miércoles, 8 de mayo de 2013

Desahogo electrónico

Siglo veintiuno, la información como siempre fluye por los medios clásicos como la radio y el televisor, más ahora cuenta con un aliado que le permite llegar las notas importantes con mayor rapidez, pues gracias a la internet y sus intrépidos usuarios que no descuidan detalle alguno con tal de mantener enterados a sus contactos sobre los acontecimientos relevantes que se suscitan a su alrededor.

En la actualidad los reporteros que se quemaron las pestañas y exprimieron sus neuronas en las universidades, compiten con esas personas que sin ningún estudio en el ramo de la prensa, sacan fotografías y videos con sus tablets o celulares a los accidentes automovilísticos, asaltos, injusticias sociales tanto de personas como de animales, asesinatos y demás crímenes, para postearlos en las redes sociales, luego cualquier comentarista las convierte en notas de la programación que se transmite por radio o televisión.

Ante tal vorágine en que vivimos el diario acontecer, no es motivo de sorpresa que ahora nuestros sentimientos también los expresemos a través de los medios tecnológicos que existen, pues si alguien cumple años, lo más recurrente es enviarle un mensaje de texto con las literales “H-Bday”, cuyo significado anglosajón es “Happy Birthday”, o sea, feliz cumpleaños –así o más fresa–; es día del amor, gracias a la publicidad amaneciste más romántico –no jarioso– que ayer, entonces le envías por celular a tu pareja las letras “TQM”, que no significan, “Tenemos Queso Manchego”, es una contracción del “Te Quiero Mucho” –ojo con eme de mucho, no de Matar–, y cuando le das send suspiras como Miss Piggy por su amado la Rana René.

Si no tienen saldo en el teléfono y eres de los que fueron influenciados durante las décadas de los ochentas y parte de los noventas por el slogan de la PROFECO, “regale afecto, no lo compre”, recurres al internet y buscas algún sitio donde puedas obtener “tarjetas” gratis de felicitación; te esmeras por encontrar la que más aplicaciones multimedia tenga, pues esa personita lo vale y se le haces llegar por correo electrónico, teniendo la plena seguridad que al hacerlo de esta forma lo más seguro es que comprometerás a que tu pareja te responda de la misma manera, ¡así de frías son las relaciones sentimentales en el nuevo siglo!

De igual forma utilizas los medios electrónicos como especie de trinchera, para declararle la guerra a ese que detestas o no soportas, también es muy socorrido por los cobardes que no se sinceran para decirles a sus amigos cara a cara las cosas que no les gusta verles hacer o las acciones que de ellos les incomodan, es como si los mensajes de texto y correos electrónicos se convirtieran en especie de desahogos electrónicos, donde a la gente con tal de manifestarse no les importa gastar su crédito, la batería y lo peor su dignidad al evitar expresar frente a los demás sus sentimientos.

Lo recomendable es que si vas a decirle que la amas, llévale flores o invítala a cenar; si le vas a decir a ese gorgojito que no lo soportas escúpeselo a la cara, ponte los guantes y súbete al cuadrilátero con él para comprobar quien es mejor a las trompadas, pero no te hagas como el avestruz.

miércoles, 24 de abril de 2013

Costumbre

Es común que una persona cuando después de rifársela por conseguir un empleo para sobrevivir dignamente, encuentre uno y pasado cierto tiempo se familiarice con el puesto que desempeña dentro del sector laboral, además gracias a la rutina llega a creer que cada actividad es tan simple o común que su realización algunas veces la efectúa de forma inconsciente.

Por lo mecánico o automatizado que el ejercicio de un empleo imprime en quien lo desempeña, en varias ocasiones se pierde cierta sensibilidad humana, razón por la cual en algunas salas de urgencias de clínicas y hospitales es común que sin importar la gravedad del enfermo, la asistente médico, por el simple hecho de que éstos llegan caminando los obliga a esperar su turno, ¿qué no es urgencias?

Tal hecho me ha permitido ser testigo de la muerte de un paciente por infarto al miocardio y de una señora que en plena sala de espera sin ninguna esperanza dio a luz, provocando que parte de los acompañantes que ahí nos encontrábamos, sin haber hecho el juramento a Hipócrates tuviéramos que fungir de galenos, mientras los médicos en sus consultorios se encontraban a la espera.

