Ahora se le llama arte al graffiti, a esas paredes pintadas con aerosol en múltiples colores, así las letras expresen una palabra que se integra a partir de la literal inicial de: paz, unión, trabajo y amor, rematando con “la que vive ahí”, que de expresión street art, la verdad no tiene nada; claro que habrá quienes estén en desacuerdo con mi punto de vista, ¡pues qué bueno! Para eso existe la pluralidad de opiniones.
Pero qué tal si ese arte urbano es plasmado en la pared de quienes lo consideran un agasajo para los ojos, entonces se vuelve contaminación visual que impone cierto desorden en la estética de las ciudades y, claro, pos pierde su valor “artístico”, digo es de mal gusto que los grafiteros escriban su firma donde se les retizne la gana, pues lo mismo da un espacio público que uno privado, o sea, todo un debate hasta donde son los límites del llamado arte urbano y el vandalismo.
Ahora que la gente en los encuentros de balompié ha dejado atrás aquel chiquitibum, ¡ah!, cuanta inspiración causó Mar Castro viéndola contonearse en ese comercial cervecero del mundial México1986, igual en pleno abandono se quedó aquella ola de la que hasta los cronistas deportivos se hinchaban de orgullo cuando los asistentes a un encuentro de fútbol la realizaban; en la actualidad esa cuantiosa afición que viven y aman el deporte de las patadas recurren al grito… no sé si la censura permita redactar la palabra, pero para no entrar en polémicas, ustedes ya saben a cuál me refiero: “¡Eeeeeh… _______!”, lector toma una pluma y escríbela, digo ya la imaginaste.
Por más que la FIFA se empeña en multar a la Selección Nacional porque su afición la utiliza, tal parece que a esos aficionados cuanto más se lo prohíban, lo harán con mayor ímpetu, algo así como una especie de desafío, incluso expertos en lenguaje han recurrido a la etimología de tan prohibida palabra con tal de demostrar que no es un insulto, pero naranjas agrias, la restricción continua.
Es como si regalas a un infante un CD de Molotov, se aprende las canciones y luego las canta entusiasmado en la escuela, pasado unos días te mandan llamar porque tu hijo es un grosero según opinión de las madres de sus amiguitos, quienes inconformes han puesto su queja a la dirección, ¡tómala! Acabas de vivir en pleno pellejo esa actitud de cuando afecta a terceros algo que llegaste a pensar era lo correcto, igual sucede cuando son pasadas la medianoche y continuas viendo televisión o escuchando música como si fuera de día, obviamente que los afectados exigirán que se sancione y prohíba, entonces no habrá otra que acatar lo que conviene a la mayoría, aquí no cuenta eso de ¡me vale madres! Es prohibido y punto, o estarías conforme de que el amante de lo ajeno se introduzca a tu casa a llevarse lo que es tuyo y tengas que apechugar simplemente porque al delincuente no le importa que robar sea un delito.
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
jueves, 15 de junio de 2017
jueves, 8 de junio de 2017
La herramienta
¿Cansado de hacer largas filas? Cuando por fin es atendido, el empleado le pide hasta los recibos de pago de hace cinco años y obviamente no los lleva, pues con la pena, tiene que regresar al día siguiente, ¡claro, hay que volver a formarse!
En sus visitas al doctor a pesar de haber realizado la cita en tiempo y forma como lo dictan las normas de atención a los derechohabientes de la institución de salud, la asistente médico ingresa antes a otros pacientes y usted es atendido hasta después de tres o cuatro horas, dejándolo saborear un sorbete de bilis con resignación.
Su hijo es de esos que durante su estancia escolar lo máximo que ha leído son los subtítulos de las películas, pero ahora quiere ingresar a una de las prestigiadas escuelas, entonces se la pasa horas y horas clavado al monitor de la computadora observando los tutoriales de ingreso que suben esos planteles educativos a YouTube, y en la actualidad son los videos no pornográficos que tienen más visualizaciones en la citada web.
¡Pare de sufrir! Recurra a nuestra herramienta cuya calidad es el más claro ejemplo de la ambigüedad que padecemos para definir la corrupción –aquí suena la musiquita tatataachaa–, “las palancas”. Estas no las encontrará a la venta en ninguna ferretería, ni tampoco guardadas en la caja auxiliar del coche, se trata de esas amistades o contactos que se utilizan para lograr alcanzar un titipuchal de cosas, como puede ser facilitar engorrosos trámites y hasta finiquitar transacciones. Es en si un acto eminentemente social, pues hay quienes descaradamente las consiguen a través de obsequios, lisonjas y lambisconeadas, que hábilmente se disfrazan de actos corteses, tal como si fuese cierto protocolo, siguiendo simuladamente las reglas de urbanidad.
