Al caminar por las calles, rumbo a la chamba, realizo una dinámica con la cual intento romper la rutina, imaginando que soy una persona que viene del pasado –bueno, no estoy tan alejado de eso, si soy de la década de los sesentas–, que se asombra al ver a los demás hipnotizados por una cajita que portan en sus manos, a la que le platican, le sonríen hasta la carcajada, comparten lo que observan con quien va a su lado a pesar de que éste también trae uno, conducen coches y la caja idiota va pegada al volante, no importa las mentadas de madres de los demás conductores por el desorden que ocasiona al ir descuidando su transitar, lo valioso es lo que sucede en la pequeña pantalla del aparato enajenante.
Ahora las casas, además de tener bien barrida la fachada, deben de dejar limpio el techo para que se vean retechulas en el Google Maps, ¡con la pena cuando lo miren toditito lleno de ceniza volcánica y hojarascas! También, gracias a esta aplicación nos podemos ahorrar que nuestros familiares en Semana Santa nos salgan con la frase de Tourists Go Home, pos es más sencillo visitarlos desde estos mapas en la web a través de Street View y consultar sus actualizaciones en Facebook, bueno, siempre y cuando no le hayan puesto control parental.
En el siglo XXI las relaciones entre padres e hijos han mejorado gracias a Skype, pues mediante videollamadas se comparten tutoriales de YouTube sobre cómo perfeccionar la comunicación familiar. Las bibliotecas son cosa de la prehistoria, hoy la lectura se fomenta en los hilos de tuits. Ya nadie sale mal en las fotografías, lo único que falta es que inventen algo con que photoshopear la vida real. Los coches aún no vuelan, pero como si lo hicieran de tan veloces que se mueven, pero eso sí, los conductores siguen creyendo que los peatones son topes reductores de velocidad.
El símbolo de numeral que en mi época se utilizaba para identificar domicilios, ahora es una referencia donde confluyen ideas, las personas tienen infinidad de amigos que algunos nunca los han contactado de manera física, ¿y a eso le llaman red social?
Es una pena que a estas alturas de la historia el pop haya muerto y las actuales generaciones liberen su libido ante el sonido del reggaeton; poseer canciones, películas y fotografías es guardarlos en un drive, es decir, se tiene todo y nada a la vez, incluso hasta esa enorme herencia de la abuela en bitcoin. Las madres continúan concientizando a los chamacos sobre los despilfarros, pues he escuchado señoras decirle a sus retoños: ¡ándale acábate los megas, en África hay niños que no tienen! Mientras ellas realizan actividades deportivas en los simuladores del Wii.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 15 de marzo de 2018
jueves, 8 de marzo de 2018
¡Todos somos!
Dedicado a... pos a todos.
Cuando escuché por primera vez la palabra gandalla, fue haciendo fila en el cine Diana para ver la premier de “Rambo”, cabe aclarar que para nuestro estado, en ese entonces, un estreno cinematográfico equivalía a verla a casi mes y medio de su exhibición en la ciudad de los chilangos, además, les refresco la memoria y de paso hago del conocimiento a las actuales generaciones de que las películas se exhibían en cines de una sala, por lo tanto, ya se imaginarán el titipuchal de gente que se enardeció al ver cómo una pomposa señora con sus cuatro vástagos llegó directo a la taquilla a adquirir sus boletos, pasándose por el arco del triunfo el respeto por los ahí presentes y ganándose los abucheos con recordatorio a la memoria de la santa madre de esta mujer incluidos.
Acciones de prepotencia que conjugan un actuar alevoso que afecta a terceros fue como llegué a comprender el concepto de gandalla, o sea, ser de esos individuos abusivos de la honradez de los demás; tal como el hecho antes descrito hay otros que de plano no deberían de existir, más ahora que de todo hacemos trending topic en las redes suciales… ¡ups! Perdón, sociales, digo, así fue como han surgido las actuales ladies y lores que ahí pululan.
