miércoles, 8 de febrero de 2012

La vida sigue igual

A los que nos hemos quedado.

Siendo honesto, jamás pensé en escribir esto que ustedes leerán, creo que se debe a ese cúmulo de sentimientos que como alubión se nos vienen encima al experimentar la pérdida de un ser querido. De pronto, nos hundimos en ese oscuro abismo de nuestras inseguridades, cuando precisamente uno se cuestiona, ¿cómo recuperar nuevamente el sentido de la vida?

Considero que es posible, siempre y cuando uno tenga la certeza de que recuperar la vida no es olvidar a la persona fallecida, pues de alguna manera ella vive en nosotros, ¿cómo? A través de todos esos momentos de cariño, alegría y ternura que compartimos en alguna ocasión. Su manera de comportarse con nosotros que de cierta forma nos enriqueció a lo largo de los años.

A raíz de esto para algunos lo más probable es que surjan sentimientos de culpa, ahora que ya no se encuentra a nuestro lado, pues nos damos cuenta que no lo comprendimos del todo, que lo podíamos haber estimado mejor, entre otros pesares que nos vamos formando. No es justo martirizarnos ahora por errores cometidos en el pasado, eso únicamente nos deprime y hunde más.

Es cierto que nuestro amor o la forma de manifestar el afecto hacia los demás siempre es y será imperfecto; hoy lo que importa es aprender a perdonarnos a nosotros mismos, pues sintiéndonos perdonados podemos recuperar esa capacidad que alguna vez un sabio y ejemplar hombre la comparó con la más pequeña de las semillas y que si llegamos a poseerla en ese tamaño haremos cosas grandes, es decir, la fe.

Teniendo fe en nosotros y en las personas podemos continuar con la vida, haciendo a un lado ese remordimiento que nos hunde en la pena, pues el pasado ya no puede cambiarse, es nuestra vida presente la que si podemos transformar. Siendo mejores seres, aprendiendo a compartir, convirtiéndonos en amigos sinceros, fieles a nuestros principios, valores y respeto por la armonía de la amistad, ese sentimiento que nos permite enlazar nuestros recuerdos presentes con aquel que ya no está, pero que nos ha dejado un dulce sabor de boca en el amargo caramelo de la vida.

miércoles, 1 de febrero de 2012

The Tamaliza groove

Hemos llegado al segundo mes de este año, precisamente febrero 2012, es el mes que evidencia lo que han dado por llamar los expertos como año bisiesto, porque tendrá un día de más, o sea, en lugar de llegar a veintiocho como desde hace tres años, esta vez culminará en veintinueve, ¡imagínate qué chido! Todos los que nazcan ese día, se harán más viejos cada cuatro años, jodidos nosotros los ordinarios que celebramos nuestro aniversario cada añito, pues ya ni llorar es bueno, eso nos pasa por ser “normalitos”.

También este mes incluye el día lleno de melcocha, el catorce, cuando uno es influenciado por los medios de publicidad, y somos capaces de comprarle hasta lo que no se merece a nuestra media naranja, entonces recapacitamos y dejamos del lado al cítrico, para ir en busca de nuestra abnegada pareja con el firme objetivo de demostrarle lo mucho que se le ama.

Cuando por fin nuestros macheteros y tesoneros estudiantes habían regresado a invadir las aulas de las apreciadas y bien respetadas instituciones educativas, pues aparece el primer puente del año, con su carga de asueto y sin control etílico, que indudablemente luego se convertirá en flojera para regresar el martes al ritmo laboral, así como que te agarran descanchado, pero ni modo, tenemos que cumplir con el empleo, denotando muchísima enjundia y un titipuchal de ánimos.

El día que muchos esperan con ahínco es el dos, pues todos aquellos que el seis de enero rebanaron la rosca de Reyes, y tuvieron la “fortuna” de sacarse el muñequito blanco -que para mi abuela materna era un insulto que le llamara “el muñeco”, pues según ella se trataba del “Niño Dios”-, el famoso día de la Candelaria, tendrán que pagar una deuda de ofrecer tamales a todos esos que compartieron la partida de… rosca.

