jueves, 29 de agosto de 2024

La Generación que prefiere el café a la adultez.



Sí, creciste escuchando la música de Britney Spears, Backstreet Boys, NSync, Christina Aguilera, Jennifer López, Limp Bizkit, Eminem, Ricky Martin, Blink-182, Avril Lavigne, Destiny’s Child y Nelly, además, bajabas todas sus canciones de Napster, Kazaa, LimeWire, BitTorrent, o de algún software más nefasto de la Dark Web, y experimentabas placer al piratear música, pues sabías que era tan fácil obtenerlas en la nueva e irrepetible década del 2000, además, era adictivo. Subías chorrocientasmil fotos al MetroFLOG, te sentías importante de que cantantes y demás celebridades fueran tus “amigos” en MySpace. No te perdías ningún domingo La Academia y aun te sabes los nombres de la primera generación, fuiste de los que acuñó el acrónimo YOLO, que significa “You Only Live Once” (Sólo se vive una vez), cambiando para siempre la forma en que hablamos.

No cabe duda que perteneciste a esa “Generación Yo”, por su narcisismo o “Generación Peter Pan” por la adultez tardía. Pero lo único que puede definirla realmente es que es indefinible. Para las personas nacidas entre 1980 a 2010, sus vidas han estado marcadas por una serie de cambios tan vertiginosos en la economía, el panorama político y la cultura del Mundo. A ellos les tocó vivir tragedias profundas como el 11 de septiembre y los sismos del 19 de septiembre -que, como broma cruel, cada año nos vuelve a temblar-, así como por las interminables guerras en Irak y Afganistán. Les azotó la crisis financiera en 2008, justo cuando muchos comenzaban a ingresar al campo laboral, y todavía están sufriendo los efectos colaterales. Por supuesto, son la última generación en presenciar la vida antes y después del amanecer de la era de Internet.

Pues a ellos le toco la transición a un mundo totalmente digital, que ha sido clave para su crecimiento, madurez y consumo del mundo que les rodea. Desde los primeros días de los blogs y la mensajería instantánea hasta la llegada de Facebook, Twitter e Instagram, han estado compartiendo sus vidas. Viven cansados y conectados, ellos saben lo que es el arte de sobrevivir en la Era Digital. Son adictos a plataformas como iTunes y Spotify, Amazon, Netflix y Hulu, las compras si son online son la neta. Les vendieron la idea de que todo lo que quieren puede, debe y estará disponible a un clic de distancia. Y así es como se les despertó el romanticismo, gracias al amor de Rose y Jack, a tal grado que en sus bodas a pesar de ser matrimonios de 1 a 4 años si bien les va, en el que el vals nupcial se lo chutaron a ritmo de My Heart Will Go On de Céline Dion, donde el proceso del divorcio es más largo y difícil de superar, que lo rápido en que se vuelven a enamorar de otra persona.

Resulta hasta cómico esa brecha generacional que ellos mismos crean, entre los que piensan que Bob Esponja y Las Chicas Superpoderosas fueron dibujos animados del pasado, pero que aún continúan retransmitiéndose, y que Carrie Bradshaw de Sex and the City, creció con esos viejos, pero, acaso, ellos también fueron creciendo con aquel chico que dejaron en la puerta de Privet Drive, o sea, weee, acéptalo, fuiste de los que hacían cola en Cinemas del Country los viernes para cada lanzamiento de Harry Potter, ¡niega que llevabas una varita mágica en el bolsillo!

Gracias a esta generación que nos heredó las selfis con esa sobrecarga de autoestima y narcisismo, siendo expertos en quejarse y hacer Memes de las tragedias como analgesia, no olvidan esos 9 dieciseisavos de segundo durante los cuales el pecho de Janet Jackson quedó al descubierto después de que Justin Timberlake arrancara un trozo de tela de su bustier en aquel espectáculo de medio tiempo del Super Bowl del 2004, cambiando la forma de transmitir los programas en directo. ¡Gracias por su legado a las nuevas generaciones!

jueves, 22 de agosto de 2024

¡Todos somos humanos!


En su cuenta de…  -¡Ay, Elon Musk! Me gustaba más escribir “Twitter”, que “X”, pero bueno, como dueño de su atole, le puede dar las meneadas que él quiera-, el filósofo español Fernando Savater, escribió: “El terrorismo se ejerció para algo y ahora estamos en ese algo”. En ese algo en que los humanos, esos seres tan inteligentes y libres -en ese concepto de que la libertad consiste en hacer lo que las leyes nos permiten-, y que hasta el momento no lo hemos demostrado.