Se cometen gandallismos cuando uno piensa que cualquier rincón de la calle es basurero, cuando crees que la música que escuchas a todo volumen le gusta a tus vecinos, cuando según tú, por no estar en casa todo el día, llegas deshoras de la noche y decides ver el televisor a volumen normal – ¡no pinches mames, deja dormir! –, cuando a la mascota la saca al patio y aúlla de forma melancólica toda la noche. Eso que aprendimos del que se fue a la villa perdió su silla también es ser gandalla. Mención honorífica para los compañeros de oficina que abren el refrigerador comunitario para tragarse los chescos, el yogur y los gansitos de otros, pinches ojetes.
Que decir de los mensajes del jefe a través de WhatsApp durante el fin de semana para girar instrucciones de actividades del lunes, ni hablar del jodido efecto fantasma que te aplica cuando le respondes y como lo tiene en modo de avión, las palomitas siempre estarán en color gris; los que te piden dinero prestado y prefieren perder la amistad a pagarte.
Si con tu coche en los semáforos lo detienes sobre el paso de cebra –por donde transitan los peatones, wee–, también si lo estacionas afuera de la cochera del vecino “nomás tantito”, cuando llueve y con las llantas pasas raudo sobre un charco mojando a los que van por la banqueta o eres chofer de alguna ruta de autotransporte público de los que les gusta jugar carreritas, mientras los pasajeros cual pelotas van rebotando en el interior de las unidades, ¡gaandaallaaaaas toooodoooos!
Cuando escuché por primera vez la palabra gandalla, fue haciendo fila en el cine Diana para ver la premier de “Rambo”, cabe aclarar que para nuestro estado, en ese entonces, un estreno cinematográfico equivalía a verla a casi mes y medio de su exhibición en la ciudad de los chilangos, además, les refresco la memoria y de paso hago del conocimiento a las actuales generaciones de que las películas se exhibían en cines de una sala, por lo tanto, ya se imaginarán el titipuchal de gente que se enardeció al ver cómo una pomposa señora con sus cuatro vástagos llegó directo a la taquilla a adquirir sus boletos, pasándose por el arco del triunfo el respeto por los ahí presentes y ganándose los abucheos con recordatorio a la memoria de la santa madre de esta mujer incluidos.
Acciones de prepotencia que conjugan un actuar alevoso que afecta a terceros fue como llegué a comprender el concepto de gandalla, o sea, ser de esos individuos abusivos de la honradez de los demás; tal como el hecho antes descrito hay otros que de plano no deberían de existir, más ahora que de todo hacemos trending topic en las redes suciales… ¡ups! Perdón, sociales, digo, así fue como han surgido las actuales ladies y lores que ahí pululan.
Se cometen gandallismos cuando uno piensa que cualquier rincón de la calle es basurero, cuando crees que la música que escuchas a todo volumen le gusta a tus vecinos, cuando según tú, por no estar en casa todo el día, llegas deshoras de la noche y decides ver el televisor a volumen normal – ¡no pinches mames, deja dormir! –, cuando a la mascota la saca al patio y aúlla de forma melancólica toda la noche. Eso que aprendimos del que se fue a la villa perdió su silla también es ser gandalla. Mención honorífica para los compañeros de oficina que abren el refrigerador comunitario para tragarse los chescos, el yogur y los gansitos de otros, pinches ojetes.
Que decir de los mensajes del jefe a través de WhatsApp durante el fin de semana para girar instrucciones de actividades del lunes, ni hablar del jodido efecto fantasma que te aplica cuando le respondes y como lo tiene en modo de avión, las palomitas siempre estarán en color gris; los que te piden dinero prestado y prefieren perder la amistad a pagarte.
Si con tu coche en los semáforos lo detienes sobre el paso de cebra –por donde transitan los peatones, wee–, también si lo estacionas afuera de la cochera del vecino “nomás tantito”, cuando llueve y con las llantas pasas raudo sobre un charco mojando a los que van por la banqueta o eres chofer de alguna ruta de autotransporte público de los que les gusta jugar carreritas, mientras los pasajeros cual pelotas van rebotando en el interior de las unidades, ¡gaandaallaaaaas toooodoooos!
jueves, 1 de marzo de 2018
Jijos del petate y el metate.