Recuerdo que cuando laboraba en una conocida dirección general, era tan esperado este día, pues sabíamos que a la gente que les había salido el monito, ups… perdón el muñequito, nos deleitarían el paladar con deliciosos entamalados, ojo no eran tamales, pues nuestros gustos eran más fresones, motivo por el cual le dábamos el día libre a la dieta. Además muchos de esos suertudos, tenían la dicha de haberse sacado el muñeco, gracias a la ayuda de una secretaria tipo Francisca Zetina ChávezLa Paca”, que hacía que la rosca se asemejara a la Finca del Encanto, sólo que allí no se sembraban osamentas, sino pequeñas figuritas blancas que a otras les habían salido, con el propósito de fomentar la solidaridad entre todos los compañeros y compartir la inversión.

Este año, después de una racha consecutiva de catorce años sin haberme salido, por fin me salió el muñequito, y he estado ahorrando para cubrir la deuda, espero que no me hayan hecho de chivo los tamales y la figura que obtuve si sea de suerte y no una solidaria siembra de apoyo altruista de mis colegas.

miércoles, 25 de enero de 2012

Sobredosis de T.V.

Siempre he dicho que resulta una tarugada quejarnos del servicio prestado por las compañías de televisión privada, pues si no estamos satisfechos con ellos, simplemente se cancela el contrato, pero como somos unos tercos o tal vez masoquistas, preferimos continuar soportando sus pinches abusos.

En nuestra región tres compañías brindan el servicio de televisión de paga, cada una promociona sus respectivos paquetes, no puedo afirmar que existe competencia entre ellas, pues una ofrece precios tan elevados y limita sólo el servicio a un televisor, lo cual de acuerdo al INEGI en nuestro Estado durante el 2010, existían 169,453 televisores en promedio por cada casa habitada, entonces imagine las ganancias que podrían obtener si todos los contratasen; otra de las empresas ofrece antenitas coloradas que reduce la programación a unos cuantos canales, evitando que el usuario elija los de su preferencia, en pocas palabras se tiene que aguantar con la programación contratada; la tercera agrupación, pone a disposición del cliente diversos paquetes, donde este elige el que mejor se ajuste a su presupuesto, lo cual te hace sentir como dueño de la situación, claro que limitado a noventa canales, pues si quieres más, tendrás que pagar más.

Esta última es la que utilizo, antes de la era digital todo iba bien, el problema se manifestó con la llegada de unas cajitas que supuestamente transforman la recepción análoga en digital, creo que con este cambio la señal se arruinó, pues una vez instalada la tiznada cajita, descubres que al encender el televisor la primer señal que recibes es un insoportable aviso en letras blancas con fondo negro que dice: “Aguarde un momento. Su servicio ha sido interrumpido temporalmente. Se debe restaurar a la brevedad”. Muchas veces la brevedad anunciada dura de cinco hasta diez minutos.

En dado caso de que la señal tardase más tiempo en llegar, lo recomendable es llamar a “servicio al cliente”, donde uno se topa con la grabacioncita que como si fueras un pendejo te repite los servicios que te ofrece cada extensión, una vez hecha la selección, otra grabación te indica que curiosamente todos los operadores se encuentran ocupados, imagino que algunos en la guaraguara o deleitando el paladar con una torta, el telefonista que harto de escuchar la llamada se compadece de ti, con acento positivo, te pide los datos de cliente, para posteriormente chingarte el tímpano repitiendo hasta el cansancio las palabritas “es correcto señor Aviña”, “efectivamente señor Aviña”, a cada una de las preguntas o afirmaciones que se hagan.

Como un experto en su ramo, la persona que te atendió centra la atención del cliente en el control remoto de la caja convertidora, para que en menos de unos minutos, este con sus propias manos intente reparar la falla presionando los botones del control remoto que amablemente te indica el operador, en caso de no haber resultado positivo, hace el reporte y advierte que el técnico pasará al domicilio en un plazo no mayor a 72 horas, pero si se lograr tener éxito, te pregunta si tienes alguna otra cosa más por ser atendida, dándote así a comprender que sus “atenciones” ya no son necesarias.