Humanos. Especie tan egocéntrica, tan chingona, nos sentimos superior, que el planeta nos pertenece, pero que con un temblor o una enfermedad pandémica, nos atemorizamos y regresamos a las cavernas, o sea, damos un salto pa’ atrás darwiniano. Eso sí, somos la civilización, abusando de la socialización a tal grado que cuando alguien comete un delito o cierta atrocidad, le quitamos la condición humana, nos atrevemos a clasificarlo como un salvaje, un monstruo, una bestia. Es como si nos pusiéramos una venda en los ojos, negándonos a admitir que un ser humano puede llegar a ser un asesino, un terrorista, un violador, un acosador sexual y/o un abusador de infantes.

Rechazamos todos esos actos, simplemente, porque consideramos que las personas no somos animales. ¡Híjole, creo que pensar así, es ofender a la especie animal! Los lobos ni los leones violan, tampoco declaran guerras o torturan a los mismos de su especie por diversión. Es el homo sapiens quien mata por matar, por causar daño al prójimo, por ambición, por diversión, por celos, por envidia, por religión, por vanidad, pues nos creemos tan supremos, la mejor especie que existe sobre la tierra, por eso inventamos las armas, la silla eléctrica o la guerra, mientras que al animal quien, por no pensar, es incapaz de hacer algo así. Creo que ha llegado el momento de dejar de escribir, y recordar otro texto que Savater … -no puedo escribir tuitear y menos el adjetivo tuitero, brrrrr- posteo: “Las lenguas tienen 2 grandes enemigos, los que las imponen y los que las prohíben”, y la verdad, yo no quiero pertenecer a ninguna de esas castas sacerdotales.

jueves, 15 de agosto de 2024

Compañeros tóxicos.


Los compañeros de oficina son como los matrimonios de años: saben bien dónde hacerse daño, y es que, entre los escritorios, las computadoras, el olor a tóner y los años de antigüedad, de tanta convivencia, los que acudimos como
 godín religiosamente los 5 días de la semana a una dependencia o trabajo, llegamos a un punto en que el aburrimiento y el hartazgo se convierten en motivaciones para hacer que las relaciones de convivencia se vuelvan tóxicas.

Como aquellos que utilizan frases breves con las que paran conversaciones infructuosas – ¡es qué no marches! A los demás, qué nos importan las diabluras que les hacen sus parejas-; qué decir de quien dilapida egos y apalcuacha ánimos, sin faltar los que explican o justifican los detalles de sus incompetencias -recuerda apreciado lector, que cuando alguien te dice que algo no se puede hacer, es un reflejo de sus límites, no de los tuyos-; sin faltar los que cual gallina antes de poner un huevo, cacaraquea todo lo que está haciendo y lo más patético, cacaraquean lo que en la oficina se está realizando sin que él colabore. Mis respetos para quienes nunca alzan la voz y obligan a los que están a su alrededor a escuchar, los malagradecidos que, a la menor provocación, buscan desacreditar al jefe. Consideren, ante tal situación, que quien empieza negando la autoridad ajena, acaba imponiendo siempre la suya.

Nefasta esa persona que se la pasa corrigiendo el vocabulario de los demás, ¡por favor, déjalos que se expresen a su estilo! Creo que, de continuar así, uno terminará considerando la manera más “light” de discriminación al lenguaje políticamente incorrecto.

Con este texto no pretendo aportar soluciones para evitar la toxicidad entre compañeros de oficina, pues consciente estoy de que vivimos en una sociedad que no controla los esfínteres morales. Simplemente es que no es lo que pasa en una dependencia lo que determina los hábitos de cada uno de los que la integran; es la forma de manejar lo que ahí sucede.

jueves, 8 de agosto de 2024

La palabra violencia.


Violencia. Nueve letras que al conjugarse las interpretamos como algo que nos inspira una mixtura entre ira, miedo y desesperación. La escuchamos por la radio, le vemos por televisión e internet, pero lo más triste es que no se acaba apagando el aparato radiofónico ni el televisor o desconectándonos de la red, pues ya ha sido incrustada como un implante en nuestras vísceras, en el carácter de cada individuo.