Dedicado a Emilio “Indio” Fernández y Vicente Alonso Teodoro alias el indio.
¡Ya ni la amolamos! Nos atrevemos a decir que el actual presidente de los gringos es, además de ojete, un terco racista con nuestros paisanos que se la rifan chambeando allá en los yunaited esteit (sic), quesque los quiere regresar para su chante que pa´que por fin conozcan a sus chilpayates de acá, intenta colocar un muro que lo separe de la chusma, que por cierto ni he visto los cimientos de tan mentada construcción. Pero… nosotros no cantamos mal las rancheras en materia de defender nuestra supuesta actitud de “superioridad”, de esa que busca apartar a otros de los que conviven con nosotros por el simple hecho de considerarlos diferentes.
Ahí tenemos a los indígenas, a quienes peyorativamente les decimos indios, aparte los clasificamos de ignorantes, salvajes y de pendejos no los bajamos, ¡ah, pero eso sí! Queremos que los productos que nos venden en los semáforos y a las afuera de los mercados, nos los den a precio de lo que a ellos les cuesta la materia bruta con la que los hacen, así o más gandallas. Ridículamente, estas personas fomentan en nosotros ese jodido complejo de superioridad al llamarnos como estrategia comercial: “güeritos”. A veces ni rubios estamos, pero al escucharlo de su boca, como que lo sentimos un sinónimo de patrón, jefe o dueño y señor de alguien, ¡uta, esto me recuerda a la película “12 años de esclavitud”!
Pero no nada más aquellas personas de origen autóctono y vernáculo son clasificados como indios, también si alguien en lugar de tener el color de piel cafecita es de tez morena y si a ello se le agrega que su estatura no rebasa el uno cincuenta y la cabellera es como si se aplicará champú de Viagra, pues hasta experimentamos horror de entrar en contacto, por favor no es ningún roñoso o que tenga una enfermedad contagiosa, es un ser humano como tú y como yo, ya basta de evaluar entre nosotros el color de piel, el origen de procedencia, estrato social, forma de vestir, de hablar y comportarnos. Es momento de derribar los escalones de esa implacable pirámide social que todos habitamos y que nosotros mismos construimos, al fin de cuentas tochos semos hijos del petate y el metate en este nixtamal.
¡Ya ni la amolamos! Nos atrevemos a decir que el actual presidente de los gringos es, además de ojete, un terco racista con nuestros paisanos que se la rifan chambeando allá en los yunaited esteit (sic), quesque los quiere regresar para su chante que pa´que por fin conozcan a sus chilpayates de acá, intenta colocar un muro que lo separe de la chusma, que por cierto ni he visto los cimientos de tan mentada construcción. Pero… nosotros no cantamos mal las rancheras en materia de defender nuestra supuesta actitud de “superioridad”, de esa que busca apartar a otros de los que conviven con nosotros por el simple hecho de considerarlos diferentes.
Ahí tenemos a los indígenas, a quienes peyorativamente les decimos indios, aparte los clasificamos de ignorantes, salvajes y de pendejos no los bajamos, ¡ah, pero eso sí! Queremos que los productos que nos venden en los semáforos y a las afuera de los mercados, nos los den a precio de lo que a ellos les cuesta la materia bruta con la que los hacen, así o más gandallas. Ridículamente, estas personas fomentan en nosotros ese jodido complejo de superioridad al llamarnos como estrategia comercial: “güeritos”. A veces ni rubios estamos, pero al escucharlo de su boca, como que lo sentimos un sinónimo de patrón, jefe o dueño y señor de alguien, ¡uta, esto me recuerda a la película “12 años de esclavitud”!