Una clara evidencia del éxito de este producto son los miles de clientes que se ufanan y enorgullecen de contar con palancas que superan obstáculos burocráticos, como si fuera una habilidad intelectual, pues alguien que cuenta con tal herramienta es una persona bien conectada, que logra todo lo que desea, o sea, a ellos les hacen los purititos mandados cualquier rigidez administrativa destinada para los que no tienen palancas.
Entonces para qué ser puntual, organizado y formal si puede contar con nuestra herramienta e incluso hay individuos que gustosos aceptarán servir de palanca siempre y cuando usted esté dispuesto a dejarse “ayudar”, mientras los perdedores se quedan con la idea de que todo en la vida es cuestión de probabilidad y suerte.
Puede ponerla a prueba por seis días, y si no está conforme con la calidad del producto, le devolvemos su dinero, ¡llame ya! Gustosas lo atenderán nuestras hermosas operadoras a cualquier hora. Un producto de industrias Coco-Wash, comprometidos con su bienestar.
En sus visitas al doctor a pesar de haber realizado la cita en tiempo y forma como lo dictan las normas de atención a los derechohabientes de la institución de salud, la asistente médico ingresa antes a otros pacientes y usted es atendido hasta después de tres o cuatro horas, dejándolo saborear un sorbete de bilis con resignación.
Su hijo es de esos que durante su estancia escolar lo máximo que ha leído son los subtítulos de las películas, pero ahora quiere ingresar a una de las prestigiadas escuelas, entonces se la pasa horas y horas clavado al monitor de la computadora observando los tutoriales de ingreso que suben esos planteles educativos a YouTube, y en la actualidad son los videos no pornográficos que tienen más visualizaciones en la citada web.
¡Pare de sufrir! Recurra a nuestra herramienta cuya calidad es el más claro ejemplo de la ambigüedad que padecemos para definir la corrupción –aquí suena la musiquita tatataachaa–, “las palancas”. Estas no las encontrará a la venta en ninguna ferretería, ni tampoco guardadas en la caja auxiliar del coche, se trata de esas amistades o contactos que se utilizan para lograr alcanzar un titipuchal de cosas, como puede ser facilitar engorrosos trámites y hasta finiquitar transacciones. Es en si un acto eminentemente social, pues hay quienes descaradamente las consiguen a través de obsequios, lisonjas y lambisconeadas, que hábilmente se disfrazan de actos corteses, tal como si fuese cierto protocolo, siguiendo simuladamente las reglas de urbanidad.
Una clara evidencia del éxito de este producto son los miles de clientes que se ufanan y enorgullecen de contar con palancas que superan obstáculos burocráticos, como si fuera una habilidad intelectual, pues alguien que cuenta con tal herramienta es una persona bien conectada, que logra todo lo que desea, o sea, a ellos les hacen los purititos mandados cualquier rigidez administrativa destinada para los que no tienen palancas.
Entonces para qué ser puntual, organizado y formal si puede contar con nuestra herramienta e incluso hay individuos que gustosos aceptarán servir de palanca siempre y cuando usted esté dispuesto a dejarse “ayudar”, mientras los perdedores se quedan con la idea de que todo en la vida es cuestión de probabilidad y suerte.
Puede ponerla a prueba por seis días, y si no está conforme con la calidad del producto, le devolvemos su dinero, ¡llame ya! Gustosas lo atenderán nuestras hermosas operadoras a cualquier hora. Un producto de industrias Coco-Wash, comprometidos con su bienestar.
jueves, 1 de junio de 2017
Hipnotizador de masa
Durante mi infancia los días transcurrían pausados, más si se trataban de las vacaciones largas entre julio y agosto, cuando todos los días parecían sábados, en tales fechas nos reuníamos una palomilla de cuates –pinche frasecita de los ochentas–, entre hombres y mujeres cuyo lema era… creo que ya lo dije en otro texto, pero no está de más recordárselos: Frutsi, Marinela y Burburock de Odisea Burbujas; pasábamos horas jugando en un lote baldío que se encontraba por una calle cerrada del barrio, ahí trepamos árboles, jugábamos al bebeleche, trazado en la tierra, que después un primo chilango de uno de mis amigos dijo que se llamaba “avión”, ¡naaaa, para nosotros era bebeleche y punto! Sobraban las señoras que regañaban a nuestras amiguitas por juntarse con hombres, creo que en sus mentes cochambrosas no cabía la idea de ver a ambos géneros divertirse sin prejuicios.