Aparte de hacer de nosotros lo usuarios unos especialistas en arreglar desperfectos en la señal, la caja digitalizadora, cada vez que cambiamos de canal, de forma ilustrativa nos recuerda que la luz viaja más rápido que el sonido, pues mientras el canal es sintonizado lo primero que se observa es una imagen congelada tipo fotografía, seguida de su onda sonora, para posteriormente sincronizar imagen y sonido.

Ahora con el auge de las pantallas de plasma, cada empresa ofrece otro sistema que le permite obtener mayores ganancias, la señal de alta definición, dando con ello otra jerarquía social a los usuarios, los que tienen capacidad de adquirirla y los jodidos que tenemos que conformarnos con la supuesta señal digital.

Lo más absurdo de contar con un sistema privado de televisión con más de noventa canales es no tener nada bueno que ver en ellos o en el peor de los casos, sólo sintonizar la señal de los canales abiertos; por lo tanto, creo que lo mejor de tener un excelente televisor en casa es el disfrute de este sin encenderlo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Instantáneas

Cierto fin de semana mamá pidió de favor que le arreglara sus álbumes fotográficos, pues se encontraban algo deteriorados debido a las inclemencias del tiempo; lo más fácil era comprar unos nuevos, pero como ella es muy apegada a sus cosas y además conoce el orden de las fotos de esos antiguos álbumes, no tuve más alternativa que repararlos, poniendo manos a la obra con cinta masking y resistol.

Conforme remendaba y acomodaba las imágenes en sus respectivas páginas vivía infinidad de anécdotas y recuerdos que gracias al fabuloso papel del señor George Eastman, podía apreciar de distintos colores, tal cual la vida misma se nos presenta durante el desarrollo, las fotos antiguas con sus tonos grises y sepia, la forma de vestir que en cada etapa imperaba, así como el lenguaje corporal de los ahí plasmados gracias a la magia del la luz traviesa que ingresa a través de un obturador de la cámara para capturarlas.

Incrédulo, pues siempre me he sentido el mismo, observaba la metamorfosis que fui experimentando con el transcurrir de los años, de ser un simpático e impúdico bebé encueradito tumbado sobre un cobertor, pasar al niño que se divertía jugando descalzo con una caja de zapatos tirada por un pabilo, y que después se transformó en el rollizo hormonal adolescente que con tan solo dos dedos de frente, cantinflesco mostacho y cachetes llenos de granos se atrevía a sonreír a la lente de una cámara para quedar perpetuado en esa época cuaternaria. Hoy con más de cinco dedos de frente, piel holgada por las dietas desordenadas que he llevado, me divierto jugando a ser feliz e incluso sería capaz de cambiar mis nuevas arrugas por aquel acné que una vez tuve.

En otras de las gráficas aparece a mi lado Toribio, entrañable amigo de la infancia, célebre porque gracias a su pinche nombrecito fue uno de los precursores del bullying de origen por antonomasia; y qué decir de mis compañeros de generación del bachillerato, el Tubas, el Pinzas, Pimpón, el Cebiche, la Rata, entre otras faunas nocivas más, que posan bien orgullosos con peinados modernos que les disimulan sus cuernos, el “exitoso” día de nuestra graduación, y lo único que recuerdo son sus apodos, así como las más de mil estupideces que hicimos durante la estancia en el nivel medio superior.

Otra fotografía nostálgica es la de doña Atanasia, la señora que vendía tortillas hechas a mano amiga de mi madre, la cual por cierto no sabía leer ni escribir, y cuando recibía cartas de los Estados Unidos que su hijo Hilario le escribía, acudía con mamá para que se las leyera; algunas veces cuando el contenido de la misiva era triste o trágico, mi jefecita hacía ciertas modificaciones positivas al leérselas para no preocuparla, la misma técnica utilizaba cuando le redactaba las cartas remitentes, la verdad no es correcto como ella lo hacía, pero la intención es lo que cuenta.