Pero no nada más aquellas personas de origen autóctono y vernáculo son clasificados como indios, también si alguien en lugar de tener el color de piel cafecita es de tez morena y si a ello se le agrega que su estatura no rebasa el uno cincuenta y la cabellera es como si se aplicará champú de Viagra, pues hasta experimentamos horror de entrar en contacto, por favor no es ningún roñoso o que tenga una enfermedad contagiosa, es un ser humano como tú y como yo, ya basta de evaluar entre nosotros el color de piel, el origen de procedencia, estrato social, forma de vestir, de hablar y comportarnos. Es momento de derribar los escalones de esa implacable pirámide social que todos habitamos y que nosotros mismos construimos, al fin de cuentas tochos semos hijos del petate y el metate en este nixtamal.
jueves, 22 de febrero de 2018
Génesis
Sin dedicatoria a pesar de que tú te sentirás aludido.
En el principio de los tiempos, cuando la nada no existía, porque nadie la había inventado, los Godínez –empleados de oficina, pa´que sepan quién son–, después de viajar como flete en los camiones urbanos, disputar su horario de descanso con el maldito despertador… tic… tac… tic… tac… ¡histeria pura chingado! Al arribar a su escritorio era común encontrarse con el memorándum, especie de correspondencia donde se comunicaba de forma sucinta asuntos de la jornada laboral correspondientes a ese día o se impartían indicaciones simples.
Conforme fueron pasando los días, se reunieron varios demonios para hacer sus diabluras, cambiando la rectangular hoja del memorándum por los pegajosos posticks, que como sanguijuelas se adherían a todos los objetos del escritorio, ahora el chamuco mayor de la oficina por ahí podría hacer llegar sus indicaciones de sutil emperador. Así transcurrieron los años, hasta que en cierta fecha cuya memoria miope de quien firma lo que escribe no quiere recordar, por arte de fuerzas cósmicas y etéreas llegó del infinito el correo electrónico, ahora los Godínez tendrían la consigna de todas las mañanas devotamente revisar en sus computadoras las disposiciones para su labor.
Era obvio que en ese teje y maneje tendría que intervenir otro ser maligno, ese que como Rey Midas a la inversa, todo lo que toca lo convierte en una masa oscura y putrefacta, que con tal de sobresalir de los demás utilizó este medio para atemorizar con sus cadenitas, intercambiar fotografías de personas disfrazados de Adán y Eva o videos donde se documentaban actos de procreación humana de esas que no llegan a la reproducción, desvirtuando así la seriedad de la comunicación en la oficina. ¿Cómo detenerlo si no es un medio oficial? ¡Es prestado wee! Como en la actualidad lo son todas esas redes sociales que les ponen stickers de oficial mi buen, además, no hay que olvidar que la libertad de expresión es una garantía individual.
Entonces estimado godín, no le queda más que apechugar lo que le llegue de bisuterías en mensajes a través del grupo de WhatsApp que el mero chipocludo de la chamba hizo para comunicarse con usted.
En el principio de los tiempos, cuando la nada no existía, porque nadie la había inventado, los Godínez –empleados de oficina, pa´que sepan quién son–, después de viajar como flete en los camiones urbanos, disputar su horario de descanso con el maldito despertador… tic… tac… tic… tac… ¡histeria pura chingado! Al arribar a su escritorio era común encontrarse con el memorándum, especie de correspondencia donde se comunicaba de forma sucinta asuntos de la jornada laboral correspondientes a ese día o se impartían indicaciones simples.
Conforme fueron pasando los días, se reunieron varios demonios para hacer sus diabluras, cambiando la rectangular hoja del memorándum por los pegajosos posticks, que como sanguijuelas se adherían a todos los objetos del escritorio, ahora el chamuco mayor de la oficina por ahí podría hacer llegar sus indicaciones de sutil emperador. Así transcurrieron los años, hasta que en cierta fecha cuya memoria miope de quien firma lo que escribe no quiere recordar, por arte de fuerzas cósmicas y etéreas llegó del infinito el correo electrónico, ahora los Godínez tendrían la consigna de todas las mañanas devotamente revisar en sus computadoras las disposiciones para su labor.
