Híjole, también se echará de menos ir a ver todos esos productos que más adelante compraríamos… pero en otra tienda.

En otras palabras, quienes visitamos las plazas comerciales muchas de las veces no es que acudamos a ellas de shopping, así como dicen los nice, creo que vamos en plan turístico, a que se nos quite el calorón con el aire acondicionado, a observar y socializar, incluso, si es que llegamos a comprar algo, pos simplemente lo hacemos como quien adquiere souvenirs, pero… ¿hay un pero? ¡Claro! Resulta que en las inmediaciones a la plaza donde llegó a existir este negocio que dijo adiós a sus mercancías, se localiza un parabús, y a la mayoría de las personas no les agrada ser vistos cuando llegan en las diversas rutas que ahí convergen, ¡qué dizque les da vergüenza! Entonces mejor optan por ir a otra donde el paradero se ubica a varias cuadras de distancia y según ellos, ahí sí se reúne la familia colimense.

jueves, 7 de junio de 2018

La vida es un GIF

En la actualidad, uno a veces es presa de la vorágine que la tecnología nos hace vivir, es como si nos embriagáramos al ver cómo la inmensa minoría de las personas prefieren ser zombis o remedos de la criatura del doctor Frankenstein conectados a internet, de tanto uso tan desordenado que se le da ya ni me enojan los descalabros ortográficos que en ella pululan, es decir, nuestro alfabeto ha superado el trauma de escribir “aki” en lugar de “aquí”.

Para los que no somos Millennials, es oportuno saber que GIF es un formato de intercambio de imágenes muy popular entre las generaciones actuales, debido a que es uno de los archivos más compartidos en las redes sociales, el cual consiste en el movimiento de uno o varios fotogramas, cuya duración oscila entre los tres o cinco segundos y que se repite de manera infinita. A veces se utilizan para expresarse, otras para echar guasa sobre algo o alguien. Existen aplicaciones para el teléfono celular con las cuales cualquiera puede elaborarlos, o sea, ¡no hay un libro de GIF para Dummies, wee!

Si a lo anterior le sumas que a través de Snapchat, que es otra aplicación de mensajería para celular con la cual se pueden intercambiar rapidísimos archivos multimedia de imagen, pos de volón pin-pon que se pasa de un usuario a otro multiplicándose como conejos en primavera, ahora sí que ni borrando el historial lo desapareces de ahí, y lo que sucede en Snapchat, se queda en Snapchat. Prueba de ello fue esa fotografía que un alumno sin mi consentimiento la tomó y transformó en GIF, mientras un servidor cavilaba aferrado al pasamanos de la ruta de autotransporte en la que viajaba rumbo a la escuela. Ya se imaginarán el efecto con el movimiento constante del camión en lo flácido de mi abdomen producto de tanto alimento que hace transparente las servilletas de papel.

De su existencia supe cuando al arribar al aula, un aluvión de barullos, risas sarcásticas y miradas burlescas recibió mi llegada, las cuales una vez que estuve en el interior fueron apagándose lentamente hasta el silencio sepulcral; durante la clase esporádicamente se escuchaban ciertas risitas que molaban más que un grillo en habitación durante la medianoche. Fue por el descuido de uno de ellos que la vi, al principio la cólera con su insensatez trató de nublar mi razón, pero recordando ese curso de Conocer y Regular Emociones, puse un pensamiento positivo, di unas respiraditas y lo único que dije fue: ¿qué tal si fuera al revés?

jueves, 31 de mayo de 2018

Ciudadano fregadanti

En mis amados ochentas, los sábados por la noche, –na´quever con la película de John Travolta– devotamente era aficionado a dos cosas, la primera de ellas, disfrutar de un enorme plato de pozole con trompa, oreja y pata de tocayo acompañado con su respectivo chesco, mientras que la segunda era sentarme frente al televisor a ver el programa Ciudadano Infraganti –de pronto llega el flashback del tema de entrada, con la canción El Barbero de Sevilla de Rossini, que quede bien claro, no de Bugs Bunny ¡Eh! –, que conducía Oscar Cadena, un señor calvo, gordito – ¿en dónde habré visto a alguien así? ¡Tal vez en el espejo, wee!– con tirantes y una cámara JVC descolorida que recorría las calles de chilangolandia, o sea, el DeFectuoso, hoy CDMX (¡chin! ¿Y ahora cómo le vamos a hacer para el gentilicio?), evidenciando a las personas que estacionaban mal sus coches al igual que aquellos que tiraban basura en lugares indebidos, registrándolo a través de la lente.

Supuestamente esos testimonios en imágenes debían de generar conciencia en el teleauditorio, pero creo que no, pues la gente continuaba estacionándose en doble fila, las banquetas permanecían sucias, seguían sin respetar las filas, la corrupción de los servidores públicos incrementaba, el desperdicio de agua potable se hizo común y eso que el programa duró un buen de transmisiones, pues material visual había de sobra, es más, era como si esos videos en lugar de denunciar conductas indebidas, sirvieran a manera de ejemplo para quienes las quisieran hacer las perfeccionaran evitando los errores ahí expuestos.