Curiosamente dos hojas de un álbum son ocupadas por el zoológico particular de la casa, pues en ellas se observan las diversas mascotas que se han sumado a nuestra familia; otras dos más las llenan los nietos con la clásica fotito donde se les puede ver haciendo diversos gestos, como llorar, sonreír, hacer pucheros y “viejitos”, entre otras monadas enternecedoras. Los demás álbumes se complementan con diversas imágenes sobre los distintos viajes y convivios entre los que sobresalen cumpleaños, bautizos, velorios y hasta sepelios, estos dos últimos se me hacen muy masoquistas, de por si la muerte es algo desagradable, imagínese conservar momentos tan dramáticos como la pérdida de un ser querido para después observarlas en la comodidad de tu hogar.

Por tal razón esta experiencia me lleva a concluir que las fotografías son evidencias que se conservan como fiel testigo de todos esos instantes importantes, en los que nos inmortalizamos para después morir, pero que gracias a la magia de la tecnología hoy no son tangibles, pues sólo se pueden apreciar a través de una pantalla e incluso son más fáciles de perder.

sábado, 14 de enero de 2012

¡Feliz fin del mundo!

Cada fin de año es el mismo cuento repetido, la última noche del mes de diciembre la gente se propone para el año que se avecina hacer ejercicio, bajar de peso, dejar de fumar, cambiar de hábitos alimenticios, organizar el tiempo para estar más horas con sus seres queridos, etc.; pero probablemente para este 2012, algunas personas optarán por no plantearse tales propósitos, pues los más conscientes saben que de esas expectativas ni siquiera un ápice serán cumplidas, otros en cambio influenciados por los supuestos programas científicos que transmiten ciertas cadenas de televisión, donde pronostican el exterminio total de la humanidad con la llegada de grandes cataclismos por ahí del 21 de diciembre aproximadamente, prefirieron abstenerse, pues al fin de cuentas el mundo se va a acabar.

Digo, si te piensas poner a dieta para matarte de hambre, pues mejor no lo hagas de todos modos vas a morir, y qué mejor con barriga llena y corazón harto de colesterol, pero eso sí, feliz.

Motivado por la fatal sentencia de que la tierra tendrá su fecha de expiración según interpretaciones del calendario maya, he decidido cambiar mi celular por uno de esos que traen radio, esos que actualmente han hecho que la comunicación pierda el sentido de privacidad y discreción, pues según dicen la tecnología de éstos es tan potente que si te sepultan puedes realizar y recibir llamadas así te encuentres tres metros bajo tierra, entonces podré estar en contacto con mis allegados desde lo más recóndito del averno.

Es una pena que debido a este Apocalipsis Maya, no seremos testigos de las futuras maravillas tecnológicas, como los sistemas de identificación de voz para abrir puertas, encender luces o lograr que funcionen los electrodomésticos; nunca llegaremos a ser turistas interplanetarios, pues jamás viajaremos en los taxis espaciales para visitar la luna con sus atractivos turísticos, hospedarnos en sus lujosos hoteles, disfrutar del exquisito queso que ofrece este satélite natural de la Tierra en sus restaurantes -¿qué acaso no está hecha de queso, entonces por qué la habita un conejo?- y gastarnos el dinero en sus casinos.

No tendremos la dicha de ir a los parques con nuestras mascotas que seguramente serían híbridos de varias especies animales, gracias a la ingeniería genética. Igual no nos tocó dejar de respirar el smog, pues los coches ya no utilizarían gasolina, sino energía solar, incluso algunos hasta volarían; tampoco seremos testigos de la erradicación del concepto minusválido de nuestro vocabulario, debido a que la medicina y la robótica harían de aquellas personas lesionadas en accidentes o guerras unos cyborgs.

Lo siento también por las nuevas generaciones, que nunca verán concluida su etapa evolutiva, es decir, se perderán la dichosa experiencia de equivocarse más de un billón de veces para llegar a ser adultos; los bebés se ahorrarán cantidades estratosféricas de dinero en terapias psicológicas, pues nunca asistirán a las terribles guarderías y desaprovecharán de forma definitiva los traumas heredados por sus progenitores.