Era obvio que en ese teje y maneje tendría que intervenir otro ser maligno, ese que como Rey Midas a la inversa, todo lo que toca lo convierte en una masa oscura y putrefacta, que con tal de sobresalir de los demás utilizó este medio para atemorizar con sus cadenitas, intercambiar fotografías de personas disfrazados de Adán y Eva o videos donde se documentaban actos de procreación humana de esas que no llegan a la reproducción, desvirtuando así la seriedad de la comunicación en la oficina. ¿Cómo detenerlo si no es un medio oficial? ¡Es prestado wee! Como en la actualidad lo son todas esas redes sociales que les ponen stickers de oficial mi buen, además, no hay que olvidar que la libertad de expresión es una garantía individual.
Entonces estimado godín, no le queda más que apechugar lo que le llegue de bisuterías en mensajes a través del grupo de WhatsApp que el mero chipocludo de la chamba hizo para comunicarse con usted.
jueves, 15 de febrero de 2018
El mes más orate del año.
Dedicado a ti que eres un forever alone.
Ahora sí que ese slogan de que este mes padece de sus facultades mentales se está convirtiendo en una realidad, ¿cuál sería la perturbación mental políticamente correcta para colgársela a febrero? La verdad es que son varias, de entrada fue el mes que inauguró los puentes etílicos del 2018 con ese añorado y en la actualidad extrañado lunes cinco, luego llegaron los días bipolares, pues hubo fechas de un calor de la tiznada, otras lluviosas, algunas que de tan frías los volcanes se cubrieron de nieve, es más, hasta nos tembló trayendo consigo nuevamente el pinche calorón.
El martes de esta semana llegó con la fecha aterradora del 13, que para algunos es considerado como funesto y que se volvió en rituales para alejar los posibles infortunios que podrían ligarse al destino de las personas, entonces no pudo faltar en tu bolsillo ese cítrico que los mexinacos le hemos dotado de poderes sobrenaturales, o sea, el limón, el cual bien pudo ir contigo completo pero con su crucecita trazada o también en collar, ¡ah, no se crean! Eso es para el garrotillo de los perros.
Pero la fecha anterior no fue nada comparada con el 14, día en que dos calendarios convergieron, por un lado estaba el gregoriano aunado a lo comercial del día del amor que te sugería intercambiar afecto de cualquier índole, material, sentimental y carnal – ¡uy, qué intenso! – y el de la beatitud o mariano que daba inicio a los rituales de Semana Santa con el Miércoles de Ceniza, el primero de los días de ayuno, así que con todo y pena algunos tuvieron que darle delete en su cerebro a esa visita al hotel de los jabones chiquitos con tal de evitar el sudor de darle gusto al cuerpo, mientras otros se volvieron ateos por conveniencia.
En cambio, si fuiste de los que ni sufrieron ni se acongojaron con las locuras de febrero y el día catorce con sus globos en color de rosa, las paletitas de caramelo con las cursilísimas frases y la melcocha no surtieron sus efectos pues bien sabes que eres y serás un forever alone, eterno inquilino de la friendzone desde la adolescencia, ahora espera a que como el slogan que cité al principio, marzo no sea otro poco.
Ahora sí que ese slogan de que este mes padece de sus facultades mentales se está convirtiendo en una realidad, ¿cuál sería la perturbación mental políticamente correcta para colgársela a febrero? La verdad es que son varias, de entrada fue el mes que inauguró los puentes etílicos del 2018 con ese añorado y en la actualidad extrañado lunes cinco, luego llegaron los días bipolares, pues hubo fechas de un calor de la tiznada, otras lluviosas, algunas que de tan frías los volcanes se cubrieron de nieve, es más, hasta nos tembló trayendo consigo nuevamente el pinche calorón.