En el siglo XXI, el legado de este programa ha sido perpetuado gracias a todos aquellos que con su celular en mano son capaces de obtener evidencias fotográficas y en video con tal de denunciar situaciones problemáticas de la ciudadanía, he aquí el origen de las lady y lores que tanto trending topic han generado en redes sociales, igual, también prefieren perderse la sensación de vivir el momento de alguna presentación artística con tal de captar trozos del evento y subirlos a Facebook o Twitter, venga a nosotros tu reino, y hágase tu voluntad.

Lo peor es cuando en ese ejercicio de ser testigos les importa poco fotografiar difuntos sin ningún escrúpulo, accidentes sangrientos e incluso enfrentamientos entre los representantes de la ley contra la delincuencia, poniendo en riesgo su propia integridad física, además de entorpecer operativos policiacos y los primeros auxilios de los socorristas a las víctimas, da la impresión que cuanto más nos modernizamos, el respeto por el sufrimiento ajeno pasa a un segundo plano con tal de captar cada vez más like y followers, lo que nos hace ser tan irracionales, a pesar de ello, a nuestro país aún le falta un buen para lograr que usuarios de redes sociales tengan claro como atacar la corrupción y la impunidad a través de ellas.

jueves, 24 de mayo de 2018

México encuestado

Dedicado a Margarita… La Diosa de la Cumbia, ¡Yeah!

Estamos en plena época de campañas electorales, y la verdad no sé cómo en estos tiempos donde la inseguridad, las extorsiones y robos se encuentran a flor de piel, hay quienes continúan con sus encuestas sobre la opinión que uno tiene respecto a los candidatos y la preferencia hacia los partidos políticos que los respaldan. Datos que desde mi punto de vista no pueden ser ni siquiera los preliminares, pues eso de que alguien aventaja en puntos a otros no significa que será el posible ganador, ello lo sabremos con certeza varios días después de las elecciones.

En lo que va de este mes y el anterior, el teléfono de casa ha recibido un promedio de seis llamadas de supuestos encuestadores, quienes entre sus cuestionamientos salen con la hipotética pregunta sobre mi voto presidencial, a todos les he dicho cual cura parroquial, que prefiero guardar el secreto de mi confesión hasta la muerte. Además… ¡No manches! Eso de las llamadas sí que está del nervio, pior aun, que mi teléfono es antigüito –bueno, uno que anda en la onda retro y vintage –, de esos que estaban hechos de baquelita y se marcan con el disquito, obviamente que no cuenta con identificador, entonces ya se imaginarán los sustonones que me llevo con eso de que tienen secuestrado a uno de mis hijos, ¡ay nanita! Por meritito y me da el soponcio, de no ser que consiente estoy de que mis vástagos en estos momentos se esconden por la cañería, otros tal vez nadan con los caballitos de mar y los pececitos de colores en el océano. Si a eso le sumamos todos los trolles de las llamadas de los bancos en los que ni siquiera cuenta de ahorro tengo y las patéticas presentaciones grabadas de los candidatos, se vuelve todo un problemón tomar a los encuestadores con seriedad y confianza.

La otra modalidad de encuestar son las visitas domiciliaras, pero las veces que han acudido a mi hogar es precisamente cuando acababa de ingresar al inodoro con el apuro de llegar o estaba en plena regadera todo enjabonado, mientras los urgentes golpes a la puerta generaban presión e incertidumbre; a los que he atendido, además de las clásicas preguntas, siguieron las de querer saber mi nombre, el número de habitantes en casa con edad para votar y los que aún no, ¡óigame no! Esa información es imposible proporcionársela a cualquiera, ¡ve tú a saber pa´que la quieran! Mejor que sigan compitiendo con los promotores religiosos y los cobradores para que les abra la puerta.

Al final de cuentas creo que los resultados de esas encuestas lo único que logran es que sigamos faltando al respeto a la forma de pensar de los demás, intentando convencerlos de que nuestro candidato es el mero chipocludo y si no se logra, entonces los tachamos de chairos y capitalistas, atosigándolos, así como cuando pierde su equipo de soccer o simplemente solicitamos el apoyo de alguien más para echarles montón.

jueves, 17 de mayo de 2018

Fashionistas

Cuando interactúas con un ejército de adolescentes los cinco días de la semana, uno como profesor corre el riesgo de alienarse por ese constante bombardeo hormonal, pero eso de comportarse como un muchacho a nuestra edad, pos la neta ya ni nos queda y lo más probable es que nos tachen de chavo-ruco, mejor prefiero observarlos, así tipo documental de Lorne Greene. Como ustedes saben, la escuela no es el lugar para que un estudiante porte sus mejores prendas, pues el uniforme los hace lucir iguales, más no parecidos, pero a pesar de ello algunos se las ingenian con tal de partir plaza en el patio cívico o en los pasillos a la hora del receso.

