En últimas fechas mi ánimo se encuentra entusiasmado, pues un tal Paul Fletch de Harlsden, ubicado al noroeste de Londres en Inglaterra, quien asegura trabajar en el Santander City Bank de ese país, me comunica vía correo electrónico que es el contador personal del señor Ron Bramlage, empresario estadounidense que lamentablemente perdió la vida el 7 de junio del año 2012 junto con su esposa y sus cuatro hijos, cuando su avioneta se estrelló en una zona pantanosa de la Florida Central.
Al no tener familiar alguno, el contador Harlsden por una hermosa casualidad del destino ubicó mi dirección electrónica con el firme propósito de compartir la nada deleznable cantidad de trece millones setecientos mil libras, con tan sólo proporcionarle por E-mail mis datos personales, obviamente que no iba a dejar pasar esta oportunidad y lo más rápido posible se los envié, pues sólo tenía cinco días hábiles para hacerme millonario.
Ahí no acaba el regocijo, pues la dicha y prosperidad tocan a mi bandeja de entrada por segunda ocasión, ya que en esa misma semana recibí dos correos más, el primero de ellos era de la Señorita Sylvie Kamara, hija de un rico empresario cafetalero y terrateniente colombiano, quien al morir heredó a la señorita Kamara nueve millones setecientos mil euros, más su tío paterno por este hecho y corroído por la envidia ha intentado en más de una ocasión de asesinarla para quedarse con los centavos, razón por la cual en su desesperación buscó en la red y al ver mi dirección electrónica, una corazonada le inspiró confinancia hacia mi persona, motivo por el cual desea compartir su legado conmigo siempre y cuando le remita por correo el número de mi cuenta de ahorros; ya lo hice, y ahora sólo resta esperar a que se engorde mi capital.
La segunda oportunidad llegó por la misma vía, una mujer de 49 años, llamada Luciana Hernández, quien dijo ser de nacionalidad francesa –¡que la verdad no le encuentro lo afrancesado al apelativo!– y que se encuentra bajo cuidados intensivos en un hospital del Reino Unido; dama gustosa de hacer feliz a familias de escasos recursos y pobreza extrema, personas huérfanas y a jóvenes empresarios que buscan financiamiento para desarrollar áreas de negocios; ese día tuvo el ferviente deseo de satisfacer las necesidades económicas de una persona anónima en la web, ¿y a quién creen que eligió?
A este su inseguro servidor, si, efectivamente de los millares de cuentas de correo electrónicas que existen en el mundo, esta moribunda mujer, seleccionó la mía para donarme la suma de cinco millones de dólares americanos, y lo único que tuve que hacer para que me los haga llegar es responder a su correo proporcionándole mi número de tarjeta de débito y el de la cuenta bancaria, ahora estoy a la espera de todos esos billetes que asegurarán mi futuro, ¡la verdad no tengo palabras para agradecer la infinita bondad de estas generosas personas!
De igual forma, expreso mi gratitud a quienes administran cierta dirección electrónica, cuya capacidad futurológica me previene antes de que se sature la bandeja de mi correo electrónico, pues cada vez que me advierten y en cuanto doy clic en su dirección para validar mis datos, a las pocas horas se llena con miles de correos que ni conozco, ¡es increíble eso que hacen de anticipar los sucesos!
No creo que todo lo anterior sea una estafa, ya que estoy seguro de que esa lotería que continuamente gano sin comprar un número o la posible clausura temporal del Facebook y del correo electrónico comercial que empleo si no lo difundo entre mis contactos, si son embustes producto del ingenio de algún charlatán cibernético, además tengo la plena seguridad de que quienes administran las cuentas de imeil que utilizo constantemente detectan y bloquean los mensajes fraudulentos en el servidor de correo, ¿o tal vez no?
Son una serie de artículos que ya han sido publicados en diversos periodícos locales.
miércoles, 26 de junio de 2013
miércoles, 19 de junio de 2013
Zombicelularidad
La serie de televisión “The Walking Dead”, trata sobre un apocalipsis donde imperan los zombis sobre los escasos sobrevivientes humanos, durante cuarenta minutos uno es testigo frente a la cajita idiota de diversas peripecias que los hombres y mujeres viven con tal de emanciparse de esas abominaciones. Pues algo semejante a esa epidemia de zombis ocurre con el uso de los diversos dispositivos móviles como los celulares, Smartphone y tablets, por las personas quienes se olvidan del exterior al estar sumergidos en el interior de las pantallas de estos aparatos.
Es común toparnos por las calles de la ciudad a personas que como sonámbulos deambulan con la mirada clavada en la pantalla de su celular, incluso a veces con tal de comprender el contenido del mensaje, se detienen abruptamente provocando choques con las que les siguen los pasos, es más, hasta cruzan las avenidas ignorando semáforos y el peligro del tráfico vehicular, otros conducen sus autos con la mirada blanca puesta en la lectura o redacción de los mensajes de texto.