El martes de esta semana llegó con la fecha aterradora del 13, que para algunos es considerado como funesto y que se volvió en rituales para alejar los posibles infortunios que podrían ligarse al destino de las personas, entonces no pudo faltar en tu bolsillo ese cítrico que los mexinacos le hemos dotado de poderes sobrenaturales, o sea, el limón, el cual bien pudo ir contigo completo pero con su crucecita trazada o también en collar, ¡ah, no se crean! Eso es para el garrotillo de los perros.
Pero la fecha anterior no fue nada comparada con el 14, día en que dos calendarios convergieron, por un lado estaba el gregoriano aunado a lo comercial del día del amor que te sugería intercambiar afecto de cualquier índole, material, sentimental y carnal – ¡uy, qué intenso! – y el de la beatitud o mariano que daba inicio a los rituales de Semana Santa con el Miércoles de Ceniza, el primero de los días de ayuno, así que con todo y pena algunos tuvieron que darle delete en su cerebro a esa visita al hotel de los jabones chiquitos con tal de evitar el sudor de darle gusto al cuerpo, mientras otros se volvieron ateos por conveniencia.
En cambio, si fuiste de los que ni sufrieron ni se acongojaron con las locuras de febrero y el día catorce con sus globos en color de rosa, las paletitas de caramelo con las cursilísimas frases y la melcocha no surtieron sus efectos pues bien sabes que eres y serás un forever alone, eterno inquilino de la friendzone desde la adolescencia, ahora espera a que como el slogan que cité al principio, marzo no sea otro poco.
jueves, 8 de febrero de 2018
Derramándose
Dedicado a ustedes que humildemente leen lo que escribo.
Un día cualquiera en la cafetería escolar, el humeante café impregna el olor del lugar camuflando ese aroma hormonal de los típicos adolescentes que en hora pico saturan el establecimiento a niveles de que te conviertes en un pordiosero ante los ojos de las camareras suplicando que te atiendan, quienes ya sabemos que a la hora del receso no cabe ni una hormiga optamos por ir a cierto horario menos concurrido.
Al realizar el pedido de lo que desayunaré esa mañana, con paso pausado y sarcástica sonrisa como cuando te tomas una selfie, se aproxima ese profesor investigador con su barbita de leñador, camisa a cuadros tipo franela y botas de minero, lo primero que viene a mi cerebro es pensar en Caperucita Roja. Lo saludo como si en realidad lo conociera, el sujeto me aprieta el hombro al mismo tiempo que dice “¡es un lujo compartir espacio con el escritor de cotidianidades más leído por secretarias, personal de servicio y guardias en la institución!”.
Mientras me sirvo agua fresca le sonrío como si su chascarrillo hubiera causado gracia, de pronto el vaso comienza a derramarse, el profesor ensanchando sus pupilas, dice: ¡está lleno! Lo estás tirando, ¿qué no te das cuenta de que ya no le cabe más? Entonces doy una respiradita antes de responder “áhaa…áhaaa…áhaaa…”: Compañero como el vaso, tu estas llenó de información, de cultura, erudición y teorías complejas, creo entonces que mis textos no son aptos para seres humanos de tu nivel, sino para esas personas sencillas y abiertas receptoras a las ideas que expreso, pues así como este recipiente, de tan lleno que te encuentras te derramas creyendo que lo que escribo cae en lo superfluo de lo que tú sabes.
Ya en la mesa mientras saboreaba esa rica torta de chilaquiles, como que experimenté algo de pena, al llegar a la conclusión de que el ego es en sí un berrinche existencial, pero también hay gente tan intolerante que hasta la lactosa los rechaza. Yo soy Marcial y ustedes… por fortuna no.
Un día cualquiera en la cafetería escolar, el humeante café impregna el olor del lugar camuflando ese aroma hormonal de los típicos adolescentes que en hora pico saturan el establecimiento a niveles de que te conviertes en un pordiosero ante los ojos de las camareras suplicando que te atiendan, quienes ya sabemos que a la hora del receso no cabe ni una hormiga optamos por ir a cierto horario menos concurrido.