El principal medio de hacer notar que sé es un High Fashion School, es el corte de cabello en los jóvenes, es más, algunos de ellos lucen el estilo Vanilla Ice sin siquiera saber quién era, por su parte, las chicas, aparte de clonar peinados de Selena Gómez, Miley Cyrus o Lady Gaga, no pueden faltar sus respectivos accesorios, como broches, donas (sí, esas que algunas portan tipo pulsera), liguitas, prendedores, mariposas –na´quever con el insecto lepidóptero– de infinitas formas con los cuales logran peinados artesanales que transforman el aula en un taller de peinados, ¡ahí les hablan expertos en diseño curricular!

Otro básico entre las adolescentes que se jacten de modernas es el maquillaje a lo Star Wars, o sea, utilizar colores verde neón, morados, azules, plateados y toda la gama de tonos de las artes gráficas, incluso ciertas chicas combinan los tonos de la falda de su uniforme con el que aplican en el sombreado de ojos, y si te preguntas por qué las Guerra de las Galaxias, pues nada más basta ver a una chavita de labios color C-3PO. También las blusas oficiales son transformadas en ombligueras, bueno, quienes tienen abdomen de modelo de infomercial, el largo de la falda es inversamente proporcional al lugar donde se encuentren y el calzado… pos ahí sí tiene que ser escolar mis chatas.

Lo que se me hace una gachada es que gracias a ello la mayoría de hombres se congregan alrededor de las damitas que expresan su gusto personal a través de la forma en cómo visten, pero lo más triste es que las compañeras de esas chicas las clasificaran de la vida fácil –la neta por respeto a ustedes no me atrevo a escribir como en realidad las llaman–, de igual, los tarados que intentaron salir con ellas y fueron rechazados, es decir, puras pinches etiquetas que les censuran su style, aunque sea una copia de la copia, lo pior, todavía les preguntan a su psuedo amigas si se ven o están chidas con esas ropas, ¡ay, no la amuelen! Ellas son fashionistas no por vestirse con ropa de diseñadores de alta costura, si no por saber combinar las tendencias con su estilo personal.

jueves, 3 de mayo de 2018

Juan Gabrielismo

El pasado fin de semana fui al cine que se ubica en cierta plaza donde hay un titipuchal de locales comerciales y tiendas departamentales, estando en esa que de tan pequeña que es, bien podría pasar por una tiendita o por, por o. Acudí al único lugar que visito en ellas según opinión de mi pareja, el departamento de entretenimiento, donde se ubican los discos de música y los Blu-ray, que para algunos ya ni se usan, pues si quieren escuchar una rola o ver una película, simplemente la buscan en internet, solo que son temporales y en cualquier momento las quitan sin avisar a diferencia de las colecciones reales, donde uno puede disponer de ellas en el momento que se le dé la gana además de la excelente calidad.

En las pantallas que se encuentran a la venta casi siempre exhiben conciertos, los cuales ignoro, pues algunos ya los tengo –modestia es mi nombre– y otros son de hueva, pero esta vez mi atención en lugar de concentrarse en buscar novedades discográficas, fue atraída por dos señoras que inspiradas canturreaban al unísono las canciones del recital, denotando una declarada afinidad con el famoso cantante Juan Gabriel, quien en 4K se veía más vivo que lo que está en el imaginario nacional. En su muy auto-valorada intención de que los ahí presentes certificasen su acérrimo fanatismo, inspiradas las mujeres alzaban la voz al interpretar “La farsante”.

Lo más seguro es que en sus habitaciones durante la adolescencia de estas cincuentonas con pelo a lo Madonna y brazos tapizados de bisutería, había paredes con pósteres del Divo de Juárez en tiernas poses, algunas de sus hijas tal vez se llamen Gabriela o Juanita (que lo más seguro en bachillerato ella prefería que le dijeran Jane) y con tal de evitar los celos de sus maridos al hijo lo bautizaron con el nombre de Alberto. La radio de sus memorias se llamaba XHJuangabriel, donde continuamente se rasgaban el corazón al escuchar masoquistas baladas como “Tu abandono” o “He venido a pedirte perdón”. Espero que ellas también descubrieran aquellos guiños que sobre su sexualidad hacía en “Yo no nacía para amar” o fragmentos como: “si en el mundo hay tanta gente diferente, una de esa tanta gente me amará”.

Mientras las damas hacían ese culto musical al que decidí bautizar como Juan Gabrielismo, quien firma lo que escribe se compró tres discos, haciendo mi clásico pendejazo al descuidarme y cerciorarme de su ausencia minutos después de haber pagado, dejando el final de este relato a la imaginación, pues supongo que no compraron nada, ¿o sí? No sé.