Tal epidemia de zombis es contagiosa, sólo basta con tener un celular, Smartphone o tablet y el sujeto inmediatamente dejará de levantar su cabeza, explotará a carcajadas sólo, se aislará de la civilización y cuando alguien le hable sobre equis tema no pondrá atención alguna, en pocas palabras se volverá un autista; entonces al igual que la citada serie televisiva, madres, padres, jefes de trabajo y profesores lucharán contra estas aberraciones, pues experiencia ya la tienen, debido a que continuamente enfrentan los peligrosos baches tipo cráteres lunares de las mortales avenidas con su zigzagueante automóvil, igual como escapan del atestado periférico a las horas pico, tal cual como combaten la maligna burocracia quienes hacen lo fácil difícil gracias a su inútil proceder, en tiempos donde los servidores públicos se han convertido en autoridad.
Si antaño las amas de casa enfrentaban situaciones difíciles al intentar quitar a sus hijos de enfrente al televisor, con tal de llevarlos al comedor o se tomaran un baño; las de hoy les cuesta más trabajo, pues el enemigo ahora es portátil. Las actuales generaciones que durante nueve meses de gestación estuvieron unidos al cordón umbilical, ahora desde los tres años de vida y hasta que el cuerpo aguante vivirán conectados a internet, si van a preescolar ya tienen celular, objeto que sus ancestros nunca ocuparon, sus juegos son más sedentarios –he aquí porqué existe tanta obesidad infantil en nuestro país, se aburren con facilidad y los gadgets o dispositivos electrónicos son sus juguetes.
Los abnegados docentes, para ser escuchados tienen que cortar de tajo esos hilos que penden de las orejas de sus alumnos, ponerse cascarrabias cuando el WhatsApp los saca del tema de la clase, utilizar sarcasmo como arma intimidante en el momento que los descubre twitteando o dialogando con sus contactos en Facebook; hoy las escuelas por más intentos que hagan para ejercitar la memoria a largo o ya de perdida a corto plazo de los estudiantes, les resultará imposible, pues saben de sobra que sus discípulos cuentan con las de sus celulares que registran imágenes, videos y sonidos, ¿entonces para qué desperdiciar un tiempo precioso en algo inútil?
¿Cuál es la táctica para acabar con la invasión de zombis? Si es padre o madre, cuando su vástago le pida con berrinche un artilugio tecnológico y usted ante el remordimiento de querer llenar el hueco de comunicación con él no tiene más remedio que comprárselo, explíquele que ese aparato no es la vida en sí, ni tampoco es vital el permanecer las 24 horas alienado en esa pantallita; si es docente, intente llegar a un acuerdo entre la tecnología que sus alumnos utilizan y los contenidos programáticos de las asignaturas, para que se apoyen en la difícil situación de avanzar académicamente, si no logra tal conciliación, por favor no sucumba y termine siendo un zombi más, de esos que convierten una reunión en cibercafé al estar todos sumergidos en el infinito espacio de sus pequeñas pantallas.
Es común toparnos por las calles de la ciudad a personas que como sonámbulos deambulan con la mirada clavada en la pantalla de su celular, incluso a veces con tal de comprender el contenido del mensaje, se detienen abruptamente provocando choques con las que les siguen los pasos, es más, hasta cruzan las avenidas ignorando semáforos y el peligro del tráfico vehicular, otros conducen sus autos con la mirada blanca puesta en la lectura o redacción de los mensajes de texto.
Tal epidemia de zombis es contagiosa, sólo basta con tener un celular, Smartphone o tablet y el sujeto inmediatamente dejará de levantar su cabeza, explotará a carcajadas sólo, se aislará de la civilización y cuando alguien le hable sobre equis tema no pondrá atención alguna, en pocas palabras se volverá un autista; entonces al igual que la citada serie televisiva, madres, padres, jefes de trabajo y profesores lucharán contra estas aberraciones, pues experiencia ya la tienen, debido a que continuamente enfrentan los peligrosos baches tipo cráteres lunares de las mortales avenidas con su zigzagueante automóvil, igual como escapan del atestado periférico a las horas pico, tal cual como combaten la maligna burocracia quienes hacen lo fácil difícil gracias a su inútil proceder, en tiempos donde los servidores públicos se han convertido en autoridad.