Otro de nuestros pasatiempos era escuchar música en el estéreo Zonda de Lichis, a través de ese modular sin necesidad de estudiar la aburrida asignatura de geografía, descubrimos que en nuestro país había un Juliantla cuyas maravillas en la voz de Joan Sebastian superaban cualquier programa de “México, magia y encuentro”; quienes resultaban ser la neta, eran Enrique y Ana, pues con ellos bailábamos en conjunto siguiendo sus instrucciones en La Yenka, semejante a lo que hoy conocemos como cardio, no podía faltar “Baila con el hula-hoop”, donde desplegábamos nuestro ingenio al construir los aros a partir de tubos corrugados, como yo nunca tuve cintura me era imposible mantenerlo girando en el aire, la única canción que nos brincábamos del disco era “Madre”, pues a nadie nos gustaría perder a nuestra jefecita de niños como se describía en la letra de Juan Pardo.
En una ocasión Alma Rosa se nos unió, bajo el brazo portaba un disco en cuya portada amarillo oro se leía: “Duérmase. Auto-Hipnosis (Grabación Hipnótica). Taurus Do Brasil”, órale, era el mismo del cartel –ahora los Millennials les llaman flyer, wee¬– pegado en los postes, ese que se presentaba en el cine Reforma, ella nos hizo saber que el disco ayudaba a quienes lo escucharan a evadir las drogas –ahora entiendo porque nunca me ha gustado tener ninguna clase de crédito con las tiendas departamentales¬–, mientras que en la cara B fomentaba habilidades para el aprendizaje. Pusimos sobre la tornamesa la primera sesión, todos nos quedamos dormidos bajo las órdenes de una voz cuyo acento se semejaba al de Kalimán, que nos conducía por las sendas oníricas, cuando despertamos, nadie nos la creíamos, incluso sospechábamos de haber fingido.
Alma Rosa para comprobar la veracidad del hipnotizador de masas, se auto propuso a someterse únicamente al tratamiento del lado B del acetato, mientras los demás la observaríamos, acordado esto le dimos play, conforme transcurrían los minutos ella respiraba tranquila, casi, casi roncaba, pero antes de que finalizara el vinilo, en el momento en que la voz de Taurus realizaba la cuenta regresiva, la condenada aguja del aparato se quedó estancada en una misma frase, ¡chin, se rayó! – dijimos al unísono.
Apresuradamente fuimos al sillón donde estaba Alma Rosa, por más que la movíamos, el resultado era el mismo, no despertaba, nos invadió la desesperación, imaginando si nunca despertase, ¿qué iba a suceder? ¿Cómo recibirían sus padres la noticia? En medio de la angustia, Raúl, el más pequeño de nosotros sugirió que pusiéramos nuevamente la cara A del disco ya que esa no estaba rayada y que recorriéramos con la mano la aguja hasta donde el hipnotizador hace la cuenta regresiva. Seguimos al pie de la letra su idea y efectivamente Alma despertó, muy relajada, lamentablemente su mamá tenía rato buscándola para que fuera a las tortillas y, peor aún, se había traído el LP sin su consentimiento, o sea, le esperaba una terapia psicológica a chancleta limpia.
Así fueron pasando los años, más con la llegada del grupo puertorriqueño Menudo, a las chicas les entró la onda de coleccionar recortes de revistas donde ellos salían y suspirar con sus cancioncitas románticas por algún adolescente peludote y lleno de acné, prospecto a pareja sentimental pero que era el más desmadroso del barrio, ¡maldito complejo cavernícola!
Otro de nuestros pasatiempos era escuchar música en el estéreo Zonda de Lichis, a través de ese modular sin necesidad de estudiar la aburrida asignatura de geografía, descubrimos que en nuestro país había un Juliantla cuyas maravillas en la voz de Joan Sebastian superaban cualquier programa de “México, magia y encuentro”; quienes resultaban ser la neta, eran Enrique y Ana, pues con ellos bailábamos en conjunto siguiendo sus instrucciones en La Yenka, semejante a lo que hoy conocemos como cardio, no podía faltar “Baila con el hula-hoop”, donde desplegábamos nuestro ingenio al construir los aros a partir de tubos corrugados, como yo nunca tuve cintura me era imposible mantenerlo girando en el aire, la única canción que nos brincábamos del disco era “Madre”, pues a nadie nos gustaría perder a nuestra jefecita de niños como se describía en la letra de Juan Pardo.