Así nos hemos topado con profesores que llegan a creer que la educación de sus alumnos son esas diapositivas de PowerPoint que se esmeró en darle copy paste de Wikipedia o una hoja con las instrucciones de las Horas de Teoría Independiente, que ni siquiera logro comprender, pero que las aplica por el simple hecho de que un contenido programático se lo indica; igual acontece con ese servidor público que se ocupa por resolver asuntos particulares de índole doméstico en horas de oficina, ignorando la premura con la que requieren ser atendidos sus usuarios.

Hace unos días caminando sobre la banqueta del IMSS, escuché la plática de dos empleados de diferentes casas funerarias, esos tipos cuyo instinto de zopilote los hace estar a las afueras de hospitales a la espera de que su socia la calaca les pase la factura de algún difuntito, uno de ellos con cierto aire de elocuencia presumía al otro que ya tenía seguro a tres candidatos al otro mundo, mientras su rival en negocios de forma sarcástica le responde, “creo que te la pellizcaste, pues supe que a dos de ellos los van a pasar a piso”, a lo que ufanamente le responde, “no importa, uno tiene cáncer y el otro diabetes mellitus, o sea, de todas formas se van a morir. ¡Así que te agandallé de nuevo los clientes!

Imaginen cómo reaccionarían los familiares de los enfermos, si hubiesen escuchado la charla de estos trabajadores, lo más seguro es que les recordarían la memoria de su santa madrecita y la cancelación inmediata del contrato funeral, es más, buscarían una empresa ajena a ellos con tal de no saber de su non grata presencia y el trato inhumano respecto al dolor ajeno; he aquí un motivo por el cual la costumbre muchas veces nos ciega de lo esencial del empleo, el servicio y sobre todo el trato digno que nos merecemos cualquiera de nuestra especie, óigame, si el veterinario atiende muy bien a sus pacientes, porque uno que trata con humanos no lo va hace sentirse satisfecho por la asistencia que recibe.

miércoles, 17 de abril de 2013

Adoración

Cada vez que existe un periodo vacacional modifico algunas rutinas de mi vida común, por ejemplo, si antes caminaba rumbo al trabajo, por el hecho de estar de asueto no significa que vaya a dejar de practicar tan agradable terapia que sirve para mantener la rolliza figura y erradicar algunas toxinas, razón por la cual busco nuevos pasajes que me permitan deambular por lugares distintos cada día, entre las rutas que establezco incluyo el pintoresco camellón que conduce a los fieles devotos del Señor del Rancho de Villa.

Cuando me toca ir el martes, que es el día en que más concurrencia hay, resulta curioso observar como entre esos fervorosos creyentes acuden peregrinos que profesan la misma fe, que serían incapaces de faltar a su cita de cada martes con la misma religiosidad que lo hacen cada viernes, cuando acuden con la hechicera, para que les erradique los sortilegios y maleficios que probablemente sus familiares, vecinos o compañeros de trabajo les están haciendo; si, esos mismos cristianos que se hacen acompañar de sus hijos pequeños colgados de amuletos ocultos detrás de la ropa, para que nadie les cause “mal de ojo”.

Tampoco pueden fallar las señoras de lentes oscuros tipo pantalla de televisor que a pleno medio día caminan ataviadas en ropa deportiva con todo y su respectiva mascota, pues además de rendirle culto al Señor de la Expiración, aprovechan la caminata para perder esas libritas extras que la zumba no puede quitar, mientras los perros que estas pasean dejan sus gracias tras de sí, para que un distraído como yo se embarre el calzado.

Algunas veces coincido con cierta peculiar ancianita que recorre el camino llevando abrazada junto a su pecho una barnizada caja de madera, que al llegar al templo, la deposita en la escalinata del altar, una vez que allí la deja se retira a hincarse sobre el reclinatorio de las primeras bancas y saca de las bolsas del mandil un rosario dispuesta a pronunciar sus oraciones mientras recorre con sus rolados dedos las desgastadas cuentas; los niños curiosos se acercan a la caja e incluso los más inquietos hasta han abierto la tapa, con tal de saber qué guarda en su interior.