Si antaño las amas de casa enfrentaban situaciones difíciles al intentar quitar a sus hijos de enfrente al televisor, con tal de llevarlos al comedor o se tomaran un baño; las de hoy les cuesta más trabajo, pues el enemigo ahora es portátil. Las actuales generaciones que durante nueve meses de gestación estuvieron unidos al cordón umbilical, ahora desde los tres años de vida y hasta que el cuerpo aguante vivirán conectados a internet, si van a preescolar ya tienen celular, objeto que sus ancestros nunca ocuparon, sus juegos son más sedentarios –he aquí porqué existe tanta obesidad infantil en nuestro país, se aburren con facilidad y los gadgets o dispositivos electrónicos son sus juguetes.
Los abnegados docentes, para ser escuchados tienen que cortar de tajo esos hilos que penden de las orejas de sus alumnos, ponerse cascarrabias cuando el WhatsApp los saca del tema de la clase, utilizar sarcasmo como arma intimidante en el momento que los descubre twitteando o dialogando con sus contactos en Facebook; hoy las escuelas por más intentos que hagan para ejercitar la memoria a largo o ya de perdida a corto plazo de los estudiantes, les resultará imposible, pues saben de sobra que sus discípulos cuentan con las de sus celulares que registran imágenes, videos y sonidos, ¿entonces para qué desperdiciar un tiempo precioso en algo inútil?
¿Cuál es la táctica para acabar con la invasión de zombis? Si es padre o madre, cuando su vástago le pida con berrinche un artilugio tecnológico y usted ante el remordimiento de querer llenar el hueco de comunicación con él no tiene más remedio que comprárselo, explíquele que ese aparato no es la vida en sí, ni tampoco es vital el permanecer las 24 horas alienado en esa pantallita; si es docente, intente llegar a un acuerdo entre la tecnología que sus alumnos utilizan y los contenidos programáticos de las asignaturas, para que se apoyen en la difícil situación de avanzar académicamente, si no logra tal conciliación, por favor no sucumba y termine siendo un zombi más, de esos que convierten una reunión en cibercafé al estar todos sumergidos en el infinito espacio de sus pequeñas pantallas.
miércoles, 12 de junio de 2013
El ojo de la cerradura
Entre las inmediaciones de la cafetería y el edificio administrativo de los bachilleratos 1, 2 y 3 del Campus Colima se ubica un edificio que alberga tres aulas, al final de una de ellas existe un enorme muro de piedra en cuyo extremo izquierdo a medio metro antes de llegar al suelo se sitúa una cerradura enclavada, inerte y enmohecida por el paso del tiempo; está ahí impidiendo que alguien pueda abrirla, pues se desconoce el paradero de su llave y más aún el enigmático contenido que resguarda.
Debido a que nadie sabe su origen y lo común que se vuelve con el paso del tiempo, la curiosidad por saber lo que hay detrás del muro se olvida cuando la generación cumple los primeros meses de estancia en ese espacio educativo; al principio los estudiantes especulan una serie de cosas que pasan detrás del ojo de la cerradura, como que es el acceso a otra dimensión donde existe un doble de cada integrante de la actual comunidad escolar, cuya personalidad es totalmente opuesta a la real, es decir, los estudiantes brillantes y los profesores de excelentes herramientas pedagógicas de nuestra realidad, en la otra dimensión son lo contrario, si la persona es de complexión robusta o si es de facciones no atractivas, en la realidad alterna es esbelta y una guapura.
Se cree que quien tiene la llave al introducirla por el ojo de la cerradura el muro se abrirá tipo novela de J. K. Rowling, además de que el único horario para ser abierto es a la media noche de un 29 de febrero, pues según la imaginación de los jóvenes un antiguo director del turno matutino ahí guardaba la infamia y malaondés de los estudiantes y profesores, más al morir éste fue sepultado con la llave para que nunca se pudieran salir esas vicisitudes malignas de las personas y se llevó a la tumba el secreto de cómo destruirlas.
Hay quienes aseguran que al abrir el muro entrarás a un portal que conducirá a otro plantel educativo, donde es posible observar a chicas jugando basquetbol con largas faldas que apenas dejan entrever sus tobillos, jóvenes de cabello engomado por la vaselina cargando sus útiles escolares, y si caminas por los pasillos seguramente podrás ver en alguna de las rústicas aulas al profesor Gregorio Macedo López embelesar a sus atentos discípulos con la epopeya griega o el poema más antiguo llamado la Ilíada, rompiendo el mito de que Homero a quien algunos consideran el autor de esta obra no era un solo hombre, sino varios que pertenecían a una sociedad de poetas llamados los Homēridai. Además en ese lugar no se puede permanecer más de una hora clase, pues si continúas allí corres el riesgo de quedarte para siempre, ¡qué no estaría nada mal!
Otras generaciones estudiantiles más recientes afirman que la Eminencia, guardó detrás del submundo que protege el muro una colección de mantras cuya función era enfocar y tranquilizar la mente de los alumnos, protegiéndolos contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción negativos generados por el ocio, más al no regresar éste de su viaje no hay quien las libere, razón por la cual existe tanta falta de concentración por el estudio.