En una ocasión Alma Rosa se nos unió, bajo el brazo portaba un disco en cuya portada amarillo oro se leía: “Duérmase. Auto-Hipnosis (Grabación Hipnótica). Taurus Do Brasil”, órale, era el mismo del cartel –ahora los Millennials les llaman flyer, wee¬– pegado en los postes, ese que se presentaba en el cine Reforma, ella nos hizo saber que el disco ayudaba a quienes lo escucharan a evadir las drogas –ahora entiendo porque nunca me ha gustado tener ninguna clase de crédito con las tiendas departamentales¬–, mientras que en la cara B fomentaba habilidades para el aprendizaje. Pusimos sobre la tornamesa la primera sesión, todos nos quedamos dormidos bajo las órdenes de una voz cuyo acento se semejaba al de Kalimán, que nos conducía por las sendas oníricas, cuando despertamos, nadie nos la creíamos, incluso sospechábamos de haber fingido.
Alma Rosa para comprobar la veracidad del hipnotizador de masas, se auto propuso a someterse únicamente al tratamiento del lado B del acetato, mientras los demás la observaríamos, acordado esto le dimos play, conforme transcurrían los minutos ella respiraba tranquila, casi, casi roncaba, pero antes de que finalizara el vinilo, en el momento en que la voz de Taurus realizaba la cuenta regresiva, la condenada aguja del aparato se quedó estancada en una misma frase, ¡chin, se rayó! – dijimos al unísono.
Apresuradamente fuimos al sillón donde estaba Alma Rosa, por más que la movíamos, el resultado era el mismo, no despertaba, nos invadió la desesperación, imaginando si nunca despertase, ¿qué iba a suceder? ¿Cómo recibirían sus padres la noticia? En medio de la angustia, Raúl, el más pequeño de nosotros sugirió que pusiéramos nuevamente la cara A del disco ya que esa no estaba rayada y que recorriéramos con la mano la aguja hasta donde el hipnotizador hace la cuenta regresiva. Seguimos al pie de la letra su idea y efectivamente Alma despertó, muy relajada, lamentablemente su mamá tenía rato buscándola para que fuera a las tortillas y, peor aún, se había traído el LP sin su consentimiento, o sea, le esperaba una terapia psicológica a chancleta limpia.
Así fueron pasando los años, más con la llegada del grupo puertorriqueño Menudo, a las chicas les entró la onda de coleccionar recortes de revistas donde ellos salían y suspirar con sus cancioncitas románticas por algún adolescente peludote y lleno de acné, prospecto a pareja sentimental pero que era el más desmadroso del barrio, ¡maldito complejo cavernícola!
jueves, 25 de mayo de 2017
Historia de un amor*
Te puede gustar el rock, la salsa, la música sinfónica, incluso hasta el reguetón – ¡brrrr, se me encuera el chino!–, pero cuando entras en fase sentimental, le tupes pero re te bonito, de esas veces que con tan solo escuchar la letra de una canción se te pone el ojo blanquito tipo Remi, dándole play al reproductor, las bocinas emiten los acordes de guitarra, lueguito se escucha la cadenciosa voz del intérprete, se trata de un bolero –na´quever con quienes tienen por oficio limpiar y lustrar el calzado ajeno–, me refiero al género musical de origen cubano tan popular entre nosotros los latinoamericanos.
En cada una de sus letras se narra una historia –algo así como si se tratase de literatura romántica–, que coinciden con la vida de la gente que las escuchamos, dando un toque de fineza al dolor, embelleciendo con la elegancia del compás musical de sus partituras a la amargura y la tristeza, haciéndonos comprender que el desamor conserva la flama encendida del amor; imagino que cuando termina la canción ya exprimimos de tanto suspiro el corazón y nos lega una paz interior que hereda un dulce sabor al alma.
Entre congojas y melancolías uno se deja llevar por las letras que a veces hasta hay que recurrir a un diccionario como sucede con quien urbanizó el romanticismo del bolero bajándolo al arrabal, Agustín Lara o nuestro Chopin Armando Manzanero, él con sus más de 400 canciones escritas logró seducir al mismísimo Elvis. Este género de música siempre ha estado en casa, recuerdo que durante mi infancia era todo un deleite al oído escuchar a mi abuela cantar cualquiera de esas canciones mientras con sus roladas manos lavaba la ropa ajena sobre una piedra del cristalino río –antes no estaba tan contaminado. No todas las rolitas en los boleros motivan a cortarnos las venas, también las hay como la de “Angelitos negros” que concientizan sobre el terrible conflicto racial, digo, ¿alguien sabe de qué color son los ángeles?