En lo personal, lo único que me pesa, es el haber invertido enormes sumas económicas en tratamientos capilares que conserven algo de cabello sobre mi mollera, si al fin de cuentas lo perderé; de la misma manera el nunca disfrutar de una relación íntima sin protección por el maldito virus de la duda o de procrear hijos no deseados. Lo bueno de llegar al fin del mundo es que pude conservar parte de mi dentadura, me libré de padecer alzhéimer, así como de utilizar pañal desechable de adulto y lo mejor, no llegué a ser un decrépito anciano cascarrabias, que se convirtiera en una pesada carga para mis familiares.

Más lo único que me preocupa es mi instinto de supervivencia, que me obliga a seguir el ejemplo de la película “2012”, para continuar con vida, pues estoy dispuesto a invertir mis ahorros en comprarme un helicóptero, y es tanto el entusiasmo que ya compré un ejemplar de “Manejo de Aeronaves para Dummies”.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Amarga Navidad

“Yo no soy cliente de Santa Claus,
a mí mis juguetitos me los traen
los Santos Reyes”.
Ardillitas de Lalo Guerrero


Los vecinos de esta ciudad nos preparamos para la celebración de la navidad, desde el primer día del mes de diciembre los anoréxicos Santaclós de la zapatería cuyo nombre es un apellido, se han hecho cargo de recordárnoslo con la promoción de su gran barata anual, repartiendo caramelos envueltos en los papeles publicitarios, que tanto infantes como adultos recogen en la calle, incluso se cruzan frente a los raudos coches con tal de obtener uno; también la botarga del médico que baila afuera de la farmacia se ha disfrazado del emblemático personaje de origen turco que antaño se llamara San Nicolás, pero que una conocida marca de refrescos de cola se haría cargo de confeccionarle la ropa con los colores que la infancia identifica fácilmente.

Precisamente este peculiar individuo que en España lo conocen como Papá Noel, ha sido causante de diversos traumas de la niñez, y que de adulto retribuye gasto en terapias psicológicas, porque cierta mañana del veinticinco de diciembre no nos consideró en la lista de regalos, tristemente cuando saliste a la calle encontraste a tu vecinita de colitas chuecas felizmente jugando con “Fabiola, la muñeca que camina por sí sola”, en compañía de la chimuela latosa de seis años que con su “Comiditas Lili Ledy” pasan un rato ameno, al igual que tus cuates de diversión quienes emocionados montan un Gran Prix sobre la “Scalextric”, y en cambio tú, ni te atreves a dar un paso hacia fuera, ya que el ojete de Santa esa navidad ni te peló, pues el “Spider track” de Ensueño, nunca amaneció junto al arbolito, pese que a durante toda la noche, cada treinta minutos despertabas a tu hermano que dormía en la cama contigua para saber si ya era hora de que llegaran los regalos.

Experimentabas los mismos sentimientos de frustración, de aquella navidad cuando la traviesa prima estrenó tu triciclo “Apache”, rompiéndole el eje de la llanta delantera, dejándote sin diversión por casi dos semanas, fue cuando pensaste para qué tiznados anuncian ese artículo con la pinche cancioncita “duran, duran, duran…aaapaaache”, si ni aguantan nada; lo mismo sentiste cuando se le olvidó incluir al barrigón de las barbas blancas, las baterías del trenecito del oeste, y fue hasta el tercer día que pudiste verlo funcionar, pues resulta que siendo día festivo difícilmente encontrabas una tienda abierta donde adquirir las citadas fuentes de energía, es más, viviste en carne propia la mísera desolación que tus vecinitos los gemelos sufrían cada navidad que sus padres no les dejaban jugar con sus regalos porque los podían descomponer.

Años más adelante el peludote fanfarrón amigo tuyo que ya iba a la secundaria te hizo sentir defraudado por tus padres, cuando te dijo delante de la palomilla, que la flamante bicicleta Benotto que tanto presumías, no te la había traído Santa y en realidad tus papás la compraron, lo que significaba que durante varios años te habían hecho pendejo, haciéndote creer el cuento de que ese mítico personaje y sus renos te traían todos los juguetes; por esta y otras razones en la adolescencia durante la víspera navideña cuando escuchabas que habría intercambio familiar, querías que te la hicieran efectiva intercambiando a toda tu parentela por otra; ya de casado te diste cuanta que es la misma situación solo que en domicilio distinto.