Hace unos días supe el propósito y la función de la cerradura en el muro, pero no la voy a decir, pues es más productivo que este objeto siga despertando la fantasía de nuestros alumnos, en épocas donde el cine, la programación de la televisión, la internet y la telefonía móvil han castrado esa hermosa capacidad de asombro, que permite al sujeto manipular la información de forma intrínseca, creando representaciones que únicamente se perciben por los sentidos de la mente, y si lo que ven los jóvenes por el ojo de la cerradura abre su imaginación, más vale guardar el secreto para siempre.
Debido a que nadie sabe su origen y lo común que se vuelve con el paso del tiempo, la curiosidad por saber lo que hay detrás del muro se olvida cuando la generación cumple los primeros meses de estancia en ese espacio educativo; al principio los estudiantes especulan una serie de cosas que pasan detrás del ojo de la cerradura, como que es el acceso a otra dimensión donde existe un doble de cada integrante de la actual comunidad escolar, cuya personalidad es totalmente opuesta a la real, es decir, los estudiantes brillantes y los profesores de excelentes herramientas pedagógicas de nuestra realidad, en la otra dimensión son lo contrario, si la persona es de complexión robusta o si es de facciones no atractivas, en la realidad alterna es esbelta y una guapura.
Se cree que quien tiene la llave al introducirla por el ojo de la cerradura el muro se abrirá tipo novela de J. K. Rowling, además de que el único horario para ser abierto es a la media noche de un 29 de febrero, pues según la imaginación de los jóvenes un antiguo director del turno matutino ahí guardaba la infamia y malaondés de los estudiantes y profesores, más al morir éste fue sepultado con la llave para que nunca se pudieran salir esas vicisitudes malignas de las personas y se llevó a la tumba el secreto de cómo destruirlas.
Hay quienes aseguran que al abrir el muro entrarás a un portal que conducirá a otro plantel educativo, donde es posible observar a chicas jugando basquetbol con largas faldas que apenas dejan entrever sus tobillos, jóvenes de cabello engomado por la vaselina cargando sus útiles escolares, y si caminas por los pasillos seguramente podrás ver en alguna de las rústicas aulas al profesor Gregorio Macedo López embelesar a sus atentos discípulos con la epopeya griega o el poema más antiguo llamado la Ilíada, rompiendo el mito de que Homero a quien algunos consideran el autor de esta obra no era un solo hombre, sino varios que pertenecían a una sociedad de poetas llamados los Homēridai. Además en ese lugar no se puede permanecer más de una hora clase, pues si continúas allí corres el riesgo de quedarte para siempre, ¡qué no estaría nada mal!
Otras generaciones estudiantiles más recientes afirman que la Eminencia, guardó detrás del submundo que protege el muro una colección de mantras cuya función era enfocar y tranquilizar la mente de los alumnos, protegiéndolos contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción negativos generados por el ocio, más al no regresar éste de su viaje no hay quien las libere, razón por la cual existe tanta falta de concentración por el estudio.
Hace unos días supe el propósito y la función de la cerradura en el muro, pero no la voy a decir, pues es más productivo que este objeto siga despertando la fantasía de nuestros alumnos, en épocas donde el cine, la programación de la televisión, la internet y la telefonía móvil han castrado esa hermosa capacidad de asombro, que permite al sujeto manipular la información de forma intrínseca, creando representaciones que únicamente se perciben por los sentidos de la mente, y si lo que ven los jóvenes por el ojo de la cerradura abre su imaginación, más vale guardar el secreto para siempre.
miércoles, 5 de junio de 2013
Habladurías
A lo largo de nuestra vida vamos acuñando un diccionario coloquial de palabras o slang como los gringos les llaman, pues al aprender a hablar un idioma, que en nuestro caso es el castellano, los horizontes del lenguaje se amplían conforme vamos socializando; desde pequeños a través de nuestros oídos y la vista es como nos apropiamos de palabras que sirven para expresar nombres de objetos, animales, cosas y lo más importante, expresar sentimientos o también para entrelazar frases con cierto sentido irónico.
Algunas veces esas palabras conforme se vulgarizan, adquieren cierta popularidad, es decir, las ponemos de moda entre nosotros al emplearlas continuamente, es más, creo que algunas personas sienten cierto aire de actualidad cuando las utilizan, o sea, se consideran modernos, es por eso que ahora cuando experimentamos admiración, sorpresa o molestia, decimos ¡chale! Palabra que ha venido a destituir al arcaico caray, carajo o caramba.