Existe, y su reputación predomina entre las personas que la utilizan para llamar la atención, para hacerse notar o escuchar. Está en cada uno de nosotros; la vivimos donde sea. En la calle, con el coche que se estaciona en el lugar de las personas con discapacidad o el conductor que cree tener más derechos de vialidad que el peatón. La ñora que al barrer en lugar de recoger su basura la echa a la casa del vecino. En el trabajo, cuando algún compañero le falta al respeto o dejan de tratarlo como ser humano. En la casa cuando estoy enojado y hago un pancho o en el hogar de aquel niño que sus papás se separaron y lo hacen sentir culpable, que de tanto sentimiento busca desquitarse despedazando sus juguetes o agrediendo a sus compañeros de la escuela.

Una pared rayada también es violencia, pues quien lo hizo no se detuvo a pensar que esa barda no es suya y que su dueño debe invertir dinero para reparar el daño. Imagino que esa persona tiene una difusa idea sobre respetar lo ajeno y, lo peor a veces ni arte es lo que dibujó. Da pena que, debido a acciones como estas, tengamos que vigilar violentados nuestras pertenencias, cuidar de los seres que amamos ante cualquier persona. Sintiendo ira y miedo a que nos hagan daño, hacemos de nuestros hogares jaulas por el temor de que alguien te haga daño porque lo viste introducirse a tu casa.

No podemos comprar todos los diccionarios y arrancar la hoja donde se define la palabra violencia, pues con ello no se arreglarían las cosas ni tampoco pedirles a los doctores que inventen la vacuna contra la violencia, pero si podemos regalar una sonrisa, ser amables sin caer en la condescendencia, y lo más importante, intentar ser pacíficos en un mundo agresivo, demostrar que estamos civilizados, y la mejor forma de evitar ser violentos es empezar con nosotros, dejar de maltratarnos.

jueves, 1 de agosto de 2024

Holiday.


En serio que me da pena regresar después de las vacaciones del paradisíaco patio al parque de diversiones del cuarto de la televisión, de degustar exquisitos platillos sobre la pequeña mesa del comedor de casa, esperar largas horas nalga a los lujosos repartidores con su variedad de precios dependiendo de la situación geográfica en la que se encontraban esos Frankensteins culinarios como lo son: las tortas de chilaquiles, las empanadas rellenas de pizza, sushi de plátano y aguacate con agua de horchata -¡Hágame usté el móndrigo favor!-, y claro pa’ cenar no podían faltar las patadas de mula o la suculenta torta de tamal, y bueno, mi desamueblada cabeza dicta que escriba sobre las vacaciones, pero decirles lo que hice en 3 semanas de asueto, simplemente lo resumo en: Si quieres saber cómo estás, basta con quedarte callado y te darás cuenta del daño que tú cerebro te hace.

Y es que la conciencia ocasiona más insomnio que 2 tazas de café, y el ocio… ¿La neta a quién tiznados se le ocurrió decir que quienes fomentan el ocio generan algún vicio? Es un tiempo libre nada más, no esa pinche prejuiciosa condición perversa que se le atribuye a quienes no saben qué hacer con sus días de asueto, en un día libre puedes descubrir que nuestra imaginación es el único espacio que tenemos de libertad. Es precisamente cuando imagino que tanto el aburrimiento como el hartazgo son detonantes motivacionales para que algunas personas decidan evadir su realidad por unos cuantos días y marcharse a sitios distintos, es decir, escapar de sí mismos.  

Lo que me parece injusto, es que luego quieran compartir sus escapadas con quienes ni ganas tenemos de hacerlo -además, ni nos importa si fueron hasta el Congo con tal de escaparse de sus vidas-, bajo el pretexto de la urticaria que el ego les justifica su actuar, entonces uno recibe en las redes sociales fotos de los sitios que están visitando, es por eso por lo que, en estas vacaciones sin salir de casa, conocí Colombia, Las cataratas del Niágara, Alemania, navegué por el río Ámstel que atraviesa la ciudad de Ámsterdam, conocí comidas extrañas que ni sabía que existían, museos extraordinarios, por cierto, ¿ellos ya conocerán los museos de nuestro estado?

Para quien firma lo que escribe, viajar no me proporciona esa sensación de libertad, pues si vivimos en una sociedad donde libertad es hacer lo que las leyes permiten, así, vayas a donde vayas, algún día, ten la plena seguridad de que regresaras a esa rutina tan cotidiana que nos fuimos creando, y que por cierto, es la que nos brinda el sustento de cada día, entonces no se me agüite si ya está de regreso en su empleo, mejor agradezca a quienes se lo ofrecen contar con uno y no formar parte de la estadística del desempleo.