En nuestro hogar nunca tuvimos tocadiscos, pero sí contábamos con un reproductor de casetes (¿y eso qué es?), de entre esas cintas, algunas originales otras piratas, pude constatar a través del Glenn Miller cubano, Benny Moré, que la tristeza también se baila, así como el blues y el jazz tienen a Ella Fitzgerald, el bolero encuentra su oasis en medio de tanto ruido en la voz de Toña la Negra y el equivalente a The Beatles bien podrían ser Los Panchos, mientras Lucho Gatica es el Sinatra de las canciones que recorren las arterias provocando la diástole del corazón a quien lo escucha.
Sin lugar a dudas cada canción con el peculiar estilo de su intérprete impacta en nuestros estados de ánimo, haciéndonos experimentar tristeza sin llegar al masoquismo o simplemente relajarnos hasta el punto de la nostalgia que produce la alegría del recuerdo, así de contradictorio puede llegar a ser un bolero, como la vida misma.
* Nombre del bolero favorito de mi madre, quien inspirada lo interpretaba mientras confeccionaba vestimentas para su clientela.
En cada una de sus letras se narra una historia –algo así como si se tratase de literatura romántica–, que coinciden con la vida de la gente que las escuchamos, dando un toque de fineza al dolor, embelleciendo con la elegancia del compás musical de sus partituras a la amargura y la tristeza, haciéndonos comprender que el desamor conserva la flama encendida del amor; imagino que cuando termina la canción ya exprimimos de tanto suspiro el corazón y nos lega una paz interior que hereda un dulce sabor al alma.
Entre congojas y melancolías uno se deja llevar por las letras que a veces hasta hay que recurrir a un diccionario como sucede con quien urbanizó el romanticismo del bolero bajándolo al arrabal, Agustín Lara o nuestro Chopin Armando Manzanero, él con sus más de 400 canciones escritas logró seducir al mismísimo Elvis. Este género de música siempre ha estado en casa, recuerdo que durante mi infancia era todo un deleite al oído escuchar a mi abuela cantar cualquiera de esas canciones mientras con sus roladas manos lavaba la ropa ajena sobre una piedra del cristalino río –antes no estaba tan contaminado. No todas las rolitas en los boleros motivan a cortarnos las venas, también las hay como la de “Angelitos negros” que concientizan sobre el terrible conflicto racial, digo, ¿alguien sabe de qué color son los ángeles?
En nuestro hogar nunca tuvimos tocadiscos, pero sí contábamos con un reproductor de casetes (¿y eso qué es?), de entre esas cintas, algunas originales otras piratas, pude constatar a través del Glenn Miller cubano, Benny Moré, que la tristeza también se baila, así como el blues y el jazz tienen a Ella Fitzgerald, el bolero encuentra su oasis en medio de tanto ruido en la voz de Toña la Negra y el equivalente a The Beatles bien podrían ser Los Panchos, mientras Lucho Gatica es el Sinatra de las canciones que recorren las arterias provocando la diástole del corazón a quien lo escucha.
Sin lugar a dudas cada canción con el peculiar estilo de su intérprete impacta en nuestros estados de ánimo, haciéndonos experimentar tristeza sin llegar al masoquismo o simplemente relajarnos hasta el punto de la nostalgia que produce la alegría del recuerdo, así de contradictorio puede llegar a ser un bolero, como la vida misma.
* Nombre del bolero favorito de mi madre, quien inspirada lo interpretaba mientras confeccionaba vestimentas para su clientela.
jueves, 18 de mayo de 2017
The game is over
Hay quienes viven sedientos de ese reconocimiento que por lo menos les otorgue quince minutos de fama, otros entran en la disyuntiva entre querer prestigio o recibir un decoroso salario, a veces un buen puesto dentro de la escala laboral o ser tan indispensable para ciertas cosas te remunera un excelente pago, otras veces uno puede ser indispensable más no necesario, simplemente se vuelve representativo de algo.