Son palabras que imponen un estilo de hablar tan común que se integran a nuestro lenguaje, sólo basta recordar el choteadísimo – acabo de emplear una– wey, así con doble u, pues con B, haríamos alusión al macho bovino castrado, dedicado específicamente al engorde y sacrificio, ¿será que cuando alguien te dice de esa forma está refiriendo un insulto a tu persona? Tal palabra desde su presentación mediática en el supuesto reality show región cuatro Big Brother, cuando los simplones inquilinos de la casa para expresar una oración empleaban el wey como especie de coma, heredaron a los televidentes esta aberración abominable al habla nacional, lo cual a partir de ahí todos se tratan de weyes entre una oración y otra, dando la impresión de que nuestro lenguaje es tan limitado.
De un tiempo a la fecha se ha sumado a la jerga coloquial una palabrita, que está en boca de todos los que se despiden vía telefónica, me refiero al bye, que es el equivalente en inglés al “adiós” o “hasta luego”, en fin, es sinónimo de despedida; más lo chistosito de ello, es que incluso después o antes del “bai” quien se despide lo hace en dos idiomas, pues suelen decir “Hasta luego, bye” o “adiós, bai”. Como toda habladuría, es empleado por diversas edades, a pesar de que los mayorcitos se escuchen patéticos diciéndolo, ellos lo emplean, ¡pues están a la moda wey!
Pese a que con ello corramos el riesgo de convertirlo en un anglicismo que se sumará a nuestro castellano, más pienso que lo continuaremos utilizando hasta que pase a la ignominia como aquel setentero “hello”, que nuestros antepasados recurrían para contestar una llamada telefónica, tipo película del gabacho –por cierto, gabacho se les decía a las personas que habitaban el río Gabas en Francia, y ahora es equivalente a lo oriundo de los Estados Unidos.
Amigo, si usted tiene cara de nopal sin rasurar y nariz de chile relleno, es de los que hace una fiesta para ochenta y le llegan doscientas, siempre es impuntual en cualquier cita, piensa que el mejor remedio para el malestar estomacal es el limón, que el resfriado y la tos se quitan con tequila, confía más en el diagnóstico del hechicero que el del médico, donde una vez hubo cintura cuelgan más artilugios tecnológicos que a Bob el Constructor, considera que los representantes deportivos cuando ganan es por chiripa, no puede negar que es mexicano y déjese de mamarrachadas, entonces antes de colgar una llamada limítese a decir sólo hasta luego o adiós.
Algunas veces esas palabras conforme se vulgarizan, adquieren cierta popularidad, es decir, las ponemos de moda entre nosotros al emplearlas continuamente, es más, creo que algunas personas sienten cierto aire de actualidad cuando las utilizan, o sea, se consideran modernos, es por eso que ahora cuando experimentamos admiración, sorpresa o molestia, decimos ¡chale! Palabra que ha venido a destituir al arcaico caray, carajo o caramba.

De un tiempo a la fecha se ha sumado a la jerga coloquial una palabrita, que está en boca de todos los que se despiden vía telefónica, me refiero al bye, que es el equivalente en inglés al “adiós” o “hasta luego”, en fin, es sinónimo de despedida; más lo chistosito de ello, es que incluso después o antes del “bai” quien se despide lo hace en dos idiomas, pues suelen decir “Hasta luego, bye” o “adiós, bai”. Como toda habladuría, es empleado por diversas edades, a pesar de que los mayorcitos se escuchen patéticos diciéndolo, ellos lo emplean, ¡pues están a la moda wey!
Pese a que con ello corramos el riesgo de convertirlo en un anglicismo que se sumará a nuestro castellano, más pienso que lo continuaremos utilizando hasta que pase a la ignominia como aquel setentero “hello”, que nuestros antepasados recurrían para contestar una llamada telefónica, tipo película del gabacho –por cierto, gabacho se les decía a las personas que habitaban el río Gabas en Francia, y ahora es equivalente a lo oriundo de los Estados Unidos.
Amigo, si usted tiene cara de nopal sin rasurar y nariz de chile relleno, es de los que hace una fiesta para ochenta y le llegan doscientas, siempre es impuntual en cualquier cita, piensa que el mejor remedio para el malestar estomacal es el limón, que el resfriado y la tos se quitan con tequila, confía más en el diagnóstico del hechicero que el del médico, donde una vez hubo cintura cuelgan más artilugios tecnológicos que a Bob el Constructor, considera que los representantes deportivos cuando ganan es por chiripa, no puede negar que es mexicano y déjese de mamarrachadas, entonces antes de colgar una llamada limítese a decir sólo hasta luego o adiós.
miércoles, 29 de mayo de 2013
Frases gastronómicas

Siempre hay una frase para cada momento o persona, es por ello que a esos ansiosos, los que continuamente se encuentran desesperados cuando están a la espera de algo o alguien, por ser tan impacientes suelen utilizar la frase: se me cuecen las habas; cuando escuchamos al presumido que le gusta hacer alarde de todo lo que tiene y lo que no también, exclamamos ¡de lengua me como un taco! También aplica esa de ponerle crema a los tacos, es decir, individuo que adereza las anécdotas con salsa de exageración.