Movido por el morbo, esta vez decido esperar a que salga del templo, cuando la veo bajar el atrio de la iglesia me acerco y con maliciosa sonrisa la pregunto lo que contiene su cajita, ella responde muy alegremente, “es Carlos Manuel, mi marido”, al oír tan macabra afirmación de pronto comprendo por qué las madres de los chamacos que llegaron a abrirla, los reprendían tan severamente; enseguida la octogenaria como especie de justificación explica que cuando su esposo vivía, siempre iban juntos a Lo de Villa, cada martes no fallaban y se hicieron la promesa que si llegaba a faltar uno de los dos, quien quedara continuaría llevando al otro hasta extinguirse los dos, como esas veladoras que encienden alrededor del altar.

En estos tiempos de amores y matrimonios fugases, donde los enlaces de parejas homosexuales dan ejemplo de estabilidad, la anciana y su marido en la caja son una clara evidencia de que cuando se ama de verdad, se perpetúa el amor, son el romance más largo que he conocido, y lo más seguro es que en algún lugar se encontrarán, no sé dónde, pero lo más probable es que en el corazón y la imaginación ahí continúan amándose.

miércoles, 10 de abril de 2013

Depresión postvacacional

Si ya han pasado más de cuatro días que entró en vigor el Horario de Verano y aún no logras recuperar tus horas de sueño, entonces como péndulo cabeceas y no anotas ningún gol; si durante los tres primeros días que llevas laborando y hasta la fecha continúas experimentando sudoraciones, tu sistema nervioso se crispa, cada noche antes de acostarte sientes angustia del pensar que tendrás que madrugar, igual te incomoda el interactuar cada día con tus colegas de trabajo o ya de plano tienes un pinche humor de dragón amodorrado, además has llegado a pensar que tu rendimiento laboral está del carajo, lo más seguro es que no has superado el síndrome de la depresión postvacacional.

Efectivamente estimado lector, si presenta cualquiera de los síntomas antes mencionados, lo más probable es que padezca este trastorno que se produce a raíz de la presión de tener que regresar a su respectivo empleo, pues es común que después de un merecido receso, uno tiene que incorporarse a la vida productiva, digo no somos esos adinerados que se la viven en sus yates privados o en las suites de hoteles lujosos arranados rascándose la barriga y degustando los mejores manjares.

Olvídate de esa ilusión, ya pasó nuestra pequeña dosis de asueto, por eso no hay que regresar al trabajo con cara de que desayunaste jugo de limón o de enfermo terminal, nuestros compañeros no tienen culpa alguna de que seas el único imbécil que con este cambio climático se le ocurrió broncearse con tal de presumir que estuvo en la playa un día antes de concluir el periodo vacacional y lo más patético, te veas en medio de todos como un camarón lejos de su coctel.

Los usuarios a los que debemos de atender no tienen porqué pagar los platos rotos del mal humor que te ocasionó el cansancio de viajar por casi una semana en ese tour donde visitaron cuatro estados de la república y las noches las semidormiste sentado en los incómodos asientos del ruidoso autobús, que para colmo el chofer no cesaba de exhibir los más recientes estrenos cinematográficos en región pirata durante las jornadas nocturnas.

La fórmula más fácil para aliviar los síntomas de este síndrome, es mandar todo a la tiznada, pero tal válvula de escape no es recomendable para nosotros los clasemedieros, que como el buen Adán debemos ganarnos el pan con el sudor de la frente –imagino que ha de ser birote, digo por eso de lo salado.

Lo más recomendable es guardar el cansancio y el ocio para periodos donde podamos ponerlos en práctica y considerar cada jornada laboral como única e irrepetible, intentando obtener de ella nuevos aprendizajes que nos harán sentir ese gusto por lo que hacemos; pues lo rutinario como es sabido, uno mismo lo genera debido a la repetición que se vuelve monotonía en nuestras actividades, por eso debemos de vivir como si este día fuera el último, haciendo lo que mejor sabemos hacer de una manera excelente.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Los Colimotes

Todo mundo en algún momento de la vida hemos tenido uno, incluso hay quienes ni siquiera saben que lo tienen por mérito propio, otros se siente tan orgullosos del que les pusieron que prefieren que los llamen de esa forma en lugar de su verdadero nombre, me refiero al apodo, ese alias que suele dárseles a las personas considerando sus defectos corporales o ciertos detalles semejantes o comparativos con objetos y animales.