Pero mientras sean peras o manzanas, se hace en lo posible por destacar, en esa efervescencia uno nunca se detiene a reflexionar lo que sucederá cuando ya nadie nos aplauda hasta las flatulencias como antes, cuando se camine por los pasillos y ni uno sólo nos mueva el rabo con la cara sonriente al vernos pasar. Lo peor es que hasta extrañarás a aquellos que te empujaban para que bajaras del ladrillo aquel que en su momento causaba vértigo, cuando nuestro ego deje de sentirse dios y vuelva a ser tan ordinario como el de cualquier mortal.
Experimentarás aquello del pugilista que pensaba ir ganando la pelea y su mánager arroja la toalla al cuadrilátero, rápidamente la manzana de Adán se te atragantará para hacer la interrogante esa que dio título a una película de Pedro Almodóvar del año 1984; pensarás en cambiar, tal vez mejorar, más lamentablemente resultará imposible retener el pasado, y si aún te quedaste con ganas, lo más probable es que aparezca en tu psique esa leyendita intermitente de cuando de niño jugabas algún video juego: “the game is over”.
La fama tan efímera, pues sólo dura unos instantes y luego se va, de los restos que deja en uno hay que sacar canas de experiencia, saborear lo aprendido y si alguien le bajó al interruptor a las luces que según eso te hacían importante, recuerda que existe la posibilidad de que te regalen aquellos con los compartiste la experiencia su sincera amistad, que en el mundo es lo que vale y no la glamurosa popularidad.
Pero mientras sean peras o manzanas, se hace en lo posible por destacar, en esa efervescencia uno nunca se detiene a reflexionar lo que sucederá cuando ya nadie nos aplauda hasta las flatulencias como antes, cuando se camine por los pasillos y ni uno sólo nos mueva el rabo con la cara sonriente al vernos pasar. Lo peor es que hasta extrañarás a aquellos que te empujaban para que bajaras del ladrillo aquel que en su momento causaba vértigo, cuando nuestro ego deje de sentirse dios y vuelva a ser tan ordinario como el de cualquier mortal.
Experimentarás aquello del pugilista que pensaba ir ganando la pelea y su mánager arroja la toalla al cuadrilátero, rápidamente la manzana de Adán se te atragantará para hacer la interrogante esa que dio título a una película de Pedro Almodóvar del año 1984; pensarás en cambiar, tal vez mejorar, más lamentablemente resultará imposible retener el pasado, y si aún te quedaste con ganas, lo más probable es que aparezca en tu psique esa leyendita intermitente de cuando de niño jugabas algún video juego: “the game is over”.
La fama tan efímera, pues sólo dura unos instantes y luego se va, de los restos que deja en uno hay que sacar canas de experiencia, saborear lo aprendido y si alguien le bajó al interruptor a las luces que según eso te hacían importante, recuerda que existe la posibilidad de que te regalen aquellos con los compartiste la experiencia su sincera amistad, que en el mundo es lo que vale y no la glamurosa popularidad.
jueves, 11 de mayo de 2017
Solidaridad
Ahí iba la mujer, moviéndose a toda prisa entre los pasillos del supermercado, la clientela del lugar mueve los carritos a su paso mientras la observan como quien ve una mala conducta, ella se acerca al guardia del acceso y entre gritos de desesperación conjugados de ansiedad le comenta que estando en el departamento de frutas y verduras, al seleccionar unas naranjas la hembra que estaba a su lado movió las de abajo causando que se desplomaran, lo que hizo que ella se agachara para ayudarle a juntarlas, mientras así lo hacía su bolso desapareció al igual que la fémina.
Entre sollozos de desesperación, angustiada le dice que en el bolso llevaba tarjetas de crédito, celular, las llaves del carro y las de su casa, al mismo tiempo que realiza la descripción de los objetos, hace pausas para dirigirse a los curiosos y pedirles sus teléfonos para llamar a su esposo, inmediatamente quienes se habían detenido, se alejan sin decir nada como quien ignora a las personas que no gozan de sus facultades mentales.
El vigilante, se rasca la frente en señal de: ¿pos que quiere que yo haga si ni siquiera soy policía? Baja los brazos al mismo tiempo que suspira, balbuceando: ¡estese tranquila señito! Obvio que era imposible desempañar el cristal de la calma ante lo acontecido. Por su parte los empleados de la tienda de autoservicio continúan su labor como si nada hubiera pasado, es más, hasta esquivan la mirada de la pobre señora con tal de no engancharse.