Es común que al acudir a la playa o las albercas se disfrute del agasajo visual brindado por cuerpos humanos, el saboreo de esos manjares ajenos nos hace echarnos un taco de ojo, y más aún cuando los bocadillos están en su mero mole, eso excluye a las pobres damiselas que presumen un físico que no tienen y que se creen la última coca-cola en el desierto, o sea, esas tipas soberbias que vienen sin destapador; pero si el hervor interior ya nos invadió y queremos que nuestra pareja nos apague la estufa, corremos el riesgo de comernos la torta antes del recreo, cayendo en la confusión de que degustar la torta es el recreo, después no nos quejemos de esos retoños frutos de la desesperación y glotonerías de bajarnos por los chescos, ¡uf, qué intenso!
A las personas sinceras, las clasificamos como las que hablan al chile, o sea, las que no se andan con rodeos ni a medios chiles, esas que no se rajan como jalapeños a diferencia de los que son unos hijos de la guayaba, si efectivamente esos que se pasan de tueste sin ser pepitas de calabaza, los que no son como usted y sus hermanos, sujetos que a veces nos dan ganas de partirles su mandarina a gajos, expresión cítrica imaginaria que intenta saciar nuestros instintos más agrios. Al engaño le decimos hacer de chivo los tamales, platillo hecho con masa de maíz rellena de embustes y transas envuelta en hojas de elote, y cuando uno inocentemente se cerciora del engaño, pues no queda más remedio que hacer de tripas corazón, o sea, manifestar resistencia a través de un entripado cardiaco de resignación.
Al sujeto irritante que fastidia o es muy insistente en algo, solemos decirle no mameyes en tiempos de aguacate, si continúa con lo mismo, simplemente se la hacemos de jamón, incitándolo a los tortazos con tal de demostrarle que aquí mis chicharrones truenan, lugar específico donde el crujir propio resuena, si la situación se pone violenta luego viene ese líquido espeso que circula por las venas de un poblano, el mole. También es común que al observar a alguien realizar algo con calidad y excelencia, exclamar que se cree el muy salsa, debido a que nuestro estado mental se condimenta de dolor o desdicha por no poder hacer lo que otros sí pueden.
Con tanta glotonería lingüística tal vez aumentemos de peso nuestro ego, lo recomendable es poner a dieta el vocabulario, pues por andar de hablador nos pueden echar al plato, por el simple hecho de meter nuestra cuchara donde no debemos, pero si nos hacemos de la boca chiquita tal vez incomodemos a alguien, es por ello que mientras sean peras o sean manzanas, ese análisis profundo que nos lleva a la disyuntiva entre pomáceas excluyentes, enfrentemos la vida con nuestra mejor mazorca, sonrisa que deja entrever los finos granos de elote del interior de la boca, que muchas veces rompe el turrón, es decir, desbarata de tajo la dureza social de nuestro entorno, y olvídese de que los huevos no son al gusto, sino al gusto de los de usted.
miércoles, 22 de mayo de 2013
¡No me gusta la escuela!
Hace algunos años un eminente pedagogo brasileño dijo “Educar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas”, tal frase me remite a los años cuando mi madre preocupada por la educación del menor de sus hijos, decidió inscribirlo en la primaria, espacio donde éste se dio cuenta que existían compañeros de clases que encontraban divertido abusar del inocente o torpe del grupo e incluso el profesor patrocinaba con su sarcasmo tales abusos; gracias a su corta estancia en ese horrible lugar, pudo darse cuenta que además de su nombre de pila tenía hasta diez ridículos sobrenombres, si a ello le agregamos que las acciones que emprendía inmediatamente se convertían en adjetivos llenos de mofa y que las ropas con las que siempre había vestido no eran de la calidad de sus compañeros, razón por la cual éstos lo hacían sentir como personaje de la película “Nosotros los pobres”.
Tales circunstancias lo motivaron a abandonar la educación escolarizada por once años; a la edad de quince impulsado por la preocupación nuevamente de su mamá de que el más pequeño de la familia no tuviera esa palanca de cambios intelectual que es la educación, decide regresar para descubrir que nada había cambiado en las aulas, pues los alumnos continuaban haciendo un western escolarizado, mas ahora estaba peor, pues al que participaba o externaba alguna opinión sobre el tema, lo marginaban o simplemente amedrentaban sus ímpetus por aprender con una burla generalizada y a los profesores aun no les remordía la conciencia por educar en la arcaica cultura de la repetición con lo cual fomentaban la apatía por la educación.