Al realizar el pedido de lo que desayunaré esa mañana, con paso pausado y sarcástica sonrisa como cuando te tomas una selfie, se aproxima ese profesor investigador con su barbita de leñador, camisa a cuadros tipo franela y botas de minero, lo primero que viene a mi cerebro es pensar en Caperucita Roja. Lo saludo como si en realidad lo conociera, el sujeto me aprieta el hombro al mismo tiempo que dice “¡es un lujo compartir espacio con el escritor de cotidianidades más leído por secretarias, personal de servicio y guardias en la institución!”.
Mientras me sirvo agua fresca le sonrío como si su chascarrillo hubiera causado gracia, de pronto el vaso comienza a derramarse, el profesor ensanchando sus pupilas, dice: ¡está lleno! Lo estás tirando, ¿qué no te das cuenta de que ya no le cabe más? Entonces doy una respiradita antes de responder “áhaa…áhaaa…áhaaa…”: Compañero como el vaso, tu estas llenó de información, de cultura, erudición y teorías complejas, creo entonces que mis textos no son aptos para seres humanos de tu nivel, sino para esas personas sencillas y abiertas receptoras a las ideas que expreso, pues así como este recipiente, de tan lleno que te encuentras te derramas creyendo que lo que escribo cae en lo superfluo de lo que tú sabes.
Ya en la mesa mientras saboreaba esa rica torta de chilaquiles, como que experimenté algo de pena, al llegar a la conclusión de que el ego es en sí un berrinche existencial, pero también hay gente tan intolerante que hasta la lactosa los rechaza. Yo soy Marcial y ustedes… por fortuna no.
jueves, 1 de febrero de 2018
Tobías.
Dedicado a la memoria de la kity, la duquesa y el gordo Q.E.P.D.
Desde que tengo uso de razón –y de eso hace muy poco como dijeran mis detractores–, he tenido el sueño liviano, siendo sincero, creo que es lo único que pesa menos en mí, con decirles que si pasan esquilines por la pared me despiertan sus pasos. Antes eran los aullidos de una vecina que a deshora de la noche con y sin luna llena emitía sonidos guturales a elevados decibeles, ahora es por el pobre de Tobías.
Esta inocente criatura cuando llegó al mundo de mis vecinos del traspatio todo era dulzura, a cada rato escuchaba esas vocecitas ridículas producto de la pésima costumbre adulta de hablarle a los pequeños como si padecieran problemas de lenguaje, en cambio, él ni se escuchaba, imagino que debido a su edad permanecía más dormido que despierto. Sus travesuras eran consideraban graciosas e incluso hasta las heces que dejaba a su paso mientras lo acostumbraban a hacerlo en el lugar adecuado se lo festejaban, varias veces al pasar por el frente del domicilio lo vi echado sobre el sofá de la sala mientras la familia disfrutaban el televisor o en las jardineras jugando con los zapatos de los mayores hasta romperlos.
Entre todos los nombres habidos y por haber digno de llamarse alguien como él, seleccionaron el que también le puso a su vástago la compañera de trabajo bajo el argumento de que ellos fueron primeros en escogerlo, bueno, si su antecesor se llamó Gardenia. El trascurrir del tiempo como siempre cobro factura, de pronto esa diversión del calzado perdió su gracia, hasta llegar a recibir golpes con tal estimular a que no continuara haciéndolo, lamentablemente cada vez que las necesidades fisiológicas no le permitían llegar al lugar correcto, de nuevo era reprendido de forma física hasta que optaron por sacarlo al patio
A la intemperie fue cuando supo que su relación familiar había sido castrada, ahí le llevaban la comida, o sea, adiós a comer con ellos; esporádicamente era sacado del lugar con el pretexto de asearle “su espacio”, ridículamente la persona que lo hacía, incomoda por el fétido olor, le daba un trato agresivo. Lo peor, ahora era demasiado grande para el espacio que ocupa, su cobertor a veces lo moja al tirar el recipiente, situación que es más lamentable por el frio de la madrugada, precisamente cuando me despierta con sus aullidos, ladridos y gemidos de tristeza –no como mi vecina–, mientras sus ingratos dueños duermen con la estúpida idea de que los perros no tienen frío. Obviamente le llueven insultos de los demás colindantes a su casa, sí, su casa, pues cuando lo adoptaron lo hicieron parte de ella, pero hoy, una puerta lo separa del ambiente hogareño que le hicieron creer que tenía.