Cuando por fin logró contactar a su esposo, cancelo sus tarjetas de crédito, cambio la clave de la alarma del coche y las cerraduras de su hogar además de llamar a la compañía de teléfonos para dar de baja el número; ya en la tranquilidad del domicilio se sentó frente a la computadora con el propósito de compartir lo sucedido en su muro de Facebook, inmediatamente se inundó de comentarios solidarios, tan “sinceros” como los de tus amigos y seguidores de las redes sociales que te alientan a que te mejores cuando dices estar enfermo pero que nunca fueron a visitarte al hospital, ni acudieron a la funeraria cuando murió ese ser amado y publicaste la tristeza que sentías, ellos que requieren de un mensaje cibernético para recordar tu cumpleaños.
Entre sollozos de desesperación, angustiada le dice que en el bolso llevaba tarjetas de crédito, celular, las llaves del carro y las de su casa, al mismo tiempo que realiza la descripción de los objetos, hace pausas para dirigirse a los curiosos y pedirles sus teléfonos para llamar a su esposo, inmediatamente quienes se habían detenido, se alejan sin decir nada como quien ignora a las personas que no gozan de sus facultades mentales.
El vigilante, se rasca la frente en señal de: ¿pos que quiere que yo haga si ni siquiera soy policía? Baja los brazos al mismo tiempo que suspira, balbuceando: ¡estese tranquila señito! Obvio que era imposible desempañar el cristal de la calma ante lo acontecido. Por su parte los empleados de la tienda de autoservicio continúan su labor como si nada hubiera pasado, es más, hasta esquivan la mirada de la pobre señora con tal de no engancharse.
Cuando por fin logró contactar a su esposo, cancelo sus tarjetas de crédito, cambio la clave de la alarma del coche y las cerraduras de su hogar además de llamar a la compañía de teléfonos para dar de baja el número; ya en la tranquilidad del domicilio se sentó frente a la computadora con el propósito de compartir lo sucedido en su muro de Facebook, inmediatamente se inundó de comentarios solidarios, tan “sinceros” como los de tus amigos y seguidores de las redes sociales que te alientan a que te mejores cuando dices estar enfermo pero que nunca fueron a visitarte al hospital, ni acudieron a la funeraria cuando murió ese ser amado y publicaste la tristeza que sentías, ellos que requieren de un mensaje cibernético para recordar tu cumpleaños.
jueves, 4 de mayo de 2017
Las frases de mamá
Ha llegado el mes de los puentes, mayo es para los godínez y profesores algo así como el Hamburgo nacional, pues se encuentra hasta el tope de cruces entre fines de semana y días festivos, hay días de asueto hasta el hartazgo, pero como dijera mi madre, cuando queremos más, “no tienen hartadero”, haaaa, y precisamente dentro de los 31 días que lo integran, el meritito diez todos tenemos madre gracias al ingenio de los comerciantes; durante esa fecha nos partimos el queso por festejarla unas cuantas horas y tranquilizar con ello nuestra conciencia por la infinidad de momentos ingratos que le hemos hecho pasar.
La autora de nuestros días es toda una celebridad, ella, quien tiene una paciencia infinita con nosotros –si de entrada nos esperó nueve meses–, es además artífice de una serie de frases que se han vuelto del dominio popular de las progenitoras mexicanas, es por esto y mucho más que de quien estuve en su vientre de cuna rescato aquellas memorables palabras que a mi memoria miope y a algunos flashback de la infancia llegan para que ustedes lectores las comparen con las que recuerden de su santa jefecita.
Uno no podía abandonar la casa sin esa de “ven mijo, te voy a echar la bendición”, así fueras a las tortillas o de excursión al Himalaya, para ella daba lo mismo, pues ibas a abandonar tu hogar, aunque fuera por unas cuantas horas o días, el hecho es que te ibas de su lado; cuando terminabas de ingerir los sagrados alimentos que con su incomparable sazón habías consumido hasta lamer los cubiertos, en cuanto te levantabas de la mesa escuchabas: ¡Esos platos no se van a lavar solos! Ups, era como si el aura de la ingratitud te envolviera y cual salvaje domesticado dirigías humildemente tus pasos al fregadero.
Como en juzgado ante la máxima autoridad del hogar no existía otra ley más que su palabra, algo así como un dogma, el cual derogaba cualquiera de nuestros argumentos con las palabras ¡porque soy tu madre! Brrrrr, se me pone el pellejo de gallina. Igual acontecía cuando por algún desatino del destino cometías una falta a tus obligaciones, inmediatamente cual pitonisa profetizaba: “cuando tengas hijos te vas a acordar de mí”, hasta el momento tal augurio no ha sido comprobado, espero que ni se cumpla, si a los ajenos no los aguanto ahora los propios, esta cañón... ¡Madre, por eso te admiro, mira que soportar berrinches y caprichos de tus cuatro hijos!