Conforme avanzaba por los niveles de escolaridad se enfrascaba en el perverso proceso de aprender lo que las asignaturas no incluían en sus contenidos programáticos, como la difusa idea de investigación en donde toda actividad académica se cumple copiando textualmente la información de los libros, sin una pizca de aporte personal –de todas formas, si redactaba su modesta opinión, el incrédulo profesor ni las leía o no le daba crédito; reconoció que un alumno es brillante entre sus compañeros si logra demostrar esa habilidad para el plagio durante los exámenes y verle la cara de pelele al aplicador; también supo que no existe mejor proeza estudiantil como lo es copiar la tarea minutos antes de entregársela al catedrático.
En los niveles escolares pudo darse cuenta que algunos de los profesores al jubilarse, heredaban a sus hijos sus plazas, y una vez en el ejercicio, éstos a veces dejaban mucho que desear, pues al no haberles retribuido esfuerzo alguno su empleo, valoraban poco la práctica profesional que ejercían, pues se convertían en docentes que gustosos recibían su salario sin un ápice de vocación; descubrió que los difíciles trabajos escolares, una vez calificados terminaban empolvándose en los laboratorios o bodegas escolares sin ningún uso didáctico, ¿entonces para qué tanto esfuerzo?
Después de haber cursado la opción técnica en topografía, que por esa fecha ofertaba un conocido bachillerato villalvarense, no entró en disonancia vocacional alguna, simplemente se inscribió en la licenciatura donde fue cortésmente invitado por la en ese entonces directora, quien le motivó sobre el ejercicio de la práctica profesional de un pedagogo; al egresar de la educación superior intentó demostrar a quienes les insistían que para hallar trabajo no hacía falta tener un título y que por el simple hecho de contar con uno no nos hace superior a los demás, pues lo importante de cursar una licenciatura es encontrar la utilidad a todos los conocimientos que se adquirieron en ella.
Esa persona por una casualidad hermosa del destino ha pasado quince años de su vida laboral dentro del ámbito educativo, ya sea como docente o administrativo, y tal experiencia le ha enseñado que a los que les agrada la educación y disfrutan de ella son los que hacen un certero proceso de aprendizaje, y a quienes no, pues simplemente buscan culpables de la supuesta “mala educación”.

Conforme avanzaba por los niveles de escolaridad se enfrascaba en el perverso proceso de aprender lo que las asignaturas no incluían en sus contenidos programáticos, como la difusa idea de investigación en donde toda actividad académica se cumple copiando textualmente la información de los libros, sin una pizca de aporte personal –de todas formas, si redactaba su modesta opinión, el incrédulo profesor ni las leía o no le daba crédito; reconoció que un alumno es brillante entre sus compañeros si logra demostrar esa habilidad para el plagio durante los exámenes y verle la cara de pelele al aplicador; también supo que no existe mejor proeza estudiantil como lo es copiar la tarea minutos antes de entregársela al catedrático.
En los niveles escolares pudo darse cuenta que algunos de los profesores al jubilarse, heredaban a sus hijos sus plazas, y una vez en el ejercicio, éstos a veces dejaban mucho que desear, pues al no haberles retribuido esfuerzo alguno su empleo, valoraban poco la práctica profesional que ejercían, pues se convertían en docentes que gustosos recibían su salario sin un ápice de vocación; descubrió que los difíciles trabajos escolares, una vez calificados terminaban empolvándose en los laboratorios o bodegas escolares sin ningún uso didáctico, ¿entonces para qué tanto esfuerzo?
Después de haber cursado la opción técnica en topografía, que por esa fecha ofertaba un conocido bachillerato villalvarense, no entró en disonancia vocacional alguna, simplemente se inscribió en la licenciatura donde fue cortésmente invitado por la en ese entonces directora, quien le motivó sobre el ejercicio de la práctica profesional de un pedagogo; al egresar de la educación superior intentó demostrar a quienes les insistían que para hallar trabajo no hacía falta tener un título y que por el simple hecho de contar con uno no nos hace superior a los demás, pues lo importante de cursar una licenciatura es encontrar la utilidad a todos los conocimientos que se adquirieron en ella.
Esa persona por una casualidad hermosa del destino ha pasado quince años de su vida laboral dentro del ámbito educativo, ya sea como docente o administrativo, y tal experiencia le ha enseñado que a los que les agrada la educación y disfrutan de ella son los que hacen un certero proceso de aprendizaje, y a quienes no, pues simplemente buscan culpables de la supuesta “mala educación”.
miércoles, 8 de mayo de 2013
Desahogo electrónico
Siglo veintiuno, la información como siempre fluye por los medios clásicos como la radio y el televisor, más ahora cuenta con un aliado que le permite llegar las notas importantes con mayor rapidez, pues gracias a la internet y sus intrépidos usuarios que no descuidan detalle alguno con tal de mantener enterados a sus contactos sobre los acontecimientos relevantes que se suscitan a su alrededor.