La palabra apodo según la Real Academia de la Lengua Española, proviene del latín apputāre que significa juzgar, acción que efectivamente se hace cuando designamos un mote a ciertos individuos, aquí apreciado lector no me salga con la mentira de que usted jamás ha puesto uno, todos hemos recurrido a ellos para dar nuestra modesta opinión sobre las cualidades y características particulares de la gente que sin conocerla a veces las juzgamos y en lugar de investigar su nombre real optamos por llamarlos por ese defecto que tienen.

Expertos señalan que ese tipo de lenguaje a la larga llega a estigmatizar a las personas, incluso existen apellidos que se han derivado de apodos; psicólogos consideran que es en la primaria y secundaria donde más se fomentan como violencia verbal que llega a afectar la autoestima y el rendimiento académico de quienes los reciben como una forma de identificación en el aula.

Otra característica de los apodos es que nadie está exento de ellos, es más, a algunos hasta les sobran; curiosamente a veces tienen su origen en el hogar, cuando los progenitores en lugar de llamar a su vástago por su nombre de pila, lo denominan “El Chiquito”, “Bodoquito”, “La Pirruña”. “Titino” hasta “Sopito de perro” si es el más pequeño de los hijos, ¡hágame usted el favor! También ya creciditos, en familias de varios integrantes a los padres les resulta más fácilmente identificarlos por motes, entonces ahí tienen su origen algunos emblemáticos que en los niveles básicos de educación se perpetuarán.

Por favor señores padres de familia, olvídense de esa artimaña de querer hacer que el nombre de sus hijos combine con el apellido, como el de Zoila Flor Del Campo o Reina De la Huerta Reyes, pues muchas veces ni caen en la cuenta de que en tales combinaciones se llegan a generar lapsus linguae que se transforman en originales albures, por lo tanto si es la familia Madero, por favor no le llama a su hija Alma, al igual si el apellido paterno es Galindo, ni se le ocurra ponerle Mónica o Verónica, mucho menos mezcle el nombre de Alma con Marcela y aparte si se apellida Rico, pues la pobre chica qué culpa tiene de que toda su vida la traten como una broma.

Por estar frente a grupo a los que ejercemos la docencia nos sobran apodos, lo más patético es que los estudiantes a pesar de que a varios de ellos por sus defectos físicos y carencias intelectuales les vendrían como anillo al dedo más de dos, pero en fin, ¡la zorra nunca se ve su cola! Para empezar es común que a los profesores que ya pintan canas les digan “cabeza de cebolla”, “mofeta” o “plateado”; los que ya no contamos con pasto en la azotea, o sea, los calvos, nos digan “frente de rodilla”, “Pelacuas”, “Cinco… pete”, entre otros más; en toda institución educativa no puede faltar ese arquetipo del magisterio que no enseña nada, nunca se interesa en el interés de sus estudiantes en cuanto a aprendizajes se refiere, pues al final todos aprobarán las asignaturas que éste imparte, incluso los que nunca entraron, por esa razón la raza lo llama “El Barco” o para hacerlo más de marketing “El Titanic”.

La envidia es otro factor que influye para que demos fe de bautismo a todos aquellos que nos superan en distintos rasgos, si nuestro vecino a duras penas cambió de coche, lo más seguro es que le nombremos “El Presumido”; misma dosis se le receta a la curvilínea damita de falda corta y escote prolongado, pues resulta que para las mujeres de escasos atributos ella es una “Cualquiera”, “suripanta” o que se dedica al oficio más antiguo del mundo, ¡y nos es precisamente la carpintería!

Existe otra gama de apodos en los que muchos estarán de acuerdo con llamar así a quienes ostentan tales motes, pues incluso son del dominio popular, razón por la cual el que nunca falta es ese colega de trabajo que cuando el jefe o director no se encuentra se cree el segundo al mando, y por tal virtud todos los subalternos lo llaman de cariño el “directorcito” o “Jefecito”; también existe ese insigne personaje de todo empleo, cuya cualidad es imitar lo que el pez hace en el agua, es decir, nada, mérito que le atribuye el sinónimo de huevo gigante o “flojo”, y ya mejor aquí le paro, pues no vaya alguien sentirse aludido y se ofenda.