En la infancia como que mamá tenía por las calles del barrio cámaras tipo Big Brother, pues continuamente te sorprendía en pleno chirotear, apareciendo de la nada por arte de magia con las lapidarias: ¡te aplacas o te aplaco! Chin, pues ahí uno solamente se auto ponía él estate sosiego. Peor aún, cuando en una de esas travesuras te ocurría un accidente físico, mientras ella proporcionaba los primeros auxilios solía exclamar: ¡te lo dije, pero quién te manda… eso que te pasó me duele más a mí que a ti! Si la herida o torcedura del accidente sufrido causaba dolor, esas palabras como que te provocaban dolor de muelas en el corazón. También aprendiste que cuando los objetos no se encuentran donde los habías dejado, ellos nunca se movían por si solos, o sea, pon a trabajar tu memoria por favor.
De no haber sido por toda las enseñanzas que cada una de las frases antes citadas encerraban, tal vez hubiera sido abyecto, más grosero e irresponsable, por todo lo anterior mi cabecita de algodón y el milagro de la vida que me brindaste, no tengo palabras para agradecerte, pero tus expresiones siempre las recordaré con cariño.
La autora de nuestros días es toda una celebridad, ella, quien tiene una paciencia infinita con nosotros –si de entrada nos esperó nueve meses–, es además artífice de una serie de frases que se han vuelto del dominio popular de las progenitoras mexicanas, es por esto y mucho más que de quien estuve en su vientre de cuna rescato aquellas memorables palabras que a mi memoria miope y a algunos flashback de la infancia llegan para que ustedes lectores las comparen con las que recuerden de su santa jefecita.
Uno no podía abandonar la casa sin esa de “ven mijo, te voy a echar la bendición”, así fueras a las tortillas o de excursión al Himalaya, para ella daba lo mismo, pues ibas a abandonar tu hogar, aunque fuera por unas cuantas horas o días, el hecho es que te ibas de su lado; cuando terminabas de ingerir los sagrados alimentos que con su incomparable sazón habías consumido hasta lamer los cubiertos, en cuanto te levantabas de la mesa escuchabas: ¡Esos platos no se van a lavar solos! Ups, era como si el aura de la ingratitud te envolviera y cual salvaje domesticado dirigías humildemente tus pasos al fregadero.
Como en juzgado ante la máxima autoridad del hogar no existía otra ley más que su palabra, algo así como un dogma, el cual derogaba cualquiera de nuestros argumentos con las palabras ¡porque soy tu madre! Brrrrr, se me pone el pellejo de gallina. Igual acontecía cuando por algún desatino del destino cometías una falta a tus obligaciones, inmediatamente cual pitonisa profetizaba: “cuando tengas hijos te vas a acordar de mí”, hasta el momento tal augurio no ha sido comprobado, espero que ni se cumpla, si a los ajenos no los aguanto ahora los propios, esta cañón... ¡Madre, por eso te admiro, mira que soportar berrinches y caprichos de tus cuatro hijos!
En la infancia como que mamá tenía por las calles del barrio cámaras tipo Big Brother, pues continuamente te sorprendía en pleno chirotear, apareciendo de la nada por arte de magia con las lapidarias: ¡te aplacas o te aplaco! Chin, pues ahí uno solamente se auto ponía él estate sosiego. Peor aún, cuando en una de esas travesuras te ocurría un accidente físico, mientras ella proporcionaba los primeros auxilios solía exclamar: ¡te lo dije, pero quién te manda… eso que te pasó me duele más a mí que a ti! Si la herida o torcedura del accidente sufrido causaba dolor, esas palabras como que te provocaban dolor de muelas en el corazón. También aprendiste que cuando los objetos no se encuentran donde los habías dejado, ellos nunca se movían por si solos, o sea, pon a trabajar tu memoria por favor.
De no haber sido por toda las enseñanzas que cada una de las frases antes citadas encerraban, tal vez hubiera sido abyecto, más grosero e irresponsable, por todo lo anterior mi cabecita de algodón y el milagro de la vida que me brindaste, no tengo palabras para agradecerte, pero tus expresiones siempre las recordaré con cariño.
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