En la actualidad los reporteros que se quemaron las pestañas y exprimieron sus neuronas en las universidades, compiten con esas personas que sin ningún estudio en el ramo de la prensa, sacan fotografías y videos con sus tablets o celulares a los accidentes automovilísticos, asaltos, injusticias sociales tanto de personas como de animales, asesinatos y demás crímenes, para postearlos en las redes sociales, luego cualquier comentarista las convierte en notas de la programación que se transmite por radio o televisión.
Ante tal vorágine en que vivimos el diario acontecer, no es motivo de sorpresa que ahora nuestros sentimientos también los expresemos a través de los medios tecnológicos que existen, pues si alguien cumple años, lo más recurrente es enviarle un mensaje de texto con las literales “H-Bday”, cuyo significado anglosajón es “Happy Birthday”, o sea, feliz cumpleaños –así o más fresa–; es día del amor, gracias a la publicidad amaneciste más romántico –no jarioso– que ayer, entonces le envías por celular a tu pareja las letras “TQM”, que no significan, “Tenemos Queso Manchego”, es una contracción del “Te Quiero Mucho” –ojo con eme de mucho, no de Matar–, y cuando le das send suspiras como Miss Piggy por su amado la Rana René.
Si no tienen saldo en el teléfono y eres de los que fueron influenciados durante las décadas de los ochentas y parte de los noventas por el slogan de la PROFECO, “regale afecto, no lo compre”, recurres al internet y buscas algún sitio donde puedas obtener “tarjetas” gratis de felicitación; te esmeras por encontrar la que más aplicaciones multimedia tenga, pues esa personita lo vale y se le haces llegar por correo electrónico, teniendo la plena seguridad que al hacerlo de esta forma lo más seguro es que comprometerás a que tu pareja te responda de la misma manera, ¡así de frías son las relaciones sentimentales en el nuevo siglo!
De igual forma utilizas los medios electrónicos como especie de trinchera, para declararle la guerra a ese que detestas o no soportas, también es muy socorrido por los cobardes que no se sinceran para decirles a sus amigos cara a cara las cosas que no les gusta verles hacer o las acciones que de ellos les incomodan, es como si los mensajes de texto y correos electrónicos se convirtieran en especie de desahogos electrónicos, donde a la gente con tal de manifestarse no les importa gastar su crédito, la batería y lo peor su dignidad al evitar expresar frente a los demás sus sentimientos.
Lo recomendable es que si vas a decirle que la amas, llévale flores o invítala a cenar; si le vas a decir a ese gorgojito que no lo soportas escúpeselo a la cara, ponte los guantes y súbete al cuadrilátero con él para comprobar quien es mejor a las trompadas, pero no te hagas como el avestruz.
En la actualidad los reporteros que se quemaron las pestañas y exprimieron sus neuronas en las universidades, compiten con esas personas que sin ningún estudio en el ramo de la prensa, sacan fotografías y videos con sus tablets o celulares a los accidentes automovilísticos, asaltos, injusticias sociales tanto de personas como de animales, asesinatos y demás crímenes, para postearlos en las redes sociales, luego cualquier comentarista las convierte en notas de la programación que se transmite por radio o televisión.

Si no tienen saldo en el teléfono y eres de los que fueron influenciados durante las décadas de los ochentas y parte de los noventas por el slogan de la PROFECO, “regale afecto, no lo compre”, recurres al internet y buscas algún sitio donde puedas obtener “tarjetas” gratis de felicitación; te esmeras por encontrar la que más aplicaciones multimedia tenga, pues esa personita lo vale y se le haces llegar por correo electrónico, teniendo la plena seguridad que al hacerlo de esta forma lo más seguro es que comprometerás a que tu pareja te responda de la misma manera, ¡así de frías son las relaciones sentimentales en el nuevo siglo!
De igual forma utilizas los medios electrónicos como especie de trinchera, para declararle la guerra a ese que detestas o no soportas, también es muy socorrido por los cobardes que no se sinceran para decirles a sus amigos cara a cara las cosas que no les gusta verles hacer o las acciones que de ellos les incomodan, es como si los mensajes de texto y correos electrónicos se convirtieran en especie de desahogos electrónicos, donde a la gente con tal de manifestarse no les importa gastar su crédito, la batería y lo peor su dignidad al evitar expresar frente a los demás sus sentimientos.
Lo recomendable es que si vas a decirle que la amas, llévale flores o invítala a cenar; si le vas a decir a ese gorgojito que no lo soportas escúpeselo a la cara, ponte los guantes y súbete al cuadrilátero con él para comprobar quien es mejor a las trompadas, pero no te hagas como el avestruz.
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