Todos hemos puesto o nos han bautizado con esos ridículos motes, es más, hasta en el amor los hay, a poco no es común que entre la pareja se hablen con sobrenombres de pastel o partes del cuerpo un poco prohibidas a menores. Entonces no se ofenda si por ahí sabe del suyo, recuerde los que ha puesto y hágase el disimulado, por algo somos los Colimotes.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Bullying de oficina

Mucho se escribe y se habla en los medios masivos de información sobre el bullying que se manifiesta en las escuelas, durante la infancia, la adolescencia, en el barrio, el hogar y la oficina… sí, leyó correctamente, en las oficinas, esos sitios donde se hace y ordena el trabajo intelectual o de servicios públicos, ahí donde las personas son mayores de edad, lo cual no los exenta de continuar molestando, fastidiando, ser crueles y discriminatorios con sus compañeros, es más, ahora sus abusos son planeados tan inteligentemente que las agresiones llegan a tan letales que hasta se puede hacer que el agredido pierda su empleo, pues hablarán mal de él ante su jefe o simplemente le birlarán el mérito de sus ideas.

A veces me pregunto, ¿cuál será esa jodida intención del “compañero” de arruinar tu reputación tratando de evidenciar ante los demás que eres humano y por lo tanto te puedes equivocar con mayor facilidad? Porque no tranquilamente se sienta a tu lado y dialoga esos errores que has tenido, no, lo más seguro es que indiscretamente como especie de cuchicheo te pondrá en evidencia para que todos desconfíen de lo que haces, a continuación pongo en evidencia alguna serie de atropellamientos, que he sido testigo por el transitar laboral.

Las redes sociales son un divertimento, que en ambientes oficinistas se convierten en arma de ataque, pues si eres esa especie de cadáver conectado a Internet, ten la plena seguridad de que tu maligno colega no escatimará oportunidad para ventilar ante los demás, si tienes de contacto a altos funcionarios, que lo único que buscas es subir de escalafón y que en lugar de dedicarte a realizar las labores cotidianas te la pasas tuiteando y chateando por Facebook con ellos. Eso sin considerar los chismes que sacará a colación a partir de las fotos y frases que postees o que en plena reunión laboral haga alarde de tu vida en las redes sociales con tal de avergonzarte.

No hay peor compañero de trabajo como ese que se siente básico, es decir, el que se cree que domina la sinergia del quehacer en la dependencia, pero que ve en todos sus colegas a perfectos competidores que siempre están a la amenaza de usurparle el puesto, razón por la cual intentará siempre exhibir las debilidades de los demás; con tales actitudes nos podemos topar con jefes negados a promover a gente capaz por el simple pánico de que los destituyan o superen, secretarias exclusivas del patrón que por miedo a que el demás personal la supere, hacen hasta lo imposible por impedir que su superior reconozca los méritos de sus compañeras.

¿Recuerdas cuando en la escuela te aplicaban la ley del hielo? En tu empleo sufrirás las mismas reglas, nada más que ahora te van a congelar, aplicándote una especie de exilio laboral, donde no te harán partícipe de las actividades principales que la empresa realiza o excluyéndote del círculo de confianza del jefe; tal aislamiento no es más que una cruel táctica de intimidación que te colocará en la heladera del trabajo, haciéndote ver ante los demás como un inepto.

En la antigua serie de ciencia ficción Perdidos en el Espacio, existía un personaje llamado Doctor Smith, aparentemente éste lo consideraban como amigo los Robinson, pero lo único que intentaba con su supuesta amistad era llevar a cabo sus malignos intereses, así existen compañeritos en los centros laborales, quienes se muestran colaborativos en las actividades que emprendes, se ofrecen a realizar tus reportes, cubrirte mientras te ausentas, incluso realizarán las tareas que el patrón sólo a ti te encomienda, algunas veces sin preguntarte, más la cruel realidad es que intenta vilmente hacer ver una supuesta falta de responsabilidad y compromiso hacia la empresa de tu parte.

Ya para concluir, no puede faltar ese ladrón que durante el desayuno u hora del lunch, le comentaste sobre tus proyectos e ideas acerca de mejorar equis actividad, y que momentos más tarde en plena reunión con el patrón se las expone sin darte el menor crédito o en el peor de los casos, cuando las estás dando a conocer públicamente te arma un boicot, donde intenta demostrar que probablemente lo que dices puede llegar a convertirse en un fracaso para todos, lo cual te hará sentir culpable aún sin realizar lo que planeaste.