¡Por favor! Cuando recibas una mascota piensa que algunas razas crecen y las caquitas se pondrán big size, la comida se multiplicará, y lo que antes era divertido al verlo juguetear, se volverá toda una calamidad debido a los destrozos del alboroto, lo cual te pondrá de mal humor al grado de que tengas que recluirlo a la soledad de una azotea o patio, para que te deje dormir y tenga que emanarle mala vibra a un animalito que solo se lamenta por las comodidades que le quitaron unos insensibles humanos.
Desde que tengo uso de razón –y de eso hace muy poco como dijeran mis detractores–, he tenido el sueño liviano, siendo sincero, creo que es lo único que pesa menos en mí, con decirles que si pasan esquilines por la pared me despiertan sus pasos. Antes eran los aullidos de una vecina que a deshora de la noche con y sin luna llena emitía sonidos guturales a elevados decibeles, ahora es por el pobre de Tobías.
Esta inocente criatura cuando llegó al mundo de mis vecinos del traspatio todo era dulzura, a cada rato escuchaba esas vocecitas ridículas producto de la pésima costumbre adulta de hablarle a los pequeños como si padecieran problemas de lenguaje, en cambio, él ni se escuchaba, imagino que debido a su edad permanecía más dormido que despierto. Sus travesuras eran consideraban graciosas e incluso hasta las heces que dejaba a su paso mientras lo acostumbraban a hacerlo en el lugar adecuado se lo festejaban, varias veces al pasar por el frente del domicilio lo vi echado sobre el sofá de la sala mientras la familia disfrutaban el televisor o en las jardineras jugando con los zapatos de los mayores hasta romperlos.
Entre todos los nombres habidos y por haber digno de llamarse alguien como él, seleccionaron el que también le puso a su vástago la compañera de trabajo bajo el argumento de que ellos fueron primeros en escogerlo, bueno, si su antecesor se llamó Gardenia. El trascurrir del tiempo como siempre cobro factura, de pronto esa diversión del calzado perdió su gracia, hasta llegar a recibir golpes con tal estimular a que no continuara haciéndolo, lamentablemente cada vez que las necesidades fisiológicas no le permitían llegar al lugar correcto, de nuevo era reprendido de forma física hasta que optaron por sacarlo al patio
A la intemperie fue cuando supo que su relación familiar había sido castrada, ahí le llevaban la comida, o sea, adiós a comer con ellos; esporádicamente era sacado del lugar con el pretexto de asearle “su espacio”, ridículamente la persona que lo hacía, incomoda por el fétido olor, le daba un trato agresivo. Lo peor, ahora era demasiado grande para el espacio que ocupa, su cobertor a veces lo moja al tirar el recipiente, situación que es más lamentable por el frio de la madrugada, precisamente cuando me despierta con sus aullidos, ladridos y gemidos de tristeza –no como mi vecina–, mientras sus ingratos dueños duermen con la estúpida idea de que los perros no tienen frío. Obviamente le llueven insultos de los demás colindantes a su casa, sí, su casa, pues cuando lo adoptaron lo hicieron parte de ella, pero hoy, una puerta lo separa del ambiente hogareño que le hicieron creer que tenía.
¡Por favor! Cuando recibas una mascota piensa que algunas razas crecen y las caquitas se pondrán big size, la comida se multiplicará, y lo que antes era divertido al verlo juguetear, se volverá toda una calamidad debido a los destrozos del alboroto, lo cual te pondrá de mal humor al grado de que tengas que recluirlo a la soledad de una azotea o patio, para que te deje dormir y tenga que emanarle mala vibra a un animalito que solo se lamenta por las comodidades que le quitaron unos insensibles humanos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)