En la actualidad gracias al gesto heroico del terapeuta, hemos aprendido que la navidad es bien bonita a pesar de que cada año se aleja más de nuestras tradiciones y se va haciendo más gringa, ¡hágame el favor, cómo es posible que un pino adornado con esferas, lucecitas de colores y escarcha artificial se ubique cerca del pesebre de Belén donde nació nuestro Señor! Por otro lado, me considero un privilegiado consentido del señor Clos, pues nunca me dejó sin mis regalos, además soy fan del Niño Dios, y creo que esto tiene mucho peso allá arriba, por lo tanto espero que todas las noches para usted apreciable lector sean buenas y los días navidad.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Devocionario

Durante la infancia parte del ocio que vivía, cuando me cansaba de no hacer nada, lo dedicaba a llenar álbumes de cromos que abordaban distintas temáticas; esos cromos los adquiría en pequeños sobres que se vendían en la tienda de la esquina o comprando productos de comida chatarra que los incluían. Como resultado de tal pasatiempo acrecenté el bagaje cultural al igual que la barriga que en la actualidad tantas enfermedades cardiovasculares me ha regalado y por más intentos de reducirla no he podido.

Uno de esos álbumes abordaba en sus ilustraciones de forma simpática las festividades que el calendario nacional celebra a lo largo de los 365 días; cabe aclara que hago referencia a tiempos pasados, antes de que los diputados hicieran de las fechas conmemorativas “puentes”, donde muchas de las veces ni coinciden con el día de forma exacta.

Gracias a ese álbum fue donde descubrí que diciembre es el mes que con tan solo cuatro fechas importantes, las personas hacen que su celebración se prolongue por varios días; para empezar están las de la Virgen de Guadalupe. En un principio se festejaba como novenario–que en realidad eran diez días-, iniciando el tres y concluyendo el doce, hoy ya no es así, se ha transformado en docenario.

Es fascinante ese sincretismo de la Virgen Morena del Tepeyac, donde se mezclan el sentimiento patriótico y el fervor religioso, o sea, todos los mexicanos por esas fechas somos guadalupanos, incluso hasta los protestantes; lo ridículo de todo es que solo por doce días atiborramos la Catedral, nos vestimos de indígenas globalizados, cantamos, decimos plegarias y expresamos una gran devoción que caduca el día trece, ya que después, solo los devotos continuarán rindiéndole culto, mientras los demás nos preparamos para los festejos que siguen, siempre y cuando no se nos presente una gran necesidad, porque de ser así, regresamos.

Otra de las fechas que implican varios días para su consumación, son Nochebuena y Navidad –siendo ésta última, el cromo que más pastelitos con relleno cremoso comí para encontrarla-, es más, éstas dan inicio desde el mes de octubre, cuando las grandes tiendas comerciales invaden sus departamentos con los tradicionales colores rojo, verde y plateado. Es una lástima que el verdadero sentido de estas celebraciones se tergiverse gracias a la influencia mercantil, que nos hace comprar felicidad, paz y armonía en objetos efímeros, que en unas cuantas horas se volverán cosas comunes, dejándonos nuevamente ese terrible vacío que durante todo un año intentamos llenar.

El 28 cuando se conmemora a los Santos Inocentes, diversas personas lo empiezan un día antes con sus acostumbradas bromitas, algunas de ellas son tan pesadas que llegan a herir susceptibilidades, desvirtuando la intención original de honrar a los primeros mártires de la religión cristiana.

El cierre del calendario y de mi álbum es con el 31, cuando se festeja el último día del año; pero creo que esta vez, tal celebración se verá empañada por la infundada zozobra que ciertos profetas de dudosa reputación ocasionaron al pronosticar que para el 2012 existe la posibilidad de que nuestro planeta llegue a su fin; pero mientras se aproxime tal evento, usted siga la fiesta que tenemos más pachangas para el resto de nuestros días.