¿Cómo evitar el que nos hagan la vida un crucigrama? Algo tan simple y rutinario, estar siempre al pendiente de nuestras actividades y lo más importante, terminarlas a tiempo, si lo hacemos de esa forma, ten la plena seguridad de que nadie se entrometerá en las actividades propias de tu puesto. Además a esas personas perversas, tenemos que aceptar que las recordaremos siempre con cierto rencor y tristeza, pues su actuar hizo mella en nuestra formación profesional, más debemos estar alertas, pues existe la probabilidad de que en algún momento nosotros hagamos lo mismo motivados por las tres tentaciones latentes en todo empleo que son la ambición, el poder y la comodidad.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Como jumentos en primavera

Hace unos días concluyó el mes del amor y la amistad, que de hecho sólo fue un día, en donde todos disfrazaron su humor de lobo con piel de cordero e intentaron ofrecer un ángulo positivo a sus conocidos, después volvieron al tradicional concepto de “amigo”, ese que te halaga por delante y te escupe por detrás; con el arribo de marzo llegan también las temperaturas altas y con ello la ropa ligera, en las damas se observan esas microfaldas, los tops y los escotes amplios que dejan ver el relicario que protege sus corazones, por su parte los hombres, los que no tienen senos de gorila y están musculosos, pues andan por la calle en camisa interior sintiéndose Charales Atlas… digo, Charles Atlas.

Esas maneras de vestir son claros indicadores de que la primavera se aproxima, entonces se manifiesta un extraño fenómeno en los seres humanos y en especial para los colimotes, nos pone más fervorosos que en ningún otro mes en asuntos de cortejo, digo, si en los animales y en la naturaleza es tiempo de apareamiento, ¿por qué nosotros habríamos de quedar exentos?

Es precisamente en esta ardiente estación del año, cuando al ir a pincel por las avenidas de la temperamental Ciudad de las Palmeras, descubro a cientos de masculinos cambiar su contacto visual con la féminas por un escáner e incluso hasta anhelan la visión de rayos equis de Superman, es más, a veces tengo la impresión de que todas las mujeres les parecen atractivas, es como si el concepto de fealdad desapareciera, ¿será un síndrome? Creo que sí, pues este síndrome del burro primaveral también se manifiesta en las hembras, nada más que ellas si son más selectivas, pues primero desean ser cortejadas por tipos caritas o galanes, pero conforme transcurre el tiempo y no se acerca ningún prospecto, aceptan lo que caiga y como venga.

Este síndrome no tiene edad, incluso desde preescolar con la mamarrachada esa de que ya desde este nivel educativo existen las candidaturas para reinas y reyes de la primavera, a los chamaquitos se les alborota la libido, entonces los reyecitos ya quieren besar a su respectiva majestad y los progenitores se hinchan de orgullo, porque su gallito empieza a querer pisar pollitas, ya los quiero escuchar cuando lleguen a la arborescencia… ¡ups! Perdón adolescencia e intenten “Jugar a la basurita” con cualquiera, en donde ellas se tiran al suelo y ellos las rejuntarán, para luego katafixiar su mochila por una pañalera, arruinando así su juventud.

Dice un conocido que trabaja en farmacia, que es precisamente en esta época cuando más condones se venden, ¡qué bueno, así evitamos incrementar la tasa de crecimiento demográfico y la proliferación de enfermedades venéreas! Pero hay quienes les guste el deporte extremo y no lo utilizan, pues qué lástima en su salud lo hallarán. La pastillita azul es otro producto que incrementa su venta durante la primavera y según este cuate, no sólo la compran personas de la tercera edad, también menores de cincuenta años, imagino que con el propósito de contar con ayuda extra, ¡ah que mis pollinos, tan aguzados!

Por mi parte, cuando empiezo a experimentar la sintomatología de este síndrome primaveral tomo en cuenta ese dicho popular que recita “de la moda, lo que te acomoda”, entonces pongo en práctica lo que en el cine de la década de los ochentas aprendí del arte de la seducción con mi pareja, claro, siempre y cuando ella también quiera estar a la moda.